martes, diciembre 17, 2013

¿EL REGRESO DEL ALCA?


(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)

Es una pregunta con una respuesta abierta.
Recomendamos el excelente artículo de Andrés Oppenheimer publicado en La Nación:

El plan de Kerry para América Latina

y recordamos mis múltiples notas publicadas en The Continental Blog y otros medios, hoy reunidas en dos libros: La América Grande. Notas para una política continentalista y The Americas Dream. Essays on Continentalism. (disponibles en Amazon.com) que resaltan la importancia de concretar una unión comercial y política de las Américas con Estados Unidos y Canadá incluidos.

Si el kirchnerismo destruyó la posibilidad de un acuerdo continental con los Estados Unidos, con el organizado maltrato a George W. Bush por parte de Hugo Chávez y los Kirchner en 2005, y si la política exterior de Obama se demoró en imaginar el posible rédito de una política continentalista hacia América Latina, la pobre performance tanto de Argentina (líder del proyecto ALCA en los 90 bajo el gobierno de Menem-Cavallo) y de los Estados Unidos post-Bush dice algo al respecto de cómo los países (chicos o grandes) pueden errar su mejor camino de predominancia, liderazgo y prosperidad, en un mundo en el cual sólo los grandes mercados están destinados a sobrevivir.

La Argentina tiene un muy serio problema de política exterior y es de esperar que aquellos que pretenden sustituir al kirchnerismo presten más atención al relegado tema del ALCA. Éste puede muy bien representar el comienzo de un nuevo florecimiento en los Estados Unidos y el regreso a una senda de libertad, progreso y prosperidad para la Argentina.

Mis mejores deseos para todos en Navidad y Año Nuevo y que el 2014 nos traiga no sólo una renovación en la política interior sino la clara visión comunitaria de que nuestro destino depende, sobre todo, de una correcta y útil política exterior.

sábado, noviembre 30, 2013

LA PELIGROSA DESMOVILIZACIÓN

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)


Ya sabemos que no alcanza con ganar ampliamente las elecciones en los principales distritos electorales, cuando la mayoría en ambas cámaras del Congreso permanecerá en manos del kirchnerismo. Ya sabemos que, al día siguiente de las elecciones, la Corte Suprema es capaz de traicionar al pueblo al que debería defender y regalar una ley al Gobierno, y también de conseguir una victoria pírrica en la promoción del nuevo Código Civil, aunque éste termine siendo redactado por el kirchnerismo. Ya sabemos que la enfermedad de un presidente, sumada a una grave capacidad para administrar, no impide que todo el mundo—incluyendo al periodismo combativo—se paralice y acepte como una gracia las reformas cosméticas destinadas más que a enderezar el país, a salvar a sus cuestionados dirigentes de la segura cárcel a la que accederían si las instituciones que deben velar por los intereses del pueblo argentino funcionaran como corresponden.

Por lo tanto, los agitados acontecimientos de los últimos tiempos y la expectativa suscitada por la aparente inminencia de medidas salvadoras de la estanflación en que finalmente cayó la Argentina—tal como bien predijera hace ya varios años el nunca bien comprendido ni debidamente apreciado ex Ministro Cavallo—no deben hacer perder de vista que el genio del mal continua vivo y operando. El kirchnerismo y el Frente para la Victoria pueden bien estar en su fase terminal pero las fortunas de las cuales se han apropiado a través de una década por cierto muy ganada y rendidora para ellos, tienen aún un gran poder de acción sobre aquellos siempre vulnerables a cambiar su opinión (o una ley, o una sentencia judicial). Con lo cual la corrupción latente va a durar por lo menos dos años más y, en la medida en que la comunidad se duerma sobre los escasos laureles que hasta ahora supo conseguir, es posible que se prolongue aún más allá de las elecciones presidenciales de 2015.

Por supuesto, siempre es posible contar con los famosos anticuerpos peronistas y esperar que un oportuno, ambicioso y fuerte liderazgo de algún peronista arrase con todo lo que se interponga en su camino y descubra que lo que más repulsivo para todos los votantes—con los históricos votantes peronistas tan indignados como el resto—es la impunidad del saqueo. Puede haber dudas en muchos acerca de si el peronismo debe tomar un cariz más bien socialdemócrata o atreverse a ser fiel a su carácter innovador promotor de la riqueza en beneficio popular asumiendo un liberalismo vital, pero nadie soporta ya la profunda vergüenza de tener que hacerse cargo de la codicia irresponsable de ambos Kirchner, los Boudou, los de Vido, y asociados. El líder presidencial que emerja del peronismo, si no quiere descontar sus chances frente al paciente y hasta ahora infinitamente más honorable Mauricio Macri, deberá presentarse con la espada que desate para siempre el nudo gordiano de la corrupción o resignarse a perder. Es decir, deberá tomar la espada justiciera del General Perón que, a decir verdad y hasta ahora, ninguno de sus hijos honró. Tal vez sus nietos vuelvan a ennoblecer su nombre y restituir las fortunas mal habidas y el honor al pueblo que el peronismo juró defender. Sería un buen final de historia y una pacífica resolución de un peronismo que tanto por sus virtudes como por sus defectos ha tenido a la Argentina entre sus manos por más de medio siglo.


No estamos coronados de gloria, no desde hace un buen rato, más bien coronados por los cuernos que nos han metido los dirigentes mentirosos y estafadores—aún en el nombre de ideologías que tampoco han sabido defender bien. Tampoco se nos ve muy dispuestos a morir en nombre de nada, pero, lamentablemente, tampoco dispuestos a un juramento menos rimbombante y más fácil de cumplir, como custodiar con energía nuestros propios intereses, a la espera de líderes que representen lo mejor de nosotros mismos. Esa inefable calidad y divina aspiración a lo mejor que todavía nos gusta creer que poseemos, aunque la proximidad de las fiestas, las vacaciones, el calor, y ese no sé que de la desidia de estar quizá, de todos modos, condenados sin remedio,  nos hagan bajar la guardia y mirar, una vez más, hacia el costado.  

martes, octubre 15, 2013

EL HONOR DEL PERONISMO

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)

De un movimiento histórico revolucionario devenido en 1973, por voluntad de su líder, Juan Perón, en partido democrático institucionalizado—Partido Justicialista—al actual engendro copado por aquellos a quienes el mismo Perón echó de su lado, funcionando bajo el nombre de Frente para la Victoria y recostándose nominalmente y sólo por oportunismo en un PJ desactivado, han transcurrido exactamente 40 años. En cualquier vida humana, tiempo suficiente para corregir los errores y desvíos del camino. En la política argentina, tiempo sólo para profundizar las confusiones, la neurosis colectiva, y la invariable mala fe que acompaña a toda actitud destructiva. A pesar de los vivos deseos que peronistas y no peronistas tenemos a veces, ante tanto descalabro, fracaso y maltrato del país y sus habitantes, de que al peronismo y a quienes han pretendido encarnarlo se los lleve el viento de la historia, la destrucción como arma de defensa no nos conforma. La conciencia del deber no cumplido frente a la inmensa herencia recibida nos recuerda más bien otro sentimiento posible, esforzado y constructivo: el de un honor a mantener, a pesar de los corruptos, los estafadores y los ladrones que se han instalado como los dueños de una tradición histórica.


Frente al protagonismo potencial de un sector importante de los argentinos que aún se reconoce en esta tradición, encontramos el antagonismo de los que nunca quisieron a Perón. Aquellos que nunca le perdonaron ya no su obra revolucionaria—que hoy comprenden y agradecen—sino sus inevitables métodos totalitarios a la hora de concretar esa revolución. Estos antagonistas hoy siguen percibiendo al peronismo como la manzana podrida de la democracia, toda vez que sus presuntos seguidores, desoyendo al último Perón de la institucionalización democrática y del sentido de la inminente globalización, se aferran al pasado remoto para justificar un totalitarismo de izquierda o un estatismo a ultranza. De los antagonistas hay que aprender, porque son los que con mayor claridad señalan la identidad propia y sus desviaciones. Pero también de los antagonistas hay que rescatar el espacio que ellos nunca van a ocupar: el que, reivindicando la tradición peronista, la actualice tanto en aquellos requerimientos republicanos que bien señaló Perón en 1973 como en los instrumentos económicos que permitan continuar con la tradición de servir a la gran mayoría de los argentinos.


Un partido no institucionalizado u ocupado por corruptos o serviles funcionales a corruptos, poco podrá en esta instancia hacer para restaurar el honor perdido del peronismo y cumplir con el tramo inconcluso de su historia: llevarlo al siglo XXI modernizado y con conciencia de la enorme tradición nacional que expresa como representante de las grandes mayorías trabajadoras, asalariadas o capitalistas. Ante las próximas turbulencias por recambio de poder, en 2015 o anticipado, conviene recordar que esta tarea sigue pendiente y que se trata no sólo de una cuestión relativa al honor peronista sino perteneciente también al honor nacional.


Si fuésemos capaces de abandonar a su suerte legal e institucional a la tradición política más potente del siglo XX, los argentinos del siglo XXI mostraríamos, una vez más, nuestro rechazo a todo aquello que nos hace ser nosotros y nuestra imposibilidad de asumir nuestra tradición histórica específica. También nuestra falta de inteligencia para procesar cualquier tradición propia como continuidad y complemento de otras tradiciones igualmente nuestras e igualmente valiosas. Actuar bajo las apariencias de un progresismo que descartaría un pasado perimido, no expresaría en este caso más que el fracaso de conservar las bases culturales y políticas propias. También la imposibilidad de tomarlas como basamento para crecer de un modo ordenado y funcional a la historia.


Así como existe un panradicalismo finalmente organizado en torno al Partido Radical y su desprendimiento, la Coalición Cívica, pasadas las elecciones legislativas hay que ir pensando en un sólido panperonismo ordenado en torno al PJ y al PRO, como la garantía, no sólo de que el honor peronista pueda por fin restaurarse, sino también protegerse a futuro con el aporte de una fuerza nueva con vocación decididamente republicana y democrática. Una fuerza que viene como anillo al dedo de una mayoría todavía demasiado condicionada por corruptos y débiles serviles.


Por supuesto, hay quienes preferirían al PRO en alianza con el panradicalismo o bien en soledad, como fuerza independiente de las dos tradiciones mayores, imaginando en él un potencial de sustitución de ambas. Miembros del PRO y ajenos, imaginan a menudo una gran fuerza nacional nueva, pujante, semejante al desarrollismo y a otros diversos movimientos que, sin embargo, nunca alcanzaron su objetivo porque siempre, y aún en afinidad con el peronismo, se plantearon como su sustitución.


Más honesto sería pensar que esos proyectos de sustitución siempre tuvieron una base deshonorable: la proscripción del peronismo en el pasado o, en la actualidad, su consentida destrucción por medio de usurpadores corruptos y una igualmente corrupta justicia electoral que nunca remedió la situación. Además de más honesto, sería también más ingenioso pensar que el deseado triunfo de un peronismo ya no anquilosado en su pasado sino renovado en su tradición por nuevos aspirantes, sería ahora no sólo el exclusivo triunfo de un peronismo por fin honorable, sino también el de de aquellos nobles aspirantes que supieron encontrar y reconocer su tradición nacional e insertarse en ella, sin dar más vueltas.

martes, septiembre 10, 2013

EL ALUVIÓN ZOOLÓGICO, REVISITADO

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)
Una vez más fascinados por la vitalidad de un peronismo que se resiste a perecer, como tantos vienen soñando desde hace décadas, los estudiosos del fenómeno popular han vuelto a los inicios: el aluvión zoológico ahora toma la forma ya de manada de leones, ya de enjambre de abejas, pasando por inagotables encarnaciones del reino animal. Se trata siempre de animales en proceso primitivo de organización, nunca de humanos civilizados en suprema sintonía con las leyes naturales de la organización. El miedo al malón—ah, esos otros animales!—enquistado en el inconsciente colectivo y nunca traído a la luz en todo su significado de violencia paranoica, se suma a las teorías que uno llamaría gorilas, si no fuese por la republicana batalla de evitar toda jungla y, ni qué decir, jaula.

El peronismo del pasado por cierto ha perdido a su líder desde hace ya demasiados años como para contarlos, pero no ha perdido su característica esencial de reflejo de cierta actitud popular que tiene, con peronismo o sin peronismo, en la Argentina y en cualquier lugar del mundo, una inocencia natural e instintiva en su modo de percibirse y de encontrar un liderazgo que exprese esa percepción.  Para seguir con el zoo, citaremos una vez más a Cátulo Castillo, peronista probo, que evocaba la mansa organización del cardumen, donde siempre hay un pez con el instinto más afinado para saber hacia donde nadar para cumplir con la más básica necesidad del cardumen, comer. ¿Se parece esto al peronismo que cambia sus instrumentos económicos para encontrar el mejor modo de sobrevivir en cada época y dar de comer a su gran mayoría de trabajadores? Si, pero también se parece a la expresión natural de cualquier gran mayoría siempre necesitada de abastecerse con lo más elemental: seguir a quien reconoce su necesidad, en primer lugar, y, de modo preferencial, a aquel que muestra los conocimientos como para llevarla allí donde esa necesidad pueda ser satisfecha.

Es prematuro entonces juzgar a los que hoy aparecen predominando en el peronismo como respondiendo a un fenómeno superestructural donde lo único que cuenta es el poder territorial o el oportunismo político como decisivos en la predominancia. Este modo de razonar corresponde a los que sólo pueden percibir la animalidad del mundo peronista en aquellos aspectos que sólo lo caracterizan superficialmente—la violencia de la lucha por el poder, tan animal como humana, y no exclusivamente peronista—y no en aquellos aspectos más misteriosos que tienen que ver con una organización natural e inconsciente de vastas mayorías populares, incluso de aquellas que ni siquiera se reconocen como peronistas.

No hay predicciones entonces sobre lo que puede acontecer en los próximos meses y ni siquiera acerca de quién en definitiva liderará el cardumen. Lo único que puede decirse es que ese liderazgo popular quedará en las manos de quien tenga claro el rumbo y quien sea capaz de expresar esa misteriosa alquimia natural entre masa popular y conductor elegido, esa que transforma al cardumen en pueblo organizado, y allí sí, más allá del misterio, ya con su expresión partidaria, republicana y democrática entre las otras manadas de la Nación. Esas que, por despreciar su propia naturaleza y animalidad organizacional, siempre terminan siendo minorías.





miércoles, agosto 21, 2013

LAS BUENAS NOTICIAS

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)

Más allá de la muy previsible derrota del Gobierno en las últimas elecciones primarias, es necesario destacar el gran rol de los fiscales de la elección, con un ojo puesto también en el siempre posible fraude informático. El éxito de esta vigilancia durante lo que sólo ha sido, sin embargo, un ensayo, refuerza la esperanza de que a la hora de la verdadera y definitoria elección de representantes en octubre próximo, se pueda conservar la transparencia y evitar todo posible fraude. Una victoria anunciada no es aún una victoria real en un terreno aún dominado por los mentirosos y cada día más amenazados y atemorizados gobernantes.

Tras la victoria popular en agosto de una gran mayoría que exige un pronto cambio de políticas y el castigo a todo abusador del poder público, queda asegurar una idéntica victoria en octubre que devuelva al pueblo una mayoría en ambas cámaras y permita la promoción y ejecución de las nuevas y tan necesarias políticas que rescaten a la Nación de la parálisis en que se encuentra.

Si toda oposición es hoy una justa y legítima oposición al gobierno actual y a sus desmanes, principalmente en el área económica, convendrá también tener presente que antes y después de octubre el pueblo argentino precisa una urgente actualización de sus opciones reales en materia de organización económica. Seguramente antes y, desde ya, inmediatamente después de octubre, lo que se va a discutir es el nuevo liderazgo de la Argentina. Los difusos planes de la mayoría de los candidatos de la oposición varían ideológicamente entre una socialdemocracia pura y dura y un liberalismo soft que prefieren llamarse a sí mismos “país normal” sin especificar cuales son las condiciones económicas de un país normal y su por qué.

Una total sinceridad sería destacable en este punto, de modo tal que por lo menos uno de los candidatos de la oposición ofrezca una visión realista de la economía, de lo que se puede hacer y lo que no, y, en el caso del peronismo, actualizar también el imprescindible rol del sindicalismo que tanto tiene por hacer en la nueva economía, una vez entendidos sus principios. Del mismo modo, el hoy universalmente cacareado federalismo, debe ser descrito en sus detalles por cada candidato, marcando también las diferencias entre unos y otros, y ofreciendo alternativas al pueblo argentino, de modo que el mismo pueblo crezca en su cultura política sólo con verse enfrentado adultamente con las opciones de organización económica reales.

Es verdad que el pueblo argentino ha votado con una percepción superficial del bolsillo o con impulsos del corazón o con una cabeza más llena de viejos dogmas que de una actualización de nobles ideas a la realidad del mundo global, tan absolutamente diferente de los mundos nacionales vividos hasta un pasado muy reciente.  Pero también es verdad que son los mismos dirigentes políticos los que han atrasado en formarse y en informarse competentemente y en forma competitiva también con los líderes del mundo, más estudiosos y eficientes que los locales. No es tanto el pueblo en su ignorancia el responsable de los desastres actuales sino los dirigentes igualmente ignorantes o haraganes que poco han hecho para adelantar la conciencia de sus gobernados o liderados. El pueblo es el dueño de la voluntad y de la decisión, pero los dueños de la inteligencia de la situación de un Estado, son los aspirantes a dirigirlo. Mal puede el pueblo votar por la mejor opción si esta ni siquiera está expresada, por falla y deficiencia de los mismos dirigentes.

La Argentina como sortija del premio de los múltiples candidatos en pugna debería caer en manos no de quien sea más rápido en dar el manotón—como  ha sucedido en la última década desde Duhalde hasta el último exitoso Massa—sino de quien sea el más idóneo y capaz entre los candidatos. Quizá los argentinos estemos listos ya para hacer una exigente selección del personal al cual vamos a encomendar la dirección y administración del Estado, y reclamemos que los candidatos provengan desde auténticas y exigentes elecciones internas en cada partido, y no sólo en algunos, como en las últimas PASO de agosto, y el tirón de orejas va tanto para el hoy desarticulado y cuasi-inexistente PJ como para el PRO y su dedo. 


Como nunca es tarde para soñar con un pueblo por fin maduro para tomar su propio destino entre manos, imaginemos que tras este inevitable período de transición habremos aprendido que no es que tengamos los dirigentes que nos merecemos o los que reflejan nuestra propia ineptitud, sino que tenemos una inusual resistencia a exigir lo mejor en materia de candidatos y gobiernos, algo extraño en un pueblo bastante pretensioso y seguro de sí mismo que sabe muy bien cuales son las mejores marcas de vino o de ropa, de autos o de perfumes, y no acepta nada menos que ellas. 

martes, julio 16, 2013

EN CAMPAÑA

(publicado en http://peronismolibre.worpress.com)

A pesar de la carencia de una oposición peronista liberal organizada, en los diferentes distritos existen candidatos a los cuales es importante apoyar para crear en ambas cámaras un núcleo de dirigentes coherentes con esta posición. Este núcleo se convertirá sin duda en el germen de la oposición a la socialdemocracia que domina hoy el espectro político y una gran porción de la voluntad popular, demasiado cansada y confundida como para discriminar.



En Córdoba, como candidato a diputado, compite Domingo Cavallo y se lo puede seguir y apoyar desde esta página.

https://www.facebook.com/CavalloDiputadoNacional2013


En la Ciudad de Buenos Aires, la lista de diputados del PRO encabezada por el Rabino Bergman y como candidato a Senador, Alberto Rodríguez Saa, expresan con total nitidez la oposición útil para diferenciar.


En la Provincia de Buenos Aires, la diferencia la marcará quien lleve bien en alto, no sólo las banderas del antikirchnerismo, sino las banderas del federalismo y la descentralización. Francisco de Nárvaez, el aparente perdedor frente a las oportunistas decisiones de Scioli, Macri y Massa, parece no sólo la única oposición nítida al oficialismo desde el peronismo, sino que es compañero de José Manuel de la Sota, quien junto a Alberto Rodríguez Saa, es el más federalista de los gobernadores o ex gobernadores peronistas, junto a los hoy voluntariamente opacados Scioli y Macri, ambos sin embargo grandes defensores del federalismo y, en el caso de Scioli, también de la descentralización a nivel de municipios.


En todos los distritos pueden encontrarse fieles representantes de esta línea, provenientes ya del peronismo o del liberalismo, capaces de encarnar las ideas que hoy no sólo son las diametralmente opuestas a las del gobierno, sino también a las opuestas a la mayoría de la oferta electoral.


Más allá del obvio republicanismo que hoy une a toda la oposición al kirchnerismo para combatir su totalitarismo, centralismo y desafío a la ley y la Constitución, conviene ir imaginando en el panorama político los dos grandes espacios de oferta ideológica para la administración de la Nación: el de la socialdemocracia y el del liberalismo. Hay peronistas tan socialdemócratas como los radicales y peronistas llanamente liberales. Que el radicalismo haya sido el primero en ordenar el espacio socialdemócrata y que una figura proveniente del peronismo como Pino Solanas se haya alineado honestamente en éste viene a clarificar todo. Falta, como ya lo hemos señalado infinidad de veces, una organización del peronismo no socialdemócrata, ese que en verdad es la oposición más extrema al gobierno actual y que debería ser, en el futuro, la oposición republicana a la socialdemocracia.


Estas próximas elecciones serán un paso más en la dirección de esa clarificación política que los argentinos precisan. Faltos de liderazgos claros y comprometidos con una posición definida, reclaman desesperadamente discursos lógicos y opciones diferenciadas en las cuales puedan sentirse representados.


Nuestro homenaje a Elisa Carrió, que con un gran esfuerzo y admirable persistencia ha sabido organizar y liderar el espacio que ella llama del centro-izquierda y nosotros, de la socialdemocracia. Ahora falta organizar lo que habitualmente se llama el espacio de la centro-derecha, y que nosotros llamamos liberal o de libre mercado.


Republicanos y federalistas somos todos, menos el kirchnerismo. Ahora hay que hilar más fino, para bien de una Argentina que, tras más de una década perdida, precisa república y federalismo, pero también sabiduría económica y alternativas administrativas honestas y coherentes.

jueves, junio 27, 2013

TRITURANDO LOS FRAGMENTOS



(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)


Que importantes analistas políticos, en los días previos al cierre de las listas a competir en las próximas elecciones legislativas de octubre, hayan encumbrado la figura de un accesorio intendente como la nueva esperanza blanca de la oposición, sólo se explica por la escasa comprensión del derrotero profundo de un peronismo que aún permanece invisible bajo una multitud de engañosos disfraces.

Las instituciones vencen al tiempo, subrayó el General Perón al dejar bien establecido que el Partido Justicialista sería, de ahí en más, en la nueva etapa institucional que se avecinaba post-1973, el instrumento de expresión electoral del peronismo. Un instrumento que resultó fiel y apto hasta para impedir una nueva modificación a la Constitución y habilitar un tercer mandato a Carlos Menem en 1999, pero que hoy, y desde hace más de una década, se encuentra secuestrado por el kirchnerismo en el poder, con la interesada participación de aquellos que pretenden ya enfrentarlo, como es el caso de la centro-izquierda, ya liquidarlo para sustituirlo, como es el caso del PRO. Por lo tanto, para leer correctamente la realidad política, convendría recordar que el instrumento natural del peronismo—ese que debería asegurar una afiliación plena e internas limpias entre las diversas líneas aspirantes—hoy no existe como tal, aunque sí su sello cooptado por el grupo gobernante, como se ve, ladrón también de instituciones.

Lo que sí existen son los fragmentos dispersos de esas líneas compitiendo como partidos separados, fragmentos afines que continúan intentando sobrevivir dentro de la cáscara sin significado peronista del kirchnerismo y fragmentos que ya se ven como parte, ya como sustitución, como es el caso del siempre oportunista aliado y cada día menos peronista PRO. Consideradas estas líneas sueltas, lo mejor que se puede esperar de ellas es que consigan en octubre una mayoría en ambas cámaras que debilite y limite al kirchnerismo, y que lo hagan junto a la ya organizada coalición del centro-izquierda—que haciendo honor republicano al espacio tradicionalmente radical se muestra leal opositora a todos los peronismos, como le corresponde, y también a los aspirantes a sustituirlos. Lo que no se puede esperar, con internas abiertas o sin ellas, es que de estas elecciones surja un líder peronista conductor del centro y del centro-derecha: el drama del PJ secuestrado continuará muy posiblemente hasta 2015 y aún más allá, si la conciencia colectiva no repara en la gravedad de esta situación.

Frente al colectivo de argentinos peronistas y no peronistas existe una ausencia: que alguno de los aspirantes a líderes del peronismo pueda presentar a la población una lectura renovada del peronismo y su herencia en la era global. Un líder que pueda, además de reafirmar el republicanismo necesario para preservar y continuar la institución partidaria en el tiempo, explicar con claridad las bases de una nueva economía peronista que deberá ser liberal por la fuerza de las circunstancias del mundo y totalmente federal y descentralizada por fuerza de la condiciones de atraso de la Argentina, y también las bases complementarias para una nueva e importante resignificación y misión de las organizaciones de trabajadores.

El peronismo ha tenido siempre una apariencia según los ojos de quien lo mirase—y de ahí el mito de que el peronismo es un movimiento proteico, capaz de cambiar su esencia según la conveniencia del momento—y un verdadero derrotero invisible allí donde la profundidad de la realidad lo ha moldeado siempre dentro de su misma esencia. Por eso, hay que mirar este proceso electoral con ese corazón que entiende tanto mejor qué es apariencia y qué es realidad, y comprender que, en estas elecciones, sólo se trituraran aún más finos los fragmentos dispersos en que ha quedado el peronismo sin institución que los ordene y fortalezca, sin que esta apariencia signifique su liquidación sino, muy por el contrario, el necesario paso por las cenizas antes de la resurrección.



martes, mayo 14, 2013

EL AHORA, EL DESPUÉS, Y EL LARGO PLAZO

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)

La inmensa cantidad de denuncias a funcionarios del ejecutivo por enriquecimiento ilícito sumada a la rápida reestructuración de la Justicia por ese mismo cuestionado Ejecutivo con el objeto de evitar investigaciones y condenas, despierta más pasión en la ciudadanía que las próximas elecciones legislativas. La esperanza en un final rápido de este gobierno, que debería ser desalojado del poder por una Justicia obediente del derecho y de la Constitución, es comprensible. ¿En que país occidental y, ni que hablar, en qué país del G-20, toda la plana mayor del ejecutivo—presidente (viuda del igualmente cuestionado ex-presidente), vicepresidente y ministros clave—se encuentra a pocos segundos legales de la cárcel?



El suspenso acerca de si la Justicia será inexorable y si, siendo inexorable, logrará que la fuerza policial dé cumplimiento a sus órdenes, compite con la intriga acerca de si el orden constitucional estará asegurado, como debería estarlo, en este extremo caso de corrupción colectiva o si deberemos pasar otra vez por alguna variante de guerra civil. El ahora argentino es impredecible y, por supuesto, peligroso. No se trata, como en el pasado, simplemente de antagonismos políticos y proyectos administrativos o económicos contrapuestos, sino, como ya ha sido dicho muchas veces en los últimos tiempos, de la anulación total del Estado de derecho por una banda decidida a no respetarlo y a salirse con la suya por las buenas o por las malas.


Las elecciones, sin embargo, deberían despertar igual o mayor preocupación. Un gobierno que no se detiene ante ninguna mentira y con un absoluto y exclusivo control de las elecciones—similar al de las últimas internas y presidencial general—permite imaginar un escenario similar en Octubre. Podríamos así desayunarnos con una misteriosa mayoría surgida no se sabe de dónde, con la cual esta peligrosa banda terminaría de dominar el país. Más de un kircherista ha sostenido en los últimos tiempos: “Se trata de llegar a Octubre.” No importa la bancarrota, siempre hay ingenio para robar a alguien más y seguir aguantando y mucho menos preocupa la creciente impopularidad; con negarla por ahora basta, ya que eso tendrá arreglo en las manos mágicas del Ministerio del Interior y la Justicia Electoral.


Sí, el ahora es triste, a veces desesperante, pero, si los que tienen el deber de defender la Constitución y los derechos del pueblo argentino cumplen con su deber, se hará justicia, y este ahora dejará paso a ese después que hoy ni nos animamos a imaginar, atascados como estamos en el miedo de transformarnos en una nueva Venezuela.


Superado el incierto ahora, el después tiene que ver con quién se haga cargo de la sucesión constitucional y con la nueva composición del Congreso, es decir, con ese gran conglomerado hoy opositor que seguramente coincidirá, como lo estamos viendo ya en estos días, en su republicanismo, pero que poco hará por cambiar la estructura económica puesta en pie por Duhalde y los Kirchner. Que todo el peronismo opositor y el Pro coincidan en la figura de Lavagna—el economista de Duhalde y de los Kirchner hasta que éstos decidieron ser sus propios ministros—puede deprimir a los más lúcidos y desorientar a los menos informados que, sin embargo, saben dónde revistó Lavagna y se preguntan si no hay algo mejor.


Ese después, en un pueblo que rechaza el capitalismo, que no quiere a los Estados Unidos y para el cual, ya sea en grandes fracciones del peronismo socialdemócrata o en el radicalismo tradicional o el rebelde de Carrió, el ideal de país es Suecia, es difícil volver a introducir un pensamiento de economía de avanzada global. El después parece estar, desde este ahora, ya asignado a un gobierno socialdemócrata blando, con exigencia republicana eso sí, pero sin ninguna creatividad relevante en cuanto a cómo encarar el imprescindible y postergado crecimiento equilibrado del país. Después de haber evitado ser como la Venezuela actual, que unos cuantos sueñen con que seamos Suecia, será un alivio, aunque no una solución.


El largo plazo es el que hay que animarse a mirar de frente: ¿cómo imaginamos que la Argentina va a lograr las inmensas inversiones que precisa para rehacerse, además de rehacer todo el aparato de administración nacional federalizando y descentralizando? Reinventar un camino posible de desarrollo integral de la Argentina requiere revisar el pasado: no es que nunca hayamos estado bien encaminados, sino que nunca hemos comprendido bien, como nación, quiénes somos, dónde tenemos que ir, y qué tenemos que hacer para ello. ¿Podrá una gran mayoría dar el salto a la modernidad y buscar la vuelta a las aspiraciones caseras para no perder el tren de la economía global? El termómetro del largo plazo tiene un nombre y una medida: Domingo Cavallo. No porque sea él el llamado a ningún rol en especial, sino porque siendo el hombre más capaz y talentoso de la economía argentina, hoy—mientras el país de los que nunca lo quisieron y lo hicieron caer se derrumba estrepitosamente—continúa siendo ignorado o, peor aún, considerado el chivo expiatorio de un pasado que, sin embargo, lejos de culparlo, sigue honrándolo. La mayor, menor, o nula resistencia de los argentinos a su nombre o a la reconsideración objetiva de sus políticas marcará el grado de posible salud económica de nuestra nación.

¿Qué país tenemos donde los ladrones son amados y obtienen crédito hasta que son descubiertos en su estafa y los honrados luchadores por un país mejor son odiados y tildados de mentirosos? ¿Qué país tenemos donde los fracasos por no saber se equiparan con los fracasos por saber e intentar hacer aún en circunstancias desesperadas? ¿Qué país tenemos donde como pueblo no somos capaces de discriminar entre lo falso y lo verdadero, entre aquel que quiere nuestro bien y aquel que nos usa? Sin duda, un país que todavía no se encontró del todo a sí mismo ni a su verdadero destino. Un país hoy abrumado por este ahora, soñando tímidamente con un tibio después y sin atreverse a ver la llama de su real grandeza. Esa que brilla en el largo plazo, y que seguirá brillando, imperturbable, hagamos lo que hagamos, recordándonos quienes somos y qué tenemos que hacer, hasta que seamos por fin lo que somos y hagamos lo que debemos hacer.

lunes, abril 15, 2013

EN MANOS DE LA SUPREMA CORTE

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)

No hace falta explayarse demasiado en el nuevo intento de controlar por completo el único poder constitucional que aún mantiene, a pesar de la cantidad de jueces cooptados o corruptos, la necesaria independencia para cumplir con su función: defender a los ciudadanos no sólo en sus derechos privados sino en sus derechos frente al Estado. Como ya ha sido dicho pero conviene repetir, para remarcar el terrible significado, cualquier ciudadano—de conseguir el actual gobierno las reformas pretendidas—quedará totalmente indefenso frente a los caprichos y autoritarismos oficiales, convertidos en la única justicia, o sea, la que conviene al Poder Ejecutivo.



Ninguna dictadura es admisible, pero mucho menos lo es una dictadura incompetente para manejar el país dentro de parámetros de productividad y supervivencia aceptables. Un tirano es odioso es su poder totalitario pero directamente criminal cuando su mala praxis como gobernante y su corrupción se llevan puestas no ya las libertades de los ciudadanos sino sus vidas. La tragedia ferroviaria de Once, la más reciente tragedia de la inundación de La Plata son apenas la punta del iceberg de esta mala praxis que, de no detenerse, continuará con su seguidilla de asesinatos por desconocimiento de las más elementales reglas de la economía y el desdeño absoluto por los más mínimos parámetros de la convivencia y la responsabilidad social.


¿Por qué funcionarios corruptos siguen en sus cargos? ¿Quién podría separarlos y enjuiciarlos cuando el Congreso, la primera instancia de control, ha sido graciosamente regalado al Poder Ejecutivo por una combinación de ignorancia colectiva y elecciones amañadas? Nadie sino el Poder Judicial, ese que ahora los argentinos van a perder, a menos que la Corte Suprema reaccione con la energía del caso y bloquee cualquier reforma anticonstitucional que reduzca o suprima el derecho de los argentinos a una justicia independiente.


La gran mayoría de honestos y cada día más informados argentinos tiene hoy una clara voluntad destituyente de todos y cualquier delincuente enquistados en el gobierno que puedan creer que una manipulación de la justicia en su favor los salvará de rendir cuentas ante quienes no son sus súbditos sino sus mandantes. Nunca como en estos últimos diez años, el consorcio de ciudadanos argentinos tuvo tanta equivocada paciencia y tolerancia ante lo que consideró erradamente pecados habituales e inevitables de la clase política sin otra consecuencia que la distracción de algunos fondos públicos. Las consecuencias de esa tolerancia a la corrupción y al abuso están a la vista, en un país derrumbado y sin seguridad física ni siquiera en su infraestructura. Hoy ese consorcio sabe que debe elegir entre su propia supervivencia o la injusta permanencia en el gobierno de los abusadores del poder que les ha sido conferido.


La próxima manifestación del 18 de Abril adquiere así un particular perfil, ya no sólo de protesta ante la mala praxis del Gobierno y su manifiesta corrupción, o de indignación ante el inminente avasallamiento total de la justicia, sino de mandato hacia la Corte Suprema. Un mandato que ordena actuar ya, en función de los derechos constitucionales del pueblo argentino. Como depositaria de ese mandato, la Corte Suprema deberá actuar.

martes, marzo 19, 2013

LA BATALLA CELESTE Y LA BATALLA TERRESTRE

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)

Entre las tantas penas que nos afligen a los argentinos, una alegría: la de tener hoy un espejo en la persona del Papa Francisco y estar conformes con la imagen que nos devuelve. Esa que siempre sentimos que merecemos aunque no siempre hagamos lo necesario para parecernos. El nuevo Papa es argentino, pero modesto, como pícaramente aclaró un diario colombiano. Inteligente y simpático, estudioso y buena gente: como nos gusta y como, bien o mal, todos intentamos ser. ¡Aleluya! Un argentino es ahora el jefe espiritual de 1200 millones de personas en el mundo y, despierta y alerta a lo milagroso del momento, la quebrada comunidad argentina espera con avidez el usufructo de tan imprevisto regalo.

Sin otra explicación que la del misterio divino, nos hemos ganado un guía hacia esa patria celeste que abandonamos por cansancio hace un buen rato, y a la cual ya ni siquiera tratamos de acceder, por no saber más quienes somos, por no reconocer más nuestro destino como nación y por no tener ya la más remota idea de cuál era nuestra misión como pueblo. Enojados con nosotros mismos, indignados con los demás, divididos, angustiados, asustados y atontados por tanto pensamiento torcido—diabólico, sería la actual precisa palabra—estábamos precisando a alguien que nos ayude a creer otra vez en nuestra comunidad, que nos devuelva la fe en nosotros como individuos y como nación, y que nos recuerde lo que sabemos y podemos. A veces este trabajo ha quedado a cargo de líderes políticos excepcionales, portadores de una alta espiritualidad, y otras veces, como en este caso, aparece como la tarea comunitaria excepcional de un líder religioso. A nuestro Jorge Bergoglio, ahora el Papa Francisco, le toca dar—entre muchas otras—esa batalla por restablecer la paz en los espíritus argentinos y mostrar los posibles caminos espirituales para la reconciliación de la hoy mal dividida y desorientada comunidad. Una batalla celeste, diría Marechal, que tiene que ver con lo inefable y el misterio de la fe de una comunidad en sí misma, y no con el día a día de la política y mucho menos con la organización económica, el rol geopolítico, o las estrategias para terminar con la pobreza y la desigualdad. Felices de tener un liderazgo espiritual, no podemos pretender ahora que ese liderazgo se convierta en político. Aunque las batallas celestes afecten a la política y sus resultados, la batalla por las cosas de este mundo continúa en manos de los políticos y los guerreros.

¿Quién va a dar la batalla terrestre en la Argentina? Por su asumida raíz cristiana, el peronismo volvió como por encanto a su eje y muestra otra vez—ante propios y extraños—su razón histórica. Frente a los usurpadores que, usando su nombre y sus más queridos símbolos, intentaron convertirlo en un tardío socialismo populista, el peronismo se levanta hoy con el poder magnificado de su cristianismo. Sin embargo, y por más que este poder sirva para exorcizar a los demonios que hoy nos gobiernan, para ganar las batallas de la independencia y solvencia económica, de la soberanía nacional y de la justicia social habrá que pensar un poco más allá y bastante más a fondo. Con el mismo entusiasmo, claro, pero con un rigor que hace rato está faltando en la vida nacional y en el pensamiento peronista en particular.

En forma continua y consistente, una gran mayoría de argentinos, peronista o no, cristiana o no, ha mostrado dos características permanentes, muchas veces inconscientes y casi siempre disfrazadas de argumentos pseudo-racionales pero de corto vuelo intelectual: el rechazo frontal a un capitalismo productor de riqueza y la predilección por la gestión estatista de corte social-demócrata. Ambas tendencias, en lo geopolítico, han tomado un carácter casi inalterable que va más allá de los partidos y confesiones: históricamente en la Argentina no se quiere ni estima a los Estados Unidos y se privilegia invariablemente la relación con Europa, o, más recientemente con los países americanos pero para formar una alianza contra los Estados Unidos.

En el peronismo, así como en otros partidos locales, la súbita revalorización de Iglesia Católica como poder fundamentalmente europeo, de la doctrina social de la Iglesia como base ideológica de las socialdemocracias, y de la lucha por la fe católica en contra de las sectas evangélicas entendida como una guerra santa contra los Estados Unidos, puede nublar una vez más el entendimiento geopolítico y anestesiar aquello del pensamiento liberal que puede servir a los propios fines peronistas de revalorización y promoción social de los trabajadores.

La batalla terrestre no será sólo una batalla por posiciones electorales a ganar al oficialismo, sino una batalla por las ideas prácticas que sirvan para poner a la Argentina de pie y a los argentinos en una senda de realización y prosperidad. Entre las ideas que deberían refrescar el pálido panorama discursivo nacional, hay tres que conviene destacar:

1) Reconocer a los Estados Unidos de Norteamérica y a Canadá como dos hermanos americanos más, y nunca excluirlos de la idea de una patria grande, que será grande en tanto sea una América total, del mismo modo que Europa se hizo grande a partir de la unión continental;

2) Entender que sólo un capitalismo creador de riqueza inserto en un marco económico sincronizado con el del mundo desarrollado puede permitir la inclusión de todos los argentinos en el sistema productivo y la obtención de recursos para una correcta recapacitación o educación de los trabajadores.

3) Aceptar que en un régimen socialista no hay libertad para el capitalismo, pero que, sin embargo, bajo un régimen capitalista se puede hacer todo el socialismo o peronismo que sectores de su población deseen o necesiten, por ejemplo, construir inmensas zonas de protección social autogestionada, ya sea por medio de cooperativas de inspiración socialista o por organizaciones sindicales y asociaciones profesionales del mejor cuño peronista.

La batalla celestial ya tiene su líder, pero a la terrestre, y en particular, a la del peronismo, le sigue faltando el suyo. ¿Será mucho pedir otro milagro?

lunes, febrero 25, 2013

UN EJERCICIO DE IMAGINACIÓN

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)

Una minoría de argentinos apoya al actual Gobierno Nacional por diferentes motivos que van desde una adhesión ideologista, aunque no siempre convencida, a una dependencia económica por puestos, subsidios u otros beneficios directos no determinados del éxito de la gestión. Una gran mayoría quisiera sustituirlo lo antes posible o, por lo menos, limitarlo en sus mayores desmanes, por ejemplo, la pésima gestión económica, la peligrosa e irracional política exterior, y la falta de una política de seguridad.


Este conflicto entre argentinos debería trasladarse a un conflicto político claro entre el Gobierno y la oposición, y la oposición, por contener en sí a la mayoría de argentinos debería llevar las de ganar. A muy corto plazo, con una exitosa gestión ante la justicia para la remoción de todos los funcionarios inhabilitados por delitos y cuestionamientos diversos; a mediano plazo, con una recuperación de ambas cámaras del Poder Legislativo para la oposición; al largo plazo de las elecciones presidenciales de 2015, con la cancelación de todo proyecto reeleccionista y la conquista del gobierno para el candidato de la oposición más votado. Sin embargo, mientras el actual Gobierno usa todo el arsenal del Estado para mantener su poder—incluyendo el control de jueces clave, la billetera centralizada para agotar a los gobernadores, y todo el aparato mediático comprado por sus socios y mantenido con la publicidad estatal—la oposición no termina de hacer pie en su centro natural de poder.


No se trata de que la oposición esté dividida sino que sus diversos fragmentos carecen de una correcta visión de sí mismos dentro del espacio político. Sin un profundo ejercicio de imaginación llevado a cabo por cada argentino opositor, no habrá cambios en la organización y orientación de la oposición y quizá todas las oportunidades de desembarazarnos de un mal gobierno se pierdan o bien se termine en una remoción inadecuada, ya una violenta e inesperada por hartazgo, ya una negociada que continúe con muchas de las lacras que se deberían remover.


El ejercicio incluye un modo diferente de contar la historia del siglo XX y el correcto lugar del peronismo en éste, y, en consecuencia, el del partido radical que vino a sustituir en una primera instancia en el favor popular, así como el lugar del partido conservador de la Argentina pro-Británica, dueño del poder hasta el advenimiento del radicalismo en 1916 y que volvería a resurgir bajo varias denominaciones hasta estos días del siglo XXI.


El modo diferente de narrar nuestra historia no pone el acento en las políticas económicas o relaciones internacionales circunstanciales de cada partido, determinadas por su tiempo histórico, sino en el tema más amplio de la revolución democrática postergada desde los días iniciales de Mayo y los inmediatos posteriores de la independencia. La historia de esta revolución tiene varios hitos, unos sentando doctrina, otros haciéndola carne en la historia. La abolición de la esclavitud, la inclusión del gauchaje como poder público por parte de Rosas, la Constitución Republicana y Federal del 53, la incorporación de los inmigrantes al poder público por parte del Partido Radical, y la definitiva democratización de la Argentina por parte del peronismo a partir de 1945 que, con la inclusión de los trabajadores y los desposeídos, terminó de completar el tablero del poder nacional.

Esta última inclusión, por el volumen de sus masas, produjo un gran cimbronazo en el tablero previo del poder. El peronismo dejó una porción muy reducida al antiguo partido liberal de la elite pro-británica y absorbió una parte de la población representada por el Partido Radical, que se quedó con las minorías blancas urbanas hasta 1972, cuando un peronismo resurgente y teñido esta vez por varios ideologismos socialistas de la época, absorbió a la parte menos republicana de la ahora poderosa clase media urbana. Esta clase media, crecida a la sombra de la asombrosa democratización llevada a cabo por el peronismo, continúa hasta nuestros días en su esfuerzo de constituirse en una auténtica elite gobernante de raíz democrática, tras la virtual destrucción por el peronismo de la obstruccionista elite “oligárquica” del pasado.


Es en esta historia que nacen muchos de los resentimientos del presente, no debidamente elaborados por unos y otros con generosidad nacional, y también muchos de los falsos mitos con los que hoy se pretende reinventar el peronismo para ponerlo al servicio de lo que siempre combatió: el dominio del poder por una oligarquía (aunque ahora la oligarquía sea de izquierda) y ese poder ahora al servicio del socialismo totalitario internacionalista, el específico enemigo del peronismo desde su comienzo.


En este ejercicio imaginativo, reconocer esta historia como la real permite descubrir muchas de las suciedades que enturbian el actual espacio político, a saber:



1)Si se separa el peronismo esencial de sus políticas circunstanciales del primer y segundo gobierno entre 1946 y 1955 y de su tercero en 1973-76, se puede comprender con facilidad que la epopeya democratizadora del peronismo terminó en 1972, con el regreso de Perón a la Argentina y la aceptación unánime de su revolución de inclusión (con excepción de las izquierdas, incluyendo la pseudo-peronista Montoneros, que reafirmó su preferencia por una revolución socialista internacionalista asesinando a José Rucci). La pretensión de reinvención del peronismo como socialismo internacionalista por el kirchnerismo actual, además de confundir a las jóvenes generaciones acerca de lo que el peronismo representó, crea la primera suciedad importante: si el peronismo es eso en verdad, ¿quién de la mayoría de argentinos sensatos, democráticos y anti-socialismo totalitario e internacionalista querría votar a cualquiera que se diga peronista?


El regreso de la actitud anti-peronista del pasado es perceptible y el desprestigio del peronismo, considerado equivocadamente como el partido actualmente en el poder, total. Por culpa de esta confusión, el peronismo de la oposición carga con una pesada mochila que no ha sido capaz de desmontar, en tanto el espacio institucional del Partido Justicialista permanece cerrado por el kirchnerismo, con la doble llave de una Justicia Electoral a su servicio. Es imposible organizar el espacio opositor actual sin exigir un Partido Justicialista institucionalizado, con elecciones internas democráticas.


2)Entender al peronismo como una revolución terminada permite también preguntarse acerca de sus posibles políticas en las actuales circunstancias. Y aquí la segunda suciedad que se manifiesta en mucho del peronismo de oposición, aún por debajo de la asunción de su verdadero rol histórico.Terminar de comprender que el peronismo fue anti-oligárquico, anti-liberal y anti-británico para obtener el poder necesario para elevar a la enorme mayoría de sumergidos argentinos a un estatus de clase media, permitiría comprender por qué hoy, para dar las mejores chances a esa clase media que supo construir y volver a elevar a los sumergidos por la última década, el peronismo puede permitirse ser el socio espiritual e ideológico de los restos de la antigua oligarquía liberal y conservadora, pro-libre mercado y pro-Estados Unidos, entendiendo a éste como el líder del mundo libre enfrentado a los socialismos totalitarios ahora, además, terroristas. Es imposible reorganizar la oposición sin dirigentes peronistas que asuman con franqueza esta posición y lideren este proyecto de país hoy ausente en el escenario político.


3)El Partido Radical, a su vez, arrastra múltiples divisiones y no termina de ser el antagonista de un peronismo que tampoco se decide a ser protagonista con toda la fuerza de su real historia. Le cabe mal al radicalismo y a sus diversos desprendimientos, como el de Stolbizer o Carrió, o el de sus aliados, los socialistas de Binner, el estrecho rol de opositor al partido pseudo-peronista gobernante cuando debería erigirse en el gran rival del peronismo capitalista y pro-norteamericano. Y esta es la tercera suciedad en el espacio político: la confusión del peronismo de la oposición impide al radicalismo levantar sus claras banderas europeístas y socialdemócratas, y en esa confusión la Argentina pierde a su segundo gran partido. Es imposible la reorganización de la oposición sin reorganizar el otro gran partido argentino con una oferta ideológica diferente a la del peronismo real.


4)La nostalgia por la próspera y brillante Argentina de la elite oligárquica portuaria, liberal y pro-británica de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, esa imbatible imagen de éxito de lo que el destino argentino siguió desde entonces prometiendo sin volver a cumplir, ha puesto en escena diferentes reencarnaciones del aquel partido liberal en la economía y conservador en las costumbres. Ese tercer partido, que después del peronismo obtuvo siempre un escaso 10% de los votos, resurgió en los últimos años como partido local en la ciudad de Buenos Aires a través del PRO. Nutrido por los votos de peronistas sin partido, de los radicales más conservadores y con sueños de partido nacional, ocupa en medio de la confusión general, ya el lugar de un Partido Justicialista muletto, ya el del sustituto del radicalismo para el imaginario gorila remanente. Es de notar que esta última variante ha sido adoptada también por el oficialismo kirchnerista para transformar al PRO en su oponente favorito y disimular que su contrincante primario no es otro que el peronismo real.

Esta falta de lugar propio y de recolector de votos ajenos permitió victorias locales con más del 65% de los votos y con ellas, también, la esperanza de convertirse en el nuevo gran partido nacional. Y esta es la cuarta suciedad: el PRO se imagina como tercer partido de oposición enfrentado al pseudo-peronismo oficial y tomando erróneamente a éste a veces como el total del peronismo, sin advertir que el peronismo real aún no ha terminado de dar su batalla institucional para recuperar su partido histórico, y que una vez que esté lugar esté definido, el radicalismo, por ósmosis, se reencontrará con el suyo, y que, una vez más, el tercer partido no dejará de ser un espejismo y un fracaso. El PRO, preso de una ilusión alentada por la autodestrucción momentánea de los dos grandes partidos, no termina además de procesar su ideología: le cuesta mucho más que al peronismo expresar el ideario liberal y encontrar su lugar ideológico en la historia argentina, aparentemente posible si el peronismo real desapareciese y totalmente imposible si así fuera.

Parecido a veces a los radicales en su europeísmo y en ciertos rasgos gorilas inconscientes, los amigos del PRO no se animan a ser un Menem o un Cavallo, y patear el tablero dejando de ser un partido muletto para ser socio y parte medular de ese peronismo real marginado que hoy les lleva la delantera ideológica. Es imposible reorganizar a la oposición si el PRO no se asocia al peronismo real para desalojar al kirchnerismo del poder, sea el instrumento institucional el Partido Justicialista recuperado o un PRO agrandado a escala nacional con la ayuda del peronismo real para la circunstancia electoral.



5)La quinta y principal suciedad es atribuible a la prensa y los intelectuales y a cómo decodifican las cuatro anteriores suciedades para su posterior elaboración por los argentinos de a pie, los que no son gobernantes, ni dirigentes ni pensadores políticos. A causa de la falta de claridad acerca del devenir histórico del peronismo, se interpreta mal al gobierno presente y no se visualizan los verdaderos rostros de la oposición y de su posible organización. A veces, pantallazos fugaces de la realidad asaltan las conciencias y lo posible se ve reflejado en las columnas políticas, como destello de una oscura esperanza.

Sometida a la rutina de viejos enconos y hábitos ideológicos arraigados, la lucidez de lo nuevo no dura. Así, los argentinos, sin otra claridad que la de conocer con exactitud aquello que no les gusta, marchan solos, a la deriva política y con el único poder de la firmeza insobornable de sus sentimientos. Bien por ellos, pero no es suficiente: hace falta el coraje de pedir la urgente institucionalización del PJ—la madre del borrego—, la reorganización del radicalismo y la contundente definición ideológica del PRO para que deje de ser funcional al gobierno y se transforme en funcional para los argentinos en esa escala nacional a la que aspira.


Sin una clarificación de estas suciedades que enturbian el panorama político nacional, lo que veremos en los próximos meses es aquello a que estamos acostumbrados: la viveza, la picardía, la chicana y la mentira para ocupar lugares individuales. Las columnas políticas seguirán indagando acerca de Scioli y el kirchnerismo y si el jaque mate no está ya predestinado en el tablero, por falta de garra de los demás. Con Scioli en el poder y aunque él represente por cierto otra idea de gestión, los argentinos seguirán marchando contra la impunidad que él deberá prometer a quienes deberá el poder.


Mejorar muy de a poco, cuando no empeorar de golpe, y así eternamente, es lo que nos espera hasta que alguien pare el mundo por un instante e imagine algo diferente para esta pobre Argentina, castigada por nuestras propias emociones del pasado sin revisar.

En la oposición, comenzar a imaginar juntos ya sería un buen auspicio.



martes, enero 22, 2013

LA IDIOTA ÚTIL


(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com )

En el plano de las relaciones internacionales, la Argentina está haciendo el papel de la idiota útil. En lo que es una ya irreversible decisión de manipular al país como el peón de Venezuela y Cuba en la fantasiosa guerra que ambos países continúan librando contra los Estados Unidos y el capitalismo global, la Argentina flota en marcha atrás por el Atlántico hacia el Medio Oriente y Asia, en una imposible maniobra geopolítica que va a durar lo mismo que el actual absurdo gobierno en el timón. En estos tiempos de confusión global, cabe anotar también la otra extraña fantasía complementaria alentada por el actual gobierno de los Estados Unidos de que la guerra en Asia terminó con el corriente o próximo retiro de la tropas de Irak y Afganistán, olvidando a Siria, Irán, al amenazado e inestable Israel, y más importante aún, al salto continental de las tropas de Al Qaeda al Africa, como los recientes ataques en Mali y Argelia demuestran. Próxima escala continental: América Latina. Si Estados Unidos hoy considera equivocadamente que África es un problema de Europa y no del mundo, quizá cambie su idea cuando lo mismo que hoy vemos en África despunte, otra vez, en el propio hemisferio.

Tanto en Estados Unidos como América Latina debería hacerse el esfuerzo de una alianza continentalista de defensa anti-terrorista que generosamente incluyera a aquella Cuba extrañamente solidaria tras los ataques del 11 de Septiembre y quebrara para siempre el eje ideologista de la isla aplicado al continente. La Cuba modernizada y en la inmediata esfera geopolítica de los Estados Unidos, podría estar mucho más cerca de lo que algunos quieren ver, y no haría falta mucho para que los lazos especiales entre ambos países adquirieran un renovado vigor, después del medio siglo que llevó la contienda, con ambos lados combatiendo por una libertad que sólo hoy parece posible ser alcanzada en su totalidad, asegurando cierta satisfacción para ambos bandos y la necesaria paz. Terminada Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia continuaran buscando atajos por los caminos pícaros y delictivos. La Argentina, está por verse.

Mientras los lazos del futuro se tejen bajo sus narices, curiosidades antropológicas como los miembros del gobierno argentino siguen pegando las manos en las paredes de la cueva, tratando de dejar un testimonio que ya fue, equivocando el rumbo de las relaciones internacionales y llevando al país a la peligrosa encerrona de aliada del mal, como si las bombas en la Embajada de Israel y en la Amia no hubieran servido de aviso acerca de lo que la Argentina va a soportar si persiste en el rol de la idiota útil del mundo.

Ya no se trata sólo de la idiotez que entregó el liderazgo del subcontinente a las competentes manos del Brasil, la economía local a la bancarrota, la capacidad financiera a la parálisis y, a la risa y burla del mundo entero, la imagen general del país encarnada en la persona que dice representarlo (¿alguien investigará alguna vez a Randazzo, al Ministerio del Interior, y a los caprichosos resultados de las internas abiertas y las elecciones generales de 2011?). Se trata de saber quién es la Argentina en realidad. Por cierto, no esta idiota.


Los tres nuevos candidatos presidenciales-- Daniel Scioli, Mauricio Macri y José Manuel de la Sota—han comenzado a diferenciarse no sólo por sus personalidades sino por la oferta de sus futuros equipos. Es una buena noticia: ninguno de ellos representa un mundo por sí mismo, pero cualquiera de ellos con un equipo identificable y altamente profesional puede hacer toda la diferencia entre una Argentina idiota o una inteligente. No se trata sólo del equipo económico, sino de entender el lugar de la Argentina en el continente, en el mundo y en el destino hacia donde la lleva su propia historia.

Las relaciones internacionales harán toda la diferencia entre unos y otros.