Cuesta hablar de política, después del patético e irrespetuoso segundo funeral del General Perón. De la carnavalesca ceremonia, imaginada por Duhalde y convenientemente desorganizada por el Gobierno Nacional y el provincial, que no prestaron ni Granaderos ni policía, sólo recordaremos las imágenes de su ex pueblo trabajador, hoy subvencionado por el gobierno para representar a los pobres del cruel capitalismo, ex pueblo trabajador encarnado en el grupo de borrachos abrazados al cajón como a una botella, con camaritas digitales para eternizar el momento y con las gorritas con la visera para atrás, a la usanza rapera, olvidando a Pochito, si es que la gorra era un homenaje y no el gesto de deshonra de ese ex pueblo que ya no se acuerda de sacarse el sombrero cuando corresponde. Evita zafó y casi dan ganas de que la supuesta hija de Perón lo sea de verdad y proteja el cuerpo de su padre, ya que las autoridades y el pueblo votante que permite que éstas sigan en el poder, no han sido capaces de hacerlo. Los que robaron a los argentinos su moneda y los que le robaron elecciones limpias, se las arreglaron para seguir robando. En este caso, la dignidad con la que hubiesen homenajeado a su tres veces presidente, los argentinos de honor, esos que no roban la moneda ni los ahorros, ni consiguen los cargos por golpe institucional o proscripción.
El inmenso vacío que tiene hoy la política argentina comienza a llenarse, a partir de este episodio, de preguntas muy pertinentes que quizá contribuyan a desenredar el embrollo. ¿La Corte Suprema fallará en contra de Kirchner y de su jueza Servini de Cubría, si éstos son demandados por sabotear la reorganización del partido que llevó al Presidente al poder? ¿Podrán constituirse, en el caso de que se llegue a una reorganización, listas libres que expresen todas las tendencias del peronismo? ¿Quién expresará dentro del PJ reorganizado la línea liberal modernista en sustitución del desgastado Menem? ¿Podrá el partido radical llegar a una reorganización semejante que encumbre a sus antiguos radicales Carrió y López Murphy en el tope de las listas favoritas? El inmenso vacío sólo puede llenarse con un limpio juego democrático y la más exigente de las competencias, con los mejores dirigentes y las mejores ideas. Esta verdad, obvia y sencilla, parece, sin embargo, una realidad inalcanzable. Como si a los argentinos sólo nos resultara cierta y tangible, la mentira, y sólo verdaderos, el engaño, la estafa, el robo. Ya casi no recordamos que hay una vida mejor.
Los argentinos de a pie no tenemos los hilos del gobierno, ni siquiera una prensa que nos exprese en nuestra indignación o en nuestra pena. Sólo tenemos el poder de pensar con claridad y de que nuestras acciones individuales sigan a nuestro pensamiento. Si sabemos que toda la diferencia entre un futuro construido con inteligencia y honestidad y un eterno presente de problemas sin solución, reside en la reorganización de dos partidos fuertes y democráticos que absorban los múltiples partidos desperdigados e impotentes, y compitan con lo mejor, podemos reclamar y exigir por esto, a aquellos que de todos modos en pocos meses más vendrán a lamer nuestras manos y a pedir nuestro voto. Sería bueno que se enteren desde ya que no lo tienen cautivo, y que entre el actual gobierno y Mongo, ganará Mongo, porque así votan los argentinos cuando se hartan. Entonces, ante este probable desenlace, quizá nuestro presidente reeleccionista reevalúe su estrategia y se resigne a entrar, solo o con su mujer, por la puerta estrecha de elecciones internas limpias. Si es cierto ese 75 % de popularidad, ¿a qué le temen los Kirchner?
El funeral del General Perón, lejos de las interpretaciones conspirativas, ha quedado ante los ojos de los argentinos, como la más cabal demostración de la falta de Estado y de una real autoridad, y, peor aún, de la falta de amor y respeto de quienes todo le deben. No se trató de una versión en farsa de Ezeiza, porque no había dos sectores ideológicos enfrentados como en aquel momento, sino un único bando, el de los ladrones políticos de distinta estirpe, con algún que otro pistolero para que no queden dudas acerca de su condición. Sin duda, el general Perón merecerá en el futuro, una bella ceremonia de funeral, con todos los honores correspondientes a su condición de presidente, de militar y de figura rectora del siglo XX argentino y ya vendrá el peronista digno que repare el presente agravio. Esta vez, sin nadie que lo defienda, Perón volvió a poner su cuerpo, en gesto de eterna simpatía hacia el pueblo, para abrirle los ojos y dejarle ver cómo es que esos ladrones, capaces de todo mientras invocan su nombre, ahora van por el alma. Esa que nunca van a conseguir, la que sólo se puede recibir como don, la que no se puede robar.