Otra vez ostentando su más brillante cara de esperanza, la ciudad de Buenos Aires, con su corona de Reina del Plata puesta, reivindicando su tradición de aspirar a lo mejor, harta de vestir los andrajos y la miseria de la izquierda, votó por el cambio, es decir, por volver a ser la que fue. Y la ciudad ganó y reina, pero no gobierna. Falta una segunda vuelta. El domingo 24 de Junio, los porteños deberán decidir si quieren vivir en una ciudad bella, próspera, elegante y honorable o si hacen oídos al empobrecedor discurso kirchnerista que congela a la Argentina y a la ciudad en la gris mediocridad del nivelamiento hacia abajo. La Reina del Plata de Macri o la Cartonera del Plata de Kirchner. Dos estéticas, la del progreso y la del retroceso.
En las próximas semanas, habrá muchas referencias al pasado. Kirchner y los suyos, Filmus e Ibarra, pedirán el voto a los porteños recomendándoles no volver al “nefasto pasado de los 90” creyendo con cierta inocencia que puede convenirles nacionalizar la campaña y hacer reflexionar, no sólo a los porteños sino a los argentinos, acerca de cual es el nefasto pasado en realidad. Otra vez con inflación creciente, con servicios públicos que deben volver a ser estatizados porque las empresas privadas no invierten a raíz de la violación de sus contratos por la pesificación duhaldista, con desorden gremial por la pérdida del poder adquisitivo de los salarios y con una criminalidad aumentada en el espacio público por renuncia del gobierno a promover las fuerzas armadas y de seguridad, este presente es ciertamente el opuesto del pasado de los 90 y muy parecido a los 80, casi igual, sino fuera que Kirchner es aún menos inteligente que Alfonsín. El adjetivo nefasto, si de pasado se trata, podría tener para los porteños una mejor década dónde ubicarse, sólo empardada por los años duhaldistas de Diciembre del 2001 al 2003. La reflexión histórica está casi completa para los porteños, que aún deben contagiar a los argentinos, ya que el Presidente los llama a evaluar el pasado.
Y si es Macri, contra Kirchner-Filmus-Ibarra, la ciudad no sólo deberá reinar en la intención sino asegurar, con su voto, el gobierno. No hay cambio posible, ni recuperación del mejor pasado, ni evolución acelerada hacia esa modernidad de la cual la ciudad de Buenos Aires siempre supo ser la abanderada de Latinoamérica, sin una mayoría que le dé el gobierno de la Ciudad Estado a Macri y a Michetti. Si lo que importa es el futuro, ¿hay mejor fórmula que un joven empresario con la mejor tecnología administrativa y los mejores antecedentes de éxito y una mujer joven capaz de sobrellevar la adversidad personal con la mayor de las alegrías y entereza? ¿Hay algún progresismo mayor al del progreso en los resultados? Que Buenos Aires agregue a su corona, el cetro, y gobierne.
En las próximas semanas, habrá muchas referencias al pasado. Kirchner y los suyos, Filmus e Ibarra, pedirán el voto a los porteños recomendándoles no volver al “nefasto pasado de los 90” creyendo con cierta inocencia que puede convenirles nacionalizar la campaña y hacer reflexionar, no sólo a los porteños sino a los argentinos, acerca de cual es el nefasto pasado en realidad. Otra vez con inflación creciente, con servicios públicos que deben volver a ser estatizados porque las empresas privadas no invierten a raíz de la violación de sus contratos por la pesificación duhaldista, con desorden gremial por la pérdida del poder adquisitivo de los salarios y con una criminalidad aumentada en el espacio público por renuncia del gobierno a promover las fuerzas armadas y de seguridad, este presente es ciertamente el opuesto del pasado de los 90 y muy parecido a los 80, casi igual, sino fuera que Kirchner es aún menos inteligente que Alfonsín. El adjetivo nefasto, si de pasado se trata, podría tener para los porteños una mejor década dónde ubicarse, sólo empardada por los años duhaldistas de Diciembre del 2001 al 2003. La reflexión histórica está casi completa para los porteños, que aún deben contagiar a los argentinos, ya que el Presidente los llama a evaluar el pasado.
Y si es Macri, contra Kirchner-Filmus-Ibarra, la ciudad no sólo deberá reinar en la intención sino asegurar, con su voto, el gobierno. No hay cambio posible, ni recuperación del mejor pasado, ni evolución acelerada hacia esa modernidad de la cual la ciudad de Buenos Aires siempre supo ser la abanderada de Latinoamérica, sin una mayoría que le dé el gobierno de la Ciudad Estado a Macri y a Michetti. Si lo que importa es el futuro, ¿hay mejor fórmula que un joven empresario con la mejor tecnología administrativa y los mejores antecedentes de éxito y una mujer joven capaz de sobrellevar la adversidad personal con la mayor de las alegrías y entereza? ¿Hay algún progresismo mayor al del progreso en los resultados? Que Buenos Aires agregue a su corona, el cetro, y gobierne.