(Publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)
A pesar de la incredulidad pública, la prudencia del periodismo y de muchos dirigentes ha evitado la exploración de las circunstancias y detalles de los eventos de los últimos días, con lo cual se ha permitido la instalación provisoria de un piadoso manto de hipocresía acerca de la realidad, muy en la tradición argentina del ocultamiento consentido para obtener algún beneficio o, simplemente, por miedo. Más allá de la desaparición del ex presidente Kirchner y de las especulaciones o preguntas que esta desaparición pueda suscitar, el kirchnerismo continúa, con los mismos fines y con los mismos medios, con un libreto táctico diferente y con la misma estrategia de conquistar el poder en forma duradera.
De lo que se trata, entonces, es de no perder de vista el problema que los argentinos deberán enfrentar con toda la voluntad y seriedad del caso: si desean que la Argentina quede sometida a un régimen de Estado filo-totalitario e inserta en el dispositivo de naciones sudamericanas rebeldes a todo régimen democrático, capitalista y de alianza continental estratégica con los Estados Unidos o si desean que su país retome los grandes lineamientos de la década de los 90, corrigiéndolos y perfeccionándolos, no en sus objetivos, pero si en sus instrumentos. Dentro del peronismo las opciones son claras: predominará --por las mañas, las mentiras o la fuerza-- el kirchnerismo, o podrán con él las otras dos variantes peronistas que lo enfrentan, el peronismo socialdemócrata moderado de Duhalde o el peronismo liberal de la mayoría de los dirigentes de Peronismo Federal y aliados.
Más allá de los acontecimientos de estos días y de la manipulación de la información, lo que permanece es la realidad de una lucha interna dentro del espacio amplio del peronismo y la realidad de una sociedad angustiada que aún no encuentra la claridad de un liderazgo alternativo al kirchnerismo que le permita visualizar otro país, otro modo de gestión, otra imagen de la Argentina ante el mundo, que no estén basados en mentiras o en proyectos insostenibles, una variante de la mentira política.
No hay modo de combatir las grandes mentiras políticas, más que a través de las grandes verdades, esas verdades que los pueblos construyen sólo en base a su experiencia íntima de la realidad y a su posición de integridad frente a ella. En los argentinos está, entonces, el antídoto para vencer su ya larga enfermedad de mentiras públicas y la esperanza de recuperación.