sábado, diciembre 06, 2014

LA REDENCIÓN DEL PERONISMO

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com) 

Ya en declaradas y plenas campañas electorales, al muy denostado peronismo le cuesta presentarse como tal. Su identidad real no termina de emerger y es hoy confundida aviesamente con la del Frente para la Victoria, esa formación social demócrata estatista y totalitaria compuesta por antiguos peronistas ortodoxos, montoneros y una muchedumbre de oportunistas de toda laya, sin contar con una juventud inocente y desinformada que cree sinceramente que este engendro que ha destruido la Nación y hace cada día más infeliz a su pueblo, es peronismo.

¿Qué sería el peronismo real hoy? Ya no un movimiento informe, sino un partido nacional organizado y democrático con adecuadas organizaciones filo-partidarias de estudio y solución de los problemas nacionales, provinciales y municipales. Un partido republicano, finalmente institucionalizado (como ya en 1973 querían Perón y sus más leales seguidores), donde la doctrina no estuviese en discusión y donde se progresase para usar los mejores instrumentos disponibles para aplicar esa doctrina. Una doctrina humanista, cristiana, fundamentalmente pro-trabajadores, e incluyendo como trabajadores a los empresarios y emprendedores en tanto creadores de prosperidad en la era moderna. Una doctrina que sólo aspira a lograr la mayor grandeza posible de la Nación y la mayor felicidad posible para los argentinos.

Por eso, el peronismo real sería exactamente lo opuesto del actual “kirchnerismo” en tanto defendería muy específicamente todo aquello que permitiese un desarrollo genuino de la Nación, abriéndola al comercio y al mercado, incentivando la inversión y facilitando la producción y el comercio, interior y exterior y promoviendo un genuino progreso de su pueblo, a través de su educación y su trabajo, y la generación de mejores condiciones de vida. Si el “kirchnerismo” es estatista, el peronismo real sería “liberal”. Como en la época de Menem-Cavallo, menos la corrupción y más las reformas de segunda generación que nunca se hicieron, principalmente por la salida de Cavallo del gobierno.

¡Es tan fácil para los gorilas de toda la vida, aquellos que siempre odiaron al peronismo, o por radicales o por conservadores liberales celosos de sus privilegios asaltados por la mayoría pobre y de color, atacar hoy al “kirchnerismo” no como tal sino como si expresase una encarnación genuina y legítima del peronismo! ¡De un peronismo que los odia, y no de un peronismo real que es igual a los radicales en su republicanismo y a los liberales en el uso del mejor instrumental económico disponible! Y así se mueven, gorilas y “kirchneristas” como los dos polos complementarios de un mismo imán. ¡No sabrían qué hacer el uno sin el otro! ¡Se dan cuerda mutuamente! Y en el medio, como siempre, el peronismo real. Ese que a ambos grupos les conviene que desaparezca.

Pero el peronismo real también carga con una culpa: la de la falta de energía, de capacidad sostenida de lucha, de asunción valiente de las nuevas condiciones del siglo XXI, de explicación frontal al pueblo acerca no ya de cómo son las cosas, sino de cómo se solucionan. El peronismo real también carga con la culpa de la cobardía y el oportunismo: la de Menem aliándose con el “kirchnerismo” para salvar su pellejo; la de Scioli no plantándose a tiempo; la de Massa rompiendo con un “kirchnerismo” al que adhirió sin problemas por una larga década sólo para ser ahora un mejor socialdemócrata junto a Lavagna y Duhalde; la de una larguísima lista de diputados y senadores que están donde están gracias al pueblo peronista y al cual le han dado la espalda sin la menor vergüenza.

Y están los otros, los que han hecho el esfuerzo de permanecer inalterablemente apartados del “kirchnerismo” y fieles a las mejores ideas del peronismo, como muchos sindicalistas, entre ellos Jerónimo Venegas, gobernadores, como José Manuel de la Sota, y muchos otros que no ocupan demasiado espacio en las primeras planas ni en los programas de televisión, y que sin embargo son la reserva más legítima y real de un peronismo que, a pesar de todo, continua vigente y vital en la memoria y la voluntad de muchos.

No hay mucho más para decir. Sólo que ese espacio vacío que la ciudadanía desesperanzada percibe en el horizonte político—ningún líder realmente creíble y coherente con ganas, chances y equipo para liderar y administrar bien el país—se corresponde con el espacio que el peronismo real no ha podido ocupar en los últimos trece años. Porque le robaron el partido, porque la justicia apañó el robo, porque los dirigentes posibles perdieron entonces su espacio de pertenencia donde competir y presentar sus propuestas, porque la Argentina es así, un país con demasiados ladrones y con mucha buena gente sometida y callada que sufre y no sabe ni cómo ni dónde reaccionar. Los peronistas reales están entre esta buena gente. ¿Harán algo más?
No sabemos. Ojalá que sí.
Y si no hacen, que Macri tome la posta de lo que el peronismo se dejó quitar.

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domingo, noviembre 02, 2014

EL PERONISMO HEROICO

 (publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)

Buena parte de la oposición continúa atacando al kirchnerismo como expresión del peronismo. Esa oposición se equivoca dos veces. La primera, al confundir al Frente para la Victoria con el peronismo, cuando explícitamente el FPV ha copado y paralizado durante los últimos diez años al PJ, instrumento hoy imposible de utilizar por el verdadero peronismo. La segunda, al negar la existencia de este peronismo como un factor de peso a tener en cuenta en los resultados electorales. La oposición se hace así cómplice inconsciente de ese kirchnerismo al que querrían desplazar del poder, reviviendo los viejos fantasmas antiperonistas, los mismos, ¡oh casualidad!, que excitó el kirchnerismo para predominar.

Existe un peronismo heroico, tan resistente como siempre y hoy tan excluido del registro de la atención pública como despojado de un instrumento electoral competitivo.
Ese peronismo tiene en cuenta toda su historia y no niega su historia de gobiernos más recientes. Primero, la del gobierno de Menem durante los años 90, cuando se modernizó la Argentina y se la volvió a poner a la cabeza de Latinoamérica y en alianza con los más gravitantes poderes del mundo, a través de la inserción en la OTAN y la participación en el G-20. Segundo, la fracasada experiencia de Duhalde al deshacer toda la exitosa experiencia anterior y entregar el país a los Kirchner. Todo dejó una enseñanza y hoy, ese peronismo resistente, atento a la necesidad de una macroeconomía de tipo liberal para asegurar la correcta inserción en el mercado global y renuente a reiterar las fracasadas experiencias estatista del duhaldismo y estatista y totalitaria del kirchnerismo, tiene muy claro su rol de liderazgo potencial de una economía moderna. El peronismo lo hizo en los 90 y lo va a impulsar y hacer también ahora, planteando las reformas de segunda generación como la federalización y descentralización total del país y actualización de lo que siempre ha sido y deberá continuar siendo la columna vertebral del peronismo, el movimiento sindical argentino.
Al sindicalismo argentino, que se acomodó medianamente a las reformas de los años 90 pero que no encontró el modo propio de inserción dentro de una economía de libre mercado, le corresponde hoy un rol muy importante en la reconstrucción de la economía argentina, arrasada por la desinversión, el estatismo creador de alta inflación y la asfixia del mercado.  Entre las múltiples tareas que deberán a quedar a su cargo se cuentan la educación y reeducación de las vastas masas hoy subsidiadas, sin educación ni trabajo, y la protección del trabajo y la salud de los trabajadores mediante asociaciones libres independientes del Estado y organizadas como empresas modernas de máxima eficiencia al servicio de los afiliados. Es tal la tarea que los sucesivos fracasos del duhaldismo y el kirchnerismo dejan por delante y tal la frustración colectiva frente al desmanejo del estado en perjuicio de los ciudadanos, que este peronismo de vanguardia comprende que una rápida recuperación en las condiciones de vida de ese 30% o más de población sin recursos, trabajo o educación, sólo puede ser lograda por esa misma población debidamente organizada en su nivel natural de primera inserción, el del trabajo, y el de su sindicato actual o potencial. Los sindicatos vistos como parte esencial de la actividad privada y como grandes igualadores sociales.

No es casual que este peronismo heroico que se resiste a ser confundido con un kirchnerismo con el cual no tiene nada que ver, sino los malos recuerdos del pasado con un Perón aún vivo que explícitamente condenó a aquellos que pretendían hacer de la Argentina un estado totalitario, estatista y socialista, tenga entre sus activistas más vitales a un importante dirigente sindical, Gerónimo “Momo” Venegas con su partido “Fe”, aliado a lo más tradicionalmente liberal y pujante de la economía argentina, el sector agrario, y también al Gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, antikircherista de la primera hora,  tan peronista de ley como liberal en la economía, e introductor de Domingo Cavallo en el peronismo, otra personalidad afín a este peronismo de la modernidad.
Muchos otros liderazgos dispersos adhieren a esta posición del peronismo, republicana y cristiana, y totalmente abierta a una economía de libre mercado, entendida como la única que puede generar la suficiente riqueza como para dar trabajo y atender las necesidades elementales de la gran mayoría de los argentinos, que son trabajadores o deberían estar trabajando. Según el peronismo, bueno es recordarlo, “sólo hay una clase de hombres, los que trabajan.” Donde, desde luego se incluye a aquellos que trabajan como empresarios y dueños del capital, o como en el caso de los bancos, administrando o alquilando capital.
Cualquier coalición antikirchnerista está destinada al fracaso si no tiene en cuenta a este importante sector del peronismo, no contenido ni por Scioli—que continua sometido al Frente para la Victoria y que mantiene cerrado el PJ al peronismo antikirchnerista—ni por Massa, cuyo salto oportunista fuera del kirchnerismo habla al igual que en el caso de Scioli de ambiciones personales más que políticas, y cuya adhesión a figuras del duhaldismo como Lavagna ponen en duda que haya entendido realmente lo que la Argentina precisa hoy como revolucionario cambio liberal.

El peronismo heroico, como continuador y superador de las reformas de los años 90, aquellas que modernizaron buena parte de la infraestructura del país y de la agroindustria, tiene clara su misión de restaurar el buen nombre y honor del peronismo y de hacerlo, una vez más, el agente de un cambio real a favor de la Argentina y los argentinos. La oposición tiene la obligación moral de reconocerlo y la necesidad práctica de contar con él como un aliado más. Ese que, a la hora de los votos, puede hacer toda la diferencia. 

sábado, octubre 04, 2014

MACRI, EL PERONISTA A PESAR DE ÉL

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)

Mientras cada día queda más clara la vocación kirchnerista por el fracaso, la destrucción de la Nación y el hostigamiento a su pueblo, la oposición, sin prisa y sin pausa, va construyendo sus candidaturas presidenciales en la certeza de que, más tarde o más temprano, habrá elecciones. No será esta una elección más, sino una elección cuyo resultado deberá asegurar un dramático cambio de rumbo en el país para restablecer una vida normal para las personas, empresas e instituciones. Entre los candidatos posibles para asumir esta tarea, sobresale Mauricio Macri, aún no del todo asentado en la tradición histórica que viene a representar y muy preocupado, en cambio, por aclarar que él es lo nuevo, alguien que nada tiene que ver con el pasado, en especial con un peronismo que, según él, ha gobernado muy mal durante las últimas décadas.

En un país dividido desde hace más de 70 años en dos grandes partidos, el Partido Justicialista y el Partido Radical, la afirmación del dirigente porteño suena por demás audaz. Podría resultar cierta, si consideramos que los dos grandes partidos han sufrido diversos desmembramientos y que uno de ellos, el PJ, paralizado por el kirchnerismo no peronista y transformado por éste en aliado de ese partido del estatismo totalitario llamado Frente para la Victoria, ha casi dejado de existir. Podría Macri, en efecto, tener razón si los dos grandes partidos fueran a mantenerse en ese estado y, además, indiferenciados en su tradición, ideas y recorrido histórico, y convertidos en un conjunto amorfo al cual el PRO, con su novedosa impronta, vencerá y sustituirá.
 En un país donde todas las instituciones han dejado de funcionar a partir del golpe institucional de Duhalde y Alfonsín a de la Rua en 2001,  también los partidos políticos han perdido su forma, función y contenido y, mientras no se reinstitucionalicen, habrá lugar para todas las fantasías de nuevos partidos y nuevos dirigentes que crean que, porque las instituciones y los partidos se licuaron, también se licuaron las ideas y la memoria de los votantes. 
A pesar de lo que sostiene Macri, las tradiciones históricas y el conjunto de creencias profundas están muy arraigados en una población que, sin embargo, y por falta de adecuados dirigentes políticos que inspiren y eduquen teniendo en cuenta esas tradiciones y creencias, no puede encuadrar con facilidad su pertenencia en el panorama político. Es esta dificultad la que hay que tener en cuenta, no para crear fantasías sino para lograr adhesiones concientes y convencidas.

Hace muy poco, la Jueza Servini de Cubría confesó en un reportaje de La Nación que si en 2003 hubiera autorizado las internas que le reclamaban en el PJ, hubiera ganado Menem, y que para evitar eso, no las autorizó. Ese fue el inicio del dedo de Duhalde que señaló a Kirchner como el candidato y el comienzo del siniestro capítulo de nuestra historia que aún padecemos.
Para entender este desorden que aún vivimos, convendría darse cuenta de dos cosas: la primera, que si se hubiera respetado la institucionalización del PJ y su vida democrática interna, otro hubiera sido el cantar; y la segunda, que el peronismo liberal de los 90, aún después del fracaso de Cavallo con de la Rua, hubiera tenido una segunda etapa, legal y votada. En este desorden, hay que entender que a uno de los dos partidos más importantes de la Argentina le fue negada su libre existencia democrática y constitucional, por una conjunción de intereses expresados por un Duhalde representante de un peronismo anticuado e ignorante de la globalización, enemigo más que de Menem, de las políticas liberales y de libre mercado de éste, y por aquellos que influyeron en la Jueza Servini de Cubría, los grupos empresarios enemigos de esta liberalización, los radicales y otros grupos socialdemócratas y de izquierda con gran interés en restablecer el estatismo ya superado en los 90.
Hay que comprender, también,  que el mismo radicalismo sufrió un proceso semejante aunque más acotado, pero basado igualmente en la lucha entre radicales más liberales y radicales más estatistas, todos en un idéntico y costoso esfuerzo de adaptación a las nuevas reglas del mundo global.

Si el marco institucional y el respeto a la vida democrática en los partidos hubiera permitido a dirigentes y votantes organizarse en aquellos días de 2003, rápidamente hubiéramos tenido una gran lucha interna en cada uno de los dos partidos, con las diferentes líneas de pensamiento económico y administrativo tratando de predominar y de ganar la voluntad de afiliados primero y votantes después. Junto a los dos partidos, habríamos tenido también algunos partidos pequeños, ya de derecha, ya de izquierda, funcionando como independientes o como aliados frentistas de alguno de los dos grandes. Como ciudadanos, podríamos haber escuchado los debates y elegir a conciencia y no como sucedió, ser obligados a elegir entre variantes del mismo estatismo predominante.

En la debacle de los dos grandes partidos, Mauricio Macri creó uno nuevo, el PRO, visualizado primero como uno de los tantos pequeños partidos liberales de derecha (al estilo de la UCD o de Acción por la República), luego como un notable partido vecinal, y hoy como un partido nacional que aspira a nutrirse tanto del radicalismo como del peronismo, con una vocación de alianza que zigzaguea del radicalismo al peronismo, para detenerse quizá más de la cuenta en un antiperonismo oportunista que toma al kirchnerismo como expresión legítima del peronismo, quizá para ignorar al peronismo más moderno y liberal, ese al cual el PRO se parece como un hijo se parece a su padre.

Si la vida institucional regular hubiese continuado sin interrupciones, ¿hubiera Mauricio Macri inventado un partido o, más bien, hubiera lanzado su línea personal PRO dentro de alguno de los dos grandes partidos? Me caben pocas dudas que su actitud hubiera sido la misma de los muchos hombres semejantes, valiosos y exitosos en la actividad privada, que ingresaron durante los 90 a la vida pública dentro de un PJ amplio y abierto, democrático y recogiendo a la vez las dos grandes tradiciones conservadoras de la Argentina, la liberal y la peronista. Los ejemplos de Cavallo, Scioli, Reutemann, más los que entregó masivamente la UCD, sobran. Macri hubiera sido el mismo que es hoy, sólo que dentro de un partido grande, nacional, ya instalado y organizado. Un partido en el cual hubiera podido dar las mismas batallas que da hoy en contra de los peronistas estatistas, antirrepublicanos, totalitarios, antidemocráticos, antiguos en sus ideas económicas, poco profesionales en la gestión, improvisados y sin éxitos para mostrar en la actividad privada, esa actividad a la cual todos los politicos deberían volver cada tanto para hacer allí su fortuna y no en el Estado, como es la triste costumbre nacional.

Este juego de ficción sirve para comprender un poco mejor el casillero político en el cual, a pesar de todo, Macri está ubicado. Los partidos están dibujados, pero la tradición histórica profunda y las tendencias en pugna, aunque invisibles, continúan su existencia en las profundidades. El radicalismo ha podido organizarse medianamente bien, formando incluso un frente con partidos igualmente republicanos y mayoritariamente socialdemócratas. El peronismo aún no se ha organizado, dividido entre un PJ sometido y uno disidente, y quizá no llegue a organizarse a tiempo, si el PJ no es rápidamente restituido a la normalidad por dirigentes peronistas que se decidan a rebelarse contra el autoritarismo de un pequeño grupo de kirchneristas antiperonistas, encabezado por la actual presidente, y restablecer reglas democráticas para la elección de sus dirigentes.
Por otra parte, el peronismo, después de doce años de duhaldo-kirchnerismo, es decir, de un estatismo socialdemócrata o de un estatismo totalitario, tampoco se ha dado la oportunidad de confrontar sus ideas modernizadoras de los 90 con aquellos que, no pudiendo derrotarlas en las urnas (del la Rua le ganó a Duhalde con promesas liberales, no olvidemos), las aniquilaron por la fuerza de un golpe institucional. Esta discusión debe darse con franqueza antes de las próximas elecciones, porque la ignorancia pública es masiva a la hora de evaluar correctamente tanto los años del peronismo liberal de los 90, como la gestión económica del período de la Rua, como la reinstalación del estatismo dirigista y anticonstitucional de Duhalde, y su variante totalitaria con los Kirchner.

El PRO, lo quiera o no, expresa la línea interna liberal, republicana y modernizadora en un Partido Justicialista amordazado e invisible, pero no por ello menos real. Cuando Mauricio Macri dice ser “el nuevo” frente a los que nos gobernaron antes, no dice toda la verdad—esperemos que no esté construyendo un nuevo relato a su medida—porque omite decir que representa, como idea, lo mismo que expresaron los exitosos peronistas liberales de los noventa y sus menos exitosos continuadores radicales liberales en el fin de siglo. Aunque sí podría decir, con más exactitud histórica, que expresa a la segunda generación de peronistas liberales, corregida, mejorada y, por cierto, aumentada con las nuevas generaciones hastiadas del estatismo y de la falta de libertad. Exactamente como los jóvenes y no tan jóvenes peronistas liberales después de la experiencia alfonsinista.

La historia es la historia, y muy de tanto en tanto, alguien inventa algo realmente nuevo, como la generación del 80, Yrigoyen o Perón. Esperamos que Mauricio Macri, el peronista a pesar de él, pueda encontrarse con sus votantes peronistas hoy un tanto huérfanos y obligados a esperar la demorada rebelión liberal y republicana de un Scioli que no quiere hacer caso a de la Sota, o a entregarse a las nuevas elucubraciones socialdemócratas de Lavagna, Massa y Duhalde. Esperamos también que Macri trate a tantos peronistas sueltos como lo que son, de los suyos, y no como a enemigos que en el pasado hicieron todo mal, porque no es cierto. La Argentina fue modernizada por ese peronismo liberal que hoy pretende ignorar.
También, claro,  a la hora de buscar refuerzos, están disponibles el Partido Radical y el Frente UNEN, antiperonistas de ley y estirpe, pero como ellos mismos dicen de Macri, ¡nada que ver! Lo perciben como lo que es: un peronista a pesar de él. Para algunos, esto sonará como un insulto. En esta página, es el mejor elogio.


miércoles, septiembre 03, 2014

MUCHOS GANDHI Y NINGÚN DE GAULLE

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)
Los argentinos de a pie están considerablemente hartos de las condiciones en que se encuentra el país, en especial de la paralización total de la economía, de la inseguridad y de la afrenta que supone tener gobernantes corruptos procesados o en vías de serlo y, además, totalmente ineficaces para resolver la crisis. La dirigencia opositora, mientras esas condiciones se deterioran aceleradamente, ensaya estrategias para llegar a un hoy muy lejano futuro electoral donde sus mejores intereses electorales sean preservados. Llama la atención, sin embargo, el enorme miedo al actual gobierno.

No se trata ya del coro de diputados y senadores peronistas que siguen sonriendo y aplaudiendo traicionando al pueblo al que representan votando cualquier cosa, ni de los atolondrados empresarios y sindicalistas pendientes de traficar favores con el mismo Ministerio de Economía que trabaja para su eliminación, ni del perseguido periodismo que no quiere ser acusado de llamar a un golpe institucional. Se trata de algo mucho más profundo: el miedo a ese poder de represión por la fuerza que está en manos del Estado y que un gobierno como el actual no vacilaría en utilizar, de serle funcional a sus objetivos de resistir y permanecer, e incluso de no utilizar, con los mismos fines, como se vio en el reciente episodio de Lugano, donde la Policía Metropolitana fue primero provocada y luego abandonada a sí misma. El miedo más sutil, aún no totalmente expresado, quizá por miedo de que las palabras creen una nueva realidad, a grupos civiles armados afines al gobierno que puedan ser utilizados para los mismos fines de provocación, resistencia y permanencia en el poder más allá de cualquier calendario electoral.

Bajo la sombrilla de este miedo, son muchos los Gandhi que llaman a la resistencia pasiva, a la calma y a la espera. Entre otros se cuentan Lilita Carrió, explícitamente y como buena radical institucionalista, Daniel Scioli que no quiere que nadie acelere un tiempo que él sueña con manejar, y Mauricio Macri, que también precisa tiempo para construir un espacio nacional. Muchos Gandhi y ningún de Gaulle que advierta la necesidad de una resistencia activa, si el tema es que el Estado está ocupado por enemigos de la Nación y del pueblo, y que clarifique los límites y alcances de esa posible resistencia. ¿Estamos ocupados por un Imperio militarmente poderoso que somete a nuestro pueblo o más bien por compatriotas que adhieren a ideologías y métodos que disgustan a la gran mayoría de los argentinos, no sólo por principios lamentablemente siempre negociables, sino porque se ven arrastrados a la destrucción y a la ruina, como fue el caso del gobierno local de la ocupación nazi en Francia?

No vivimos en un mundo donde se pueda citar a Gandhi impunemente, un mundo en el cual asistimos al alzamiento de Rusia frente al orden mundial establecido post-caída del Muro de Berlín y a la lucha descarnada de los nuevos ejércitos islámicos a la conquista de un territorio propio. Los Estados Unidos tienen también su propio aspirante a Gandhi, un presidente que confunde la paz con el laissez-faire para sólo actuar como corresponde siempre tarde, en un destiempo que le está costando al mundo la actual confusión global. Si el líder del mundo libre se confunde, ¿quién, si no los enemigos de ese mundo libre, prosperará? El mundo precisa también su propio de Gaulle que señale el camino, en una hora en que los Gandhi sólo estorban. Mientras tanto, el actual gobierno argentino sonríe a Putin y a su Rusia con grandes ambiciones y le promete alimentos allí donde Europa se los niegue. También están los guiños a Irán, con la complicidad de Venezuela, cuyo jefe militar nos visita en estos días.

En el pasado, conocimos la crisis del gobierno de Alfonsín con su hiperinflación, y la crisis se terminó de un modo pacífico, con un consensuado adelanto de las elecciones y el resultado de una década de progresos, tanto en la economía como en la inserción internacional. Un modelo pacífico a gusto de los Gandhi y muy posible de imitar hoy, pero que requiere simultáneamente la energía y visión de un de Gaulle que lo propusiera y liderara. También conocimos las crisis del 2001, con un golpe institucional que ofrecería otro posible modelo de procedimiento, sólo que esta vez con la autoridad moral de la cual careció el otro, ya que se trata hoy de devolver la institucionalidad al país hoy gobernado por procesados o cómplices y no de quebrar la institucionalidad de la moneda y los contratos, como sucedió en el fin de año del default y la pesificación.

Imaginamos que de Gaulle también tendría miedo a la hora de entregarse a su destino, pero, por suerte para Francia, tuvo también claridad acerca de cuando uno puede echarse a dormir la siesta esperando pacíficamente un futuro mejor, y cuando, por no ejercer una resistencia nominal y activa, liderando un vasto movimiento de opinión y acción, se corre el riesgo de perder ese futuro a manos de los enemigos que se temió enfrentar.


Por supuesto, este largo comentario sobre el miedo podría haber usado los más civilizados términos de adversarios políticos y de contiendas electorales para referirse a la situación actual. Pero para ello, no tendríamos que percibir la idea de Gandhi y la resistencia pacífica tan instalada en la boca y actitud de muchos dirigentes, ni estar, como estamos, en efecto, sometidos a una autoritaria fuerza estatal que hace y deshace sin que nadie la frene. El mismo inconsciente colectivo que hoy hace evocar a los Gandhi, debería producir también su de Gaulle, para bien de la Argentina.

lunes, agosto 11, 2014

SCIOLI EN LA MIRA

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)


Con el reciente lanzamiento de su think-tank de cara a las elecciones 2015, Daniel Scioli vuelve a suscitar curiosidad en el amplio electorado peronista liberal, que ya lo había descartado a favor de Mauricio Macri y otros peronistas anti-kirchneristas como José Manuel de la Sota y Sergio Massa. En la Fundación DAR, presidida por el hermano del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Pepe Scioli,  y con sede en la sucursal Banco Provincia del microcentro porteño, dos reconocidos y muy serios economistas como Mario Blejer y Miguel Bein tendrán a su cargo el estudio y lineamientos de la futura economía. Otras áreas permanecen aún sin definir pero Gustavo Marangoni, presidente del Banco Provincia y gran comunicador de Scioli, ha comenzado a informar acerca de las ideas centrales que definirán la gestión Scioli, de ganar éste las elecciones presidenciales. El mismo Scioli ha salido también a demarcarse de Mauricio Macri, su principal competidor en el amplísimo espacio del peronismo, resguardando para sí la porción del kirchnerismo que puede aún favorecerlo.

El sciolismo, por ejemplo, hace un punto de defender  las privatizaciones de las AFJP y de YPF—evitan hablar de Aerolíneas Argentinas—definiendo así los límites de su proyecto, que lejos de enmarcarse en un peronismo liberal al estilo de Menem, corregido y perfeccionado, parece sentirse más cómodo en un encuadre duhaldista, con gran impronta del Estado. También, y a pesar de la probable modernización de la macroeconomía hoy vigente, más cercano a la socialdemocracia o al socialcristianismo—este último un nuevo aporte creativo de José de la Sota que también ha comenzado en los últimos días a redefinirse—que al esperado liberalismo que pueda crear el gran salto de inversión y productivo que la Argentina precisa.
En forma paralela a estas definiciones, es notable ver cómo la mayoría de la sociedad argentina sigue entrampada en sus viejos anhelos y esperanzas de un estado medianamente capitalista con intensa presencia del Estado en importantes áreas productivas y escasa presencia de la inversión privada en áreas tradicionalmente reservadas al Estado, aún allí donde ha fallado sistemáticamente, como educación, salud y seguros.

No deja de ser llamativo, igualmente, comprobar que en el peronismo—liberal o socialdemócrata o socialcristiano—poco se ha hecho para redefinir en forma positiva y altamente productiva para trabajadores y empresarios el rol de los sindicatos, a pesar de que los sindicatos son el único capital contante y sonante del trabajador y merecerían que algún peronista hiciera el esfuerzo de insertarlos correctamente en una economía altamente liberal. Si el peronismo no es básicamente a la vez el movimiento sindical y productivo, entonces, ¿qué es? El pasto diario de las izquierdas, como en la actualidad, nunca más lejano a su esencia y razón de ser.

La Argentina tiene muchísimas necesidades insatisfechas y los votantes una muy pobre formación política y escasa reflexión sobre el modo genuino y duradero de satisfacer estas necesidades. Un 54% en la última elección presidencial a la peor de los candidatos, no sólo por su ideología altamente inservible para el país sino por su total inexperiencia de gestión, avalan la conclusión anterior. Desde 2011 hasta ahora se ha avanzado mucho en la conciencia republicana, en la lucha contra la corrupción y en la defensa de las instituciones, en particular, el Poder Judicial, pero no hay ninguna novedosa conciencia acerca de la economía, en todos sus matices posibles, más allá del elemental concepto de que la emisión para paliar el gasto fiscal crea inflación. Hay mucho para decir al respecto para despertar la imaginación colectiva y para calmar la ansiedad que algunos de los aspectos más negativos de la extraordinaria revolución económica de los años 90 dejó en la población como duda y rechazo.

Si Scioli despierta algún interés por su misterio--¿qué salto dará cuando ya no dependa del kirchnerismo sino de los votos que pueda conseguir?—también crea una sensación de amargura cuando todo el enorme campo de lo posible que tiene delante es desdeñado para atarse mediocremente a aquello que nunca va a ser demasiado cuestionado, discutido o rechazado. El peronismo siempre fue revolucionario y jamás conformista.

Es muy posible que esa misma opacidad sea la que atraiga a una gran mayoría de actores económicos y mediáticos, que verán en un tibio candidato reflejadas sus propias indefiniciones y cobardías—ampliamente exhibidas durante todo el reinado de los Kirchner—pero a la larga sólo perjudicarán las posibilidades del gran e intensivo cambio que el país precisa, después de tanta destrucción sistemática.


Los argentinos deberemos decidir si preferimos un camino cansino hacia un destino mejor o si exigimos a nuestros posibles líderes mejores y más afinadas definiciones para un salto certero y exitoso al futuro. Existe una buena porción de argentinos lúcidos y con coraje decididos a llevar las discusiones electorales más allá del republicanismo y renovado respeto por las instituciones y a poner el acento en el cómo y por qué de una nueva economía liberal. Ellos y no la hoy mediocre y decepcionada multitud, son los que cambiarán el eje de la próxima elección y crearán el nuevo liderazgo, obligando a los actuales líderes a superarse y refinar su propia apuesta.

miércoles, agosto 06, 2014

LA POLÍTICA Y LA LEY

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com) 


Cuando uno se pregunta por qué el procesado vicepresidente Boudou sigue en su cargo, por qué la presidenta Fernández decide por sí misma no pagar la deuda pública sin la aprobación del Congreso, y por qué las diferentes causas por corrupción que invariablemente terminan en el ex presidente Kirchner y, por ende, en su esposa Fernández, no llegan nunca a su última instancia, se debe apuntar a la vez a la oposición y al remanente de diputados y senadores peronistas que no termina de decidirse acerca de si servir al amo corrupto que le da HOY de comer o al más confiable amo—el pueblo—que, mediante su lealtad, le va a dar SIEMPRE de comer.

Que la oposición no acelere los tiempos y apueste al desgaste y liquidación definitiva de ese peronismo siempre vital y mutante, encarnado hoy en la por cierto deshonrosa y muy poco peronista variante del kirchnerismo, es comprensible pero poco justificable. Un adversario político detestado no vale la suerte del total del pueblo argentino. Tampoco vale la pacífica admonición del Papa Francisco, “Hay que cuidar a Cristina”, cuando lo que hay que cuidar es a la Argentina de los reiterados desmanes y abusos del unicato actual.

Lo que no resulta de ningún modo aceptable es que peronistas de muy arraigada tradición y desempeño dentro del peronismo, hoy vistiendo los incómodos ropajes del kirchnerismo, continúen avalando esos desmanes y abusos, ni siquiera desde un punto de vista del interés personal más egoísta y oportunista.  En ellos, diputados y senadores peronistas devenidos kirchneristas, está la solución a estos tiempos complejos y llenos de trampas. ¿Vamos a seguir un año y medio más en estas condiciones de parálisis del país o van hacer ellos algo al respecto? Encolumnarse ya detrás de un nuevo líder con más perspectivas puede resultarles una variante egoísta útil, tanto como para no terminar en el mismo exilio dorado que su actual jefa parece desear tras tanto arrebato irracional. Exilio donde, como ya se sabe, sólo hay lugar para uno, un par de ayudantes y la masa invisible e incierta que decida continuar soñando con la novela imposible.  

Con nuevo líder o sin él, una posición constructiva para que este importante lote de diputados o senadores pueda ir enderezando el rumbo de la Nación, es que los más lúcidos y leales al pueblo y a su origen peronista ayuden a la creación de una nueva mayoría en el Congreso que permita solucionar los problemas más graves y avanzar en las cuestiones de fondo. Una solución institucional que permitirá ir transitando el año y medio que falta con el máximo de plasticidad, negociación y respeto a las leyes y que contará con el apoyo del Poder Judicial, que ya se ha levantado en contra de la obediencia debida al gobierno de turno y hecho bandera de su independencia Constitucional.


Es posible adelantar los tiempos de la recuperación. Falta la renovación de una parte del Congreso, no por vía de las hoy lejanas elecciones, sino por vía de las conciencias que despierten a su deber con el pueblo que los eligió y que hoy padece las consecuencias de un unicato irracional y destructivo de toda vida nacional productiva.  

lunes, julio 14, 2014

PERONISMO: EL PROGRAMA LIBERAL, FEDERAL Y DESCENTRALIZADOR

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com) 

En el espacio amplio del Peronismo Disidente y PRO, se presentarán los únicos candidatos presidenciales con historia y/o vocación para concebir y ejecutar un programa liberal, federal y descentralizador. Siendo hasta ahora el peronismo de los años 90 el único en haber gobernado con un programa de este tipo, es hoy también el más indicado para retomar su liderazgo y, basado en la propia experiencia, ofrecer sus nuevas reflexiones. Es el peronismo también, por su profunda raigambre histórica en los sindicatos, el que debe ofrecer a éstos un nuevo y revolucionario rol dentro de  la nueva economía liberal.

Es imposible pensar en un acelerado régimen de inversiones para el crecimiento sin liberar totalmente la economía y es impensable también crear un programa de programa de rápido acceso al trabajo y a mejores condiciones de vida en educación, salud y vivienda sin la intervención activa de los sindicatos. No hay hoy modo de continuar con el régimen de subsidios y protección del Estado a esa nueva mayoría de pobres semejante a la mayoría pre-peronismo 1945, porque una economía justa y competitiva, capaz de crear riqueza para el conjunto, no puede permitirse ni déficit fiscal ni inflación. De ahí que el peronismo, siempre atento a su rol revolucionario para crear las condiciones que brinden a la vez grandeza a la Nación y felicidad al pueblo, deba ahora imaginar nuevos e igualmente revolucionarios instrumentos y compartirlos con aquellos líderes que muestren sintonía y afinidad con esta continuidad del peronismo por los nuevos carriles del Siglo XXI. El peronismo tiene tres grandes instrumentos para producir el profundo cambio que la población reclama, tras esta década de desmanejo y corrupción kirchnerista: una macroeconomía liberal, un federalismo sin medias tintas y una descentralización en la administración del Estado que además use a los sindicatos como los nuevos actores privados en defensa de los no educados, los no formados profesionalmente y, como siempre, los trabajadores.

La macroeconomía liberal no debería ser muy diferente de la aplicada por el Ministro Cavallo durante la década de los 90, con la misma convertibilidad pero esta vez con el mercado flotante que Cavallo hubiera permitido de haber durado lo suficiente en su cargo, y con una importante corrección sobre los 90: impedir por medio de una estructura fiscal federal que las malas o corruptas administraciones provinciales pesen sobre el presupuesto de la Nación, obligándolas a entrar en la misma norma liberal de no déficit fiscal—ya que nadie las va a rescatar ni emitiendo ni pesificando sus deudas- y también alentándolas a descentralizar ellas mismas, delegando en los municipios.
Si la libre circulación de productos tanto para la exportación-sin retenciones-como para la importación va a desalentar algunas industrias locales no competitivas, las soluciones no estarán nunca en manos del Estado sino en la creatividad de los empresarios para mejorar o reconvertirse y en los nuevos instrumentos de los sindicatos para contener a los trabajadores eventualmente desempleados y de las asociaciones profesionales para reencauzar las pequeñas empresas. Esto último representará una mejora importante en relación al problema más grave creado en los 90 por la abrupta reconversión de la economía, en aquel momento sin redes de protección para los trabajadores y/o los pequeños empresarios.

El federalismo viene siendo muy declamado en los últimos años pero existen pocos programas serios para implementarlo, muchos de ellos tibios por miedo a que dos siglos de centralismo no puedan barrerse por decreto. El peronismo debe sin embargo ser absolutamente revolucionario e intransigente en este punto y reclamar, como valientemente lo ha hecho el Dr. de la Sota “Que sean las provincias las que recauden y aporten a la Nación”. Una fórmula sencilla y sin confusiones, en la cual lo único que hay que pensar es qué impuestos van ser patrimonio de la Provincia y cuales—aún si originados en las provincias—van  a permanecer en manos de la Nación. Para la transición—quizá un plazo prudencial de 5 años en el cual las provincias puedan no sólo recaudar sino reconvertir sus economías y atraer inversiones para el crecimiento local—habrá que definir el rol del Banco Nación como prestamista de primera instancia y garante de un federalismo justo y viable. Los estados provinciales, a la vez, podrán extender el esquema federal a sus municipios, permitiéndoles recaudar y ejercer su propia administración, utilizando cada banco provincial como prestamista y garante. Los municipios, a su vez, pueden descentralizar en asociaciones vecinales y permitir a estas que avancen, autofinancien y controlen algunos servicios públicos esenciales de agua, luz y pavimento, de forma que el progreso vecinal quede en las ágiles manos de vecinos emprendedores, contratistas directos de las empresas proveedoras de servicios.

Un federalismo pleno va a permitir la mayor descentralización que la Argentina haya conocido o imaginado jamás, y traer por fin el desarrollo integrado del total del territorio nacional y la homogeneización de nivel de vida y recursos en el total de la población. Sin embargo, esta descentralización sólo va a trasladar a los estados provinciales y municipales el peso de los subsidios para mantener a los hoy millones de pobres sin educación ni trabajo con una dudosa sobrevida sin otro futuro que la aniquilación personal por drogas o la delincuencia.  Es aquí donde los sindicatos están llamados a hacer la más formidable tarea desde el período 45-55. No se trata ya sólo de defender más o menos bien el salario de los trabajadores, sino de empezar de nuevo la tarea del General Perón desde aquella primera Secretaría del Trabajo. No sólo las reglas del juego de la economía en la era global han cambiado sino que otra vez tenemos una masa informe de pobres con muy pocos derechos y sin dignidad. Los sindicatos deben hoy más que nunca verse como organizaciones libres del pueblo y no temer a las reglas de la economía liberal sino aprender a jugar dentro de ellas en beneficio de los trabajadores y de los excluidos del trabajo. Un modo de contener y ordenar a los millones de pobres sin trabajo ni pertenencia es crear escuelas técnicas en cada organización gremial donde jóvenes (o mayores desocupados sin educación) con la escuela primaria cumplida ingresen para cursar un secundario sintético y práctico con el aprendizaje y práctica de un oficio. El joven, al ingresar en la escuela, está automáticamente cubierto por el mismo plan de salud sindical. Los sindicatos están habilitados no sólo para armar estas escuelas técnicas sino para hacerlo a nivel nacional, por su misma organización nacional, que también los habilita para estructurar grandes servicios de salud y también grandes aseguradoras que cubran tanto la formación post-reconversión como los seguros de desempleo. Comprendiendo que algunas de las funciones de emprendimiento de los sindicatos no se rigen por otras reglas que las de los emprendimientos privados, excepto que el lucro se vuelve a reinvertir, es posible imaginar sindicatos aprovechando al máximo el aporte obligatorio de los trabajadores, y a éstos, cual accionistas de empresas privadas, vigilando las inversiones y manteniendo a raya con su participación la inevitable tentación de la corrupción.

La revolución que esta vez el peronismo va a volver a encabezar va a dejar atrás la famosa broma de los 90 acerca de “combatir el capital” ya que no sólo se va a proteger a los empresarios capitalistas—chicos y grandes--garantizándose el máximo de inversión y crecimiento por medio de una economía de mercado, sino que los mismos sindicatos, en algunos de sus más ambiciosos emprendimientos en salud y seguros, y por qué no, vivienda, pueden llegar incluso a ser empresas que coticen en bolsa y recauden por este medio más recursos. Los millones de ociosos excluidos van a tener así una oportunidad legítima de progreso y en no más de un año no debería haber varón o mujer mayor de 12 años en la Argentina que no sea estudiante registrado (en escuelas y universidades privadas, públicas, o técnicas sindicales), aprendiz, trabajador, o emprendedor.


Por medio de una macroeconomía liberal, de un federalismo a ultranza a nivel nacional, provincial y municipal, y de una descentralización que tenga en los sindicatos como los mejores agentes de la insoslayable recuperación de la juventud sin recursos y como los más fieles protectores de los intereses de los trabajadores, el peronismo va a volver a ser lo que siempre fue, un movimiento revolucionario, y sus amigos y aliados del PRO, los mejores alumnos de una historia que en setenta años supo construir dos veces la mejor Argentina posible, y también, es cierto,  perderla otras tantas por no entender la realidad a tiempo. 

martes, junio 17, 2014

EL POSTERGADO FINAL DE LA ÉPICA PERONISTA

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)

En la confusión que propios y ajenos caen al tomar al kirchnerismo como una nueva encarnación del peronismo y no como lo que es, un saqueador serial no sólo de las arcas del Estado sino de un legado histórico—el peronismo real—e institucional –el Partido Justicialista hoy congelado—conviene repasar la historia del peronismo. Tanto los jóvenes nuevos militantes que sinceramente creen estar militando en el peronismo y sólo son carne de cañón de oportunistas, ladrones y socialistas autoritarios como los antiguos “gorilas” que han visto renacer la antigua guerra superada en los 90 y los independientes ahora transformados en antiperonistas cuando sólo deberían ser antikirchneristas son víctimas del espejismo que el kircherismo montó ante sus ojos. La complicidad de muchos peronistas, más listos para la corrupción y la traición que para el servicio al pueblo y a la lealtad contibuyó a la distorsión de ese peronismo que hoy debería ser orgullo de todo los argentinos como patrimonio histórico y cultural. Repasar brevemente su historia, tantas veces interrumpida o postergada por los malos motivos, puede arrojar una inesperada luz en esta hora nacional tan oscura y contribuir a que todo el potencial peronista hoy desorganizado bajo un relato mentiroso o interesado, se ponga al servicio del resurgir de la Nación Argentina y a reencontrar la felicidad hoy perdida de su pueblo.

En los años que van del 45 al 55, el general Perón encabezó una revolución sin precedentes en América Latina elevando a la clase asalariada y a los más humildes a una nueva conciencia de sí mismos, otorgándoles nuevos derechos y un nuevo poder, basado en la igualmente nueva responsabilidad política de los sindicatos. Dicha revolución tendría como efecto duradero el ingreso de las grandes mayorías a la clase media y, gracias a un trabajo asalariado revalorizado y a una activa participación de Estado en promover a los hasta ese momento postergados, un acceso irrestricto a la educación, la salud y la vivienda. La revolución peronista tuvo desde luego sus enemigos, principalmente en los sectores liberales—que demorarían casi veinte años en comprender esta revolución de modales autoritarios y antipáticos al espíritu liberal pero que les sacó de encima y en forma duradera la amenaza del comunismo—y en el antiguamente popular Partido Radical que se vio desplazado de la escena por un Partido Peronista mucho más activo y hábil para lograr lo que el Partido Radical no pudo lograr antes, la inclusión total de la mayoría más postergada, la de los “cabecitas negras”, que nunca preocupó mucho a los radicales blancos de la inmigración y las grandes urbes.

Después de 18 años intentando proscribir o suprimir al peronismo, los liberales y los nacionalistas de las fuerzas armadas, con la anuencia radical, abandonaron su antiperonismo en pos de un interés superior, lograr una gobernabilidad duradera en la Argentina y convocaron a Perón en su exilio español, intentando terminar así la guerra antiperonista. El Tte. Gral Perón—ya con su grado militar devuelto—fue el encargado de reorganizar la vida democrática, en medio de una nueva guerra en la cual formaciones guerrilleras—antes alentadas por el mismo Perón en defensa del peronismo proscripto—se negaron a deponer las armas. El famoso “Dentro de la ley todo, fuera de la ley nada,” pronunciado en 1973 que formalmente terminó la etapa de la lucha revolucionaria y de la toma del poder, fue desoído por las guerrillas, y muy notablemente por Montoneros, la guerrilla que se decía a sí misma peronista y sin embargo desobedecía a Perón y lo desafiaba con acciones como el asesinato de José Rucci, el dirigente sindical más apreciado por Perón.

Son estas guerrillas, ya no peronistas sino abiertamente socialistas, las que finalmente dan el pretexto para el golpe militar tras la muerte de Perón en 1974 y la asunción como presidenta de su viuda María Estela Martínez de Perón—Isabel—quien a pesar de seguir al pie de la letra los lineamientos de su marido, poco pudo hacer para conservar el poder por sí misma y erradicar sectores violentos dentro del propio movimiento peronista enfrentados a las guerrillas, como la Triple A, que sumó al terrorismo de izquierda el terrorismo de derecha. Vicepresidenta en una fórmula elegida democráticamente, fue también la víctima del golpe militar, y soportó años de cárcel en muy difíciles condiciones emocionales, mientras el país entero asistía al aplastamiento de las guerrillas desde un Estado militarizado y violador sistemático de los derechos y libertades individuales, y que llegó a asesinar y masacrar a miles de personas.

En esos años el peronismo fue dos veces víctima: en sus numerosos militantes asociados directa o indirectamente con antiguos peronistas ahora parte de las guerrillas socialistas y en su pertenencia al Partido Peronista institucionalizado y sin embargo también derrocado en su gobierno democrático. Al final de la dictadura militar, con Isabel Perón libre y retirada de la política, el Partido Peronista, ahora Partido Justicialista, otra vez institucionalizado y con la participación democrática de todas las líneas internas en el Consejo Nacional se presentó a elecciones con Italo Luder—un peronista moderado, institucionalista, republicano y abierto a una economía liberal—quien perdió las elecciones a manos del radical Raúl Alfonsín, un socialdemócrata más afín a la reivindicación “progresista” que la mayoría de los argentinos prefirió después de la larga dictadura militar y de los intentos fallidos, simultáneos a la eliminación de las guerrillas socialistas, de instaurar una economía de tipo liberal (época Martínez de Hoz).

Durante el período—en aquellos tiempos de seis años—presidencial alfonsinista, el peronismo coexistió pacíficamente, oponiéndose o aliándose según fuesen las políticas propuestas, en un ir y venir de naturales enfrentamientos democráticos tanto en el Congreso como por medio de las protestas sindicales. El Partido Justicialista continuó institucionalizado, llevando su vida democrática sin interferencias y realizando en 1988 una interna donde dirimir posiciones, la socialdemócrata encabezada por Antonio Cafiero y la peronista movimientista de Carlos Menem, que ganó ampliamente la nominación presidencial.

Ya como presidente (en elecciones anticipadas por la hiperinflación conseguida por las malas políticas económicas de Raúl Alfonsín) y en la nueva era de la globalización inaugurada a partir de la caída de la Unión Soviética, Menem volvió a cerrar un nuevo capítulo de los enfrentamientos del peronismo, haciendo las paces con los antiguos enemigos liberales y enmarcando a la Argentina dentro de la gran alianza mundial capitalista y modernizadora con Estados Unidos a la cabeza, con Domingo Cavallo en la Cancillería primero y como ministro de Economía luego a cargo de la modernización económica de la Argentina. Menem ganó una segunda reelección después de una reforma de la Constitución en 1994, consensuada con Raúl Alfonsín, jefe de la oposición, y después de un intento de crear una nueva reforma para la reelección, que el Partido Justicialista, siempre democrático e institucionalizado no le permitió, entregó el poder a quien ganó las elecciones de 1999, Fernando de la Rua, un radical liberal, quien se impuso al candidato peronista, Eduardo Duhalde. Éste, quien a pesar de haber sido vicepresidente de Carlos Menem, y conseguido en las internas del partido en la Pcia. de Buenos Aires la aplastante mayoría que le dio la nominación, siempre se demarcó del peronismo liberal para defender la idea de un peronismo estatista y menos amigo del libre mercado.

Fernando de la Rua no pudo completar su mandato por sostener, justamente, una política liberal en condiciones de mercado muy difíciles y desfavorables para la Argentina, en las cuales su ministro de Economía—el Domingo Cavallo exitoso durante la primera época de Menem—no pudo resolver a tiempo la extrema deuda en dólares de las provincias y empresas privadas ni encontrar el apoyo político necesario en la oposición interna radical y en la peronista, ambas enemigas de la política económica liberal. Aliados, Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín dan el golpe institucional de fin de 2001-comienzo de 2002, y la Argentina pierde no sólo su gobierno democrático sino su política económica liberal.

El Partido Justicialista nunca más volvería a tener hasta la fecha, Junio de 2014, una vida institucional y democrática. Desde la autoformulación de Duhalde como candidato en 2002, tras el golpe institucional, pasando por la elección a dedo de Kirchner como candidato, y la elección de éste, también a dedo, de su mujer como candidata a presidente, y la autoelección de ésta como candidata a una segunda presidencia, nunca los afiliados pudieron elegir a los candidatos de su preferencia ni mucho menos a la política económica que mejor defendería los objetivos tradicionales del peronismo.
Por eso, a partir del golpe dado en 2001, es injusto achacar al peronismo conductas o ideas que sólo pertenecen a las personas que saquearon para su propio usufructo el Partido Justicialista y por eso los peronistas que no han formado parte de este saqueo ni lo han acompañado o consentido se sienten injustamente atacados en la opinión pública toda vez que se pretende hacer del peronismo un único bloque confundiendo a unos con otros, en un claro resabio del antiperonismo del pasado.

Si en el peronismo del pasado, el peronismo era sólo uno, en el peronismo de la última década larga—a partir del golpe institucional de 2001—coexisten un peronismo legítimo, el peronismo republicano, institucionalista y democrático, y un peronismo ilegítimo (nunca elegido en elecciones internas por afiliados en padrón actualizado), autoritario (las decisiones concentradas en una sola persona, sin respeto por las leyes) y antidemocrático (el PJ usurpado por estas personas que se describen además como herederas de Montoneros, ejecutan una política económica de corte socialdemócrata en el mejor de los casos—como Duhalde—y abiertamente estatistas con tendencias socialistas en el caso del kirchnerismo. Mientras el peronismo legítimo está en el llano y sin partido, un grupo de personas al servicio de sí mismas ha saqueado la herencia histórica de Perón, llamándose a si mismos peronistas cuando deberían llamarse kirchneristas y militar en el Frente para la Victoria, esa agrupación desde la cual despreciaron por un tiempo al Partido Justicialista, hasta que se dieron cuenta del peligro que corrían si éste se democratizaba. También despreciando al mismo General Perón, cuyos restos sin escolta ni protección del Gobierno kirchnerista fue trasladado, en medio de una turba irrespetuosa y alcoholizada, desde la Chacarita hasta San Vicente—una idea de Duhalde.

El peronismo, en tanto movimiento explícitamente institucionalizado por Perón en 1973 en un Partido Justicialista que debería alternar con el Partido Radical—a partir de allí el adversario y no el enemigo—en la competición por la administración del Estado Argentino, fue interrumpido a fines del 2001 con el golpe institucional, con la misma certera eficiencia con que los militares lo proscribieron en 1955 . Desde entonces hasta ahora, el peronismo exiliado del Partido Justicialista usurpado ha buscado su lugar en la opinión pública, como Peronismo Disidente, y también en todas las contiendas electorales desde 2003 en adelante. Su historia, lejos de haber terminado, debe aún encontrar su final.

La gesta revolucionaria de 1945 terminó en 1974, con la institucionalización del Partido Justicialista, aunque haya muchos que en la última década hayan preferido ignorar esta realidad y, usurpando y congelando el Partido Justicialista, imaginen y promuevan una gesta inconclusa, esa que debería instalar el socialismo en la Argentina derrotando al peronismo que simulan encarnar.

Mientras el kirchnerismo disfrazado de peronismo siga ocupando no sólo el gobierno sino el PJ, el peronismo real estará en otra parte, esperando el capítulo final que lo encontrará, otra vez y esperemos que para siempre, dueño de su propio partido y continuador del legado histórico e institucional perdido a manos de los oportunistas y, sobre todo, de los traidores a ese legado. Para el peronismo hoy no existe otra épica legítima que la del regreso a la normalidad democrática y, con ella, a su apego a las libertades. Entre ellas, la libertad de elegir entre políticas económicas tan disímiles como la socialdemocracia y el liberalismo, una discusión aún no zanjada por elecciones internas democráticas y necesaria para la resolución del destino nacional.

miércoles, junio 04, 2014

CÓMO LEER EL ESPACIO ELECTORAL

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)

Cómo señaláramos en notas anteriores, EL POLO ELECTORAL DE LA LIBERTAD y EL PJ OFICIALISTA Y EL PJ DISIDENTE, los dos grandes campos ideológicos en que se va a dividir la próxima elección presidencial son el socialdemócrata y el liberal. Mirar el espacio electoral desde el prisma estrecho de peronismo- antiperonismo, tomando al kirchnerismo como expresión del peronismo, de poco sirve a la hora de entender la realidad argentina de las últimas tres décadas de democracia y oscurece, además, lo que debería ser una clara visión de las opciones argentinas de cara al futuro.

Si bien las socialdemocracias modernas juegan dentro de una relativa libertad de mercado—porque no les queda más remedio, más que por convicción—continúan poniendo el acento en la responsabilidad del Estado como solucionador de problemas sociales más que como supervisor de la eficiencia de la actividad privada. El liberalismo, por su parte, pone el acento en las libertades económicas y, sólo en esta  última etapa globalizadora, ha comenzado a desarrollar opciones más amplias para alentar la actividad privada social, de modo de acompañar convenientemente los procesos de crecimiento.

Tanto la socialdemocracia como el liberalismo son republicanos y, en principio, respetuosos de las instituciones y de la Constitución, por lo tanto, imposibles de diferenciar en este aspecto. Es entonces en la organización de la economía que hay que trazar la línea divisoria y comprender por qué una libertad total de mercados sumada a una nueva creatividad en el campo de la actividad social privada—sindicatos, cooperativas y organizaciones libres del pueblo—va a resultar no sólo en un crecimiento económico superior sino en la oportunidad de volver a levantar el nivel de las clases medias y trabajadoras a niveles muy superiores a cualquier experiencia argentina reciente.

En el campo socialdemócrata se encuentran los radicales y todo el Frente Amplio-UNEN, con los diversos socialismos y desprendimientos radicales, y también, ideológicamente, los restos del duhaldismo y de aquel kirchnerismo inicial---que tan bien se llevaba con sus aliados radicales—antes de entrar en su fase chavista autocrática y 100% estatista. En el campo liberal se encuentra el peronismo noventista—luego peronismo disidente inhabilitado para competir en el PJ—y, desde luego, los partidos liberales, incluyendo el ala mayoritaria liberal del PRO—que supera ampliamente al ala socialdemócrata de los pro-UNEN y pro-radicalismo.  Esta sola descripción marca la claridad actual del campo socialdemócrata y la falta de trabajo ideológico actualizado y de definición final del espacio liberal. Una definición necesaria para competir electoralmente con éxito.

 La dificultad para lograr esta definición reside en la imperfecta ubicación del peronismo, de hecho dividido y con liderazgos que no siempre trabajan para una formación valiente y luchadora del espacio liberal, atravesados por las dudas que aún les inspiran los años noventa y su terminación posterior al final del gobierno de de la Rua y por un fracaso que erróneamente se atribuyó al principal ideólogo económico de esa larga época, Domingo Cavallo, y a sus ideas totalmente liberales. El oportuno libro del Dr. Cavallo “Camino a la estabilidad”, publicado en estos días, seguramente hará rever a unos y otros muchos prejuicios e interpretaciones erróneas de la época. Baste aquí con decir que sostenemos que en los años 90 y hasta la destitución de de la Rua por el golpe institucional de Duhalde y Alfonsín---dos socialdemócratas, uno peronista y otro radical—la orientación de la organización económica era la correcta, si bien faltó mucho por hacerse en el campo del federalismo y de la reformulación de las actividad social privada de sindicatos, cooperativas y organizaciones libres.

El desbarajuste totalitario del kirchnerismo ha pisado el archivo de la memoria anterior, el de esa feroz confrontación de socialdemocracia orientada a un Estado protector y del liberalismo orientado al crecimiento y a la modernización. Confrontación que continúa sumergida y sin revisar en la opinión pública. Esa vieja lucha es la hoy hay que rever si queremos entender qué es lo que perdimos durante esta década duhaldo-kirchnerista, qué es lo que hubiéramos ganado de persistir en el camino de los años noventa y qué podemos exigir y elegir hoy, con total conciencia de lo vivido y haciéndonos cargo de nuestra elección, responsablemente.

Este espacio liberal sólo podrá organizarse desde la suma de conciencias ciudadanas individuales—las que se avengan a hacer el proceso de revisión necesario después de tantas mentiras, versos y relatos interesados—y desde líderes que proclamen con claridad su visión y expliquen, dentro de este marco de referencia que enfrenta a dos republicanismos democráticos e institucionalistas, cuál es exactamente su visión de la organización económica.

En este espacio liberal revistan en pie de igualdad conceptual y jerarquía como gobernadores, Mauricio Macri por el PRO y José Manuel de la Sota, por el Peronismo Disidente---ambos antikirchneristas de la primera hora y defensores del federalismo y de la organización económica que otorga total libertad a la iniciativa y actividad privadas. José Manuel de la Sota debe además ser recordado como el introductor de Domingo Cavallo y la Fundación Mediterránea en el peronismo y un activo crítico de la socialdemocracia duhaldista que prefirió entregar la candidatura a dedo y el poder a los Kirchner, más que a un candidato peronista liberal, con los resultados que están a la vista. Otro gobernador, Daniel Scioli, y un ex intendente, hoy diputado, Sergio Massa, parecen hoy defender más bien una organización liberal, pero han sostenido sin problemas al kirchnerismo durante todo el tiempo que sus ambiciones personales se vieron beneficiadas. Nunca es tarde cuando la dicha es buena y es seguro que la discusión nacional entre socialdemocracia y liberalismo los alcanzará también a ellos y los obligará a definirse.
Por de pronto, esta discusión que hoy se plantea sólo en los más altos círculos políticos y no ha bajado aún a la opinión pública,  ya alcanzó a Duhalde, al cual le gusta ahora decir que socialdemócratas son los otros, los radicales y no él (o Lavagna) sin que se haya atrevido a decir todavía que se ha convertido al peronismo liberal. ¡Ojalá lo hubiera sido en 1999 y llegado a la presidencia en la alianza tantas veces propuesta por Cavallo, de modo de continuar los noventa y mejorarlos! Ese hombre que tuvo que viajar para darse cuenta después de su terrible presidencia cómo era el mundo y cuanto mal le hicieron al país su corralón, la pesificación y la devaluación. El que muchos creen un gran piloto de tormentas, y como bien suele rematar Jorge Asís, ¡de las tormentas autogeneradas!


El peronismo es por cierto la pieza que hay que terminar de ubicar en el espacio electoral, pero no del modo habitual—ese que hace imaginar una alianza de UNEN y el PRO para derrotar al “peronismo”, confundiendo interesadamente kirchnerismo con peronismo—sino ubicando a los actores peronistas en los casilleros correctos.  Unos son kirchneristas, los otros socialdemócratas y una gran mayoría hoy invisible y sin liderazgo, liberal. Liberal a la manera peronista, claro está, en ese camino a la modernidad emprendido en los años noventa, aún no retomado y, mucho menos, terminado.

viernes, mayo 09, 2014

EL PJ OFICIALISTA Y EL PJ DISIDENTE

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)


Este último jueves, en las vísperas de un nueva reafirmación oficialista de ocupación ilegal del PJ, se oían en los reportajes televisivos interesantes voces anticipando el 2015, Elisa Carrió dejando ver por detrás de su coqueto y falso misterio que finalmente va a aliarse con quien sea que le asegure una mayoría frente al PJ oficialista y cualquier otro PJ alternativo; Mauricio Macri firme en su construcción de una fuerza autónoma abierta a los desamparados por otros partidos; José Manuel de la Sota—sin duda el más inteligente y moderno de todos los gobernadores peronistas—trazando una línea divisoria con el Partido Justicialista oficialista y marcando con razón que el peronismo está en otro lado. Pero fue Gabriela Michetti quien en “Contenido Político” reveló con claridad la estrategia macrista: no se trata de que el PRO vaya a aliarse con UNEN sino que más bien, avanzado el 2015, habrá que patear el tablero y crear una “Concertación” a la chilena entre los semejantes—es decir, para Michetti, el PRO y los radicales más liberales como Carrió, purgados de la izquierda. El bipartidismo soñado por todos pero con dos nuevos partidos: los restos socialistas y radicales y peronistas no liberales abandonados a un UNEN amputado y representativo de la centroizquierda y el PRO ampliado con el radicalismo de la Coalición Cívica y sus aliados radicales. Entre ambos, captando todos los votos antikirchneristas, por izquierda y por derecha, y borrando del mapa—ese es el sueño, a los dos partidos tradicionales, el peronista y el radical. Esta es una historia posible, y los radicales se defenderán solitos, pero aquí nos parece un poco prematuro enterrar al peronismo, como si el peronismo fuera sólo el PJ kirchnerista y el peronismo voluntarista de Mazza.

 En ese tablero imaginado con tanto entusiasmo por la Senadora Michetti, no se contabiliza el propio derrotero interno del peronismo y su instrumento electoral ocupado autoritariamente por el kirchnerismo—sin renovación del padrón, sin afiliación, y sin internas libres. El peronismo tiene su impulso y su propia lógica, y, lejos de haber encallado con el falso peronismo del kirchnerismo, recién está comenzando su nuevo viaje. Allí hacia donde su propia historia institucional lo empuja, allí hacia donde su propia esencia de representación de las mayorías del trabajo—la del capital, la de los asalariados y la de los excluidos del trabajo—lo reclaman en una versión eficaz y actualizada.

Es en este sentido que debe darse la mayor atención a un gobernador como de la Sota, quien junto a otros opositores al kirchnerismo hoy fuera del PJ institucional, entre otros el sobredimensionado Massa,  puede ayudar a incluir en el tablero electoral a la hoy perdida fuerza del Peronismo Disidente. El por qué se dejó de usar esa tan certera denominación que ganó las elecciones al mismo Kirchner en el 2008 sólo se explica por la lectura errónea de los movimientos  políticos profundos y la interpretación de estos movimientos como meros movimientos personalistas. Una lectura realista y profunda del Peronismo Disidente lo interpreta como la enérgica reacción del peronismo real a la usurpación de su partido por fuerzas izquierdistas ya expulsadas por el mismo Perón aún en vida, a la distorsión de su doctrina, al atraso en la modernización de la administración del Estado y de la economía general, y por sobre todas las cosas, al robo de la vida democrática del partido, impidiendo sistemáticamente toda confrontación interna con el partido de gobierno.

El PJ Disidente expresa una fuerza política con un reservorio enorme hoy sin representación ni participación. Es verdad que Macri ha ofrecido un techo amigo en el PRO, pero también es verdad que el mismo Macri va a precisar un aliado más fuerte, si quiere no sólo predominar, sino gobernar con éxito. Desde ya, no va a inventar él a ese aliado—tampoco inventó a Elisa Carrió, por caso. Es por lo tanto muy importante que se recupere el espacio de Peronismo Disidente, con ese nombre que tan claramente identificó al peronismo real, opuesto a la fuerza de ocupación kirchnerista y que este espacio quede dibujado con precisión en el espacio político público, de modo de ofrecer a la ciudadanía una referencia genuina de representatividad del peronismo y una nítida fuerza opositora más, la que sin dudas va a pelear con más intensidad contra el kirchnerismo para defender su propio espacio hoy robado, una fuerza organizada y lista para entrar en alianzas que potencien una idea de país moderno.


Hablábamos hace unos días del polo electoral de la libertad y del lugar que el peronismo tiene ganado dentro de este espacio, por haber sido el partido que en los 90 comenzó con éxito el proceso de modernización de la Argentina interrumpido luego por la alianza de las fuerzas retrógradas del radicalismo y del mismo peronismo reactivo a la modernidad que, luego de Duhalde, se expresaría con los Kirchner, en la peor de sus variantes, la izquierdista. Se trata hoy de meditar acerca del instrumento organizativo del Peronismo Disidente, de la recuperación de su nombre y de su espacio, con miras ya no a crear nuevos partidos o emigrar a otros sino a volver a ser dueños del PJ hoy usurpado. Crear nuevos partidos puede sonar a renovación y emigrar a otros a un consuelo, pero nuestro país ha sido agotado por las renovaciones y los experimentos. Quizá convenga hoy meditar acerca de la vía más tradicional de recuperar en el futuro los dos grandes partidos históricos y devolverles su antigua vida democrática libre e intensa, en la cual la multitud de pequeñas formaciones políticas hoy desgranadas de esos dos troncos madres puedan competir, confrontar y representar auténticamente a los ciudadanos, a sus nuevas necesidades, aspiraciones y tendencias.  

viernes, mayo 02, 2014

EL POLO ELECTORAL DE LA LIBERTAD

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)

Hay un hueco electoral del cual no se habla, al cual no se explora ni en los medios ni en la opinión pública: el de un polo de la libertad, opuesto tanto al kirchnerismo por su centralismo, autoritarismo y falta de republicanismo e institucionalidad como al Frente Amplio que comparte muchas de la mismas ideas socialdemócratas del kirchnerismo. Hace falta recordar que el radicalismo, Pino Solanas y otros fueron socios electorales del kirchnerismo en sus comienzos para advertir que una polarización Frente Amplio-kirchnerismo va a traer pocas novedades al escenario político. Más república tal vez,  pero la Argentina precisa una revolución en su sistema de crear y repartir riqueza, que ninguna socialdemocracia, aún la más moderna, está en condiciones de producir. La polarización entre kirchnerismo y todo el arco opositor pretende resolver un problema en realidad ya resuelto de antemano, ya que todos los opositores son republicanos e institucionalistas. La polarización a buscar, entonces, es aquella que permita al electorado optar por un modelo de país socialdemócrata o un modelo capitalista de avanzada, que prolongue, corrija y supere al modelo capitalista de los años 90.

La clase política y la clase dirigente empresarial, sindical, e intelectual argentinas corren, como es habitual, por detrás de los acontecimientos y no prevén ni proponen nada más allá del listado de problemas pendientes y soluciones voluntaristas a menudo ampliamente imprecisas. Lejos de hacerse cargo de la realidad de que un país debe ser gobernado por una élite capacitada para hacerlo, no terminan de asumir ese rol de élite. Así, evitan la capacitación sistemática, no juntan fondos para institutos de investigación de políticas públicas y prefieren dejar la conducción de los temas a debatir a la opinión pública o a quien ocupa transitoriamente la administración de Estado cómo si éste fuera el único responsable. Rara vez avanzan al paso en que como élite deberían avanzar, formulando una visión coherente y avanzada del país, estudiando problemas y soluciones,  y sometiendo un análisis detallado y planes consistentes a la opinión pública. La falta de profesionalismo de los dirigentes en el estudio de la gestión pública es lo que los ciudadanos definen, y con razón, como una deplorable clase política, muy por debajo del nivel de otros colectivos profesionales locales. Esta falta de profesionalismo no se limita a la gestión sino que además se extiende a la concepción de la política en general y a la percepción de cuales son los canales adecuados para la representatividad de ideas e intereses de los ciudadanos, de forma de liberar todas las energías de la comunidad en un conjunto armonioso y convenientemente competitivo.

En estos días, cuando por la gravedad de la situación argentina algún progreso ha debido hacerse, y los radicales y diversas corrientes socialistas y socialdemócratas se han unido en el Frente Amplio para competir en el aún lejanísimo 2015 contra el kirchnerismo, las alternativas sometidas a la opinión pública por las poco ambiciosas y aún menos esclarecidas dirigencias se limitan a dos: lograr que el PRO de Mauricio Macri adhiera al Frente Amplio con la antigua fantasía gorila de derrotar “para siempre” ya no al kirchnerismo sino al peronismo en su totalidad, o, toda vez que el PRO se muestra reacio a dicha alianza,  debilitar a ese dubitativo PRO dibujándolo como el antagonista elegido y negociado del kirchnerismo y asimilándolo a éste en lo peor de sus políticas personalistas. El mismo PRO hace poco, por el momento, para definir sus límites, y juega a veces ideológicamente en el mismo frente socialdemócrata, tal vez convencido de que los votantes odian el capitalismo, el libre mercado y el rol económico reducido al mínimo posible en el Estado.

Los argentinos de a pie no tienen por qué estudiar por ellos mismo las soluciones a tantos problemas acumulados y, en sus frecuentes y justificadas quejas acerca de las dirigencias políticas, empresariales, sindicales, e intelectuales—es decir, las designadas para formular y atender los problemas comunitarios y diseñar políticas—olvidan dar precisión a la queja y no exigen a sus dirigentes un proyecto de país coherente. Después del nunca bien explicado final (y mucho menos colectivamente asumido) de los años 90, una gran parte de la opinión pública ha permanecido, en efecto, refractaria al capitalismo globalista y por esto, la mayor parte de la dirigencia política—salvo  honrosas excepciones—ha preferido seguir la cómoda corriente de la opinión pública en vez de someter a ésta a un proceso de discriminación y aprendizaje.

Con estos  antecedentes, es comprensible que no se advierta la pobreza de enfrentar al kirchnerismo con una masiva coalición de todos lo que no son ni kirchnerismo ni peronismo, transformando la próxima elección en un apuesta entre una socialdemocracia derrotada por su falta de institucionalidad y suficiente república,  y una socialdemocracia republicana.  La pobreza conceptual de esta propuesta está basada en el temor de no ser lo suficientemente fuertes y en la carencia de una suficiente confianza en que, frente a una alternativa de opciones claras y coherentes, los argentinos sabrán votar en libertad lo que les conviene. El movimiento correcto para aniquilar para siempre tentativas totalitarias, corruptas, retardatarias e ineficientes como el kirchnerismo, es así el de una certera pinza con un brazo socialdemócrata—el actual Frente Amplio—y un brazo peronista-liberal o liberal peronista, formado por el PRO y todos los peronismos no kirchneristas ni socialdemócratas. La fantasía de que el kirchnerismo podría a esta altura predominar en un escenario de primera vuelta con tres formaciones es sólo eso, una fantasía. En todo caso, la elección tendría una riqueza aún mayor que la que se percibe con las estrategias planteadas hasta la fecha, introduciendo en la opinión pública el tema de fondo.¿Seguirán los argentinos afirmados en su anticuada idea de un Estado hiperactivo o decidirán dar el salto a una sociedad libre en la cual las iniciativas privadas (en las cuales hay que incluir los nuevos, importantes significativos roles de sindicatos y cooperativas entendidos como organizaciones libres del pueblo) tengan el liderazgo del crecimiento? Este es el tema que, en definitiva, permitió el asentamiento del duhaldismo primero y el kirchnerismo después y el tema que se sigue soslayando en la discusión pública, quizá porque tanto el duhaldismo como el kirchnerismo tuvieron demasiados cómplices en todas las dirigencias y demasiados ciegos y golpeados en la opinión pública como para ver la realidad con claridad.

Un polo electoral por la libertad, opuesto a ambos polos socialdemócratas—el kirchnerista y el del Frente Amplio—podría avanzar el pensamiento político de los argentinos a gran velocidad y quizá evitar que en las próximas elecciones se elija otra vez perder diez años en vez de acelerar el paso hacia la Argentina moderna que nunca debimos perder.

Y en cuanto a la vieja fantasía de derrotar al peronismo, ¿por qué derrotar a quien tiene el empuje y la trayectoria política cumplida vía menemismo y cavallismo para avanzar hacia una sociedad libre? Habría que darse cuenta, entre tantas otras actualizaciones, que muchos de los antiguos gorilas liberales se han transformado en gorilas socialdemócratas—mirar un poquito el diario La Nación—y que los verdaderos liberales están allí donde nadie se atreve a descubrirlos. Donde el trabajo y el capital buscan desesperadamente quien los represente, aunque no sepan pedirlo con todas las letras ni con el coraje necesario.

domingo, abril 13, 2014

QUINCE AÑOS SIN PERONISMO

 (publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)
            
La inmensa falta de calidad de la mayoría de los dirigentes argentinos tiene un origen, y éste es la falta de competencia desde la misma base partidaria. Los dirigentes que en los últimos quince años han actuado en nombre del peronismo no han sido el producto de un partido institucionalizado con un padrón de afiliados actualizados y activos sino el producto de componendas de cúpulas sin elecciones internas y con un partido paralizado con la complicidad de la Justicia Electoral.

 De los muchos puntos de vista con que argentinos y extranjeros observan el peronismo, hay uno poco utilizado: el que se planta en primer término frente a esa realidad institucional del partido político que históricamente representa al peronismo, el Partido Justicialista. Si con honestidad intelectual se aceptara que es esta falta de institucionalidad la que ha sometido al país a una seguidilla de incompetentes presidentes, desde el Duhalde llegado por un golpe institucional a los dos Kirchner con sus sucesivos mandatos, se vería que lo que habitualmente en la última década se atribuye a un defecto original e imperdonable del peronismo—el abuso de poder, el estatismo y el ataque al libre mercado y a la actividad y libertad privadas—debería atribuirse a los fragmentos de una dirigencia congelada en un peronismo ortodoxo, cuando no izquierdista que ha pretendido, ante propios y ajenos, pasar por un todo. Un todo que nunca fue tal, ya que nunca fue generado desde las bases, como corresponde en un sistema democrático, por esa misma parálisis institucional partidaria.

Para los no peronistas, esto podría representar una cierta ventaja en tanto destruye de algún modo a un movimiento tradicionalmente mayoritario, dejándolo sin representación auténtica, pero con la contrapartida de que quita de una competencia genuina a esa misma mayoría, obligada a consentir primero y eventualmente traicionar los apoyos circunstanciales que pudiese dar a otros partidos. Es decir, la falta de institucionalidad del Partido Justicialista ofrece a la oposición sólo ventajas transitorias, que durarán exclusivamente mientras esa oposición sea cómplice activa de la inacción judicial frente a toda cooptación y parálisis de aquel partido, o sea cómplice de la misma mentira por la cual los votantes terminarán rechazándolos, hartos de tanta hipocresía y desgastados por la desilusión de no ser nunca cabalmente representados.

  Por otra parte, la total destrucción del sistema de partidos políticos a partir del golpe institucional duhaldo-alfonsinista al radical Fernando de la Rua  a fines de 2001 ha mal acostumbrado a analistas y observadores a los fragmentos de esa ruptura como si la actividad política desplegada por cada uno de estos fragmentos indicase un automático nivel de representatividad. Las primarias simultáneas y obligatorias han contribuido a esa ilusión de representatividad democrática, sin advertir la anomalía de partidos desestructurados, sin padrón actualizado y con la consiguiente ausencia de participación de los afiliados en la primera selección de cada partido. La proliferación de pequeños partidos en las elecciones provinciales y municipales suma además una nueva consecuencia negativa a la ya cuestionable representatividad.

Por lo tanto, antes de opinar sobre el peronismo conviene reformular el problema de base: los peronistas deficientes, corruptos o incapaces de los últimos quince años han sido elegidos en primer término por ellos mismos después de haber destrozado y usurpado el Partido Justicialista con la complicidad de la Justicia electoral.  Que luego hayan sido convalidados por los ciudadanos con un voto poco militante y menos convencido en aras de asegurar poder a quien se percibía con más peso y, por lo tanto, con más chances de estabilidad, no hace la elección más legítima sino aún más patética y mentirosa. ¿Qué argentino en su sano juicio hubiera otorgado la presidencia, no una sino dos veces, a una mediocre senadora sin la menor experiencia de gestión—¡ni siquiera en una actividad privada menor, ya no en el Estado!—y totalmente dependiente de su marido? El electorado ha pasado de tolerar una dictadura militar a tolerar una dictadura sin partidos en pleno funcionamiento, como si el interregno de 1983 a 2002, con una democracia legítima y dos grandes partidos bien definidos, amén de otros partidos aspirantes, hubiera representado una ilusión y no la realidad política a la cual se debe aspirar y la que se debe exigir cuando alguien la distorsiona.

Que los argentinos estemos en 2014 en circunstancias trágicas, donde ya no sólo la moneda sino la vida no valen nada y donde todo es incierto, salvo el inmenso fracaso en que estamos inmersos, no tiene otra causa que la inexistencia, a partir de 2002, de un sólido sistema de partidos en el cual los dirigentes compitan con sus personalidades, antecedentes e ideas, y los afiliados primero y los ciudadanos independientes después vayan escuchando, filtrando y eligiendo a sus legítimos representantes. Si faltan ideas y programas en la política argentina, es porque falta esa primera energía de la participación y la competencia dentro de los mismos partidos y sus institutos y fundaciones de investigación afines. Refiriéndonos específicamente al peronismo, es totalmente estéril que el periodismo y la opinión pública arrastrada por éste, se dediquen hoy a debatir acerca de tal o cual candidato, cuando la zaranda realista del partido librado a sus propias energías y fuerzas internas—la de sus afiliados—está paralizada y desde hace quince años. Una o muchas encuestas no sustituyen ni el debate ni las internas partidarias: sólo reflejan más de la misma oscuridad y confusión en el público, condenado a apoyar tal o cual candidato por su cara o la imagen que vende a traves de los medios, apoyo irracional y suicida si los hay.

Si miramos al peronismo desde este punto de vista, entonces, podemos retroceder al año 1999—último año del peronismo institucionalizado y democrático—y  volver a mirar las dos grandes líneas que competían en aquel momento, la del peronismo liberal expresado por Carlos Menem y la del peronismo anti-libre mercado y estatista de Eduardo Duhalde.  Esas dos líneas son las que hoy continúan compitiendo en la realidad, pero no de modo racional y explícito, como deberían, para poder formar la opinión pública de afiliados, simpatizantes e independientes, ofreciendo por medio de auténticas internas partidarias la ocasión de debatir y aprender. 

El candidato beneficiario de esta interna irresuelta es obviamente Mauricio Macri, quien hubiera tenido su lugar más genuino dentro de las internas de un Partido Justicialista institucionalizado como el candidato aspirante a liderar el peronismo liberal. Que hoy su discurso político sea un engendro que intenta justificar bajo el paraguas de “lo nuevo” políticas que pueden ser tan socialdemócratas-por lo tanto, básicamente pertenecientes al Partido Radical y aliados—como liberales para atraer a ese peronismo oscurecido por la reciente historia de los usurpadores del Partido Justicialista, no parece ser una gran ganancia para la salud política de la nación. La ganancia real estaría en rescatar del barro ese diamante olvidado: las ideas actualizadas que el peronismo institucionalizado de los años 90 ofreció a la Argentina, concretando su modernización. Un diamante que aún necesita pulir muchas de sus facetas, en especial las que se refieren al modernizado rol que los sindicatos, sociedades cooperativas y libres organizaciones del pueblo, deben jugar en una comunidad moderna, libre y abierta a la creatividad de todos. Sin un marco institucional, sin competencia y sin debate, el peronismo nunca podrá repensarse a sí mismo y seguiremos viendo dirigentes sin formación, improvisados, voluntaristas sin el adecuado profesionalismo y experiencia jugando en el escenario político con una camiseta robada y nunca honrada.

Como siempre, la realidad es la única verdad—lo haya dicho Aristóteles y repetido como mantra tanto Ayn Rand como Perón—y la verdad es que hace quince años que no tenemos peronismo en el gobierno, aunque creamos que sí, y que ese peronismo es lo peor que le pasó a la Argentina. Si estos quince años hubieran sido peronistas, esta última realidad sería también una verdad. Es sólo que no lo fueron, justamente.