En estos días de fin de año preelectoral, varios peronismos asoman la cabeza con aptitud familiar. Entre ellos, el peronismo de pie, opuesto al peronismo sentado en el poder; el peronismo enterrado con Perón, hace poco recordado en el terrible funeral y el peronismo del aire, el aún invisible, el que se sueña, el que está destinado a ser. Si el peronismo de pie se quiere alianza heterogénea de centro y el peronismo sentado pretende permanecer en el poder como una alianza de izquierdas, el peronismo del aire pretende ser la continuidad y conclusión del peronismo enterrado. La conclusión, porque vendría a cerrar en forma definitiva la etapa institucional, con la conquista definitiva de un espacio de expresión política.
El peronismo enterrado se movió con sinuosidad movimientista para consolidar su revolución; el peronismo de pie y el peronismo sentado persisten en la antigua estrategia aunque con signos diferentes; el peronismo del aire sabe que sólo ingresará en la historia terrestre si tiene un lugar institucional donde ser contenido: o sea el partido político, esa institución olvidada en nuestra vida nacional. En una democracia representativa, el partido político es el lugar de pertenencia de los políticos; el lugar donde se discuten, se enfrentan y se deciden las plataformas y candidaturas electorales sobre las cuales la población elegirá.
Los días movimientistas del peronismo terminaron cuando se logró por fin que el peronismo como expresión política fuese legal y pudiese tener su propio partido no proscrito. Hoy, en modo político regresivo, el partido peronista continúa de alguna manera prohibido e inhibido de organizarse y accionar como tal. Los peronismos, en vez de converger dentro del partido y pugnar dentro de él por el predominio ideológico y el poder, permanecen desarticulados y sin afincar en una estructura de sostén, construyen alianzas destinadas a disolverse. No hay forma de armar una familia política operativa que organice el espacio peronista, sin un partido político habilitado.
El sueño de algunos ideólogos acerca de que la destrucción de los dos grandes partidos históricos –el peronista y el radical- va a favorecer por fin la creación de un gran frente de centro-derecha liberal, continuador de la antigua oligarquía preperonista es el sueño complementario del peronismo sentado, que se cree capaz de dominar al resto de los peronismos y construir un gran frente de centro-derecha izquierdista. Pero allí está el peronismo del aire, siempre molestando, para decir que no hay retorno al pasado sino que habrá un avance desenfrenado hacia el futuro, cuando el peronismo esté contenido en una ágil estructura participativa
El desorden en la constitución de las familias políticas de la Argentina, es el que en última instancia llevó el desorden a todas las familias argentinas, a la de cada uno de los argentinos en singular. Las guerras civiles, los exilios políticos y económicos, las desapariciones, los divorcios y las muertes prematuras o inexplicables han desorganizado en forma total a la comunidad argentina, sumiéndola en una espiral de desasosiego y con escasa conciencia de pertenencia. El peronismo, que desorganizó la vida argentina para transformarla en una vida más democrática, tiene como demorado mandato organizar la continuidad de la vida argentina por sus carriles más conservadores de unión y de vida. También la misión de conquistar para la Argentina el mejor lugar posible en la comunidad continental y global, de modo de asegurar el trabajo y la subsistencia de su pueblo en modo estable y duradero, usando los más modernos y sofisticados instrumentos de la economía. Para eso, precisa antes que nada, su instrumento de expresión política, o sea, el partido hoy congelado por el Gobierno.
La vida democrática en la Argentina no existirá en tanto los partidos políticos –tradicionales o nuevos- sean perturbados desde el Gobierno para evitar que dentro de ellos se genere un poder opositor. Esta es una práctica que coloca a La Argentina en el nivel de las peores dictaduras y la intervención ilegal al Partido Justicialista, que es el que expresa al peronismo, debe ser denunciada en los foros internacionales. Los peronismos, que constituyen en su conjunto la sustitución de la antigua elite conservadora, deben competir internamente y recambiarse dentro de la institución. El mismo derrotero seguirá el radicalismo, al cual como partido más antiguo que el peronismo le cabe una idéntica y simétrica reorganización con alas opuestas y compitiendo dentro de una estructura común.
El peronismo de pie es útil en la medida en que obligue al peronismo sentado a descongelar el partido y a permitir elecciones internas y libres. Pero es sólo la confluencia de ambos peronismos dentro de la misma institución, la que habilitará la existencia del peronismo del aire, cuya primera condición de modernidad es la democrática, con su libre competencia. Ese peronismo que no es ni de izquierda ni de derecha, sino vital, activo, y tan espiritual como para sólo vivir del aire mientras los argentinos no lo dejen habitar su definitiva morada.