martes, diciembre 12, 2023

LA ARGENTINA FRENTE AL ESPEJO

 El año 2023 se perdió inútilmente. Una oportuna asamblea legislativa podría haber adelantado las elecciones, si no hubiese prevalecido en la oposición la habitual pulsión antiperonista para desgastar al peronismo permitiendo que el kirchnerismo hiciera de las suyas durante el tiempo más largo posible.


La larga agonía terminó, sin embargo, con un balotaje que dejó un kirchnerismo reforzado y rescatado tras la derrota de un Massa que hubiera terminado para siempre con la hegemonía de Cristina Kirchner pero también como ganador al más inesperado candidato, Javier Milei, y a la Argentina por fin encaminada en una clara senda de economía liberal.


Que Javier Milei sea un declarado amigo del peronismo republicano y liberal y no un liberal antiperonista clásico, agrega esperanza a lo que hoy deberá ser un gran esfuerzo nacional de integración tras objetivos comunes.


Después de muchas décadas de creciente deterioro, la Argentina frente al espejo no encuentra ya su imagen de adolescente prometedora sino la de una nación adulta que envejeció mal.


Sin la clase dirigente conservadora de las mejores tradiciones argentinas que el peronismo debió proveer, dada su condición de gran mayoría durante mucho tiempo, entre las muchas pérdidas hay que contar la de una clase dirigente que sirviese de modelo ejemplar.


El Gral. Perón fue un revolucionario para incorporar a la clase trabajadora al poder,  pero, por el resto fue un militar católico y conservador, confiado en un ascenso social basado en el trabajo, la educación, la buena alimentación y salud, y el acceso a una vivienda digna. Gran parte de la tragedia argentina está en la falla de muchos de sus seguidores—con la excepción de Carlos Menem, con mucha justicia reivindicado por Javier Milei—en constituirse en esta clase ejemplar y en asegurar las bases de un crecimiento sostenido aceptando la realidad de una imprescindible economía liberal. Abrir a los dirigentes anclados en modalidades del pasado a instrumentos modernos para los mismos propósitos de ennoblecer a los desposeídos y ayudarlos a mejorar, accediendo al trabajo, y proteger a los trabajadores, será una tarea política del primer orden. No de negociación, sino de conducción.


Pero no es este el único mal a enmendar.


Hoy, frente al desolador paisaje, cabe otra vez la esperanza, pero también las dudas acerca de que los actuales dirigentes en todos sus niveles—Gobierno, empresas, sindicatos, movimientos sociales—tengan la suficiente lucidez como para entender el concepto de modelo y ejemplaridad.


La delincuencia se adueñó de todos los ámbitos, desde el Gobierno en sus más altas autoridades, hasta el peatón casual que roba las zapatillas al ladrón que acaba de abatir la policía, pasando por todos los niveles de las empresas, sindicatos, escuela, universidades, hospitales, casas particulares. Robar es una costumbre, hoy parte del ADN nacional y requiere una urgente intervención en ese nivel constitutivo: debe quedar MUY claro que nadie debe robar, en ningún ámbito y castigar muy ejemplarmente incluso los pequeños robos.


El espejo no perdona. Si los argentinos nos atrevemos a mirarnos en él, nos veremos en nuestra doble categoría de Nación empobrecida y en bancarrota, por la falta de libertad, y de Pueblo destruido en su educación y buenas costumbres, por la falta de ejemplaridad.


En ambos sentidos, se trata de un trabajo de conducción política y de un trabajo colectivo de acompañamiento en la misma dirección.


¿Podremos?