lunes, octubre 29, 2007

QUIEN ES QUIEN

La elección dejó un primer dibujo claro de los argentinos: si bien un 45% de los electores dio su apoyo a los Kirchner, un porcentaje mucho mayor votó en contra. Esta división entre kirchneristas y no kirchneristas dice poco, sin embargo, acerca del futuro. Que la suma de los votos a los Kirchner, a Carrió y a Lavagna, con una misma ideología en la economía y en las relaciones exteriores, supere el 80% nos dice mucho más. Que los verdaderos representantes del proyecto antagónico al de los Kirchner, Carrió y Lavagna, o sea Rodríguez Saa, Sobisch y Lopez Murphy, hayan juntado un escaso 10%, apenas superior al 4% de la suma de las izquierdas, describe bastante bien qué creen los argentinos que les conviene y cuán lejos de un planteo de modernidad nacional se encuentran. Si el no de la mayoría sólo expresa una protesta por el abuso de poder de los Kirchner, al colocar a una candidata a dedo y en la intención de perpetuarse en el gobierno, la Argentina necesitada de ser al máximo de sus posibilidades, no tiene ya un pueblo que la comprenda y la defienda.

Tampoco tiene partidos, ni siquiera el peronista, que ayer parecía revivir su gloria camporista sin la amenaza de un Perón que reclame el poder, después del recreo en el Intercontinental, donde el único progreso fue que no se declamase que allí se iba a construir el hospital de niños, tal vez por que ya tenemos el Garrahan. Se escucharon en cambio cantos contra “los gorilas que se quedaron sin el ballotage” lo cual constituye la más importante clave política de la jornada: si los que negaron el apoyo a los Kirchner son gorilas, eso significa, claramente, que los Kirchner son para sí mismos, peronistas. Una definición que hasta ayer mismo los Kirchner esquivaban, imaginándose quizá como fundadores de una nueva dinastía y de un nuevo partido, el Frente para la Victoria. Peronistas, entonces; pero habría que precisar.

Para quienes ellos llamarían peronistas gorilas, ellos son peronistas camporistas, del centro izquierda del peronismo. Una vieja batalla que el mismo Perón dirimió en la Plaza de Mayo, echando a los camporistas, y que los camporistas no aceptaron, asesinando a Rucci, el dirigente a quien Perón más precisaba. Una vieja batalla que vuelve, con sus fantasmas atenuados pero no menos vigentes en su simbolismo ¿Le dirán los Kirchner ahora a Ramón Ruiz, premiado con una nominación a diputado por el Frente por la Victoria, que libere el Partido Justicialista? ¿Se animarán a confrontar con sus rivales del mismo tronco político? ¿Habrá elecciones internas? ¿Vida partidaria allí donde una parte sustancial de que los Kirchner llaman gorilas, no es otra cosa que la suma del peronismo más ortodoxo y del peronismo más modernista aunados en su rechazo del kirchnerismo? ¿Ayudarán a que se pueda hacer política en el correcto y productivo modo institucional que la Argentina merece? ¿Se darán cuenta de que los otros “gorilas”, los provenientes del radicalismo como Carrió, y que no se diferencian tanto de ellos en las ideas de centroizquierda, se ganaron el mote por lo que de menos gorila tienen, su amor a la democracia y al respeto institucional?

¿Quiénes son los verdaderos gorilas aquí, si recordamos que gorilas eran aquellos que proscribieron el peronismo y la vida normal de los partidos políticos, aquellos que se apoderaron del Estado para su propio beneficio y aquellos para quienes el peronismo era siempre más peligroso que la izquierda, por representar de verdad el interés nacional? Ya sabemos que así como para la verdadera derecha gorila Perón siempre fue un autoritario y no un líder revolucionario y democrático, para la izquierda gorila, el ala siempre complementaria de todas las tragedias nacionales, Perón fue siempre un gorila de derecha. En el zoológico peronista, donde los ajenos siempre se extravían, cada uno sabe quién es y, también, quién es quién. Sería bueno que el total de los argentinos tuviera acceso a esta sabiduría arcana; nada mejor que la información para tomar buenas decisiones, incluso electorales.

Ya no se trata de la gastada discusión acerca de las pertenencias transversales, si los Kirchner peronistas están aliados con los radicales kirchneristas, o si la radical Carrió suma a la peronista Patricia Bullrich, o si el otrora peronista Lavagna ahora es sostenido por el radical Alfonsín. Se trata del desorden de los dos partidos tradicionales, el peronista y el radical, en los cuales las tendencias predominantes coartaron y asfixiaron la expresión de las tendencias minoritarias hasta expulsarlas y, con la expulsión, disminuir hasta pulverizar los partidos. En la Argentina no hay una verdadera democracia porque las dos instituciones partidarias con mayor historia y arraigo fueron destruidas y nunca reemplazadas por instituciones de equivalente envergadura. El problema está ahí, y seguirá estando mientras los Kirchner así lo quieran y mientras el pueblo argentino no sea más explícito en su queja institucional.

La esperanza más inmediata está en los liderazgos informales que se establezcan para promover, exigir y controlar que los partidos políticos puedan reorganizarse en libertad y vuelvan a constituirse en la base democrática y natural para acceder a la vida política y expresarse en ella. Es una tarea mayor, la más importante en este momento, en el cual lo que se ha podido comprobar es la uniformidad de pensamiento en los votantes y la desorganización para imaginar y sostener un cambio. Hay que empezar otra vez, desde abajo hacia arriba, por los carriles rápidos de la vida institucional organizada. ¿Cómo? Sabemos cómo. ¿O acaso nos olvidamos de lo que ya hicimos?

domingo, octubre 21, 2007

ARGENTINOS EN EL LABERINTO

Al gran pueblo argentino, ¡sopor! El himno oficialista y el de las encuestadoras cautivas lo quieren así, durmiendo en sus laureles, aquellos que alguna generación, hace mucho tiempo, supo conseguir. La idea es presentarle, el próximo domingo electoral, el espejo de una dulce anestesia. Al despertar, todo seguirá igual. El mismo país, el mismo proyecto, el mismo Kirchner, ahora con polleras, mejillas hinchadas y pestañas cargadas de rimel. El gobierno y las encuestadoras dicen que Kirchner continua siendo el sueño argentino, a falta de otro mejor. Lo que no se sabe es si esto es verdad y, mucho menos, qué sienten y piensan hoy los argentinos de sí mismos a una semana de las elecciones presidenciales.

Si es cierto que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, queda todavía, y por siete días, abierta la pregunta de qué consideran los argentinos que se merecen. Porque, y a menos que haya fraude electrónico en el centro de cómputos o fraude hormiga en las mesas electorales, lo que los argentinos vamos a obtener como gobierno es aquello que elijamos. Conviene recordar que en una elección el protagonista es el elector y no el candidato. Millones de votantes hoy reducidos a una muestra de mil quinientos volverán a tomar su dimensión de millones y, a solas y en libertad, dibujarán su destino en la urna.

En una semana no sólo sabremos quien es el elegido sino algo mucho más importante y determinante de la realidad: quién es en realidad el elector. Qué clase de pueblo somos, cuánto hemos aprendido y hacia donde queremos ir. Qué fuerza de carácter colectivo hemos acumulado para tomar nuestro destino en nuestras manos y encaminarnos con firmeza hacia donde nos conviene, sin dejarnos avasallar por los usurpadores del poder. Para decirlo en términos sanmartinianos, hasta donde somos aún capaces de evitar ser empanadas que se comen con sólo abrir la boca. Cuando las fauces brotan del propio cuerpo, el coraje es tan difícil como la abstinencia.

Los argentinos, lo sepamos o no, estamos en un laberinto de confusiones y de índices mentirosos. El país tiene una pésima gestión en las áreas más importantes, incluyendo las del exitoso comercio exterior, y esto no se termina de asimilar como un dato cierto de la dramática realidad. Mal informados, manipulados por el gobierno y por muchos medios de información, sin liderazgos lo suficientemente establecidos, sin partidos organizados, votaremos por intuición, análisis personal o experiencia histórica. ¿Servirán estos instrumentos de hilo para guiarnos hacia la salida? En la oscuridad y a tientas, que Dios reparta suerte.

Yo voto a Rodríguez Saá, para que el peronismo no sea la empanada que alimente a los Kirchner.

martes, octubre 02, 2007

LA ESCENA INVISIBLE: RADICALES VERSUS PERONISTAS

Las elecciones presidenciales a disputarse en escasas tres semanas tienen características fantasmales. La candidata oficialista se oculta en la sábana de su marido y sólo se muestra en el extranjero, convencida quizá de que este mundo global los electores que la votarán no han de ser argentinos. Los votantes argentinos, a su vez, mienten con su mejor sonrisa en las encuestas –el miedo es poderoso y ya han aprendido a leerlo en los periodistas de televisión .Los más sinceros entre ellos, se atreven sin embargo a confesar su confusión, ya que no saben más dónde están los partidos tradicionales, tampoco a quién apoyan en realidad los nuevos y, mucho menos, qué expresa cada candidato y a quién entonces convendría votar. Los candidatos de la oposición hacen lo que pueden, librando cada uno su desigual batalla contra la candidata del gobierno, que al no mostrarse ni debatir, parece eliminar la fiereza de sus golpes. Los ataques y las verdades caen el vacío: como en los sueños, nada pesa, nada tiene espesor ni volumen. Entre fantasmas, hay que descifrar entonces algunas de las cosas importantes que están sucediendo.

Desplazada de su marco real, el enfrentamiento entre los partidos Justicialista y Radical, continua vigente la antigua oposición, aquella que pretendía que a un mal, discutible o abusivo gobierno peronista lo sustituyese uno radical, a veces votado como recurso in extremis por los mismos ocasionalmente desencantados peronistas. Esta oposición, expresada hoy en las figuras de los radicales Elisa Carrió y Ricardo López Murphy, enfrenta a los Kirchner desde ese espacio. Ambos los combaten por el escaso respeto demostrado por las instituciones y por lo que ellos denominarían la corrupción endémica de los peronistas. Ambos candidatos movilizan en el inconsciente colectivo el fantasma del radicalismo como único recurso para frenar al peronismo. Este fantasma tiene aún tanto peso como para que el otrora peronista Lavagna, incapacitado de luchar en la proscripta interna peronista representando al duhaldismo, se nos ha vestido de radical, sumándose así en su travestismo a las huestes más legítimas de Carrió y López Murphy.

Dejando de lado al disfrazado, y tomando a dos dirigentes de la valía de Carrió y López Murphy, lo que se advierte inmediatamente es la falta de una interna en el también fragmentado radicalismo, ya que los dos dirigentes, que coinciden en su decencia y en su vocación institucionalista, tienen dos proyectos de país muy diferentes. Sería deseable, desde el punto de vista de un país de economía moderna e integrado al mundo, que los votantes se orientasen hacia López Murphy y desmintiesen también con esa elección la actual tendencia registrada en las encuestas, de que los argentinos piensan que los Kirchner al igual que Duhalde y la misma Elisa Carrió están conformes con un país sub-capitalista, sub-gestionado y sub-valuado internacionalmente allí donde importa.

Un nuevo fantasmita, juguetón y pragmático, refugiado en un nuevo partido, el PRO, se divierte esperando el resultado de las elecciones, en las cuales tantas internas no concretadas en los derrumbados o prohibidos partidos políticos, terminarán por resolverse. Mauricio Macri observa y, antioficialista aunque de ningún modo antiperonista, apoya a un candidato, que en este escenario es radical: López Murphy. Macri apuesta a un futuro por ahora también fantasmal en el cual los dos grandes partidos terminen su larga carrera y donde dos nuevas grandes formaciones populares vengan a reemplazarlos. La del PRO sería una de ellas, expresando posiciones culturalmente conservadoras y económicamente modernistas. Enfrente, Macri imagina quizá al ARI, la nueva formación de centro izquierda. Como quien dijese, una vez más, peronistas y radicales, pero con otros nombres y ropa nueva.

Pero los fantasmas siguen empujando allí donde se asesinó a los viejos partidos, que lejos de haber muerto de muerte natural, como la virulencia de sus retoños lo demuestra, han sido víctimas del viejo ataque antidemocrático. Los gorilas de derecha y de izquierda siguen con las armas en la mano, ahora las de la distorsión y tortura institucional. Se trata siempre de lo mismo: que no haya internas, ni representantes legítimos, ni poder en el pueblo, para que este elija libremente según su gusto, conveniencia y necesidad.

Si el gobierno no hubiese intervenido en la proscripción del peronismo, ¿quién hubiera ganado la interna peronista? ¿Cristina Kirchner o Rodríguez Saá? Impresiona escribirlo, porque el resultado salta a la vista y también el por qué de la proscripción alentada por quien no ganaría jamás por los caminos de la legalidad. Si el radicalismo fuera un gran partido que englobase a todos y su interna hubiera sido la de la totalidad, quién hubiera predominado: ¿Carrió o López Murphy? Y qué hubiera sido de Lavagna, podemos preguntarnos, sin lugar propio en ninguno de los dos partidos, ni el radical por ajeno, ni el peronismo, con el kirchnerismo victorioso sobre el duhaldismo y enfrentando al enemigo común, el peronismo modernista de Rodríguez Saá, continuador a su vez del peronismo modernista de Menem. Muchas preguntas, algunas de las cuales serán respondidas en la ya inminente elección presidencial.

Los votantes de carne y hueso irán a las urnas a votar por candidatos de carne y hueso. Entre ellos, los fantasmas de mil y una batallas ocultas orientarán su voto y volverán la vida argentina a su realidad. Esta será ahora invisible, pero continua siendo la única verdad.

sábado, septiembre 22, 2007

SAN LUIS HOLLYWOOD, EL FINAL FELIZ DEL PERONISMO

Como todo el mundo sabe, el peronismo tiene sus misterios. En la próxima elección presidencial de octubre, entre las múltiples batallas que allí se darán, una en particular merece ser observada. La verdad peronista número veintiuno, nunca formulada en voz alta, subraya que para derrotar a un peronista no hay nada mejor que otro peronista.

En este caso, la misión de derrotar a los Kirchner la tiene el único peronista que los va a enfrentar, Alberto Rodríguez Saá, ya que Lavagna, el candidato apadrinado por el otro peronista discordante, Duhalde, viste camiseta radical, y el votante peronista, ya se sabe, sufre de una histórica alergia a la misma. A veces, claro, le ha convenido votar a algún radical para limpiar el panorama de una interna conflictiva (como fue la de Duhalde-Menem a finales de los 90) pero en este caso, y aunque hay un puro radical para sacarse el gusto, Ricardo López Murphy, el peronista de pura sangre tiene algo más divertido para hacer: pelear para derrotar a aquellos que, no sirviendo al país, se creen además invencibles.


El Alberto, como ya lo llama la gente en la calle, es el primo de provincia al que le fue bien y que viene a la Capital con un mensaje idéntico al del Menem de los 90. Con esas ideas, su provincia creció y no sólo en el aspecto cultural, una rareza en el plano nacional, sino que San Luis, ese nuevo Hollywood, meca para los cineastas locales, ofrece algo muy especial de lo cual la Argentina carece: esperanza en que un país exitoso, con una orientación capitalista, moderna y alineada continentalmente con los Estados Unidos, es posible.

Como no puede ser elegido por el peronismo, ya que la intervención en el Partido Justicialista ha sido alentada desde el gobierno con el propósito de reservar para su formación izquierdista Frente para la Victoria el caudal aún inmenso de votantes peronistas, Rodríguez Saá se presenta bajo la bandera del Frejuli, Frente Justicialista para la Liberación, una sigla y un nombre muy bien elegidos, ya que a este gobierno le fascina el pasado. Ahora se trata de liberarnos de los Kirchner, y si antes la batalla del Frejuli fue contra los militares gorilas, ahora es en contra del otro ejército destructor de la Argentina, que continua molestando, encaramado en el poder y con vocación de eterno.

Los Kirchner, si no fueran lo que son, podrían haber tomado las banderas de Menem y mejorarlas, para gloria de la Argentina y de la castigada generación que dicen representar. Pero como son lo que son, continúan expresando lo más inmaduro e incompleto de la generación setentista. Esa generación, que todavía debía al país un candidato evolucionado y adaptado a la modernidad, ahora lo tiene. La novedad de la elección de octubre es que, en la figura de Alberto Rodríguez Saá enfrentado a los Kirchner, las dos fracciones antagónicas del peronismo de los 70 volverán a medirse.

Los Kirchner expresan a la izquierda que no se ha cansado de usar y deformar al peronismo para sus propios fines. El Alberto, solito, con su nombre cortito de pueblo, va a defender en cambio la posición de un peronismo actualizado, modernista pero conservador de su propia doctrina. Dejará en claro, además, que es él y no el duhaldismo travestido de lavagnista radical, quien porta el verbo opositor peronista en su más pura expresión de servicio al país. El tema generacional es muy importante en esta elección ya que es la primera vez que un candidato representante de la juventud setentista defiende la más completa modernidad desde la médula misma de la doctrina peronista. Hay que recordar la secuencia: Menem que expresaba esta misma orientación, pertenecía a otra generación; Duhalde, si bien setentista, expresa y expresó siempre la doctrina congelada sin actualizar, y los Kirchner expresan al setentismo izquierdista aniquilador del peronismo en nombre del socialismo. Faltaba que emergiera el setentista de la modernidad Es ese lugar bloqueado por Menem durante más tiempo del debido, el que ocupa Rodríguez Saá, el candidato que más votos puede sacar a los Kirchner sólo por ser heredero de la más fuerte y certera corriente del peronismo, la de la legitimidad de una doctrina respetada y actualizada.

No hubo internas, no hay militancia organizada, todo parece una batalla perdida. Pero el peronismo siempre ha sido una tribu dispersa que, de pronto, se convierte en malón. Como le gustaba decir a Cátulo Castillo: el peronismo se asemeja al cardumen desordenado, hasta que emerge el pez con el derrotero. Como por arte de magia, el cardumen se organiza y sigue al que lidera. En octubre no hace falta un conductor, sino alguien que sepa donde ir. El Alberto sabe, ahí está San Luis dando testimonio. De Hollywood aprendió además, que todo puede tener un final feliz cuando el protagonista, en este caso el pueblo argentino, lo merece.

jueves, septiembre 13, 2007

LA OPOSICION MULTIPLICADA

Dice Sun Tzu en El Arte de la Guerra:

"Las formaciones son como el agua: la naturaleza del agua es evitar lo alto e ir hacia abajo; la naturaleza de los ejércitos es evitar lo lleno y atacar lo vacío; el flujo del agua está determinado por la tierra; la victoria viene determinada por el adversario.

Así pues, un ejército no tiene formación constante, lo mismo que el agua no tiene forma constante: se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose según el enemigo."

En el objetivo de derrotar al oficialismo en las próximas elecciones conviene considerar a la oposición más que dividida, multiplicada. El oficialismo, que cree tener la ventaja de una oposición dividida, tiene frente a sí, en cambio, un ejército numeroso de pequeñas fracciones combatientes, activas, resueltas a predominar, y, lo que es mucho más importante, con una variedad de armas ideológicas y de planificación que permite el ataque por varios flancos.

A este gobierno se lo puede atacar por izquierda, por no cumplir mínimamente con los requisitos de una democracia igualitaria, por la ostentación y la corrupción de las figuras gobernantes, y por derecha, por embarcar al país en las aventuras de un Chávez aliado de Iran, por no asegurar la legalidad jurídica necesaria para recuperar inversiones de largo plazo y por no creer en el capitalismo como único productor de riqueza pública.

A este gobierno se lo puede atacar por izquierda y por derecha a la vez, en su falta de respeto por las instituciones, desde las manipulaciones sobre la justicia hasta la ilegal intervención y paralización del Partido Justicialista.

En las próximas elecciones, este gobierno va a ser derrotado por cada argentino en forma individual. Lejos de caer por la abrumadora fuerza de una oposición unida, se debilitará primero y caerá después por la conciencia individual de cada argentino disconforme con el manejo de las instituciones, con el uso del dinero público para pagar campaña y sobornos, con el uso del dinero venezolano para los mismo fines, con el manejo irresponsable de la seguridad pública, y con la falta de visión en el manejo de la economía y de las relaciones exteriores, desaprovechando la coyuntura internacional favorable. Hay muchos candidatos para elegir como nuevos administradores y reemplazar a los actuales. Cualquiera de ellos será mejor, porque lo mejor es el cambio. La mujer del presidente no es el cambio, es lo mismo.

La elección presidencial de octubre será entre lo mismo o el cambio.

Como el agua, el pueblo argentino fluirá.

A menos, claro, que la historia lo haya convertido en hielo, y elija pasar la vida como si estuviera muerto.

viernes, agosto 24, 2007

LA RUEDA DE LA FORTUNA

Lo que los argentinos no hemos podido construir, o sea una oposición coherente y homogénea, será, una vez más construido por el azar. Se trate de la mano de Dios o de la Diosa Fortuna en persona, importa menos la definición que comprender el posible escenario político de las próximas semanas.

Lo coherente hubiera sido articular un proyecto nítidamente antagónico al del actual gobierno, uno que retomara el rumbo perdido a fines del 2001 y continuara, corregida y aumentada, la Argentina de los 90, capitalista, modernizada y alineada con los Estados Unidos en un proyecto continentalista. Esto no ha sido posible, aunque se cuenta por lo menos con dos candidatos presidenciales que reivindican ese proyecto, Alberto Rodríguez Saa y Jorge Sobisch, y un tercero, Ricardo López Murphy, en quien la tradición radical puede más que la reivindicación franca del antiguo proyecto peronista en su encarnación Menem-Cavallo. Como la coherencia nunca ha sido una virtud argentina, lo que tenemos como alternativa a los candidatos Kirchner es una incoherente masa de débiles candidatos con distintos argumentos de oposición. A los candidatos mencionados previamente, se agregan el discurso institucionalista de Carrió, valioso aunque oscuro en su formulación de proyecto económico, quizá porque éste es muy semejante al de los Kirchner, y el discurso de modistilla ofendida porque no le respetaron las costuras de Lavagna, principal creativo del proyecto económico Duhalde-Kirchner que se postula para hacer lo mismo pero mejor, ahora siguiendo el hilván.

El destino, que tantas veces nos ha condenado, también nos ha rescatado. A quince días de la presentación final de fórmulas y frentes, puede haber alguna novedad del lado de los candidatos replegados por cálculo y estrategia, y si no la hay, queda aún girando la rueda de la fortuna, incansable en su capacidad de sorpresa. Muchos candidatos dispares no constituyen una fuerza, pero expresan en cambio una no desdeñable interna abierta de la oposición. Si cada argentino toma al vuelo esta única oportunidad de elegir al que más le gusta, al que más lo convence y al que mejor lo interpreta, es difícil que la candidata del actual gobierno pueda eludir un posterior ballotage. Una segunda vuelta con cualquiera: el otro es, a esta altura de la incapacidad nacional para planificar, lo de menos. La misma alta participación que permitiría a un segundo candidato, el mayor de los menores, combatir y vencer al continuismo, serviría también para aventar las actuales sospechas populares de que un gobierno capaz de falsificar los índices del costo de vida y las encuestas, también puede adulterar las elecciones en su favor.

Lejos de cualquier pensamiento basal, fuera de todo intento volitivo, ajena a la necesidad y el deseo, la fortuna hará lo suyo. ¿O no fue Néstor Kirchner presidente cuando menos lo esperaba? Hoy, sin hacer caso a las encuestas que dan a la candidata Kirchner como ganadora, la fortuna ríe y teje sus hilos, que a veces forman una manta protectora, otras una mortaja, y, las más de las veces, una red donde terminan cayendo los más listos, permitiendo así el triunfo de lo imprevisto.

viernes, agosto 03, 2007

EL ATRACTIVO DE LA CATASTROFE


Un razonamiento pre-elecciones de octubre debería comenzar por lo básico: ¿era correcto el plan de modernización de los 90 o no? Si no era correcto, el razonamiento debería continuar con una reivindicación de Duhalde, que anuló el plan de modernización con la devaluación, pesificación y ruptura de los contratos privados, y un homenaje al Presidente Kirchner y a su extensión, la Senadora Kirchner, por consolidar las decisiones de Duhalde y afirmar al país en esa dirección. Octubre debería entonces confirmar a los Kirchner en el poder.

Por el contrario, si el plan de modernización de los 90 era correcto y si Duhalde y Kirchner y su extensión conyugal sólo contribuyeron a alienar a la Argentina de la modernidad y del progreso, la tarea patriótica de octubre sería la de asegurar que la Argentina regrese a la buena senda perdida por Duhalde y desalojar para siempre del poder a su continuidad, los Kirchner.

Sin embargo, las cosas no aparecen tan claras para ese anónimo votante promedio de las encuestas: la realidad tiene el bifronte aspecto de un aparente éxito -la productividad y el aumento de las reservas- y de un fracaso - la inflación y la falta de inversión en los servicios básicos que ya están muy cerca del colapso. El resultado de octubre, lejos de redefinir por sí mismo ese conflicto entre el aparente éxito y el fracaso, sólo eclipsará por un instante la inexorable marcha hacia la verdad. En algún punto del horizonte cercano se confirmará que Duhalde fue un genio y un salvador de la patria imitado en su gesta patriótica por sus herederos políticos, los Kirchner, o por el contrario, que Duhalde y sus herederos sólo atrasaron el país y congelaron su destino por un tiempo nunca lo suficientemente largo como para salvarlos del castigo en vida.

Por eso, en los líderes alternativos a los Kirchner y opuestos al programa duhaldista, la tentación de esperar ese momento de catástrofe en el cual el razonamiento básico se hará carne aún en el más negador de los argentinos es muy fuerte. ¿Para qué tratar de ganar a los Kirchner si, total, se van a caer solos en el momento menos pensado? ¿Para qué tratar de hacer razonar al pueblo argentino acerca de lo que le ha sucedido y ayudarlo a anticipar su próxima desgracia, si ya se va a dar cuenta solo ante la contundencia de los hechos? Los convencidos de que la letra con la sangre entra no aspiran a suceder a los Kirchner en octubre sino a sustituirlo en medio del próximo caos inflacionario y energético. El atractivo político de la catástrofe es alto y, en la Argentina, ha dado siempre sus frutos.

Sería una novedad que las elecciones de octubre introdujesen un nuevo tipo de liderazgo, patriótico en el sentido de acercar los razonamientos acerca de la patria a la gran mayoría del pueblo que apenas se informa con la lectura de diarios sesgados o de noticieros de televisión primitivos y parciales. Esa educación popular no sucede desde los tiempos de Perón, lo cual señala algo a quienes pretenden ser sus actuales seguidores.

Octubre presenta, por ahora, la candidatura oficial de los Kirchner, encaramada en lo que el pueblo debe aún designar como un éxito para confirmarlos. En la vereda de enfrente, un tumulto irresuelto de líderes alternativos que no terminan de enfrentar el conflicto haciendo fuerza allí donde está lo opuesto, cómo si ellos también padecieran de la misma confusión popular y no supieran si este gobierno y su original promotor Duhalde, son genios o asnos, y esperasen a que la catástrofe de al fin su veredicto.

lunes, junio 25, 2007

Y AHORA, ¡ARGENTINA!

Con el triunfo de Macri en el ballotage del 24 de Junio y la certeza de que la ciudad estado de Buenos Aires ha iniciado el viraje hacia el reencuentro con su mejor destino, los porteños y los argentinos tienen por delante la mayor de las batallas: asegurar que la Argentina toda ratifique y acompañe este cambio.
El creciente deterioro de los servicios públicos, la reestatización por descarte de las empresas privatizadas y el gravísimo problema energético que amenazan con deteriorar aún más la comprometida calidad de vida de los argentinos son producto de la paulatina desinversión de empresas que vieron sus contratos quebrados y sus tarifas pesificadas dentro de un marco inflacionario. Los males presentes y los por venir y a conjurar, arrancan con el desatinado golpe de estado institucional de Diciembre de 2001 y con la destrucción de la moneda y de la economía de mercado imperantes en aquel momento. Es necesario salir del mal camino por la puerta donde se entró, es decir, asegurar al mundo que no son los argentinos quienes quebraron los contratos ni quienes traicionaron la palabra del Estado, sino algunos de sus más ineptos políticos. Nadie sino los argentinos puede comprometerse ante el mundo y sostener la legalidad jurídica como el más preciado de los bienes públicos. El regreso de las inversiones y de la empresas eficientes depende de este compromiso. Y este compromiso tendrá lugar en Octubre, cuando en la elección presidencial los argentinos respalden a aquel líder que restaure la legalidad y regrese a la Argentina a su camino de crecimiento y genuino desarrollo.
La lógica del poder irá construyendo, como siempre, el mejor liderazgo posible para este cambio a nivel nacional, pero este liderazgo nada podrá hacer sin el convencimiento y apoyo de una gran mayoría de argentinos. A la clara percepción de deterioro acelerado, los argentinos deben agregar una más exacta discusión del manejo de la cosa pública. Los incipientes liderazgos deben ofrecer razonamientos claros, fundamentados y convincentes que permitan que los argentinos se conviertan, por su propio conocimiento y convicción, en la más sólida garantía del destino elegido.
Muchos dirigentes ignorantes tomaron decisiones desacertadas para el país basados en su escaso conocimiento de la economía argentina y mundial y fueron respaldados por una población que se sentía más cómoda siendo dirigida que dirigiendo. Hoy, los argentinos, habiendo sufrido todo lo que había que sufrir, podemos, por fin, hacernos cargos de nuestro propio destino y decir a aquellos líderes que aspiren a representarnos, no sólo qué queremos, sino cómo lo queremos. En el cómo está el cambio. Y en el paso de dirigidos apáticos a dirigentes participativos, el deseable salto de un país sin formas a un país, por fin, adulto y maduro.
Buenos Aires ya gobierna. La Argentina espera su momento de reingresar al mundo, con algo mejor que la esperanza: su tenacidad y resistencia para buscar la vuelta, y encontrarla.

miércoles, junio 06, 2007

BUENOS AIRES REINA PERO NO GOBIERNA

Otra vez ostentando su más brillante cara de esperanza, la ciudad de Buenos Aires, con su corona de Reina del Plata puesta, reivindicando su tradición de aspirar a lo mejor, harta de vestir los andrajos y la miseria de la izquierda, votó por el cambio, es decir, por volver a ser la que fue. Y la ciudad ganó y reina, pero no gobierna. Falta una segunda vuelta. El domingo 24 de Junio, los porteños deberán decidir si quieren vivir en una ciudad bella, próspera, elegante y honorable o si hacen oídos al empobrecedor discurso kirchnerista que congela a la Argentina y a la ciudad en la gris mediocridad del nivelamiento hacia abajo. La Reina del Plata de Macri o la Cartonera del Plata de Kirchner. Dos estéticas, la del progreso y la del retroceso.

En las próximas semanas, habrá muchas referencias al pasado. Kirchner y los suyos, Filmus e Ibarra, pedirán el voto a los porteños recomendándoles no volver al “nefasto pasado de los 90” creyendo con cierta inocencia que puede convenirles nacionalizar la campaña y hacer reflexionar, no sólo a los porteños sino a los argentinos, acerca de cual es el nefasto pasado en realidad. Otra vez con inflación creciente, con servicios públicos que deben volver a ser estatizados porque las empresas privadas no invierten a raíz de la violación de sus contratos por la pesificación duhaldista, con desorden gremial por la pérdida del poder adquisitivo de los salarios y con una criminalidad aumentada en el espacio público por renuncia del gobierno a promover las fuerzas armadas y de seguridad, este presente es ciertamente el opuesto del pasado de los 90 y muy parecido a los 80, casi igual, sino fuera que Kirchner es aún menos inteligente que Alfonsín. El adjetivo nefasto, si de pasado se trata, podría tener para los porteños una mejor década dónde ubicarse, sólo empardada por los años duhaldistas de Diciembre del 2001 al 2003. La reflexión histórica está casi completa para los porteños, que aún deben contagiar a los argentinos, ya que el Presidente los llama a evaluar el pasado.

Y si es Macri, contra Kirchner-Filmus-Ibarra, la ciudad no sólo deberá reinar en la intención sino asegurar, con su voto, el gobierno. No hay cambio posible, ni recuperación del mejor pasado, ni evolución acelerada hacia esa modernidad de la cual la ciudad de Buenos Aires siempre supo ser la abanderada de Latinoamérica, sin una mayoría que le dé el gobierno de la Ciudad Estado a Macri y a Michetti. Si lo que importa es el futuro, ¿hay mejor fórmula que un joven empresario con la mejor tecnología administrativa y los mejores antecedentes de éxito y una mujer joven capaz de sobrellevar la adversidad personal con la mayor de las alegrías y entereza? ¿Hay algún progresismo mayor al del progreso en los resultados? Que Buenos Aires agregue a su corona, el cetro, y gobierne.

martes, mayo 22, 2007

YO VOTO A MACRI

Porque prefiero una ciudad administrada con el mismo rigor de una empresa privada de primera línea.

Porque la ciudad es una empresa compleja y difícil de organizar y sólo pueden hacerse cargo de ella personas con trayectoria de gerentes en empresas equivalentes.

Porque prefiero la eficiencia en la gestión a la eficacia en los discursos.

Porque no me importan ni la simpatía ni el desenfado sino la inteligencia a la hora de resolver problemas técnicos.

Porque de los tres principales candidatos, Macri es el único con una trayectoria profesional en el área que interesa a la ciudad: la de administración y gestión.

Buenos Aires no tiene problemas políticos; tiene problemas de organización y de reasignación de recursos. De los tres principales candidatos, Macri es el que tiene más experiencia en la resolución de problemas similares.

Y, sobre todo, yo voto a Macri porque representa la oportunidad, a nivel local, para volver a orientar el país en la dirección correcta de la modernidad, que requiere políticas públicas ejecutadas por profesionales de la gestión y no por políticos experimentados en prensa o en educación.

Sería bueno que Macri gane en la primera vuelta.

Sería bueno que los porteños saquen a relucir otra vez su inteligencia para hacerse servir por el mejor.

Sería bueno que Buenos Aires recupere su amor por la excelencia, la calidad y la belleza.

Sería bueno que los buenos sean, esta vez, más que los malos.

martes, abril 24, 2007

EL CANDIDATO INVISIBLE

A seis meses de las elecciones presidenciales, la Argentina se presenta como un territorio político sin batallas que despierten interés o que prometan cambios. No basta con un protagonista exclusivo, como el actual Presidente, intentando crear un falso libreto con su mujer jugando el rol de antagonista: el argumento es aburrido porque los dos representan lo mismo. Las otras variantes que hacen bostezar al sufrido público de electores, son las que diversos sectores anti-gobierno intentan impulsar como antagonistas. Por ejemplo, Lavagna, por ejemplo Carrió, que si bien agregan la novedad de ser personas no casadas ni vinculadas con el presidente, pertenecen a la misma ideología estatista. El público pueblo se interesa bien poco, y con razón, en unas elecciones en las cuales no habrá lucha verdadera, ni oposición legítima. A menos que, el candidato hoy invisible, que figura sin duda en alguna foto política no revelada, reciba el baño adecuado que lo haga visible. Del óleo de Samuel, recomendaría el General Perón, para que la historia vuelva a encontrar un candidato unido de verdad a la mayoría.

¿De dónde puede provenir ese candidato? De ningún otro lugar que del destino. Ese mismo destino que colocó a un Kirchner sólo para que el pueblo pudiera desembarazarse de un gastado Menem primero y de un detestado Duhalde después; ese mismo destino que enorgulleció a Lavagna y lo hizo creer que se retiraba en un momento de gloria, listo para ser el candidato soñado. Ese destino que siempre teje con hilos misteriosos, allí donde la voluntad humana no alcanza para dirigir la historia.

Se puede especular con que, en efecto, Macri en la capital ofrece un antagonismo adecuado que tal vez se anime a extender al plano nacional. O que Rodríguez Saa consiga elecciones libres en el peronismo y éste provea otro candidato. O que Puerta lleve bien puesto el apellido y arme la salida con un aparato paralelo al peronismo, porque ¿desde cuando los movimientos dependen de la decisión de una jueza o de un gobierno?

El candidato invisible es el que debería encarnar la verdadera oposición. Ser el antagonista de todos los estatismos que con diversas variantes se han apoderado de la decisión política de los argentinos desde el golpe institucional de diciembre de 2001. El candidato invisible es el candidato del respeto institucional y del respeto por los derechos de las personas, incluyendo la propiedad privada. Es el candidato de un capitalismo franco destinado a promover inversión genuina y a crear riqueza. Es el candidato de las políticas sociales instrumentadas por las organizaciones no gubernamentales enemigas de la corrupción estatal. Es el candidato de una política exterior en primer lugar continentalista y, como tal, socia del primer actor continental, los Estados Unidos de Norteamérica. Es el candidato de un universalismo que trabaje por una comunidad global justa, libre y soberana. Es, en suma, el candidato del proyecto opuesto al actualmente vigente.

Más allá de lo que cree un periodismo haragán o interesado, que se confunde o confunde a la gente creando falsos candidatos opositores entre quienes en definitiva son muy parecidos al actual Presidente, la Argentina tiene su propia necesidad de una oposición real, que no puede seguir postergando definitivamente, a menos que acepte lo inaceptable en una sociedad democrática: el proyecto único.

No hay historia sin conflicto, ni conflicto sin un protagonista y un antagonista. El protagonista es el actual presidente junto con sus sustitutos en la misma política, su mujer, Lavagna y Carrió. Que estos se disfracen de antagonistas dentro del mismo proyecto, no borra la realidad de que hay un proyecto opuesto a todos ellos que tiene pensadores pero no un líder con capacidad de ser un antagonista de la envergadura requerida para enfrentar al protagonista dueño de todo el poder del estado y a sus posible sustitutos. No habrá dinámica histórica sin un claro enfrentamiento público de estos dos proyectos y la Argentina continuará en el mismo estancamiento de destino. Ese que, en las sencillas palabras del pueblo, se expresa en aquello de que la Argentina es un país sin remedio ni futuro.

El antagonista real no se puede nombrar aún. Ya emergerá, cuando la historia detenida se eche, como siempre, a rodar, empujada por los índices de inflación, por un error fatal, por un accidente impensado, por un crimen no previsto, o vaya a saber por qué nuevo y original motivo. Dios y el azar, infinitamente creativos, tampoco se dejan adivinar. Aunque sepamos que, como siempre, proveerán, para que la historia real pueda continuar.

sábado, marzo 31, 2007

NOSTALGIA DEL INALCANZABLE FUTURO

Si algo caracteriza en estos días la vida pública en Argentina es la renuncia a los sueños. Se comprueba un escepticismo generalizado en la población acerca de la posible mejoría en las condiciones de vida y un rechazo defensivo de los sueños que anticiparían, de modo introspectivo, esa mejoría. Este ánimo colectivo tiñe la mayoría de las campañas en ciernes, donde se escucha de todo, menos la palabra proyecto. El futuro es, para ciudadanos y políticos, después de tanto fracaso, algo que sucederá por sí mismo, sin intención ni esfuerzo. La despechada actitud de una comunidad que no termina de entender cabalmente las razones reales de su fracaso cancela a la vez el pensamiento colectivo y la exigencia de un pensar profundo a sus líderes. Pero no seríamos argentinos si todos nuestros sentimientos terminasen en ese empecinado enojo adolescente con la realidad, nuestro más profundo sentimiento, la nostalgia, debe anidar, de todos modos, en alguna parte. Esta vez ha elegido el futuro.

Son pocos los que se atreven ya a añorar alguna etapa del pasado, triturado ya por el exceso de análisis o ideología, diezmado por un presente que, sin nada que ofrecer, ha comido hasta el último hueso de las décadas vividas. Ni los peronistas pueden reivindicar ya los años 40 y 50, reinventados bajo otras formas en los 90, en el 2002 y en el postrer revival montonero de Kirchner; ni los conservadores soñar con las décadas del 80 al 30 reformadas en los 90 por un peronista, ni los socialistas imaginar utopías marxistas o cubanas hoy en práctica visible en la Venezuela chavista. Si el presente es pura realidad desencantada y el pasado una fuente vacía, la nostalgia sólo puede llorar un futuro maravilloso, atribuyéndole las características de inalcanzable, porque si fuera posible concretarlo, la nostalgia no sería tal, sino que se transformaría en un proyecto. La imposible nostalgia por el pasado sustituida ahora por nostalgia del futuro funciona sin embargo, en ambos casos, como resistencia a encarar el presente en forma creativa. Si la nostalgia por el pasado expresaba la dificultad para asumir los cambios y las necesarias revoluciones, la nostalgia por el futuro implica la parálisis de la acción sobre el presente: la renuncia a la utopía, al sueño de un futuro mejor como algo posible de lograr se transforma así en la más exquisita forma del conservadorismo, la de la persistencia en la decadencia conocida antes que la aventura en un futuro a crear.

No hay opciones colectivas que puedan construirse sin una toma de conciencia individual. Si de un modo personal creemos que la Argentina no tiene solución, que nunca crecerá de modo sostenido y armónico, que jamás las instituciones funcionaran como es debido, que jamás habrá seguridad, ni justicia, ni orden público, que no hay plan posible que asegure trabajo, techo, educación y salud a toda la población, entonces las soluciones no aparecerán. Si en cambio damos a nuestro sentimiento de nostalgia un curso positivo, transformándola en decepción por nuestra propia incapacidad de pensar la realidad en forma correcta y productiva, la palabra “proyecto” volverá a aparecer en nuestra vida cotidiana y en el discurso político.

¿Hay algún líder comunitario capaz de inventar el futuro? En las próximas elecciones presidenciales, en las elecciones para gobernador y en las mucho más invisibles elecciones cotidianas para la construcción de proyectos sólidos y sostenibles, no deberíamos fijarnos en otra cosa más que en esta poco común cualidad en los argentinos aspirantes al liderazgo: la del pensamiento y la planificación para el control del destino argentino. El optimismo, sostenido por el alma, nace en el cerebro.

miércoles, febrero 21, 2007

A LA RECONQUISTA DE LA ARGENTINA

El año electoral comenzó y la suerte está echada: Macri, el “Principito”, va a combatir para reconquistar la Capital y, en una seguidilla que permiten las nuevas fechas electorales, pelear luego para recuperar la Nación. Ante la ausencia de otros candidatos que expresen una real diferencia con Kirchner o con su equivalente Lavagna, apoyado por los otros dos grandes gestores de la Argentina del fracaso, Duhalde y Alfonsín, y con el Partido Peronista inhabilitado, Mauricio Macri tiene ante sí la epopeya de reconquistar la Argentina.

Heredero de una familia italiana de industriales, expresa mejor que nadie la nueva elite portuaria posterior a Perón. A la vez popular y moderno, y aunque no cultive demasiado el discurso de su linaje político, es hijo cultural del peronismo. Como tal, dará la sorpresa de encarar la batalla electoral con el rigor militar que Perón dejó como lección política: el terreno se gana paso a paso, por etapas, y se lo afirma ganando el total del territorio. El poder se ocupa. No se trata de rectificar solo el modelo de la ciudad: hay que corregir el modelo del país. Primero, Gobernador; luego Presidente, dejando la Gobernación en manos del Vice-Gobernador.

Que gane o pierda no es una cuestión menor: significa que la Argentina gane su chance de regresar a la modernidad o que la pierda, enterrándose aún más en el estatismo y las malas decisiones estratégicas. La opción electoral, tanto en la Ciudad de Buenos Aires, en la elección para Gobernador en Junio como en la elección presidencial de Octubre, es entre este presente parecido a los grandes fracasos del pasado y un futuro en el cual se intentaría retomar la senda extraviada a fines del 2001.

Una creciente conciencia de que el modelo de los noventa expresaba en líneas generales lo mejor de la modernidad y el mejor camino posible para el país, vuelve con cierta oscura insistencia a los días trágicos de fines del 2001 y comienzo del 2002. ¿Qué hubiera sucedido en aquel momento si la ciudadanía en su conjunto hubiera comprendido que el modelo de los 90 era correcto aunque enfrentaba escollos? Hubiera quizá tenido más templanza y coraje frente a la adversidad y trabajado para superar las dificultades; el país no se hubiese atrasado ni hubiese perdido su prestigio internacional y hoy no se estaría escondiendo bajo la alfombra el verdadero problema: no se trataba de cambiar de modelo, para volver al estatismo y a la política exterior chavista, si no de mejorar el modelo existente, seguir peleando por la modernidad y afirmar las relaciones continentalistas con el primer actor de las Americas:, los Estados Unidos.

Lo que Macri tiene por delante, como el candidato elegido para derrotar el actual statu quo, es el regreso al camino perdido y también a los valores de respeto a la propiedad privada, a las instituciones y a las organizaciones gubernamentales de justicia y seguridad. A su cargo quedará, también en la mejor tradición peronista, la explicación clara de donde estamos, de donde venimos y hacia dónde iremos con él, sin la tentación demagógica de consentir a un pueblo desinformado y sin liderazgo, que Duhalde, Lavagna y Kirchner tuvieron alguna razón. No la tuvieron, ni la tienen, aunque la actual bonanza debida a los precios internacionales continúe confundiendo a la opinión pública acerca de sus méritos. Sería muy útil entonces, que Macri en su campaña, explique de qué se trataba el camino abandonado que hay que retomar.

El destino del país siempre cambió por un hombre que hizo punta y señaló hacia donde convenía ir. Hubo toda clase de liderazgos y más de un camino equivocado, pero siempre un pueblo bien dispuesto a escuchar y pensar con inteligencia lo que los más honestos y sagaces de sus líderes tenían para decir. Este año electoral tiene también dos caminos, con muchos aspirantes que señalan el camino de abismo y, por ahora, sólo uno con la cabeza y el carácter para reconocer el camino del éxito. Si Mauricio Macri señala bien, lo seguirán. Los liderazgos duraderos y exitosos no son otra cosa que apuntar en la dirección correcta.

Herederos de la mejor educación, educados para gobernar y obligados a responder con el don de sus mejores cualidades a la comunidad de pertenencia, los principitos saben servir, en la mejor verticalista tradición, a su único soberano: el pueblo.