viernes, agosto 03, 2007

EL ATRACTIVO DE LA CATASTROFE


Un razonamiento pre-elecciones de octubre debería comenzar por lo básico: ¿era correcto el plan de modernización de los 90 o no? Si no era correcto, el razonamiento debería continuar con una reivindicación de Duhalde, que anuló el plan de modernización con la devaluación, pesificación y ruptura de los contratos privados, y un homenaje al Presidente Kirchner y a su extensión, la Senadora Kirchner, por consolidar las decisiones de Duhalde y afirmar al país en esa dirección. Octubre debería entonces confirmar a los Kirchner en el poder.

Por el contrario, si el plan de modernización de los 90 era correcto y si Duhalde y Kirchner y su extensión conyugal sólo contribuyeron a alienar a la Argentina de la modernidad y del progreso, la tarea patriótica de octubre sería la de asegurar que la Argentina regrese a la buena senda perdida por Duhalde y desalojar para siempre del poder a su continuidad, los Kirchner.

Sin embargo, las cosas no aparecen tan claras para ese anónimo votante promedio de las encuestas: la realidad tiene el bifronte aspecto de un aparente éxito -la productividad y el aumento de las reservas- y de un fracaso - la inflación y la falta de inversión en los servicios básicos que ya están muy cerca del colapso. El resultado de octubre, lejos de redefinir por sí mismo ese conflicto entre el aparente éxito y el fracaso, sólo eclipsará por un instante la inexorable marcha hacia la verdad. En algún punto del horizonte cercano se confirmará que Duhalde fue un genio y un salvador de la patria imitado en su gesta patriótica por sus herederos políticos, los Kirchner, o por el contrario, que Duhalde y sus herederos sólo atrasaron el país y congelaron su destino por un tiempo nunca lo suficientemente largo como para salvarlos del castigo en vida.

Por eso, en los líderes alternativos a los Kirchner y opuestos al programa duhaldista, la tentación de esperar ese momento de catástrofe en el cual el razonamiento básico se hará carne aún en el más negador de los argentinos es muy fuerte. ¿Para qué tratar de ganar a los Kirchner si, total, se van a caer solos en el momento menos pensado? ¿Para qué tratar de hacer razonar al pueblo argentino acerca de lo que le ha sucedido y ayudarlo a anticipar su próxima desgracia, si ya se va a dar cuenta solo ante la contundencia de los hechos? Los convencidos de que la letra con la sangre entra no aspiran a suceder a los Kirchner en octubre sino a sustituirlo en medio del próximo caos inflacionario y energético. El atractivo político de la catástrofe es alto y, en la Argentina, ha dado siempre sus frutos.

Sería una novedad que las elecciones de octubre introdujesen un nuevo tipo de liderazgo, patriótico en el sentido de acercar los razonamientos acerca de la patria a la gran mayoría del pueblo que apenas se informa con la lectura de diarios sesgados o de noticieros de televisión primitivos y parciales. Esa educación popular no sucede desde los tiempos de Perón, lo cual señala algo a quienes pretenden ser sus actuales seguidores.

Octubre presenta, por ahora, la candidatura oficial de los Kirchner, encaramada en lo que el pueblo debe aún designar como un éxito para confirmarlos. En la vereda de enfrente, un tumulto irresuelto de líderes alternativos que no terminan de enfrentar el conflicto haciendo fuerza allí donde está lo opuesto, cómo si ellos también padecieran de la misma confusión popular y no supieran si este gobierno y su original promotor Duhalde, son genios o asnos, y esperasen a que la catástrofe de al fin su veredicto.