lunes, mayo 23, 2016

PRO-PERONISMO: ¿SOCIOS O COMPETIDORES?



Desde el punto de vista de la realidad, esa celebrada única verdad, el PRO está haciendo exactamente lo que hay que hacer para devolver alguna posibilidad de prosperidad a la maltratada Argentina y, por lo tanto, a su sufrido pueblo. Esta es la tarea que tradicionalmente le correspondió al peronismo y que el peronismo se perdió por no contar con un sistema democrático de selección de liderazgo. Sometido al dedo golpista de Duhalde primero y de los Kirchner después, el peronismo en su conjunto aún no se ha repuesto, organizado y mucho menos democratizado. El atajo conceptual sería considerar que el PRO simplemente ocupó un lugar vacío—no sólo el de representante de la clase media antiperonista, sino el de la amplia mayoría de trabajadores tradicionalmente aspirantes a pertenecer a esa clase media—un lugar que el peronismo quizá ya no vuelva a ocupar. A menos que.  

A menos que el peronismo en su fracción más auténticamente peronista se transforme en un socio coherente y activo del PRO, aceptando el liderazgo de Mauricio Macri como propio, una posibilidad que no entra tanto dentro del terreno de la fantasía como de la más dura realidad. Esa que indica que el peronismo genuino y más avanzado hace mucho tiempo que quedó desplazado y sin liderazgo propio.

O, a menos que líderes peronistas muy cercanos a la visión liberal del país del PRO hiciesen el esfuerzo final de adaptar la operativa peronista a los requerimientos de la modernidad global. Entre estos líderes, sin duda, José Manuel de la Sota y muchísimos líderes sindicales que hace tiempo ven con claridad su rol en contribuir a las reformas y modernización post-duhaldismo y kirchnerismo.  

Con un peronismo dividido en por lo menos tres partes—el errático Frente Renovador de Massa, ya liberal, ya duhaldista; el PJ no democratizado de Gioja y Scioli con sus bien conocidas aspiraciones rastreras; y el kirchnerismo residual en descomposición acelerada—es lícito pensar que el peronismo sólo será una molestia por ahora, útil sólo para dividirlo y neutralizarlo aún más. Una estrategia negativa que si bien anula adversarios, se pierde simultáneamente el uso de su incomparable fuerza para fines propios. A menos que.

A menos que el PRO revea su siempre latente y molesto sesgo antiperonista, y decida por sí mismo que también es, de algún modo, parte de él, en tanto heredero de una herencia recibida en forma colectiva. “Mi único heredero es el pueblo”, dijo Perón que sabía muy bien que pasaría mucho, pero mucho tiempo antes de que ese pueblo diese dirigentes con las dos mitades del país bien unidas en la cabeza. También dijo que “La organización vence al tiempo”, lo cual haría suponer que el instrumento electoral del Partido Justicialista finalmente vencería las tendencias antidemocráticas y autoritarias del cacique de turno, cosa que aún no sucedió. Aunque es posible imaginar que al referirse a una organización sólida, Perón  pensaba más bien en la Confederación General de los Trabajadores, su invento y siempre su instrumento preferido para hacer avanzar al país varios casilleros en el interminable juego de la oca que ha sido siempre la política local.

Hay un actor principal, Macri, y varios actores secundarios peronistas ocupando espacio en el escenario. ¿Socios o competidores? Cualquiera de las dos variantes debería servir a la Nación y al pueblo argentino. Como socios, unidos en el combate que todavía hay que dar contra el atraso instalado tanto en el radicalismo como en el peronismo (y hasta en muchos dirigentes del PRO) aún muy dependientes de las soluciones estatistas del pasado y poco abiertos al capitalismo global. Como competidores, compitiendo por avanzar en ese mismo proceso pendiente—esto requiere de dirigentes peronistas que superen en su concepto de modernización a Macri o lo mejoren extendiéndolo a su dominio natural de las organizaciones sindicales—y no cediendo a la tentación de ser lo opuesto sólo para diferenciarse, atrasando así la imprescindible modernización del país.

 La reciente pelea acerca de la ley de la doble indemnización ilustra bien las confusiones acerca del rol político que unos y otros juegan en esta, todavía, comedia de enredos, de la cual ni los mejores periodistas terminan de entender el argumento. Quizá porque nunca terminaron de entender qué es el peronismo, cuál es su propuesta de infinita libertad  para la organización popular (¡insisten en llamar a un movimiento liberador autoritario!) y cuál su estrategia de perpetua movilidad en pos de un único y sólo objetivo que hay que recordar. Es ya un cliché citar por millonésima vez el más genuino combo del ideario peronista, pero un cliché inevitable al tener que repensar qué significa en el siglo XXI y cómo llegar a cumplir, de verdad, las metas que propone como guía para la acción política. Sí, la grandeza de la Nación y la felicidad del pueblo.