(publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)
El contraste entre mala conducción económica y aparente éxito financiero, entre inflación y dólar quieto, entre falta de energía y alto consumo no inquieta ya a casi nadie. Como con esas películas que hemos visto muchas veces y de las cuales conocemos el final, observamos con escaso interés la situación política y económica, interesados sólo en saber qué día y a qué hora se va a producir el inevitable sinceramiento y reajuste, después de una década de malas decisiones gubernamentales protegidas por una coyuntura internacional económica favorable a la producción local de cereales.
Discutir si el kirchnerismo seguirá en el poder no tiene el menor sentido a menos que deliberadamente quiera ignorarse al aún no instalado líder de la oposición. Que no esté instalado no quiere decir que no exista y, mucho menos, que no exista ya en el conjunto de la población una demanda clara de cambio. Esa demanda es la que terminará reafirmando el nuevo liderazgo y, por lo tanto, clausurando para siempre el lamentable y retardatario ciclo del kirchnerismo.
No habrá desaparición oportuna de la escena política ni vestidito negro que puedan torcer un destino escrito ya hace tiempo: la Argentina precisa libertad operativa, libertad en los mercados, libertad económica, financiera y política. Lo que se comenzó en la década de los 90, no se pudo continuar con propiedad, y finalmente se abortó con los gobiernos de Duhalde y ambos Kirchner, es la tarea pendiente que, a sabiendas o no, reclama una población sedienta de estabilidad y garantías de crecimiento, progreso y prosperidad duradera.
La profunda conciencia popular de lo efímero de la actual abundancia, expresada en un desenfrenado consumo para cubrirse de la inflación galopante, es la que dará validez al nuevo liderazgo preocupado por promover políticas realistas y eficientes a largo plazo. No es que haya un líder genial en puerta, sino que la demanda desesperada de verdad y realismo político terminará por transferir el mando a quien luzca más verdadero, sincero y dispuesto a hacer lo que hay que hacer para permitir que el país respire y se reorganice en la máxima de las libertades.
A los kirchneristas conviene recordarles que la hora de los mentirosos pasó, por más que ahora, en su esfuerzo por continuar y prevalecer, traten de seducir con una nueva mentira: que son capaces de cambiar.