martes, octubre 02, 2007

LA ESCENA INVISIBLE: RADICALES VERSUS PERONISTAS

Las elecciones presidenciales a disputarse en escasas tres semanas tienen características fantasmales. La candidata oficialista se oculta en la sábana de su marido y sólo se muestra en el extranjero, convencida quizá de que este mundo global los electores que la votarán no han de ser argentinos. Los votantes argentinos, a su vez, mienten con su mejor sonrisa en las encuestas –el miedo es poderoso y ya han aprendido a leerlo en los periodistas de televisión .Los más sinceros entre ellos, se atreven sin embargo a confesar su confusión, ya que no saben más dónde están los partidos tradicionales, tampoco a quién apoyan en realidad los nuevos y, mucho menos, qué expresa cada candidato y a quién entonces convendría votar. Los candidatos de la oposición hacen lo que pueden, librando cada uno su desigual batalla contra la candidata del gobierno, que al no mostrarse ni debatir, parece eliminar la fiereza de sus golpes. Los ataques y las verdades caen el vacío: como en los sueños, nada pesa, nada tiene espesor ni volumen. Entre fantasmas, hay que descifrar entonces algunas de las cosas importantes que están sucediendo.

Desplazada de su marco real, el enfrentamiento entre los partidos Justicialista y Radical, continua vigente la antigua oposición, aquella que pretendía que a un mal, discutible o abusivo gobierno peronista lo sustituyese uno radical, a veces votado como recurso in extremis por los mismos ocasionalmente desencantados peronistas. Esta oposición, expresada hoy en las figuras de los radicales Elisa Carrió y Ricardo López Murphy, enfrenta a los Kirchner desde ese espacio. Ambos los combaten por el escaso respeto demostrado por las instituciones y por lo que ellos denominarían la corrupción endémica de los peronistas. Ambos candidatos movilizan en el inconsciente colectivo el fantasma del radicalismo como único recurso para frenar al peronismo. Este fantasma tiene aún tanto peso como para que el otrora peronista Lavagna, incapacitado de luchar en la proscripta interna peronista representando al duhaldismo, se nos ha vestido de radical, sumándose así en su travestismo a las huestes más legítimas de Carrió y López Murphy.

Dejando de lado al disfrazado, y tomando a dos dirigentes de la valía de Carrió y López Murphy, lo que se advierte inmediatamente es la falta de una interna en el también fragmentado radicalismo, ya que los dos dirigentes, que coinciden en su decencia y en su vocación institucionalista, tienen dos proyectos de país muy diferentes. Sería deseable, desde el punto de vista de un país de economía moderna e integrado al mundo, que los votantes se orientasen hacia López Murphy y desmintiesen también con esa elección la actual tendencia registrada en las encuestas, de que los argentinos piensan que los Kirchner al igual que Duhalde y la misma Elisa Carrió están conformes con un país sub-capitalista, sub-gestionado y sub-valuado internacionalmente allí donde importa.

Un nuevo fantasmita, juguetón y pragmático, refugiado en un nuevo partido, el PRO, se divierte esperando el resultado de las elecciones, en las cuales tantas internas no concretadas en los derrumbados o prohibidos partidos políticos, terminarán por resolverse. Mauricio Macri observa y, antioficialista aunque de ningún modo antiperonista, apoya a un candidato, que en este escenario es radical: López Murphy. Macri apuesta a un futuro por ahora también fantasmal en el cual los dos grandes partidos terminen su larga carrera y donde dos nuevas grandes formaciones populares vengan a reemplazarlos. La del PRO sería una de ellas, expresando posiciones culturalmente conservadoras y económicamente modernistas. Enfrente, Macri imagina quizá al ARI, la nueva formación de centro izquierda. Como quien dijese, una vez más, peronistas y radicales, pero con otros nombres y ropa nueva.

Pero los fantasmas siguen empujando allí donde se asesinó a los viejos partidos, que lejos de haber muerto de muerte natural, como la virulencia de sus retoños lo demuestra, han sido víctimas del viejo ataque antidemocrático. Los gorilas de derecha y de izquierda siguen con las armas en la mano, ahora las de la distorsión y tortura institucional. Se trata siempre de lo mismo: que no haya internas, ni representantes legítimos, ni poder en el pueblo, para que este elija libremente según su gusto, conveniencia y necesidad.

Si el gobierno no hubiese intervenido en la proscripción del peronismo, ¿quién hubiera ganado la interna peronista? ¿Cristina Kirchner o Rodríguez Saá? Impresiona escribirlo, porque el resultado salta a la vista y también el por qué de la proscripción alentada por quien no ganaría jamás por los caminos de la legalidad. Si el radicalismo fuera un gran partido que englobase a todos y su interna hubiera sido la de la totalidad, quién hubiera predominado: ¿Carrió o López Murphy? Y qué hubiera sido de Lavagna, podemos preguntarnos, sin lugar propio en ninguno de los dos partidos, ni el radical por ajeno, ni el peronismo, con el kirchnerismo victorioso sobre el duhaldismo y enfrentando al enemigo común, el peronismo modernista de Rodríguez Saá, continuador a su vez del peronismo modernista de Menem. Muchas preguntas, algunas de las cuales serán respondidas en la ya inminente elección presidencial.

Los votantes de carne y hueso irán a las urnas a votar por candidatos de carne y hueso. Entre ellos, los fantasmas de mil y una batallas ocultas orientarán su voto y volverán la vida argentina a su realidad. Esta será ahora invisible, pero continua siendo la única verdad.