miércoles, abril 02, 2008

EL CORAZÓN DEL PROBLEMA

Las explicaciones acerca del inevitable fracaso del modelo económico impuesto por la fuerza después de los sucesos de 2001, han sido ampliamente expuestas en estas columnas. Como los argentinos nos guiamos más bien por la experiencia directa que por la anticipación y prevención de los acontecimientos, la rebelión del campo viene a demostrar lo que de otro modo no se quería comprender: no se puede crecer eternamente expropiando el capital que se necesita para reinvertir y seguir creciendo.

Desde la expropiación de Duhalde a través de la pesificación hasta la expropiación por medio de las retenciones a los exportadores agropecuarios, el modelo kirchnerista muestra que sólo se sostiene a través de la ilegalidad y del desprecio a la propiedad privada, lo cual remite a un desaliento de la inversión tanto nacional como extranjera. Este modelo cruje, se resquebraja y, finalmente, se va a romper en lo que es su supuesto fundamental: que se puede crecer sin un pleno sistema capitalista de mercado. Es el modelo de una mentira.

Si el problema está creado entonces por una mala elección del modelo económico, la solución se encontraría en cambiarlo. Esto es lo que, sin embargo, resulta imposible al gobierno actual, y lo que traslada entonces el corazón del problema al plano político. Como el gobierno insiste en asumirse como peronista, proyectándose en la comunidad como la nueva expresión de éste, el corazón del problema se traslada, antes que a los partidos de oposición, al peronismo en su conjunto, que de ninguna manera siente como legítima y propia esa expresión política del Gobierno. El reciente abordaje y ocupación del Partido Justicialista por parte de los Kirchner a través de un congreso ilegalmente constituido muestra dónde se teme, y con razón, que comience a crujir, resquebrajarse y, finalmente, romperse, el modelo político de partido único del Estado. Dónde habría que construir un sistema democrático bipartidista, se fuerzan las instituciones para lograr un partido centralizado desde el Estado y capaz de dominar los tres poderes.

Fuera del campo económico, donde la lucha hoy es clarísima, hay una segunda lucha por el retorno del peronismo al punto de progreso y modernidad al que había llegado en los ’90. El peronismo no kirchnerista, en plena etapa de reorganización y conformación de los nuevos liderazgos, es el responsable del giro interno que la Argentina precisa hacia su mejor destino. Sólo una recuperación democrática del PJ asegurará que nadie continúe haciendo uso indebido de la estructura política con el potencial más grande del país para perjudicar la Nación y expropiar al pueblo su futuro.

No es en la ilusión de una futura oposición más fuerte que la del partido hoy en el gobierno que se va a derrotar el modelo de la ilegalidad, tanto institucional como económica, sino en la oposición actual dentro de ese mismo partido, la única en capacidad de regresarlo a sus condiciones democráticas anteriores para permitirle continuar su camino hacia la modernidad política. Si el PJ recupera su legitimidad democrática, los demás partidos y en particular el radical, estarán obligados a una legitimidad y representación equivalente, dando la oportunidad a una oposición con fortaleza propia.

El corazón de la batalla política está hoy en el peronismo, una vez más invitado por la realidad a ser la delantera en el proceso de creación de identidad de los argentinos, quienes no quieren más dirigentes disfrazados ni mentirosos ni, mucho menos, el permanente default a la realidad. Al peronismo se le exige verdad y el peronismo deberá proveerla, cambiando su dirigencia.