(publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)
A comienzos de los 90, Carlos Menem describió sintéticamente su proyecto de modernización de la Argentina como una cirugía sin anestesia: todos los cambios necesarios introducidos con la urgencia del caso y de modo simultáneo, aunque doliera. Esa decisión permitió una veloz actualización de la estructura productiva y de servicios y el fin de la inflación. A partir de 2001, Duhalde y sus seguidores, los dos Kirchner, optaron por el proyecto opuesto, que describieron de acuerdo a sus fantasías acerca de la realidad como proyectos productivos o progresistas, sin advertir que, justamente por ser el proyecto opuesto al de los 90, el nombre que mejor le cabía era el de anestesia sin cirugía (ver: Anestesia sin cirugía por Carlos Menem en Diario Los Andes (2006) )
Durmieron las inversiones, aunque la economía se viera beneficiada por un factor externo –el precio de los cereales y su efecto multiplicador en lo interno, en especial en los recursos del Estado por las retenciones. Durmieron la memoria de diez años sin inflación con índices distorsionados del INDEC. Durmieron las empresas privatizadas, que a raíz de los contratos quebrados y las tarifas pesificadas y fijas, desmejoraron cuando no congelaron sus servicios. Durmieron la conciencia de la ciudadanía, con la ayuda de los beneficiados por el cambio de las nuevas reglas –entre otros, los dos más importantes matutinos que aún hoy no se atreven a reivindicar los 90. Durmieron las relaciones exteriores con el principal aliado de la Argentina en los 90, los Estados Unidos—dentro del contexto del mayor ataque sufrido por éste y festejando el final de la única opción estratégica de la Argentina, un continentalismo pleno capaz de rescatarla de la hegemonía brasileña. Durmieron, finalmente, las instituciones de modo tal que los partidos políticos –principalmente el poderoso y democrático PJ de los 90—dejasen de funcionar, que las fuerzas de seguridad perdieran su capacidad de reacción y que la justicia olvidara, en medio del cómo y conveniente sueño, dónde está el mal a castigar, dónde la jeringa con el soporífero, y dónde la mano que lo administra. De la cirugía necesaria para poner el país de pie, para recuperar las inversiones y los buenos servicios así como las relaciones internacionales genuinamente productivas y beneficiosas y para contar con la seguridad jurídica y física imprescindibles y con instituciones adecuadas a las necesidades de los ciudadanos, ni noticias.
Ante la fantasía de que el ensueño colectivo, provocado por los efectos remanentes de la anestesia, pueda prolongarse eternamente, conviene advertir la aceleración progresiva de los abruptos espasmos del cuerpo comunitario, por ahora breves y acotados, pero que terminarán en un final despertar a la realidad. Durante la transición, la fiebre inflacionaria seguirá allí, cada día más alta. A la vez, el deterioro institucional se acelerará con el reinicio de los desequilibrados signos vitales, y la parálisis provocada por la incorrecta alineación externa dejarán en evidencia la necesidad de una nueva, posiblemente dolorosa, pero inevitable cirugía.
El próximo candidato a presidente que pretenda devolver la salud a la Argentina y ser capaz de decirle con total honestidad, como escribiera Béliz y recitara Menem, “Levántate y anda”, tendrá que haber pasado obligatoriamente por este curso de medicina política y ser capaz de explicar claramente al paciente que en los últimos diez años, sólo estuvo dormido, en un coma deteriorante y no en vías de recuperarse. También que para sentirse bien, no basta con doparse, sino que a veces hay que hacer algo más. ¿Una cirugía con anestesia, quizá?
Lecciones de cirugía gratuitas: http://www.cavallo.com.ar/
Cirujanos aprendices, aún no graduados: Daniel Scioli y Mauricio Macri
No inscripto en el curso: Carlos Reutemann
Alumno aventajado: Alberto Rodríguez Sáa
Rechazados en el curso: Julio Cobos y Ricardo Alfonsín (no comprenden de qué se trata)