lunes, junio 28, 2010

EL DESFILADERO

(Publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)

Por suerte quedan unos días hasta el próximo partido de Argentina, con lo cual tenemos una ventanita de tiempo para reflexionar acerca de un par de asuntos que deberían desvelarnos en ver de incitarnos a dormir la siesta hasta agosto de 2011.

El primero, el peligro latente que continúan siendo los Kirchner en pos de su objetivo de control del total de los recursos públicos –no sólo a través del BCRA sino a través de la nueva ley de servicios financieros que busca estatizar un fondo de los bancos administrado hoy en forma privada. Si por un lado hacen un falso guiño a la derecha, haciendo creer que el nuevo canciller va a enderezar la relación con los Estados Unidos y el mundo financiero, por el otro avanzan hacia la mayor penetración política en el Estado y en el PJ que la oposición les permita. Es verdad que la oposición ha puesto un freno, pero no ha conseguido aún detener la máquina, que entre gol y gol, y aprovechando la distracción, aumenta el control sobre los ciudadanos. Ya sea por el control de divisas que ya encuentran nuevas dificultades para salir a comprar al exterior, o de los ahorros privados a través de la garra sobre los bancos, o del voto, a través de la nunca reglamentada ley electoral, el ciudadano pierde poder personal y lo entrega, sin ser avisado, sin elegir y sin casi poder protestar ante los hechos consumados, a esta ávida pareja que no se va a retirar del poder sin antes haber intentado todo para permanecer en él.

No se llegó a esta situación por casualidad. La confusión acerca de qué proyecto de país es el adecuado para asegurar crecimiento genuino y prosperidad para todos continúa en pie. Es muy posible que si un candidato que aún no se perfila no asume el proyecto federal descentralizador, capitalista de mercado libre con actualización financiera y tecnológica, los argentinos sólo podamos elegir entre una socialdemocracia de izquierda, Cobos, Carrió o Alfonsín, y una socialdemocracia de derecha, Duhalde y algunos de sus tibios amigos, con la opción suicida, siempre vigente, de la continuidad kirchnerista.

Tibio consuelo sería conformarnos con la mitad del premio, mayor institucionalidad y federalismo, derrotando al kirchnerismo, cuando todavía estamos a tiempo de aspirar al premio mayor: ir por todo, el proyecto completo anti-kirchner y anti-social demócrata radical, reformando toda velocidad a los socialdemócratas peronistas que son, de última, quienes destruyeron lo conquistado en los años 90.

Son demasiadas batallas quizá para una sola elección. Requieren una estrategia política nueva. O el líder original que se plante y encarne aquello que la mayoría de los argentinos presiente pero que no puede formular, porque formular es trabajo de los políticos y los dirigentes. El peronismo, en particular, tiene que atravesar el estrecho desfiladero entre las montañas de residuos ideológicos acumulados por el peronismo ortodoxo devenido socialdemócrata y por una izquierda revivida en un peronismo que se miente a sí mismo, y buscar su verdad en la realidad. Del otro lado, está la Argentina prometida.

Como ya sucedió en muchas otras horas de la Argentina en la cual estaban claros tanto el problema como la solución, el liderazgo imprevisto puede volver a suceder. Aquellos que tienen una vista política fina, han notado ya las primeras señales de un emergente. Es decir, del nuevo Menem en ciernes, nacido dónde menos se lo esperaba. Y si ese falla, hay un repuesto, entrevisto por quienes tienen una vista aún más aguda. Si hace poco decíamos que existe un discurso sin candidato, ahora podemos vaticinar que hay candidatos en busca de su discurso, y eso hace toda la diferencia, en esta hora de confusión y de angustia, por más que los goles nos alegren.

Si la culpa es del peronismo, la redención está a su cargo.

miércoles, junio 02, 2010

EL DISCURSO SIN CANDIDATO

(Publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)

Las perspectivas hacia el 2011 comienzan a aclararse, a pesar de las oscuras negociaciones que todavía no salen completamente a la luz por depender, en el tiempo, de un equilibrio de fuerzas con cuya certeza no se puede aún contar.

El radicalismo luce en estos días más cercano a lo que puede ser su expresión final en la próxima elección presidencial, no sólo porque los posibles candidatos son ahora tres, sino porque los tres tienen una similar posición republicana y socialdemócrata, en la mejor tradición del radicalismo. Es entonces el justicialismo el que concita la mayor intriga, con una lista de doce candidatos, sin contar el siempre posible tapado que nadie se animaría a descartar ya que el peronismo es siempre fértil en sorpresas. Sin embargo, si al periodismo y al ambiente político les preocupa el nombre de los candidatos, a los argentinos les interesa saber quién va a encarnar el discurso opositor al discurso socialdemócrata radical. No les importa tanto el quién sino el qué y el por qué. Formulado el discurso no debería ser, además, tan difícil imaginar el pequeño número de candidatos que podrían eventualmente asumirlo como propio.

El discurso anti-socialdemócrata retoma, en primer término, la senda de la Argentina de los 90, y se propone como su continuidad y su mejora. Es un discurso que promueve el capitalismo como base de la riqueza y el correcto y eficaz funcionamiento de las instituciones como su equilibrio. Es republicano y federal; es descentralizador.
En cuanto a la globalización que asume y acepta, se rige primero con una vara continental que no excluye a los Estados Unidos sino que los integra y aprovecha como potencial locomotora de la región. Es conservador de las tradiciones culturales, en especial de las fundantes de la nacionalidad, como la lengua, la religión y las fuerzas armadas, pero incorpora la modernidad haciendo propios muchos contenidos que, por insuficiente discusión o ignorancia, han quedado en el discurso público como patrimonio de la izquierda intelectual, como la apertura religiosa, el respeto a los derechos humanos y el reconocimiento legal de las libertades y opciones individuales. Este discurso represente lo luminoso que vuelve, en su totalidad y no en algún fragmento, después de haber sido derrotado por el oscurantismo, o sea, por lo reaccionario de los peronistas ortodoxos y de los socialdemócratas europeizantes, primero, y de la izquierda estatizante y centralista, después.

El discurso expresa en sí mismo un programa de gobierno basado en la libertad, el apoyo a la iniciativa privada y a la inversión y a la correcta reinserción en el continente y en el mundo. Un programa que presenta una primera fase de enérgico reordenamiento financiero y fiscal, y un acuerdo bipartidista para el reordenamiento de las instituciones. Un discurso claro y sencillo de comprender, ese en el cual los argentinos esperan un lugar de participación, no sólo por el voto, sino por entender cuál es el rol que cada uno debe jugar en la recuperación del hoy maltratado país.

A pesar de la prensa en contra de este discurso y del persistente ataque oficialista en contra de todo aquel que pretenda asumirlo, una gran parte de los argentinos parece estar formulando para sí este discurso, por el simple método de comparación entre sistemas y momentos que ya vivió. No faltará el candidato que lo encarne. La revolución y el cambio, como ya casi todos se dan cuenta, está sucediendo más allá de la voluntad, y aun de la inteligencia, de la dirigencia.