viernes, agosto 29, 2008

GENTE HONORABLE

Cuando ya no se trata sólo de las valijas con dólares de Chávez sino de las donaciones de las bandas narcos, algo que no debería sorprender cuando Chávez apoya a las FARC colombianas, uno se pregunta si el destino fatal del peronismo va a continuar, hasta su ya aparentemente inminente final, lindando con la delincuencia.

Desde el relente criminoso de los años negros, cuando la misma ilegalidad del sin embargo legítimamente revolucionario movimiento colocaba a militantes y leales en las mismas cárceles que cafishos y traficantes y alentaba la apropiación de fondos públicos y sindicales para hacer una política que de otro modo no hubiera podido ser financiada, la imagen del peronismo estuvo siempre necesitada de la más enérgica de las rectificaciones. Hecha la revolución, lo que quedaba por realizar era la organización comunitaria.

Opuesta a la guerrilla, sin el bagage obligadamente delincuencial de los militantes de la Resistencia, la generación joven del regreso del General Perón en 1972 expresaba la promesa del cambio. Un cambio que el mismo General se ocupó de liderar, trazando la nueva línea dogmática que separaba la paja inútil del trigo necesario para alimentar políticamente a los que seguían: el movimiento debía institucionalizarse, la delincuencia guerrillera debía deponer las armas y todos los argentinos debían moverse dentro de la más férrea de las consignas: “Dentro de la ley todo, fuera de la ley nada.”

Aquella nueva generación, promesa brillante de los años ’70, se desgajó en fracciones. Algunos desobedecieron la consigna de líder y eligieron continuar en la delincuencia con proyectos alternativos de izquierda o de derecha. Muchos –combatientes de un lado u otro o civiles con o sin afiliación política- nutrieron las filas de muertos y desaparecidos sin una segunda oportunidad. Otros optaron por un exilio prudente que en infinitos casos se transformaría en duradero. Los más, se sumergieron en la oscuridad política por casi una década, en un viaje casi sin retorno de la brillantez a la tragedia. Allí quedaron hasta el regreso de la democracia, desde donde, ya maduros adultos, y después de absorber un nuevo fracaso frente a Alfonsín, ocuparon los sucesivos gobiernos desde Menem hasta la fecha, sin terminar de tener nunca en claro cual era su misión histórica ni que debían ejecutar en el peronismo como tarea final.

Los que alrededor de Menem se hicieron ricos como funcionarios, los que luego con el Duhalde que quebró la institucionalidad económica de la Nación y hoy con los Kirchner a la cabeza, se mueven fuera de la ley, abusando de sus privilegios como funcionarios y torciendo la ley en su beneficio o en el de sus amigos, continúan alimentando esa ya clásica imagen negra del peronismo, que ya no sólo parece ser incorregible, sino no tener ya el menor interés de rescate para la gente honorable, ni siquiera la propia.

La gente honorable, peronista o no, ha preferido mantenerse alejada de un movimiento que en espiral ha descendido cada vez en forma más veloz hacia la ilegalidad, en el sentido exactamente opuesto a su misión histórica, que no era otra que la de restaurar el orden comunitario después de haberlo quebrado en 1945. Gorilas o pueblo llano sin acceso al poder, militantes sin lugar dónde militar ni jefes respetables a quienes responder, una vasta mayoría de argentinos que, más allá de su historia personal peronista o no peronista, se siente y es honorable, pretende gente igualmente honorable en el poder. No quiere más mentirosos, ni hipócritas, ni ladrones ni delincuentes, quiere respeto por la ley y gente tan honorable como ellos, sólo que con la inteligencia de las cosas de Estado.

Cuando los que nos gobiernan no tienen la inteligencia de las cosas de Estado, y cuando tampoco son honorables, volvemos a preguntarnos cómo llegaron allí. No fue como se dice habitualmente, porque mucha gente confundida o tonta o tan poco honorable como los candidatos, los votó, sino porque los candidatos eludieron, sobornando a la Justicia, el filtro de las internas partidarias democráticas. En este caso, la del Partido Justicialista, que hoy permanece en la misma irregularidad con el consentimiento de una Justicia en la cual la gente honorable prefiere lavarse las manos antes que dar una vuelta de tuerca a la decadencia política argentina y ofrecer el más justo y honorable de los cauces para que la historia argentina fluya, en vez de detenerse.