La principal discusión política pendiente en la Argentina no es acerca de un modelo u otro, sino acerca de si los máximos gobernantes del país están en sus cabales, o sea si dentro de la realidad o fuera de ella. La ya famosísima frase del General Perón aludía también de un modo más simbólico a esta cualidad que todo buen dirigente debe tener: el sentido de realidad, a través del cual se llega a la verdad.
No se conduce con propiedad una nación, sin verdad. Eludir la verdad, característica propia de las personalidades que sufren algún tipo de distorsión emocional o de los circuitos de análisis lógico, se transforma en un grave problema público cuando a quienes padecen esta afección se les permite dirigir el país. Por su carácter de autoridad, entronizan su enfermedad y se convierten así en agentes patógenos, creando enfermedad psíquica colectiva mientras diseminan su mentira en el seno de la sociedad. Esto, al cabo de un tiempo, crea un gran sufrimiento en el pueblo, tironeado entre su sentido de realidad y la superestructura mentirosa en la cual se quiere obligarlo a creer. Es el tiempo entonces del pathos colectivo, cuando el pueblo es convertido en una masa informe que se percibe arrastrada allí donde no quiere, ya sea hacia alguna dictadura, hacia una hiperinflación o hacia una profunda crisis de autoconfianza. Porque, ¿qué puede hacer el pueblo que percibe por sí mismo la realidad porque vive en ella pero al cual la máxima autoridad le miente, diciéndole que la realidad es otra cosa? ¿Qué puede hacer el pueblo cuando esa otra autoridad que es la Justicia cierra los ojos allí donde debería abrirlos para defenderlo en su sentido de verdad?
En estos días se han vuelto a escuchar desde el Gobierno exclamaciones como “Los del campo están locos” y en el pasado más reciente el loco también era Cavallo. Y mucho antes Sarmiento. Y Perón antes de que los gorilas tuviesen que darle la razón. Y los gorilas, antes de que un Menem pacificador les restituyese su parte de verdad.
Como lo que está en juego siempre es la verdad, son los astutos mentirosos los primeros en reclamarla para sí. Los que la tienen, son los que más tardan en descubrir las armas del mal, porque los buenos sólo proyectan el bien e invariablemente creen a los malignos mejores de lo que son. En cuanto a los actuales gobernantes de la Argentina, los psicoanalistas podrían refinar el análisis clínico, y descubrir el juego perverso al cual la población es sometida desde antes de la última elección, donde lo que eligió no es lo que hubiera elegido si todas las opciones hubieran sido antes liberadas, y donde aún admitiendo que haya elegido lo que no hubiese elegido, ve que aún gobierna el que nunca se eligió.
Los espíritus más religiosos verán algo más sencillo, la eterna batalla de la verdad y la mentira, de la realidad y la locura, de Dios y el Demonio. O sea, del bien y del mal, que existen en la historia de las naciones y de los pueblos tanto como en la historia de las personas. Nunca fue fácil distinguir uno del otro, porque no son dogmáticos ni estables.
La Argentina está en este mismo momento en el centro de esa batalla. La gran confusión que se percibe dentro de la comunidad resulta de descubrir que hay algo superior y previo a la opción entre modelos económicos o ideológicos y es que las naciones sólo pueden ser bien conducidas cuando se obedece al sentido de verdad, de lo que en la realidad y no en las creencias, es bueno y justo para el país y el pueblo. El General Perón sintetizaba el rumbo a seguir diciendo que sólo se trata de elegir aquello que hace la grandeza de la Nación y la felicidad de su pueblo.
También Perón tenía clara la batalla contra los dirigentes patógenos, y no se cansaba de repetir que el mismo pueblo genera los anticuerpos. A la vista, el campo, que se brotó y quizá esa reacción de vacuna política bien recibida por herencia, confunde a un Alberto Fernández que trata de locos a los dirigentes rurales, confundiendo un brote y otro. Si no saben lo que es la soja, ni que una sembradora no cosecha, ¿van a saber que hay otros brotes además de los psicóticos?
Entre vacas y vacunas dadas a tiempo, entre alfalfa y caballos que no son los del comisario, la Argentina reverdecerá, y de los locos, sólo serán admitidos los lindos. El de las tres naranjas de Piazzolla y los demás, esos artistas que saben que tampoco hay buen arte sin verdad.