miércoles, febrero 20, 2008

DOS PROYECTOS

Aunque no explícitos, los dos proyectos de país que han regido en la Argentina post-democrática continúan dirigiendo el actual debate acerca de la reorganización de los partidos políticos. El modelo social-demócrata de capitalismo tibio, geopolíticamente sudamericanista, y el modelo capitalista moderno global y continentalista en el plano regional, aparecen como el motivo real de las pugnas, legales e ilegales, en la reorganización de los dos grandes partidos políticos, el peronista y el radical.

No se trata ahora, como muchos de los seguidores de Lavagna creían, de una lucha de la oposición por limitar el poder presidencial, sino de la misma vieja opción entre dos modelos a la hora de enfrentar y solucionar los problemas argentinos. No hay síntesis entre ambos modelos ni posible fusión, y así como al fracaso de modelo socialdemócrata le siguió el triunfo del modelo capitalista de Menem- Cavallo, interrumpido por la gestión poco exitosa de de la Rua y, sobre todo, por el golpe institucional de Duhalde, restaurador a su vez del modelo social-demócrata, al inevitable fracaso final de la gestión de Kirchner 1 y Kirchner 2, representantes del mismo proyecto social-demócrata de siempre que hoy se percibe engañosamente como un éxito, le sucederá el modelo de capitalismo global, con una posible acelerada continentalización.

Los tiempos argentinos son también los tiempos del mundo y estos están cambiando a toda máquina, sin que aún se advierta la aceleración exponencial del movimiento de reordenamiento capitalista del mundo, que los acontecimientos de Septiembre de 2001 parecieron suspender para siempre. El hecho es que el reordenamiento avanza en la misma dirección pre-2001 y que en la Argentina la única señal que se percibe acerca de esto es la importancia enorme que los defensores de un modelo y otro dan a la reorganización del PJ y del Partido Radical, en la certeza de que se avecinan tiempos en los cuales cada uno de los proyectos tiene que tener un instrumento electoral muy eficiente, so pena de perecer bajo un clima internacional altamente demandante.

Conviene entonces recordar las afiliaciones de los dirigentes con cada modelo antes de limitar el problema de las reorganizaciones partidarias al mayor o menor grado de institucionalización. Detrás de la mayor o menor institucionalización y de la mayor o menor democracia interna, hay dos proyectos de país en pugna. El modelo social demócrata es defendido por Alfonsín, Duhalde, Kirchner 1 y Kirchner 2, Lavagna y Carrió. El modelo capitalista es defendido por Menem, Cavallo, de la Rua, Puerta, los hermanos Rodríguez Sáa y, de un modo tibio, por Macri y por los siempre acomodaticios Scioli y Reutemann. También por Ramón Ortega, al cual casi nunca se nombra, aunque convendría recordarlo en esta hora como uno de los grandes defensores del modelo capitalista y de la amistad con los Estados Unidos.

La lucha de unos y otros por el control de los partidos políticos no es sino la lucha por el instrumento electoral de cada proyecto. En un momento en que desde el Estado se pretende influir para que en ambos partidos predomine un proyecto socialdemócrata, renunciar a la participación en ambas reorganizaciones partidarias es condenar al proyecto capitalista, global y continentalista a una derrota antes de competir, y a la Argentina, al definitivo exilio de una modernidad que no va a esperarla a que despierte de su equivocado sueño socialdemócrata.


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martes, febrero 05, 2008

LA GRAN OPORTUNIDAD

El tema de la conveniencia institucional de un sistema bipartidista en la Argentina no es nuevo, pero sí el haber llegado por fin al momento de lograrlo. Los movimientos de Néstor Kirchner en esta dirección para reorganizar el Partido Justicialista han desatado en forma irreversible este proceso, que ya conmociona también al Partido Radical. Lo que queda por definir es la identidad de los dos partidos, siempre necesariamente basada en sus identidades históricas, y el modo correcto de definirlas, es por medio de correctas y democráticas elecciones internas en ambos partidos.

Si no hay democracia y juego limpio en esta etapa refundacional, difícilmente la haya en elecciones generales posteriores donde compitan ambos partidos. Este es el punto de interés para los argentinos, militantes o no, afiliados o independientes: cada uno tiene hoy la responsabilidad personal de exigir que ambos partidos se reorganicen en forma democrática y con la participación de todos. La aparente intención de Néstor Kirchner de ocupar el PJ como parte de su aparato Frente para la Victoria, eliminando a otras líneas internas opositoras, resulta más que inconveniente para este proceso, al cual deslegitimaría así desde su arranque.

La democratización de los dos grandes partidos puede dar una oportunidad también a todos aquellos pequeños partidos que se fueron escindiendo de ellos, nacidos en la impotencia ante la falta de reglas democráticas y rebeldes al imperio de los caprichos personalistas. Con los dos grandes partidos reorganizados, los pequeños partidos tendrían así la opción de mantener su identidad individual, en general de partido regional, asociándose en las elecciones nacionales con alguno de los dos grandes o podrían convertirse en equipos operativos, organizados en fundaciones y ligados a alguna de las líneas internas de esos dos grandes partidos. Se trata de construir un orden institucional con identidades claras que puedan sumarse con libertad de elección. Estamos frente a la gran oportunidad de construir algo más que un mero sistema bipartidista: una sociedad política absolutamente democrática, en la cual el pueblo argentino tenga siempre la opción del cambio y del recambio por los debidos carriles institucionales, además de una opción participativa legítima, abierta y democrática para asegurar la permanente renovación y jerarquización de las dirigencias.

En una comunidad políticamente desorganizada, estamos construyendo organización. Con los ojos bien abiertos, participemos, y no dejemos que desde el Estado un grupo de pícaros use la justicia y las dos instituciones políticas tradicionales del pueblo argentino, el Partido Justicialista y el Partido Radical, en su propio beneficio y no en beneficio de los argentinos, los únicos que con su voto dentro de esas instituciones tienen el derecho a decidir. Ya sabemos lo que dijo el General Perón: “Mi único heredero es el pueblo.” Quería decir que en el país y en las instituciones políticas, el que vota es el pueblo, y no un dirigente con las riendas del Estado.