Las elecciones provinciales comienzan en abril y en el fragmentado escenario del Centro Liberal asoma un esperado regreso: el de Mauricio Macri dispuesto a recuperar a su golpeado partido y llevarlo otra vez a la victoria. Con un liderazgo claro en el amplio espacio del Centro Liberal, no solo pone fin a las especulaciones acerca de una fusión con el escuálido nuevo partido de Milei sino que ocupa el lugar que jamás debió haber perdido. El de legítimo conductor de una corriente liberal clásica y republicana y generoso promotor de una multitud de líderes que aspiran a sucederlo.
No está solo.
Junto a él, importantes figuras que jamás negaron su
conducción y, al costado, los rebeldes que, con el tiempo, volverán inevitablemente
a ser socios o aliados. En los resultados electorales, hay que sumarlos.
Enfrente, Milei, que hoy ocupa la presidencia gracias
al apoyo electoral del Pro: la prolija y contundente trayectoria política de
Mauricio Macri solo se prestó, no se regaló.
En el medio: los votantes, sometidos a elegir no entre Milei
y Cristina, sino entre Milei y Macri. Ya no se discuten ni el camino argentino
ni la política económica liberal, sino quién es el mejor conductor y mejor ejecutivo
profesional, proponiendo candidatos aptos para su cargo.
Los votantes porteños, por ejemplo, no tendrán que elegir
entre las promocionadas dos fatalidades del anarco-capitalismo o el
kirchnerismo sino que puede volver a su tradición más querida de un liberalismo
clásico. El tercero en cuestión, Mauricio Macri, apuesta con su regreso a
liderar ese espacio. En la Ciudad de Buenos Aires, sus muy profesionales y experimentados
candidatos son su carta.
A su alrededor, en ese mismo centro, los fragmentos de lo
que supo reunir en el pasado y lo que aspira a volver a reunir en las diversas
legislaturas y el Congreso de la Nación.
El Pro es la punta de lanza, una vez más, del proyecto del Centro Liberal y el
propulsor, con su ejemplo, para la pléyade de dirigentes centristas y liberales
que aspiran a imponerse por sobre los facciosos e improvisados mileístas.
En los últimos años hubo dos errores importantes. El
primero, cometido por la voluble franja independiente de votantes al preferir a
Alberto Fernández por encima de Mauricio Macri, cayendo así en la trampa de
Cristina Kirchner. Y el segundo,
cometido por Horacio Rodríguez Larreta, arrastrando al Pro al abismo al equivocar
su tiempo y desafiar a un Mauricio Macri que debería haber seguido al frente de
su partido, sin internas y como candidato presidencial.
Como finalmente se comprobó, la gran mayoría de
argentinos iba a terminar prefiriendo una Argentina liberal. Y fue tristemente obligada
a elegir a un novato extravagante y sin experiencia, solo por falta de una
genuina opción liberal clásica.
Por esa falta, Mauricio Macri se ha constituido hoy en la
figura más importante del espacio político nacional: expresa la oportunidad
perdida por error político, no por destino. Entre un Milei cuyas deficiencias para el
cargo que ocupa y una Cristina Kirchner en caída libre, él, como ex Gobernador
de la Ciudad y como ex Presidente de la Nación, es quién tiene los títulos y el
poder para reafirmar el rumbo y señalar el mejor camino político.
En este tiempo espiritual de toma de conciencia y
reparación de errores, el largo año electoral será un año de clarificación. La oportunidad de, poco a poco, volver a tener
un gobierno adulto, sensato y altamente profesional y la certeza de que es
posible construir colectivamente un proyecto que abarque las más queridas
tradiciones políticas argentinas, sin inventar nuevas y disparatadas
divisiones.