jueves, mayo 03, 2012

LA REINSTITUCIÓN DE LAS INSTITUCIONES


(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com )

El mayor problema político que enfrenta la Argentina en estos días no es el fortalecimiento de un gobierno unipersonal y autoritario ni la carencia de un líder indiscutido y hegemónico en la oposición sino la escasa conciencia popular de que el origen de los tormentos actuales y de los por venir reside en las instituciones republicanas inoperantes o corruptas. Instituciones republicanas son, por ejemplo, además del Poder Ejecutivo y las dos cámaras del Congreso, el Poder Judicial—incluyendo a la Justicia Electoral-, los Estados provinciales federales, los organismos de control del Estado con participación de organizaciones no gubernamentales y los Partidos Políticos.

Desde el advenimiento de la democracia, los argentinos hemos asistido con perplejidad, en relación al fortalecimiento y respeto de las instituciones, más a un recambio de bandos políticos con intereses y proyectos disímiles pero con algo en común: el uso y subversión de las instituciones para proteger sus propios intereses y no los de la Nación o del pueblo argentino en su conjunto.

La mención de causas populares hoy abandonadas, como la eliminación de las listas sábanas para hacer uso del derecho de elegir a cada candidato individualmente por el voto popular, o más recientemente, la resignación ante el hecho de que jueces de la Nación cedan a la presión del poder político para no investigar causas que comprometen la vida o el patrimonio actual o futuro de los argentinos, describen a gritos dónde hay que hacer el esfuerzo político para lograr que los argentinos tomen las riendas de su propio destino.

La destrucción de los partidos políticos, la persistencia de las listas sábana, el interés del actual gobierno de destruir en particular todo vestigio democrático en el Partido Justicialista, la corrupta ceguera de la Justicia Electoral ante éstas y otras irregularidades-incluyendo las elecciones- tanto como la estafa de los subsidios a los ferrocarriles con complicidad de funcionarios del Gobierno que terminó en la tragedia de Once, como la causa que envuelve al vicepresidente y a la sociedad oculta detrás de la privatización de la impresión del papel moneda nacional, o como la más reciente confiscación de YPF (que no sólo demorará la solución del problema energético sino que costará fortunas en reparación económica y en pérdidas de inversiones extranjeras por desconfianza), describen la impotencia de los ciudadanos para decidir qué país y qué políticas quieren. La indiferencia y la resignación han sido siempre la respuesta de un pueblo cansado y siempre manso durante una larga temporada antes de explotar harto, para volver luego al mismo esquema, con diferentes actores y creyendo equivocadamente que el problema está en el proyecto o en los dirigentes o, más sofisticadamente, en la falta de acuerdo en políticas de Estado, es decir, en la congenialidad de los proyectos. Quizá esta vez lo que se precise sea un liderazgo didáctico y esclarecedor sobre el poder en manos de los ciudadanos que los ciudadanos no se deciden a ejercer o no saben cómo y en la límpida reinstitución de las instituciones republicanas, únicas salvaguardas de la auténtica voluntad popular.

El cómo, sin embargo, está al alcance de la mano, y, si se comprende que no es el actual gobierno el problema sino la corrupción de la Justicia y hasta de la Policía que debería servir a ésta y no al gobierno, hay que sacar de la mira de combate al actual corrupto e imperdonable equipo de gobierno y poner el acento en la corrupción de las instituciones que permiten sus acciones delincuentes, en particular la de la Justicia, con muchos jueces que se sienten impunes para hacer cualquier cosa porque la ira popular no está aún canalizada correctamente hacia ellos.

No hace falta un líder opositor, sino una multitud de líderes que trabajen bajo una idea común: el esclarecimiento acerca del verdadero rol protector de los intereses individuales y comunitarios de las instituciones y el aumento de la conciencia individual de cada argentino acerca del poder que tienen en sus manos. Como todo comenzó con el verbo, no hay que desdeñar la simple formulación de esta idea básica de agrupación, como inicio de un movimiento colectivo para la reinstitución de las instituciones como mediadoras entre el pueblo y cualquier gobierno. A esta Argentina la salvamos entre todos, o no la salva nadie. ¿Hace falta repetir quién dijo esto y cuánta razón tenía?

Al liberalismo local inspirado en los Estados Unidos, modelo de eficiencia en sus instituciones, no hay que recordarle esto. Al peronismo republicano que ya aprendió duramente su lección, tampoco. Sólo hace falta lograr la unión informal de ambos en la base misma de la sociedad y trabajar en movimiento hacia arriba, hasta remover todo vestigio de disfuncionalidad en las instituciones y terminar castigando penalmente a quienes las hayan subvertido en sus funciones.