lunes, octubre 29, 2007

QUIEN ES QUIEN

La elección dejó un primer dibujo claro de los argentinos: si bien un 45% de los electores dio su apoyo a los Kirchner, un porcentaje mucho mayor votó en contra. Esta división entre kirchneristas y no kirchneristas dice poco, sin embargo, acerca del futuro. Que la suma de los votos a los Kirchner, a Carrió y a Lavagna, con una misma ideología en la economía y en las relaciones exteriores, supere el 80% nos dice mucho más. Que los verdaderos representantes del proyecto antagónico al de los Kirchner, Carrió y Lavagna, o sea Rodríguez Saa, Sobisch y Lopez Murphy, hayan juntado un escaso 10%, apenas superior al 4% de la suma de las izquierdas, describe bastante bien qué creen los argentinos que les conviene y cuán lejos de un planteo de modernidad nacional se encuentran. Si el no de la mayoría sólo expresa una protesta por el abuso de poder de los Kirchner, al colocar a una candidata a dedo y en la intención de perpetuarse en el gobierno, la Argentina necesitada de ser al máximo de sus posibilidades, no tiene ya un pueblo que la comprenda y la defienda.

Tampoco tiene partidos, ni siquiera el peronista, que ayer parecía revivir su gloria camporista sin la amenaza de un Perón que reclame el poder, después del recreo en el Intercontinental, donde el único progreso fue que no se declamase que allí se iba a construir el hospital de niños, tal vez por que ya tenemos el Garrahan. Se escucharon en cambio cantos contra “los gorilas que se quedaron sin el ballotage” lo cual constituye la más importante clave política de la jornada: si los que negaron el apoyo a los Kirchner son gorilas, eso significa, claramente, que los Kirchner son para sí mismos, peronistas. Una definición que hasta ayer mismo los Kirchner esquivaban, imaginándose quizá como fundadores de una nueva dinastía y de un nuevo partido, el Frente para la Victoria. Peronistas, entonces; pero habría que precisar.

Para quienes ellos llamarían peronistas gorilas, ellos son peronistas camporistas, del centro izquierda del peronismo. Una vieja batalla que el mismo Perón dirimió en la Plaza de Mayo, echando a los camporistas, y que los camporistas no aceptaron, asesinando a Rucci, el dirigente a quien Perón más precisaba. Una vieja batalla que vuelve, con sus fantasmas atenuados pero no menos vigentes en su simbolismo ¿Le dirán los Kirchner ahora a Ramón Ruiz, premiado con una nominación a diputado por el Frente por la Victoria, que libere el Partido Justicialista? ¿Se animarán a confrontar con sus rivales del mismo tronco político? ¿Habrá elecciones internas? ¿Vida partidaria allí donde una parte sustancial de que los Kirchner llaman gorilas, no es otra cosa que la suma del peronismo más ortodoxo y del peronismo más modernista aunados en su rechazo del kirchnerismo? ¿Ayudarán a que se pueda hacer política en el correcto y productivo modo institucional que la Argentina merece? ¿Se darán cuenta de que los otros “gorilas”, los provenientes del radicalismo como Carrió, y que no se diferencian tanto de ellos en las ideas de centroizquierda, se ganaron el mote por lo que de menos gorila tienen, su amor a la democracia y al respeto institucional?

¿Quiénes son los verdaderos gorilas aquí, si recordamos que gorilas eran aquellos que proscribieron el peronismo y la vida normal de los partidos políticos, aquellos que se apoderaron del Estado para su propio beneficio y aquellos para quienes el peronismo era siempre más peligroso que la izquierda, por representar de verdad el interés nacional? Ya sabemos que así como para la verdadera derecha gorila Perón siempre fue un autoritario y no un líder revolucionario y democrático, para la izquierda gorila, el ala siempre complementaria de todas las tragedias nacionales, Perón fue siempre un gorila de derecha. En el zoológico peronista, donde los ajenos siempre se extravían, cada uno sabe quién es y, también, quién es quién. Sería bueno que el total de los argentinos tuviera acceso a esta sabiduría arcana; nada mejor que la información para tomar buenas decisiones, incluso electorales.

Ya no se trata de la gastada discusión acerca de las pertenencias transversales, si los Kirchner peronistas están aliados con los radicales kirchneristas, o si la radical Carrió suma a la peronista Patricia Bullrich, o si el otrora peronista Lavagna ahora es sostenido por el radical Alfonsín. Se trata del desorden de los dos partidos tradicionales, el peronista y el radical, en los cuales las tendencias predominantes coartaron y asfixiaron la expresión de las tendencias minoritarias hasta expulsarlas y, con la expulsión, disminuir hasta pulverizar los partidos. En la Argentina no hay una verdadera democracia porque las dos instituciones partidarias con mayor historia y arraigo fueron destruidas y nunca reemplazadas por instituciones de equivalente envergadura. El problema está ahí, y seguirá estando mientras los Kirchner así lo quieran y mientras el pueblo argentino no sea más explícito en su queja institucional.

La esperanza más inmediata está en los liderazgos informales que se establezcan para promover, exigir y controlar que los partidos políticos puedan reorganizarse en libertad y vuelvan a constituirse en la base democrática y natural para acceder a la vida política y expresarse en ella. Es una tarea mayor, la más importante en este momento, en el cual lo que se ha podido comprobar es la uniformidad de pensamiento en los votantes y la desorganización para imaginar y sostener un cambio. Hay que empezar otra vez, desde abajo hacia arriba, por los carriles rápidos de la vida institucional organizada. ¿Cómo? Sabemos cómo. ¿O acaso nos olvidamos de lo que ya hicimos?

domingo, octubre 21, 2007

ARGENTINOS EN EL LABERINTO

Al gran pueblo argentino, ¡sopor! El himno oficialista y el de las encuestadoras cautivas lo quieren así, durmiendo en sus laureles, aquellos que alguna generación, hace mucho tiempo, supo conseguir. La idea es presentarle, el próximo domingo electoral, el espejo de una dulce anestesia. Al despertar, todo seguirá igual. El mismo país, el mismo proyecto, el mismo Kirchner, ahora con polleras, mejillas hinchadas y pestañas cargadas de rimel. El gobierno y las encuestadoras dicen que Kirchner continua siendo el sueño argentino, a falta de otro mejor. Lo que no se sabe es si esto es verdad y, mucho menos, qué sienten y piensan hoy los argentinos de sí mismos a una semana de las elecciones presidenciales.

Si es cierto que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, queda todavía, y por siete días, abierta la pregunta de qué consideran los argentinos que se merecen. Porque, y a menos que haya fraude electrónico en el centro de cómputos o fraude hormiga en las mesas electorales, lo que los argentinos vamos a obtener como gobierno es aquello que elijamos. Conviene recordar que en una elección el protagonista es el elector y no el candidato. Millones de votantes hoy reducidos a una muestra de mil quinientos volverán a tomar su dimensión de millones y, a solas y en libertad, dibujarán su destino en la urna.

En una semana no sólo sabremos quien es el elegido sino algo mucho más importante y determinante de la realidad: quién es en realidad el elector. Qué clase de pueblo somos, cuánto hemos aprendido y hacia donde queremos ir. Qué fuerza de carácter colectivo hemos acumulado para tomar nuestro destino en nuestras manos y encaminarnos con firmeza hacia donde nos conviene, sin dejarnos avasallar por los usurpadores del poder. Para decirlo en términos sanmartinianos, hasta donde somos aún capaces de evitar ser empanadas que se comen con sólo abrir la boca. Cuando las fauces brotan del propio cuerpo, el coraje es tan difícil como la abstinencia.

Los argentinos, lo sepamos o no, estamos en un laberinto de confusiones y de índices mentirosos. El país tiene una pésima gestión en las áreas más importantes, incluyendo las del exitoso comercio exterior, y esto no se termina de asimilar como un dato cierto de la dramática realidad. Mal informados, manipulados por el gobierno y por muchos medios de información, sin liderazgos lo suficientemente establecidos, sin partidos organizados, votaremos por intuición, análisis personal o experiencia histórica. ¿Servirán estos instrumentos de hilo para guiarnos hacia la salida? En la oscuridad y a tientas, que Dios reparta suerte.

Yo voto a Rodríguez Saá, para que el peronismo no sea la empanada que alimente a los Kirchner.

martes, octubre 02, 2007

LA ESCENA INVISIBLE: RADICALES VERSUS PERONISTAS

Las elecciones presidenciales a disputarse en escasas tres semanas tienen características fantasmales. La candidata oficialista se oculta en la sábana de su marido y sólo se muestra en el extranjero, convencida quizá de que este mundo global los electores que la votarán no han de ser argentinos. Los votantes argentinos, a su vez, mienten con su mejor sonrisa en las encuestas –el miedo es poderoso y ya han aprendido a leerlo en los periodistas de televisión .Los más sinceros entre ellos, se atreven sin embargo a confesar su confusión, ya que no saben más dónde están los partidos tradicionales, tampoco a quién apoyan en realidad los nuevos y, mucho menos, qué expresa cada candidato y a quién entonces convendría votar. Los candidatos de la oposición hacen lo que pueden, librando cada uno su desigual batalla contra la candidata del gobierno, que al no mostrarse ni debatir, parece eliminar la fiereza de sus golpes. Los ataques y las verdades caen el vacío: como en los sueños, nada pesa, nada tiene espesor ni volumen. Entre fantasmas, hay que descifrar entonces algunas de las cosas importantes que están sucediendo.

Desplazada de su marco real, el enfrentamiento entre los partidos Justicialista y Radical, continua vigente la antigua oposición, aquella que pretendía que a un mal, discutible o abusivo gobierno peronista lo sustituyese uno radical, a veces votado como recurso in extremis por los mismos ocasionalmente desencantados peronistas. Esta oposición, expresada hoy en las figuras de los radicales Elisa Carrió y Ricardo López Murphy, enfrenta a los Kirchner desde ese espacio. Ambos los combaten por el escaso respeto demostrado por las instituciones y por lo que ellos denominarían la corrupción endémica de los peronistas. Ambos candidatos movilizan en el inconsciente colectivo el fantasma del radicalismo como único recurso para frenar al peronismo. Este fantasma tiene aún tanto peso como para que el otrora peronista Lavagna, incapacitado de luchar en la proscripta interna peronista representando al duhaldismo, se nos ha vestido de radical, sumándose así en su travestismo a las huestes más legítimas de Carrió y López Murphy.

Dejando de lado al disfrazado, y tomando a dos dirigentes de la valía de Carrió y López Murphy, lo que se advierte inmediatamente es la falta de una interna en el también fragmentado radicalismo, ya que los dos dirigentes, que coinciden en su decencia y en su vocación institucionalista, tienen dos proyectos de país muy diferentes. Sería deseable, desde el punto de vista de un país de economía moderna e integrado al mundo, que los votantes se orientasen hacia López Murphy y desmintiesen también con esa elección la actual tendencia registrada en las encuestas, de que los argentinos piensan que los Kirchner al igual que Duhalde y la misma Elisa Carrió están conformes con un país sub-capitalista, sub-gestionado y sub-valuado internacionalmente allí donde importa.

Un nuevo fantasmita, juguetón y pragmático, refugiado en un nuevo partido, el PRO, se divierte esperando el resultado de las elecciones, en las cuales tantas internas no concretadas en los derrumbados o prohibidos partidos políticos, terminarán por resolverse. Mauricio Macri observa y, antioficialista aunque de ningún modo antiperonista, apoya a un candidato, que en este escenario es radical: López Murphy. Macri apuesta a un futuro por ahora también fantasmal en el cual los dos grandes partidos terminen su larga carrera y donde dos nuevas grandes formaciones populares vengan a reemplazarlos. La del PRO sería una de ellas, expresando posiciones culturalmente conservadoras y económicamente modernistas. Enfrente, Macri imagina quizá al ARI, la nueva formación de centro izquierda. Como quien dijese, una vez más, peronistas y radicales, pero con otros nombres y ropa nueva.

Pero los fantasmas siguen empujando allí donde se asesinó a los viejos partidos, que lejos de haber muerto de muerte natural, como la virulencia de sus retoños lo demuestra, han sido víctimas del viejo ataque antidemocrático. Los gorilas de derecha y de izquierda siguen con las armas en la mano, ahora las de la distorsión y tortura institucional. Se trata siempre de lo mismo: que no haya internas, ni representantes legítimos, ni poder en el pueblo, para que este elija libremente según su gusto, conveniencia y necesidad.

Si el gobierno no hubiese intervenido en la proscripción del peronismo, ¿quién hubiera ganado la interna peronista? ¿Cristina Kirchner o Rodríguez Saá? Impresiona escribirlo, porque el resultado salta a la vista y también el por qué de la proscripción alentada por quien no ganaría jamás por los caminos de la legalidad. Si el radicalismo fuera un gran partido que englobase a todos y su interna hubiera sido la de la totalidad, quién hubiera predominado: ¿Carrió o López Murphy? Y qué hubiera sido de Lavagna, podemos preguntarnos, sin lugar propio en ninguno de los dos partidos, ni el radical por ajeno, ni el peronismo, con el kirchnerismo victorioso sobre el duhaldismo y enfrentando al enemigo común, el peronismo modernista de Rodríguez Saá, continuador a su vez del peronismo modernista de Menem. Muchas preguntas, algunas de las cuales serán respondidas en la ya inminente elección presidencial.

Los votantes de carne y hueso irán a las urnas a votar por candidatos de carne y hueso. Entre ellos, los fantasmas de mil y una batallas ocultas orientarán su voto y volverán la vida argentina a su realidad. Esta será ahora invisible, pero continua siendo la única verdad.