Ya en los umbrales de las definiciones de candidaturas presidenciales, la gran mayoría de argentinos teme que, a pesar de la oportunidad, todo siga igual y el kirchnerismo consiga ser reelegido. La oposición dividida en varios segmentos, algunos aptos para asociarse y otros incompatibles entre sí, permitiría este final, con ballotage e incluso si él. El problema de la Argentina política, secuestrada por la justicia manipulada por un Kirchner primero, y el siguiente después, continúa siendo el conjunto variopinto del peronismo sin la contención natural de su partido.
El Partido Justicialista ha sido paralizado a favor de los Kirchner, con el consentimiento de la injusta Justicia. No hubo internas para elegir a Kirchner (Duhalde llegó al gobierno por un golpe institucional protagonizado por él y otros con el pretexto de salvar al país de una economía que él, con su gasto irrefrenable en la Provincia de Buenos Aires, y otros habían contribuido a hundir) y mucho menos hubo internas o siquiera campaña a televisión abierta con su incompetente sucesora. El futuro éxito del kirchnerismo no se asentará en otra cosa que en esta anomalía: los peronistas desplazados por el kirchnerismo no tienen partido propio donde competir entre si y/o con el kirchnerismo por la candidatura presidencial de la totalidad del peronismo. Que esta anomalía no produzca un escándalo local e incluso internacional se debe a la escasa difusión del tema, en especial por la prensa no peronista que estima sus propios candidatos del radicalismo u otros se verían beneficiados.
Si allí está el nudo que en última instancia desordena la totalidad de la política argentina y crea el riesgo de dejar a la Argentina en las peores manos posibles, ¿dónde está la espada que lo desate? Sin lugar a duda, en el peronista que, ya dentro del Partido Justicialista y no fuera, se atreva a convocar a la Justicia a cumplir con su deber y tenga el coraje de enfrentar al kirchnerismo dentro del terreno que éste usurpó y la generosidad de convocar al resto del peronismo exiliado a una interna entre todos. Otro golpe institucional, pero esta vez para restablecer la legitimidad de la más importante de las instituciones del peronismo: el Partido Justicialista, ese creado para vencer al tiempo y también a los sinvergüenzas.