viernes, diciembre 31, 2010

2011: ¿Y AHORA QUÉ?

(publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)

El contraste entre mala conducción económica y aparente éxito financiero, entre inflación y dólar quieto, entre falta de energía y alto consumo no inquieta ya a casi nadie. Como con esas películas que hemos visto muchas veces y de las cuales conocemos el final, observamos con escaso interés la situación política y económica, interesados sólo en saber qué día y a qué hora se va a producir el inevitable sinceramiento y reajuste, después de una década de malas decisiones gubernamentales protegidas por una coyuntura internacional económica favorable a la producción local de cereales.

Discutir si el kirchnerismo seguirá en el poder no tiene el menor sentido a menos que deliberadamente quiera ignorarse al aún no instalado líder de la oposición. Que no esté instalado no quiere decir que no exista y, mucho menos, que no exista ya en el conjunto de la población una demanda clara de cambio. Esa demanda es la que terminará reafirmando el nuevo liderazgo y, por lo tanto, clausurando para siempre el lamentable y retardatario ciclo del kirchnerismo.

No habrá desaparición oportuna de la escena política ni vestidito negro que puedan torcer un destino escrito ya hace tiempo: la Argentina precisa libertad operativa, libertad en los mercados, libertad económica, financiera y política. Lo que se comenzó en la década de los 90, no se pudo continuar con propiedad, y finalmente se abortó con los gobiernos de Duhalde y ambos Kirchner, es la tarea pendiente que, a sabiendas o no, reclama una población sedienta de estabilidad y garantías de crecimiento, progreso y prosperidad duradera.

La profunda conciencia popular de lo efímero de la actual abundancia, expresada en un desenfrenado consumo para cubrirse de la inflación galopante, es la que dará validez al nuevo liderazgo preocupado por promover políticas realistas y eficientes a largo plazo. No es que haya un líder genial en puerta, sino que la demanda desesperada de verdad y realismo político terminará por transferir el mando a quien luzca más verdadero, sincero y dispuesto a hacer lo que hay que hacer para permitir que el país respire y se reorganice en la máxima de las libertades.

A los kirchneristas conviene recordarles que la hora de los mentirosos pasó, por más que ahora, en su esfuerzo por continuar y prevalecer, traten de seducir con una nueva mentira: que son capaces de cambiar.

lunes, noviembre 08, 2010

LA RESTAURACIÓN LIBERAL

(Publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)

En estos días proclives a confundir lo superficial con lo esencial, conviene recordar que la Argentina continúa aún sumergida en la irresolución de su historia.

En términos políticos, a la revolución peronista liberal de los años 90 le sucedió una contrarrevolución, protagonizada por peronistas ortodoxos primero y de izquierda después. Al peronismo de los años 40-50 también le sucedió una contrarrevolución, protagonizada en aquella instancia, por conservadores liberales. Ambas contrarrevoluciones usaron el mismo modo de acallar el peronismo: suspender su actividad partidaria, por medio de la proscripción, en el primer caso, y por medio del bloqueo y usurpación del Partido Justicialista en el segundo. Del carácter antidemocrático de las dos revoluciones, impidiendo la libre expresión del pueblo peronista en su partido de filiación y pertenencia, surge el profundo carácter democrático del peronismo vivo y real, ese que hoy como ayer, permanece al margen de su institución natural, ese que hoy, como ayer, sabrá encontrar el camino para prevalecer.

En los años 40 y 50, contra viento y marea, y con métodos más bien totalitarios y prepotentes destinados a consolidar la democratización profunda del país (que llevaba casi un siglo de atraso en relación a los Estados Unidos, por ejemplo), el peronismo aseguró el acceso a su fracción de poder a los trabajadores y promovió los derechos civiles de acceso a la educación, vivienda y salud para toda la población. En los años 90, caracterizados por la revolución global en la economía y las comunicaciones, el peronismo aseguró la pertenencia de la Argentina al nuevo mundo emergente y el acceso de todos a la economía global y a la prosperidad. De esta nueva revolución, que modernizó a la Argentina y la colocó, mucho antes que Chile o Brasil, a la vanguardia de Latinoamérica (lo cual le valió su posición en el G20 por ejemplo), la contrarrevolución ortodoxo-izquierdista sólo ha querido retener sus fallas parciales y no sus logros.

Sus fallas parciales fueron: no instalar un seguro de desempleo y un programa de reconversión para trabajadores industriales; no federalizar por completo el país en el área fiscal de modo de evitar que deudas irresponsables arrastraran a la Nación; no respetar la Constitución, en nombre de ambiciones personales, y haber insistido en una reelección en vez de nombrar un delfín capaz de ganar la interna y continuar la tarea. Estas fallas de ejecución y de liderazgo no han sido suficientemente asimiladas por la población como las causas reales del fracaso parcial de los 90, entendido como fracaso en tanto no pudo perdurar como programa organizativo de la Argentina, aún con la yapa de la Rua- Cavallo, que no tuvo el suficiente poder como para completar el proceso. Este fracaso parcial, una parte que el peronismo ortodoxo y la izquierda peronista persisten en querer convertir en un todo --es decir, un fracaso total-- es lo que confunde a la mayoría de los argentinos, que tienen una gran dificultad para discriminar entre el bien y el mal en materia de organización económica, debido al sufrimiento colectivo que ese fracaso parcial trajo al conjunto de la población.

Por lo tanto, en estos días en que la izquierda peronista y el kirchnerismo están discutiendo tanto la sucesión de la conducción como la continuidad en la usurpación y control del Partido Justicialista, conviene no perder de vista que seguimos en el mismo punto: en el de la contrarrevolución peronista desde el poder y en la necesidad de una restauración de la revolución peronista de los 90. Como bien percibe el kirchnerismo, se trata de ellos o del liberalismo. Lo que no pueden comprender es hasta qué punto el peronismo real es hoy, liberal. Más aún, hasta dónde precisa serlo para reencauzar el país en un camino democrático y de progreso y prosperidad perdurables.

Quién conducirá la restauración liberal, desalojando al kirchnerismo del poder y de la usurpación del PJ, es el verdadero tema de discusión que anida en los infinitos editoriales políticos que no nos han dado respiro en estos días. La desaparición de una persona del centro de la escena política y su rápida sustitución por su equivalente, no alteran los términos de la discusión. La Argentina continuará en el error en la interpretación de su propia historia o, humildemente, dará la razón a quienes la tenían y retomará su camino.

Finalmente, la Argentina no tiene más enemigos que sus propias ficciones y autoengaños. Sólo habrá solución en la verdad y en el carácter que dirigentes y pueblo puedan tener para aceptarla y elegir su destino en base a ella.

sábado, octubre 30, 2010

A GRANDES MENTIRAS, GRANDES VERDADES

(Publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)

A pesar de la incredulidad pública, la prudencia del periodismo y de muchos dirigentes ha evitado la exploración de las circunstancias y detalles de los eventos de los últimos días, con lo cual se ha permitido la instalación provisoria de un piadoso manto de hipocresía acerca de la realidad, muy en la tradición argentina del ocultamiento consentido para obtener algún beneficio o, simplemente, por miedo. Más allá de la desaparición del ex presidente Kirchner y de las especulaciones o preguntas que esta desaparición pueda suscitar, el kirchnerismo continúa, con los mismos fines y con los mismos medios, con un libreto táctico diferente y con la misma estrategia de conquistar el poder en forma duradera.

De lo que se trata, entonces, es de no perder de vista el problema que los argentinos deberán enfrentar con toda la voluntad y seriedad del caso: si desean que la Argentina quede sometida a un régimen de Estado filo-totalitario e inserta en el dispositivo de naciones sudamericanas rebeldes a todo régimen democrático, capitalista y de alianza continental estratégica con los Estados Unidos o si desean que su país retome los grandes lineamientos de la década de los 90, corrigiéndolos y perfeccionándolos, no en sus objetivos, pero si en sus instrumentos. Dentro del peronismo las opciones son claras: predominará --por las mañas, las mentiras o la fuerza-- el kirchnerismo, o podrán con él las otras dos variantes peronistas que lo enfrentan, el peronismo socialdemócrata moderado de Duhalde o el peronismo liberal de la mayoría de los dirigentes de Peronismo Federal y aliados.

Más allá de los acontecimientos de estos días y de la manipulación de la información, lo que permanece es la realidad de una lucha interna dentro del espacio amplio del peronismo y la realidad de una sociedad angustiada que aún no encuentra la claridad de un liderazgo alternativo al kirchnerismo que le permita visualizar otro país, otro modo de gestión, otra imagen de la Argentina ante el mundo, que no estén basados en mentiras o en proyectos insostenibles, una variante de la mentira política.

No hay modo de combatir las grandes mentiras políticas, más que a través de las grandes verdades, esas verdades que los pueblos construyen sólo en base a su experiencia íntima de la realidad y a su posición de integridad frente a ella. En los argentinos está, entonces, el antídoto para vencer su ya larga enfermedad de mentiras públicas y la esperanza de recuperación.

martes, octubre 12, 2010

LA UNIFICACIÓN DEL PERONISMO

(Publicado en Peronismo Libre;
http://peronismolibre.blogspot.com)


En medio de las últimas batallas para lograr terminar el ciclo del kirchnerismo, no se aprecia bien la mayor tarea política de unificación del peronismo que, de acuerdo a la tradición movimientística de éste, se está efectuando entre las sombras, de modo intuitivo y usando el método de prueba y error antes que el de una planificación racional. El pasado viernes ocho, el aniversario del General Perón pasó sin pena ni gloria, ocupados como están sus seguidores en rescatar lo que resta del que fuera el partido político más importante de América Latina. Mientras el kirchnerismo trata de aferrarse a la estructura legal del Partido Justicialista, controlando padrones y representación electoral y el Gobierno reserva su derecho de alterar las fechas electorales según su conveniencia, el grueso del peronismo hoy representado en Peronismo Federal, Pro y algunos otros partidos menores ensaya métodos de unificación, incluyendo a los saldos remanentes y rescatables del kirchnerismo y hasta al kirchnerismo mismo.

Se visualiza la estrategia de unificación como el más pragmático modo de ahorrar tiempo y energía, frente a un tiempo que exigirá una revolución total, el enderezamiento de un país que ha sido torcido en su esencia y en su destino por los últimos diez años de desgobierno. Traición y redención son dos de las palabras más escuchadas entre la dirigencia, y mucha de la discusión actual pasa por saber si se llegará a las elecciones de 2011 con el aparato el PJ unificado y democratizado bajo consenso, o si el PJ será el reducto final de un kirchnerismo derrotado por el radicalismo en una elección nacional, después de haber dejado librado al resto del peronismo a la obligación de replicar el PJ bajo otro nombre y sin tiempo para prevalecer. Obviamente, en el últimamente renovado odio por el peronismo que muchos argentinos han vuelto a cultivar tras los desmanes del supuesto peronismo de los Kirchner, éste último escenario se ha convertido también en el preferido de los radicales y de los muchos medios de comunicación que jamás han sido peronistas.

El gran desafío para la ciudadanía que no se siente identificada con ninguna de las variables socialdemócratas que ofrece el radicalismo, es ayudar al proceso de democratización, reclamando por el gran partido que pueda enfrentar al radicalismo desde la posición bien diferenciada de un peronismo liberal. Si bien el gobierno kirchnerista conserva su garra sobre la Justicia Electoral, ésta quizá quiera reconsiderar, como lo han hecho ya muchos jueces y la misma Corte Suprema nombrada por el kirchnerismo, la posición de sumisión automática y cumplir con lo que, desde hace ya un buen rato, es su deber: restituir las formas legales y democráticas en un partido avasallado.

Un partido unificado permitiría la alianza fecunda con el PRO y otras fuerzas menores y ofrecería un marco potable para instalar un nuevo liderazgo y nuevos equipos que vendrían a deshacer con eficiencia muchos de los desatinos del kirchnerismo en materia económica, a rectificar las malas decisiones financieras iniciales de Duhalde y a retomar la senda del proyecto peronista-liberal que, en vez de ser corregida y perfeccionada, fue brutalmente abandonada a partir de fines de 2001.

El trabajo mayor e los nuevos dirigentes frente a una ciudadanía desacostumbrada a las explicaciones racionales y coherentes y al riguroso ejercicio de la verdad, será conciliar el peronismo más ortodoxo y tradicional con aquello que hace algunas décadas nos gustaba definir como el liberalismo de izquierda y el liberalismo de derecha, dos ideologías que por vía de la renovación generacional y del progreso del conocimiento en el mundo se han injertado en el peronismo produciendo una saludable actualización de la inalterable doctrina basal.

Más allá de los aludes que el Gobierno y la actual conducción ilegal del peronismo continúan provocando sobre el camino de los argentinos para impedirles una clara y justa contienda electoral, en la cual tengan dos importantes opciones y no un muestrario de pequeños partidos inútiles para gobernar, existe una fuerza del bien que emana del conjunto de los argentinos. De modo oscuro pero eficaz, en silencio y, las más de las veces entre las sombras, aparta las piedras, señalando una y otra vez a los culpables, y empuja hacia delante, lista para sostener a aquel que mejor la encarne.

miércoles, agosto 18, 2010

EL TIEMPO DE LOS POROTOS

(Publicado en Peronismo Libre;
http://peronismolibre.blogspot.com)


Con su fino instinto para desentenderse de las causas perdidas, los argentinos se distraen con cualquier cosa menos con las intrigas políticas cotidianas. No podrían explicar más de lo que intentan explicar los politólogos, que falta mucho para las supuestas primarias, muchísimo más para la supuesta fecha legal de las elecciones y que no está dicha ni la primera ni la última palabra en materia de candidatos. Vale más entonces interesarse en el fútbol, en los propios problemas domésticos o románticos, incluso en Tinelli, distraído él también en otras cosas que la política, cuando nada se puede hacer para cambiar algo con el propio voto.

No es un tiempo político inocuo ni pasivo, sin embargo. Si bien a la hora de las definiciones carecen de absoluta importancia los golpes de escena de Lilita Carrió, el juego perverso del diario La Nación hermoseando a los Kirchner para desfavorecer los otros contendientes del radicalismo, o los entretejidos en tantos colores como candidatos del Peronismo Federal, es el esfuerzo de cada uno de ellos por clarificar su posición en el panorama electoral lo que al final resolverá el juego.

En el muy criollo momento de contar los porotos, no son ni los guiños ni los engaños los que pueden hacer la diferencia, sino la realidad pura y dura de qué acumuló cada uno a lo largo de la carrera, tanto en prestigio personal como en idoneidad intelectual para resolver los complejos problemas argentinos. Ya hemos dicho antes que el tablero y los jugadores no expresan tantas variantes misteriosas como la cantidad de candidatos y proyectos aspirantes haría suponer, y que la cuenta de los porotos en el caso del peronismo, bastante pareja hoy, dice bastante acerca de lo que finalmente va a suceder, cuando los que están acepten que no pueden quedarse y los que llegan se den cuenta de que les está faltando algo.

Por lo tanto, esta revista prefiere alentar en los argentinos que permanecen distraídamente alerta a toda novedad que pudiera al fin beneficiarlos, la idea de que el candidato que surja finalmente de la cuenta final de los porotos peronistas-liberales lleve adelante, sin prejuicios, un proyecto que asuma -- en la economía, en la reorganización federal del país, en la descentralización, en la defensa y seguridad y en la política exterior enlazada con lo verdaderamente progresista del continente y del mundo-- ambas tradiciones políticas, la del peronismo ya aggiornado por Menem y Cavallo y la del liberalismo hecho carne en muchos independientes a la búsqueda de una posición que armonice izquierda y derecha, capitalismo, tradición e innovación.

Para el peronismo, el poroto más valioso continúa siendo el del reestablecimiento del camino abandonado a fines del 2001, o sea el proyecto del peronismo liberal. El que lo ponga en la mesa gana; también al representar la más clara oposición al radicalismo. Hablar de kirchnerismo y no de peronismo, atrasa, cuando el ignorado y prometedor poroto se encuentra en ese campo. Minado, pero compartido, por eso de las inviolables reglas del truco.

lunes, julio 19, 2010

EL PERONISMO LIBERAL Y MAURICIO MACRI

(Publicado en Peronismo Libre;
http://peronismolibre.blogspot.com)


No hace falta mucho para provocar en los argentinos un gesto de espontánea solidaridad con Mauricio Macri: la infame persecución por parte de los Kirchner a través de la manipulación de la justicia sólo precisaba la reafirmación emocional de ver al Gobernador de la Ciudad de Buenos Aires negado y burlado por su propio padre, sonriente en las fotografías junto a la Presidenta y asegurando su lealtad a los enemigos de su hijo. Ambos gestos transforman a Mauricio en un niño dilecto del peronismo, que por naturaleza adopta a los huérfanos y a las víctimas de cualquier injusticia. El justicialismo es, también, justiciero.

La historia política es, sin embargo, otra, ya que Mauricio Macri es sólo uno de los muchos candidatos del peronismo alternativo a los Kirchner y como tal, sometido a la puja interna con otros aspirantes. Es deseable que estos candidatos sean solidarios con él en la ocasión, ya que como resulta evidente, la estrategia del kirchnerismo –el viejo y siempre útil divide y reinarás-- se basa en debilitar a esta única verdadera oposición dentro del espacio peronista. La fuerza combinada de Peronismo Federal, el PRO y demás aliados debe más bien moverse en conjunto y también, en pos de una mayor institucionalidad, asociarse en ocasiones puntuales al radicalismo para terminar con la permanente ilegalidad de procedimientos del Ejecutivo.

Desde el punto de vista del peronismo liberal o liberalismo peronista, lo que se advierte es un pelotón de aspirantes a fecundar la Argentina y permitir el renacimiento de una nación justa, libre y soberana. En el microscopio, podemos ver quienes presentan más fortaleza y aptitud para llegar a la meta, pero el camino es largo y accidentado. Como siempre, llegará el más resistente. De lo que podemos estar seguros es que la naturaleza movimientista y cohesionada -- en el sentido de apuntar hacia el mismo lugar de fecundidad-- del pelotón de candidatos, es lo suficientemente potente como para neutralizar los esfuerzos espermicidas del desesperado kirchnerismo, que olvida en sus cálculos la voluntad receptiva y necesitada de la Argentina. Es, finalmente, la naturaleza, cara visible de la realidad, la que se va a imponer como última verdad.

jueves, julio 08, 2010

EL PERONISMO LIBERAL Y EL DERECHO DE FAMILIA

(Publicado en Peronismo Libre;
http://peronismolibre.blogspot.com)


Propulsado por el kirchnerismo, el debate sobre el "matrimonio gay" apasiona a buena parte del peronismo cristiano y del liberalismo conservador, quienes ven en este tema la ocasión de reafirmar ya valores cristianos, ya valores conservadores acerca de la familia tradicional y, de modo más mezquino, embestir contra el progresismo en general. En rigor, más que de una creatividad política kirchnerista, se trata de un debate avanzado por la generación setentista, la cual --debemos recordarlo-- fue la que avanzó en el reconocimiento de los plenos derechos de la mujer y de las minorías, y que esta generación se expresó tanto dentro del peronismo como dentro de otras fuerzas políticas. No se trata entonces de un tema político patrimonio del kirchnerismo sino de un tema cultural que toca a la sociedad argentina en su conjunto, y de modo global al conjunto de la humanidad, además, desde los años 60. A su vez, el tema cultural no es sólo un tema de debate cultural sino un tema ampliado por el conocimiento científico más reciente acerca de la conformación de la identidad sexual y también por el avance tecnológico que permite intervenciones antes impensadas en el tema de procreación, readecuación de sexo, etc.

En el caso del llamado “matrimonio gay” lo que se está discutiendo en realidad es el nuevo derecho de familia que debe aplicarse a familias constituidas de un modo diferente al la familia tradicional. La dificultad principal está en la negación de la existencia de este tipo de familias, que existen sin un reconocimiento legal. Una vez más y como la realidad es la única verdad, el peronismo podría tener una vista menos nublada por las preferencias ideológicas del pasado o por la militancia religiosa personal. Como en la Argentina existe la separación de la Iglesia y del Estado, nadie debería discutir la posición de la Iglesia Católica ya que esta forma parte de la esfera privada. Los diputados y senadores deberían en cambio dedicarse a hacer lo que deben, regular la esfera pública, revisando el derecho de familia de forma de abarcar todos los tipos de familia existentes, heterosexuales u homosexuales, unidas o divorciadas, y la normativa a seguir en todas las variantes de unión, desde el matrimonio al concubinato, de separación y divorcio y de procreación, adopción y crianza de niños, en todas las variables. Lo que tenemos, y bien lo han hecho notar algunos legisladores, es una legislación antigua y contradictoria, donde no se puede agregar una nueva normativa sin revisar el conjunto. Es todo el derecho de familia que precisa ser actualizado y modernizado.

Es de sumo interés nacional, por cierto, preservar a la célula básica de la sociedad, que es la familia, sólo que es necesario ahora comprender que existe más de un tipo de familia posible. Más allá de los dogmas, lo que manda es la realidad, y toda realidad merece su legislación, si de verdad pretendemos una comunidad organizada. Desde un punto de vista peronista y desde un punto de vista liberal, nada más justo que reconocer los derechos civiles, y desde un punto de vista espiritual, sólo cabe la generosidad de aceptar nuevas familias para evangelizar.

lunes, junio 28, 2010

EL DESFILADERO

(Publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)

Por suerte quedan unos días hasta el próximo partido de Argentina, con lo cual tenemos una ventanita de tiempo para reflexionar acerca de un par de asuntos que deberían desvelarnos en ver de incitarnos a dormir la siesta hasta agosto de 2011.

El primero, el peligro latente que continúan siendo los Kirchner en pos de su objetivo de control del total de los recursos públicos –no sólo a través del BCRA sino a través de la nueva ley de servicios financieros que busca estatizar un fondo de los bancos administrado hoy en forma privada. Si por un lado hacen un falso guiño a la derecha, haciendo creer que el nuevo canciller va a enderezar la relación con los Estados Unidos y el mundo financiero, por el otro avanzan hacia la mayor penetración política en el Estado y en el PJ que la oposición les permita. Es verdad que la oposición ha puesto un freno, pero no ha conseguido aún detener la máquina, que entre gol y gol, y aprovechando la distracción, aumenta el control sobre los ciudadanos. Ya sea por el control de divisas que ya encuentran nuevas dificultades para salir a comprar al exterior, o de los ahorros privados a través de la garra sobre los bancos, o del voto, a través de la nunca reglamentada ley electoral, el ciudadano pierde poder personal y lo entrega, sin ser avisado, sin elegir y sin casi poder protestar ante los hechos consumados, a esta ávida pareja que no se va a retirar del poder sin antes haber intentado todo para permanecer en él.

No se llegó a esta situación por casualidad. La confusión acerca de qué proyecto de país es el adecuado para asegurar crecimiento genuino y prosperidad para todos continúa en pie. Es muy posible que si un candidato que aún no se perfila no asume el proyecto federal descentralizador, capitalista de mercado libre con actualización financiera y tecnológica, los argentinos sólo podamos elegir entre una socialdemocracia de izquierda, Cobos, Carrió o Alfonsín, y una socialdemocracia de derecha, Duhalde y algunos de sus tibios amigos, con la opción suicida, siempre vigente, de la continuidad kirchnerista.

Tibio consuelo sería conformarnos con la mitad del premio, mayor institucionalidad y federalismo, derrotando al kirchnerismo, cuando todavía estamos a tiempo de aspirar al premio mayor: ir por todo, el proyecto completo anti-kirchner y anti-social demócrata radical, reformando toda velocidad a los socialdemócratas peronistas que son, de última, quienes destruyeron lo conquistado en los años 90.

Son demasiadas batallas quizá para una sola elección. Requieren una estrategia política nueva. O el líder original que se plante y encarne aquello que la mayoría de los argentinos presiente pero que no puede formular, porque formular es trabajo de los políticos y los dirigentes. El peronismo, en particular, tiene que atravesar el estrecho desfiladero entre las montañas de residuos ideológicos acumulados por el peronismo ortodoxo devenido socialdemócrata y por una izquierda revivida en un peronismo que se miente a sí mismo, y buscar su verdad en la realidad. Del otro lado, está la Argentina prometida.

Como ya sucedió en muchas otras horas de la Argentina en la cual estaban claros tanto el problema como la solución, el liderazgo imprevisto puede volver a suceder. Aquellos que tienen una vista política fina, han notado ya las primeras señales de un emergente. Es decir, del nuevo Menem en ciernes, nacido dónde menos se lo esperaba. Y si ese falla, hay un repuesto, entrevisto por quienes tienen una vista aún más aguda. Si hace poco decíamos que existe un discurso sin candidato, ahora podemos vaticinar que hay candidatos en busca de su discurso, y eso hace toda la diferencia, en esta hora de confusión y de angustia, por más que los goles nos alegren.

Si la culpa es del peronismo, la redención está a su cargo.

miércoles, junio 02, 2010

EL DISCURSO SIN CANDIDATO

(Publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)

Las perspectivas hacia el 2011 comienzan a aclararse, a pesar de las oscuras negociaciones que todavía no salen completamente a la luz por depender, en el tiempo, de un equilibrio de fuerzas con cuya certeza no se puede aún contar.

El radicalismo luce en estos días más cercano a lo que puede ser su expresión final en la próxima elección presidencial, no sólo porque los posibles candidatos son ahora tres, sino porque los tres tienen una similar posición republicana y socialdemócrata, en la mejor tradición del radicalismo. Es entonces el justicialismo el que concita la mayor intriga, con una lista de doce candidatos, sin contar el siempre posible tapado que nadie se animaría a descartar ya que el peronismo es siempre fértil en sorpresas. Sin embargo, si al periodismo y al ambiente político les preocupa el nombre de los candidatos, a los argentinos les interesa saber quién va a encarnar el discurso opositor al discurso socialdemócrata radical. No les importa tanto el quién sino el qué y el por qué. Formulado el discurso no debería ser, además, tan difícil imaginar el pequeño número de candidatos que podrían eventualmente asumirlo como propio.

El discurso anti-socialdemócrata retoma, en primer término, la senda de la Argentina de los 90, y se propone como su continuidad y su mejora. Es un discurso que promueve el capitalismo como base de la riqueza y el correcto y eficaz funcionamiento de las instituciones como su equilibrio. Es republicano y federal; es descentralizador.
En cuanto a la globalización que asume y acepta, se rige primero con una vara continental que no excluye a los Estados Unidos sino que los integra y aprovecha como potencial locomotora de la región. Es conservador de las tradiciones culturales, en especial de las fundantes de la nacionalidad, como la lengua, la religión y las fuerzas armadas, pero incorpora la modernidad haciendo propios muchos contenidos que, por insuficiente discusión o ignorancia, han quedado en el discurso público como patrimonio de la izquierda intelectual, como la apertura religiosa, el respeto a los derechos humanos y el reconocimiento legal de las libertades y opciones individuales. Este discurso represente lo luminoso que vuelve, en su totalidad y no en algún fragmento, después de haber sido derrotado por el oscurantismo, o sea, por lo reaccionario de los peronistas ortodoxos y de los socialdemócratas europeizantes, primero, y de la izquierda estatizante y centralista, después.

El discurso expresa en sí mismo un programa de gobierno basado en la libertad, el apoyo a la iniciativa privada y a la inversión y a la correcta reinserción en el continente y en el mundo. Un programa que presenta una primera fase de enérgico reordenamiento financiero y fiscal, y un acuerdo bipartidista para el reordenamiento de las instituciones. Un discurso claro y sencillo de comprender, ese en el cual los argentinos esperan un lugar de participación, no sólo por el voto, sino por entender cuál es el rol que cada uno debe jugar en la recuperación del hoy maltratado país.

A pesar de la prensa en contra de este discurso y del persistente ataque oficialista en contra de todo aquel que pretenda asumirlo, una gran parte de los argentinos parece estar formulando para sí este discurso, por el simple método de comparación entre sistemas y momentos que ya vivió. No faltará el candidato que lo encarne. La revolución y el cambio, como ya casi todos se dan cuenta, está sucediendo más allá de la voluntad, y aun de la inteligencia, de la dirigencia.

lunes, mayo 10, 2010

DESCENTRALIZACIÓN: LA LLAVE DE LA NUEVA ECONOMÍA

(Publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)

Mientras se resuelve la intrincada situación político-judicial por la cual atraviesan gobierno y oposición y se abren los caminos para los nuevos liderazgos, conviene examinar de cerca algunos de los problemas que se deberán enfrentar, sea quién sea quien gobierne en el futuro.

La discusión sobre los temas macroeconómicos tiene una amplia difusión en la mayoría de los diarios opositores al actual gobierno y, específicamente en la didáctica página de Domingo Cavallo, se pueden encontrar las ideas sobre macroeconomía que expresan la verdadera oposición a este gobierno, con todo el rigor intelectual que los argentinos más serios pretenden.

Existen, sin embargo, otros temas que aún no han llegado a la discusión pública y que deberían ser, desde ahora, considerados por todos los dirigentes del espacio peronista-liberal e incluidos y estudiados en los futuros programas de gobierno. El más importante es el que se refiere a la descentralización como concepto clave en la construcción de una nueva administración pública más eficaz en el aprovechamiento de los recursos y más eficiente en la provisión de servicios.

En los últimos años y a punto de celebrar nuestro Bicentenario, a través de la lucha de los productores agropecuarios -- esa campiña opuesta a la ciudad pero por fin acompañada por ésta, históricamente su principal beneficiaria— los argentinos hemos por fin cabalmente comprendido y hecho nuestro el concepto de federalismo. La verdadera razón de la caída de los Kirchner no ha sido ni será su política socialdemócrata sino su exacerbado centralismo fiscal sin el cual no tendrían el menor poder. Los argentinos, observando el día a día de la política, hemos aprendido entonces que la Nación centralista que hoy recauda los impuestos y los mal distribuye extorsionando a los gobernadores, debería y podría dejar de hacerlo, permitiendo a las provincias recaudar y administrar sus propios impuestos y contribuyendo a la Nación según una nueva invertida coparticipación. En las últimas semanas, este pensamiento se ha desarrollado un poco más, y comienza a comprenderse también que los gobiernos provinciales deben también ceder a los gobiernos municipales la facultad de recaudar y administrar.

Este federalismo fiscal recién nacido a la conciencia pública pide, sin embargo, una reflexión más profunda, ya que se trata, también, de un cambio de sistema conceptual: el paso de un sistema de poder concentrado al paso de un sistema de poder descentralizado, repartido, y por lo tanto más democrático. Si ya hemos sufrido en carne propia lo que en política significa un poder único, en las variadas formas de dictadura que hemos conocido, y hemos aprendido a apreciar la forma republicana que balancea un poder con otro y los dos con un tercero, ahora debemos aprender a disfrutar de la rica vida que promete el concepto de descentralización. Desde ya, el auténtico federalismo fiscal, en los niveles provincial y municipal, representa la más urgente descentralización, aquella que permite imaginar un rápido florecimiento de las provincias y pueblos de la Nación, y de un crecimiento competitivo que no hará sino beneficiar al conjunto.

El mismo concepto de descentralización aplicado a la administración pública, nacional, provincial o municipal, ofrece nuevas variables que, aplicadas, significarán para los argentinos una optimización de los recursos disponibles y un ordenamiento eficaz para cumplir con los servicios del Estado en forma eficiente.

En los 90, cuando usábamos la palabra descentralización, se la asociaba automáticamente con privatización, ese paso de empresas estatales que brindaban servicios ineficientes a empresas privadas que brindarían servicios de calidad. Durante una década y hasta el quiebre por parte del Estado a fines de 2001 de las mismas reglas que se había comprometido a respetar, las nuevas empresas privadas de servicios públicos mejoraron la calidad de vida de los argentinos a extremos hasta entonces insospechados. Como lo mejor es enemigo de lo bueno, no abundaremos en las justas críticas hacia todo aquello que se pudo haber hecho mejor, hacia controles que faltaron, hacia planes no debidamente ejecutados, como la supresión del sistema ferroviario sin el correlato del plan vial correspondiente, programado y pensado pero nunca ejecutado. Privatizar no fue, sin embargo, una estrategia de descentralización, sino una decisión de extirpar del Estado su función empresaria en sectores de servicio o producción que por la magnitud de la inversión requerían del aporte privado, y por lo tanto de una gestión igualmente privada. Al hablar de descentralización, entonces, no hablamos del paso de lo estatal a lo privado, sino de otra forma posible de la gestión estatal, en áreas de servicios indelegables del Estado, como la educación, la salud pública, la seguridad, la justicia, y el sostén a las actividades artísticas y científicas.

Los dos grandes problemas de la administración pública son la mala calidad de los servicios y la corrupción, no sólo la encubierta por medio de contrataciones amañadas, sino la estructural, aquella que hace que el Estado emplee a agentes que no trabajan o que no son aptos para sus funciones y que cada unidad de servicios se caracterice por la pobreza de gestión y el atraso en técnicas y tecnología administrativa.

El concepto de descentralización llevado a la administración pública no significa otra cosa que la separación de cada unidad de servicio público en un ente autónomo, con autoridad para regirse por sí mismo, es decir, para usar recursos y personal con total autonomía de otras unidades de su mismo nivel o de un nivel superior. Es en el uso de la expresión “Ente autónomo” que en el pasado encontrábamos la mayor dificultad en comprender la nueva figura, porque se entendía que autonomía del Estado era el equivalente de privatización, en vez de hacer el esfuerzo de comprender que la nueva figura, que en efecto pretende imitar la eficiencia de la gestión privada en su concepto de gestión autónoma, continua siendo un ente de capital público sin fines de lucro.

La novedad de la descentralización está en la aplicación de las más modernas técnicas de gestión empresaria en los entes públicos prestadores de servicios. Escuelas, hospitales, teatros, juzgados, comisarías, la lista de proveedores de servicios públicos vistos como unidades descentralizadas actuando con eficiencia y buen uso de los recursos, es infinita, y la descentralización, aplicable en todos los niveles de la administración, nacional, provincial o municipal. Hay que pensar los temas operativos y legales de esta nueva forma de gestión en la administración pública. Cómo y cuando se entregan a cada ente autónomo los recursos públicos asignados en la actualidad en el presupuesto centralizado general; cómo se constituye el control doble, por parte del Estado sobre el uso de recursos y los resultados, y por parte del público usuario, beneficiario directo y ojo cercano para detectar ineficiencia, posibles actos de corrupción o de mala gestión. Cómo pueden estas unidades, además de los a veces escasos recursos públicos, recaudar fondos privados para programas específicos que fueran de interés para los beneficiarios.

Es importante recalcar que este tipo de administración descentralizada es muy apta para el espíritu argentino, bastante afín a la participación en sociedades intermedias, cooperativas, sindicatos, etc. Es imaginable que se obtendrían resultados inmediatos de mejor gestión al contar con unidades autónomas, susceptibles de una veloz reorganización y mejora en los recursos allí donde fuera posible.

La solución de los grandes problemas macroeconómicos de la Argentina va a ocupar una gran parte del debate electoral de los próximos meses. Es importante que los argentinos participen con la mayor conciencia de las opciones posibles y que exijan a los dirigentes soluciones racionales, viables, y previamente estudiadas. También que comprendan que la nueva economía que la Argentina precisa para transformarse en un país estable con un crecimiento sostenido, requiere de una administración pública reformada y creativa, capaz de ofrecer, junto a las instituciones republicanas por fin respetadas, el marco adecuado para que argentinos y extranjeros inviertan y paguen sus impuestos a satisfacción de que cada peso pagado vuelve en servicios genuinos para todos los habitantes de la Nación.

Descentralización es federalismo, pero también mucho más: nada más y nada menos que la solución a uno de los más trajinados problemas argentinos, la ineficiencia en los servicios producidos por la administración pública, que a la vez desalienta el pago de impuestos por parte de los usuarios, en un círculo vicioso que las últimas administraciones centralistas a partir del 2002 sólo han empeorado.

martes, abril 20, 2010

LA REVOLUCIÓN SIN NOMBRE

(publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)

En estos días del Bicentenario, la palabra revolución va a estar en la boca de todos. Se hablará de Mayo sin que nadie escuche mucho y algunos intentarán revivir los viejos antagonismos del siglo XIX. Volveremos a reflexionar sobre la oposición entre el alicaído Imperio Español y el triunfante Imperio Británico, sobre la Argentina liberal y la Argentina gaucha, sobre Rosas y Sarmiento. Le diremos fascista a Rosas como si Mussolini lo hubiera inspirado antes de nacer, y diremos también que la Argentina cambió con Perón, el primer totalitario en una Argentina imaginada pulcra demócrata antes de él, negando de paso a Rosas, como si las cosas fueran ya demasiado complicadas como para entrar en detalles.

De ahí saltaremos a Kirchner, luego de sobrevolar a Menem y sus quiroguianas patillas, sin olvidar a Cavallo que lo ayudó, hasta encontrarnos hoy con la paradoja que muchos de los federales de ayer, rosistas, peronistas totalitarios del 45, o guerrilla montonera, hoy son acérrimos centralistas que ya los quisiera el General Roca para su staff o el mismo benemérito Mitre, quien no menos que Rosas—por otra parte-- tuvo en sus manos el absoluto poder central. En cambio, los liberales centralistas de antaño, recuperando sus valores alberdianos, y los peronistas en su etapa institucional, hoy se han aliado y transformado en los paladines del federalismo. Algo ha cambiado profundamente en la Argentina.

No se trata sólo del tema del federalismo. También está el tema conexo del republicanismo, donde un contacto popular con la Constitución y las instituciones, ha cambiado en los últimos dos años las tendencias de una población peronista que parece haber entrado, junto al resto de la ciudadanía, en otra etapa. Es interesante entonces reflexionar sobre qué se ha puesto en movimiento, y pensar no en el mayo de 1810 sino en éste de 2010. Viene muy al caso, ya que estamos hablando en Peronismo Libre sobre la unión de Peronismo y Liberalismo. Muchos peronistas todavía protestan porque yo les endilgue la palabra liberal: “libre” es suficiente, me recuerdan. A la vez, otros tantos amigos liberales me miran torcido, como si por algún lugar yo tratara de estafarlos o de ensuciarles los ideales con el contacto del siempre sospechoso peronismo. Muchos amigos y no amigos que escriben, aún con pensamientos que no sabrían definir como peronistas o liberales o ambos a la vez, prefieren negar las etiquetas y definirse como independientes, como si eso los excusase de comprender la historia de la cual forman parte, por acción u omisión.

La Argentina vive en un estado revolucionario violento desde que comenzó y va a costar acostumbrarse a que, en realidad, estamos asistiendo al fin de la guerra. Nos hemos literalmente matado por encontrar un modo político de ser que nos mantuviera a todos juntos y unidos dentro de los límites de la Nación y de la comunidad. Juntos y unidos en la Nación requirió grandes dosis de centralismo –Rosas salvó la Nación física y por eso San Martín le regaló su sable-- y la injustificada falta de federalismo fiscal de las últimas décadas tiene su raíz en la vieja paranoia del desmembramiento original, mantenido a raya por un exacerbado centralismo. La paranoia persiste hoy bajo la forma ridícula de un matrimonio que no quiere perder el poder y precisa a los gobernadores centralizados bajo su billetera. Don Juan Manuel y Encarnación resucitados como bandoleros codiciosos en una farsa donde se enarbola bandera federal para cumplir los ideales unitarios. Una bonita pieza de circo criollo, pero en sus últimas funciones.

Juntos y unidos en la comunidad requirió de otra mano férrea, la del General Perón, que integró de prepo a los que habían quedado afuera y logró el primer país de Latinoamérica con una vastísima clase media en espiral de imparable ascenso. Como no ser peronista, entonces, al final del tiempo histórico y reconocer que sin el peronismo originario, sí seríamos como Chile, Uruguay, Brasil, pero llegando recién en estas últimas dos décadas a comenzar a concretar una clase media ampliada con el ingreso de los más humildes.

La revolución peronista y sus cuatro etapas se completaron. Primero, fue la etapa doctrinaria, en la cual Perón sentó las bases de la inclusión social y la participación en el poder político y económico de los trabajadores y las mujeres; luego, la segunda, la de la toma del poder, que fue totalitaria y dura, con episodios sangrientos como los bombardeos de la contrarrevolución; la tercera etapa, la dogmática, fue la de la resistencia peronista con el peronismo ya derrocado y que terminó --inevitablemente, porque era él quien tenía razón ( a pesar de sus modales totalitarios, corporativos o anti-ingleses)-- con el regreso de Perón a una Argentina que siempre es lerda para comprender la propia historia, hija traumatizada como es de los argentinos divorciados que la tironean de un lado y otro. El mismo Perón dio inicio a la cuarta etapa, la institucional, en un memorable discurso a la juventud en 1974, y, después de la dictadura que se resistió a toda institucionalidad con el pretexto de combatir a la guerrilla, fue Menem el que, aún a los tropezones con la Constitución reformada y su rereelección, continuó y terminó esa etapa, después de haber llegado a su candidatura en una legítima interna peronista primero, a la presidencia en dos impecables elecciones luego, y habiendo entregado finalmente el poder en educada y cordial ceremonia al Presidente de la Rua,del opuesto Partido Radical o Alianza a la sazón.

La etapa institucional sigue tan terminada hoy como en el año 1999. Desobedeciendo a Perón, un peronista que tal vez no tenga malas intenciones pero que realmente no ha hecho nunca sus deberes de estadista, el inefable Duhalde que hoy aparece como el próximo rescatista en el mismo desorden institucional que él supo crear, pregona la vuelta a la institucionalidad, la misma institucionalidad por otra parte que los Kirchner dicen defender, y que unos y otros confunden con un regreso a la etapa dogmática. Como si trataran ambos siempre de mantener al peronismo en la misma caja que Perón cerró. Este proceder intentando revivir un peronismo caduco, allí donde ellos se quedaron detenidos mentalmente, produce un resultado notable: el permanente estancamiento en el momento previo a la institucionalidad, de modo que esta no llegue nunca. Esa es cámara lenta en la cual vivimos estos años, en los cuales no hubo ni un Partido Justicialista abierto, democrático y con internas ni un Congreso que funcionase ni una Justicia que fuera imparcial y, como su nombre lo indica -- pero en la Argentina hay que repetirlo, usar pleonasmos, y repetir tres sinónimos-- justa.

Sí, la revolución peronista ha terminado, y si dirigentes adormilados o demasiado vivos para sacar tajada, no saben o fingen no darse cuenta, el pueblo peronista, en cambio, los ha dejado de lado y ha seguido su camino rumbo a otra parte. Instalados ya mentalmente en esa etapa institucional en la cual Perón dejó a TODOS los argentinos (sí, a los liberales también, y por eso Menem abrazó a Rojas y a los Alsogaray, y su Canciller y Ministro de Economía fue Cavallo, el más peronista de los liberales, por otra parte, por su sentido popular y de docencia), los argentinos hicieron público su profundo sentir el 28 de junio de 2009. Una vasta mayoría de argentinos-- salvo aquellos que desde una cierta izquierda, peronista o no, viven aún en el convencimiento y observancia de dogmas ya superados-- se ve a si misma como republicana, institucionalista y democrática. En cierto modo, repiten para si el reiterado fin de la etapa institucional peronista. Ya lo habíamos tenido, pero aquí siempre hay alguno que se equivoca y encuentra quién, en la confusión y la desesperación, le crea.

El peronismo terminó, pero sólo porque vino para quedarse para siempre: ni racismo, ni sexismo, ni excluidos; justicia social, independencia ecónomica, soberanía política. Obvio para cualquier argentino, el dogma no se discute (sólo los detalles: qué es economía independiente en la era global; en esa misma era, los nuevos atributos de la soberanía política; en el siglo XXI, qué hace feliz al pueblo). También el Rosismo terminó, aunque mucho después de Caseros, con el advenimiento de las grandes oleadas de inmigrantes, un radicalismo que les dio participación política y la certeza de que la Nación ya no se desmembraría. ¿Y lo que en la Argentina se conoce como liberalismo? ¿Qué queda de él? El recuerdo de la Argentina más consistente, esa especie de gran provincia inglesa en el sur del continente, la elegante y culta, la única que nos pone orgullosos a la hora de mostrar las fotos de la nena, junto a la Argentina de Perón, negrita, despeinada y simpática, estrenando delantal para su primer día de clase, vacunada y durmiendo en una casa limpita y con comida abundante. El liberalismo tiene mala prensa en la Argentina porque se lo confunde a menudo con colonialismo. Que la Argentina haya tenido un régimen liberal coexistiendo con Gran Bretaña como su principal cliente y dominatrix política, ha creado un coágulo fatal en el cerebro de los Argentinos, y al sólo escuchar la palabra muchos honestos hombres y mujeres ponen cara de asco y no aceptan recordar que gracias a ese liberalismo la Argentina fue capaz de producir suma riqueza, pero no sólo como la granja británica, sino como productora de infinitos bienes con los que ella misma ---¿imperialisticamente?---inundó a América Latina: películas, libros, revistas, música, moda, y tanta otra sofisticación de la producción cultural. O sea que lo que el liberalismo dio al país, fue enorme en materia de creación de riqueza. También, y aunque centralizada, en la organización del Estado y de los servicios públicos. El regreso final del liberalismo se produjo de la mano del Peronismo. No ya el peronismo de Perón, ni de su viuda, que apenas tuvieron tiempo para recordar que se trataba de vivir la etapa institucional, atacada en aquel momento por guerrilleros y militares golpistas que tampoco querían darse por enterados, sino el peronismo de Menem dando vía libre a Cavallo, aunque después se lo pensase mejor, dado el competidor que le había salido, y nombrase a liberales igualmente orientados pero con menos ambiciones y criterios personales.

En este sentido 1999 también es una fecha clave para el liberalismo, porque no pudo ganar la presidencia separado del Peronismo y porque su ingreso en el Radicalismo no pudo sostenerse, por estar este partido mucho más embebido de conceptos social-demócratas que el peronismo, que puede tener a un Duhalde social-demócrata poco representativo y nunca elegido, y en cambio a un Menem liberal capaz de expresar las nuevas mayorías y que sí fue elegido no una, sino dos veces. En este sentido, el matrimonio peronista-liberal es posible por la sencilla razón de que un verdadero peronista, no la versión farsesca de los Kirchner ni la versión atrasada de Duhalde, siempre se va a preocupar del reparto y ya aprendió – con Menem y Cavallo—que si no se crea riqueza no se la puede repartir y tampoco gastar desde el Gobierno ---en aquel tiempo no lo entendieron Duhalde y otros gobernadores gastadores. Hoy se entiende un poco más qué significa responsabilidad fiscal, aunque falta resolver el problema en profundidad con un federalismo que deje a los obsoletos que aspiren al gobierno nacional, provincial o municipal, fuera de camino. En esta solución federal, convergen los intereses del pueblo peronista y del instrumental liberal. Faltan aún dirigentes de ambos orígenes que entiendan el total de este instrumental y que se capaciten para usarlo en conjunto.

Como lamentablemente son los dirigentes políticos los que marcan la agenda política y muy pocos de ellos los que comprenden en profundidad cómo ha sido la trayectoria política de nuestro pueblo, las explicaciones satisfactorias que los argentinos quisieran recibir no abundan. El radicalismo parece estar al alcance de todos, en su buscada y lograda medianía social-demócrata y republicana, siempre encantadora y seductora a la hora del caos. Son el peronismo y el liberalismo, como las dos posiciones agónicas de la política argentina, las corrientes que más se discuten y atacan, cuando no entre sí, y como casi siempre se generaliza, parece que continúa tratándose de dos bloques compactos y congelados en el tiempo, enemigos acérrimos condenados a exterminarse hasta que gane el “má mejor”, aquel que vuelva a darle al radicalismo su razón de lucha, ya que, si bien uno se fija, éste está siempre listo para pegarle a uno por totalitario y al otro, por culpable de infinita riqueza.

En estos días tristones de la Argentina, conviene entonces salir un poco al campo y buscar los brotes nuevos, que aún no se ven pero que harán historia en alguna próxima primavera. Mientras Duhalde, apoyado por un montón de industriales y hasta por algunos de la Mesa de Enlace, busca su espacio bajo el sol peronista proclamando a los cuatro vientos junto a su Ministro Lavagna que los Kirchner ahora son neoliberales, confirmando que no quiere disputar su título de dogmático con los Kirchner, ni poner en riesgo que alguien estudie su propia historia investigando su republicanismo institucional, los verdaderos peronistas liberales, los que siguieron a Menem y a Cavallo, recuerdan en público y en privado a los liberales, que hace ya más de dos décadas que comparten el espacio político, y que aún no tienen un partido que los una con todas las letras. Si hubiera justicia— justicia, justicia, justicia—alguien se ocuparía de abrir el PJ a todos, incluyendo al peronismo liberal, que quizá ganase las internas abiertas si el Congreso lograse una ley adecuada y no una hecha a medida de los Kirchner. Si no, puede hacerse un esfuerzo organizativo y económico descomunal – ¿por qué no? – y juntar todas las piezas sueltas del rompecabezas peronista liberal, sin nombre, ya que en realidad expresa a la totalidad de la Argentina menos el radicalismo y las pequeñas fracciones del Kirchnerismo y el Duhaldismo que sólo lucen grandes porque tienen el cerrojo del PJ y la caja cada día más chica del Estado. Se trata sólo de que alguien crea que esto es posible, porque ya fue posible y sólo se trata de volver a lo que sirvió, mejorándolo, perfeccionando la fusión y el instrumental.

Por lo tanto, mientras la revolución sin nombre late en el corazón de las gentes, y algunos recordamos la vieja doctrina y la vieja receta que hicieron una, a la Argentina socialmente justa, y la otra, rica (sí, hubiera sido lindo que Perón fuera liberal en su economía, pero en aquel momento los liberales eran, por odiosos motivos, enemigos de aquellos que Perón vino a levantar, y en una revolución, lo primero es lo primero), bueno sería que ahora las dos doctrinas se unieran en lo pragmático de lograr una Nación políticamente soberana, es decir, con sus instituciones políticas en correcto y autonómico funcionamiento para poder competir en el mundo.

Y qué decir de las cosas que unen a peronistas y liberales: el amor por las zapatillas y la cultura; la belleza en los techos de las casitas Eva Perón igualitas a las del country; el orgullo por lo que cada uno supo conseguir; la Patria con letra mayúscula, padre, madre, o la hija que veía con razón Marechal; el Ejército, a todos nos gustan los militares y queremos devolverles la buena prensa, al vigilante de la esquina también; en fin, esa Argentina medio campechana, inocente y pasándose de viva a veces; nosotros, peronistas y liberales, dados al odio y a los amores extremos, lo más espantoso de la Argentina y también lo mejor. Y después de tanto tiempo, y al fin de la telenovela, obligados al matrimonio político.

En los intervalos, vendrán los radicales de la mesura, del no positivo, el si negativo, ¿o era el si positivo y el no negativo? Eso. Muy necesarios para dejar respirar a la platea, después de un espectacular próximo capítulo en el cual los argentinos van a salir a decir, con todas las palabras, que lo que en realidad querían, era la unión de los dos mayúsculos protagonistas que enriquecieron la Nación y transformaron a la sociedad argentina en una colorida comunidad democrática capaz de hacer a una Nación grande, más grande aún.

Esa revolución que envuelve a las demás revoluciones y las ordena, llevó dos siglos, pero todavía no tiene un nombre que la identifique. El dirigente que la descubra, que la bautice. El pueblo ya puso lo suyo, y sigue poniendo su paciencia, esperando que alguien le cante la justa.

domingo, marzo 28, 2010

ELOGIO DE LA VERDAD

(publicado en Peronismo Libre; http//peronismolibre.blogspot.com)

En un reportaje publicado hace pocos días en La Nación, Domingo Cavallo no sólo dio su opinión acerca del momento político que vive el Gobierno y de sus escasas opciones de sobrevivir de persistir en los errores de conducción económica del país y de conducción política con la oposición, sino que volvió a describir con su proverbial claridad, los lineamientos de una política económica sana. Más que sus declaraciones, resultaron destacables los comentarios de los foristas. Los finos análisis de Cavallo sobre la marcha de la economía pueden leerse en su blog www.cavallo.com.ar , donde suele además aclarar con paciencia todas las dudas que aún puedan existir sobre su propia gestión, sobre el por qué de algunas de sus medidas condenadas como errores, y sobre las verdaderas razones del fracaso argentino, en las cuales su mayor pecado no fue crearlo –como los enemigos de los años 90 sostienen- sino el no poder evitarlo.

Los comentarios, en cambio, hablan de cómo se piensan los argentinos a sí mismos y de las dificultades que aún tienen para entender cuál es la verdad en la economía y cual es la estrategia para organizarla en beneficio de todos. Estos comentarios, que llegaron a una cantidad descomunal apenas pocas horas después de publicado el reportaje, reportan, por un lado, la máquina organizada de foristas militantes del kirchnerismo y, por el otro, el apasionamiento aún vigente, expresado ya en la denigración, ya en la defensa racional de lo que Cavallo representó como modelo posible de una economía para la argentina. La intensidad de los comentarios, el furor de los insultos y la impotencia de quienes lo aman, sólo dejó en claro una cosa: en tiempos en que nadie sobresale en el panorama de la oposición y en que todos los que se oponen al gobierno parecen compartir su grisura cuando no su confusión, Cavallo emerge como el hombre con inquebrantable claridad y solidez en sus ideas, proponiendo un modelo de país sin fisuras en su razonamiento, con una entrega personal y una probada valentía que la adversidad que lo viene acompañando desde hace más de una década no ha sabido mellar.

Cuando el gobierno sostiene que a la oposición no se le cae una idea, parece ignorar explícitamente a Cavallo, para concentrarse ladinamente en una débil oposición mucho más afín a las prácticas filo-socialistas del Gobierno que lo que la misma oposición está dispuesta a admitir. Al ignorar el Gobierno a quien es su verdadera oposición ideológica y llevar la atención sólo sobre la oposición unida por su republicanismo pero no por su estrategia económica para el país, el discutido gobierno vuelve a ganar tiempo. Mientras más se discutan las formas y menos el fondo del programa económico que se está aplicando, más chances tendrán de quedarse quienes hoy gobiernan. Así, cuando una oposición diferente se expresa en una figura como Cavallo, que desde su aparición ha concentrado la crítica de todas las variantes del peronismo antiguo, del radicalismo, del socialismo y de la socialdemocracia en general, desde el Gobierno se la vuelve a denigrar y a minimizar, usando la misma táctica ya ejercida por Duhalde de sembrar la discordia entre esa figura y los argentinos. La estrategia no es sólo demonizar la alternativa capitalista, sino impedir que se discuta.

El problema, entonces, vuelven a ser los argentinos que se dejan confundir, no piensan, no razonan y admiten la manipulación de los que los someten, maniatan, y llevan al fracaso. Preocupan, entre tantos foristas militantes –pagos o no-, los argentinos de buena fe que no tienen ya la paciencia de separar la paja del trigo, y, una vez más, se entregan mansos a la voz dominante. Por otra parte, se percibe también la inquina persistente de muchos peronistas suficientemente modernizados y de muchos liberales que apoyaron en su momento a Duhalde y a Kirchner en sus dos variantes, mostrando en aquel momento muy pobres reflejos políticos ante lo que sucedía. La respuesta popular de los últimos dos años mejoró, pero aún se registra una inmensa falta de reflexión y análisis. Los argentinos que aún hoy ligeramente descartan los noventa y su frustrada secuela bajo de la Rua, deberían proceder con más aprecio por sí mismos y por el futuro de sus hijos y de la Nación, y considerar las ideas, razones, e incluso la agitada historia de esas ideas en nuestro país, que propone la verdadera oposición a este gobierno. Una oposición que, como la mayoría de los argentinos, hoy no tiene ni un partido único ni representantes asociados, sólo las ideas, que bien comprendidas y hechas valer por una gran mayoría de argentinos capaces de reflexionar sobre su destino, pueden volver a cambiar la historia.

Cavallo, y unas cuantas otras personalidades del espectro político, desparramadas en todos los partidos y desprendimientos de los dos partidos mayores, tienen muy claro un modelo de país capitalista, con reglas operativas simples y sencillas para empresas e inversores, con la reforma federal llevada no sólo al nivel provincial sino municipal y con técnicas de descentralización de última generación que devuelven el poder a los ciudadanos limitando el rol intrusivo del Estado. Por supuesto, este programa de peronismo de superavanzada, recogiendo la propuesta del General Perón en La Comunidad Organizada que daba vía libre a las organizaciones libres del pueblo de modo que ningún Estado lo esclavizara, y del liberalismo de última generación, ese que ni siquiera en los Estados Unidos puede aún abrirse paso, sólo puede horrorizar a aquellos que hacen de los cargos en el Estado centralizado un recurso para aumentar su poder personal y su fortuna, y desconcertar a aquellos republicanos que quisieran librarse de los tiranos pero no de la gestión obsoleta de la administración estatal.

La Argentina no encontrará remedio, ni la eterna guerra civil entre los argentinos tendrá un punto final, si no se abre paso al libre albedrío de cada argentino, fomentando el diálogo y la discusión abierta sobre la organización económica del país. Que estos días el Gobierno se haya salido con la suya en uso ilegal de las reservas, no expresa sólo la falta de conducción y estrategia de la oposición destinada a frenarlo en el Congreso, sino la apatía y el cansancio de los argentinos que no saben ya a quién recurrir para terminar con este dislate. Tal vez ha llegado la hora revolucionaria de que los argentinos se hagan cargo de sí mismos y que vuelvan las reuniones en la Jabonería de Vieytes para independizarse del mal que los viene sojuzgando desde hace ya dos siglos: la propia falta de reflexión y la preferencia por el comportamiento autoritario y violento para tapar la verdad.

No hay demasiadas Argentinas viables posibles: apenas una, y con suerte. ¿Será mucho pedir esta vez a los argentinos, coraje para buscar la verdad y hacerse cargo de ella?

jueves, marzo 11, 2010

CONDUCCIÓN,CONDUCCIÓN

(publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)

Resulta imposible seguir los acontecimientos de los últimos días, y guiarse en el laberinto de las reacciones inesperadas, las torpezas y hasta las aparentes traiciones sin advertir la lógica profunda de dos proyectos enfrentados: el depuesto en Diciembre de 2001 por la falta de conducción política y el fogoneado a partir de ese momento por Alfonsín y Duhalde y asumido por Duhalde en Enero de 2002 y luego por los Kirchner a partir de 2003. Lo que hoy parece una actitud indecisa de la oposición sólo esconde dos cosas: una enceguecida interna peronista-radical para ver quien conduce mañana el proyecto hoy conducido por Kirchner, y una falla sustancial, la falta de conducción y liderazgo del proyecto liberal, por liberales, por el Pro o por el Peronismo Federal, este último, en rigor, el potencialmente más fuerte para dar batalla.

No tiene mucho sentido volver a repetir los argumentos ni a desgajar la historia que llevó la situación argentina a este punto. Ya está todo dicho y escrito, para quien quiera tomarse el trabajo de revisar el pasado. Hoy lo que cuenta es el tiempo. También el coraje de aquellos en el Senado o en la Cámara de Diputados que decidan clarificar este proyecto ante la opinión pública, de modo de hacer docencia para que esta comprenda no sólo por qué está mal no respetar las formas republicanas, sino también por qué es inadmisible usar las reservas que respaldan ahorros y moneda sin la contrapartida correspondiente, por qué está mal colocar al frente del Banco Central a una persona que tiene las ideas opuestas a las que estabilizarían y harían crecer el país. Sin conducción, seguiremos rodando cuesta abajo, entre los jirones de un proyecto inservible, sea quien sea quien lo encabece, y sin comprender qué es lo que debemos hacer para progresar.

Es urgente también una conducción que también verifique el grado de obediencia a las instituciones de la Policía y Fuerzas Armadas en general, porque son la última garantía de que las decisiones del Poder Judicial y Legislativo finalmente se cumplan si es que el Poder Ejecutivo vuelve a plantarse en rebelión. Son una parte muy importante de la Nación, lamentablemente muy poco respetadas y tenidas en cuenta en la última década y que hoy merecen una atención especial por parte de una conducción atenta al conjunto de la comunidad.

Una conducción, por último, que piense que no sólo se está jugando con la economía y las finanzas de los argentinos, con su potencial productivo y su futuro, sino también con sus valores, toda vez que no ponga los puntos sobre las íes acerca de la cantidad y magnitud de causas judiciales que afectan a miembros del Poder Ejecutivo, relativas no sólo a fallas institucionales sino a casos de corrupción. Si peronista, una conducción que también se ocupe de la legalidad del hoy usurpado Partido Justicialista.

La Argentina no atraviesa una situación idéntica en todos los aspectos a la que sufrió Honduras, aunque la situación de desobediencia presidencial de la última semana haya creado cierta similitud. En la Argentina, cuando alguien no hace bien su trabajo en algún poder del Estado y cuando alguien defrauda la confianza pública, la Constitución tiene un manual de procedimiento muy clarito, de modo de evitar lo que hoy parece imposible: que el país continúe sufriendo, bajo las garras de quienes sólo piensan en su propia supervivencia personal y en la persistencia obcecada en un proyecto que desde hace ocho años viene fracasando, creando más pobres, más desequilibrios, y más injusticia.

Los argentinos tenemos el modo de despedir a aquel empleado público que ha abusado de nuestra paciencia y poder seguir así con nuestra vida, muy perturbada en los últimos dos años por quienes no nos respetan, ni obedecen nuestras reglas, ni escuchan nuestras necesidades para producir y trabajar. Esa actitud de tomar como pueblo las riendas de nuestra vida pública, así como estas reflexiones, no tienen ánimo destituyente. Tienen, por el contrario, un ánimo constituyente destinado a mantener y elevar nuestro standard en la administración pública, de modo que los futuros empleados también sepan a qué deben atenerse.

martes, marzo 02, 2010

LOS BOQUETEROS Y EL PERONISMO FEDERAL

(publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)

A estos boqueteros, según la certera definición del humorista NIK, que se están yendo dentro del mayor de los escándalos, poco hay ya que decirles. Son pseudo peronistas que trataron de tener su propia fiesta a costillas de los demás y el resto, fracaso político y parálisis del país, ya se sabe. Siguen, si embargo, ocupando el lugar del peronismo, ante propios y ajenos, y de quien importa ahora hablar es de aquellos que vienen a ocupar el lugar de los que se van, o sea del Peronismo Federal, hasta hace unos meses, peronismo disidente a los modos y proyectos de quienes van a reemplazar. No importa si como gobierno u oposición -- ese lugar lo decidirá el pueblo con su voto--, lo cierto es que Peronismo Federal merece un poco de análisis y reflexión para la corrección de sus fallas. La reaparición de un quejoso ex presidente Menem vino, además de atraer la atención sobre su propia frustración y demanda, a hacer un llamado a una superior definición de esta importante formación política, que por heterogeneidad, debilidad y oportunismo, aún no ha osado definirse como lo que debería ser, la continuidad superadora de los 90.

Si el ex Presidente Menem no hubiera aspirado a su tercera reelección en 1999 y hubiera, más modesta y constitucionalmente, designado un delfín, es muy difícil que el socialdemócrata Duhalde hubiera conseguido la nominación y el consiguiente poder partidario que ostentó hasta llegar por fin a la presidencia en la peor de las circunstancias a comienzos de 2002. Si lo que vale son los proyectos de país, hoy existe una nítida deficiencia en la reformulación pública del proyecto de los 90. Durante aquel memorable año bisagra, 1999, el proyecto de una Argentina moderna, con instituciones estables y una economía capitalista, tuvo que ser asumido, por deserción del peronismo, por un radicalismo asociado con una progresía peronista-radical, más cerca de la modernidad de lo que jamás estuvo después. En los años posteriores a 2001, el peronismo, salvo los núcleos duros del menemismo y del cavallismo, viró hacia una posición entre indefinida y vergonzante cuando no hacia posiciones socialdemócratas que lo uniformizaban con el resto de la oferta política, hasta que llegaron los Kirchner a diferenciarlo con banderas de un aparente socialismo.

La negación frontal cuando no el vacío que muchos dirigentes peronistas han hecho no sólo a Menem sino a Cavallo, y la debilidad para defender el país que se intentó construir en los 90, cuando no la más oportunista de las condenas, no tienen que ver sólo con necesidades de supervivencia política, corriendo hacia el mismo lado que una opinión pública frustrada y sin liderazgo, sino con la pobre comprensión de las reales opciones argentinas y con la dificultad en defender políticas claras y efectivas, aún cuando de partida no tengan buena prensa. El ninguneo a Menem, lamentablemente, se extiende al ninguneo de un proyecto de país. Cuando este proyecto es el único que serviría no sólo para sacar el país adelante ---eso lo puede hacer también la socialdemocracia honesta de Carrió y el radicalismo-- sino para hacerlo crecer al máximo de su potencialidad mediante un incentivo al capitalismo más libre, resulta extraordinariamente grave la debilidad ideológica del Peronismo Federal y de sus aliados. El PRO, por caso, es singularmente laxo en su expresión de modelo, con una oscilación entre elementos socialdemócratas y poco terminantes apelaciones a la libertad económica, además de una tendencia hacia políticas administrativas centralizadas, quizá el más notable paradigma de la vieja política.

Peronismo Federal tiene hoy muchos hombres aspirantes a la presidencia, incluso algunos muy queridos y populares, pero no se ve que dibujen ante la ciudadanía un modelo claro de aquello que van a ejecutar si son elegidos. La ciudadanía, sin embargo, comprende con mucha claridad cuando se le dice “Queremos retomar los 90, hacerlos tal cual y mejor, eliminando los defectos de aquel modelo primerizo.” También entienden esta propuesta aquellos que se le oponen, porque prefieren o un país social demócrata o un país directamente socialista. Para completar la oferta política, es necesario entonces que Peronismo Federal asuma plenamente las posiciones de un peronismo liberal y su propia historia, que es también la de muchos de sus hombres. De no hacerlo, además de perder las próximas elecciones por falta de personalidad, limitarán a la Argentina a sólo dos opciones, la socialdemócrata o el socialismo.

Como la Argentina merece algo más, esperemos dentro de Peronismo Federal el milagro del renacimiento formal de un proyecto que no se avergüence de los años 90, sino que los rescate con valentía, proponiendo su continuidad y discutiendo públicamente su perfeccionamiento. Todo lo que faltó hacer; un país federal, por ejemplo. A la izquierda no le va a gustar, la socialdemocracia va a afilar sus uñas frente a un rival digno de combatir, y el resto de los argentinos, quizá esa elusiva mayoría, suspirará aliviado, porque al fin alguien representa esas ideas que tal vez eran las buenas, a juzgar por lo que siguió cuando a los que vinieron, incluyendo la progresía de la Alianza, se les ocurrió que lo bueno era lo opuesto.

martes, febrero 16, 2010

EL CAPITAL POLÍTICO

(publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)

Los argentinos nos preocupamos por muchas cosas, pero la más amarga de nuestras quejas se centra en lo que percibimos como una incapacidad manifiesta de la dirigencia política para profesionalizarse definitivamente y cumplir con su trabajo con la debida eficiencia. La escasez de políticos altamente profesionales no remite, sin embargo y como habitualmente se cree, a una escasez de capital político sino a un capital político insuficientemente cuidado y alimentado de modo que produzca mayores beneficios para la comunidad. En la política, como en todas las áreas de la vida nacional, existen innumerables talentos, graduados universitarios y personas con un largo historial en la gestión pública. Lo que no existe en la cantidad y volumen necesarios, es un ámbito de cultivo y desarrollo profesional de los talentos políticos, fuera de los partidos y del gobierno. Los partidos no son aparatos formadores de gestión profesional –no es su función—y el gobierno es la instancia donde el profesionalismo debe ser aplicado, y no adquirido en un aprendizaje tardío demasiado costoso para los contribuyentes y la Nación.

Un breve repaso por absolutamente todas las administraciones de la democracia a partir de 1983 muestra que las únicas áreas que se manejaron con profesionalismo de primer nivel fueron aquellas entregadas a políticos formados previamente en universidades argentinas y extranjeras quienes, por disciplina, hábito y rigor académicos, se organizaron --antes de su acceso al gobierno-- en centros de estudio o fundaciones dedicadas a la investigación de políticas públicas y a la exploración de propuestas y posibles soluciones. Independientemente de la ideología u orientación política, las experiencias de instituciones notables como la Fundación Mediterránea y el IERAL, entre otras, mostraron un camino que, sin embargo, no quedó fijado en la opinión pública como el imprescindible modelo a seguir a la hora de buscar la excelencia en la gestión.

Cuando nos quejamos de políticos que aparecen insuficientemente formados, o lisa y llanamente ignorantes a la hora de gobernar, nos estamos quejando en realidad de la falta de estructuras de formación, contención y capacitación previas a la competencia electoral y al acceso al gobierno. El viejo axioma que sostiene que el político llegado al poder sólo está en condiciones de ejecutar lo que ya aprendió, explica el fracaso de mucha dirigencia –aún graduada y talentosa--que entra en contacto por primera vez con los problemas y las posibles soluciones en el momento de ocupar el cargo. A la hora de ejecutar, improvisa porque no sabe. Y no sabe, porque no estudió el problema a fondo y, mucho menos, el modo de solucionarlo. A veces el sentido común o la intuición ayudan, pero la falta de conocimiento profundo de los problemas conspira a la hora de pensar soluciones fundamentadas y duraderas. Peor aún, algunos problemas ni siquiera se abordan porque no son reconocidos como tal.

En la improvisación generalizada de una administración, también se percibe muchas veces una falta de armonía entre áreas de gobierno, o sea, la falta de una visión abarcadora. Esa visión abarcadora constituye otro objeto separado de investigación igualmente descuidado, sin bien expresiones como “modelo” o “proyecto de país” forman parte de los clichés del político generalista, no filtrado por el rigor de los análisis experimentales en los laboratorios de inteligencia política. La administración pública, así como la organización política de una comunidad y el estudio de las leyes que deben regirla para su óptimo funcionamiento son, por cierto, materia de investigación científica. Las preferencias ideológicas representan una orientación acerca de qué se quiere investigar y con qué objetivo, pero no constituyen un sustituto de la investigación. En la Argentina el problema de los malos gobiernos no se basa sólo en la predominancia de una ideología inapropiada para el momento histórico, sino que se origina más bien en la falta de consistencia entre las políticas propuestas y las ejecutadas. La falta de profesionalismo no es de derecha ni de izquierda, es solo falta de profesionalismo o chantada, para usar la más expresiva definición nacional. La explicación última por la cual hoy países como Chile o Uruguay con gobiernos del mismo signo ideológico que la Argentina actual viven sin mayores sobresaltos, es que, al ser países más pequeños con dirigencias más acotadas, cuentan con equipos de gobierno más homogéneos, profesionalizados por la práctica permanentemente compartida.

¿Cómo son las cosas en los países muy desarrollados y caracterizados por administraciones estables y profesionales? Existen, por debajo de los gobiernos rotativos y más allá de la planta administrativa estable, instituciones estatales o privadas dedicadas a la actualización permanente de los cuadros políticos profesionales donde estos pueden investigar y estudiar todas las áreas de las políticas públicas. Ellos son los expertos permanentes en cada tema y, según su pertenencia partidaria, acceden ocasionalmente a la gestión gubernamental, donde aplican lo que han investigado, aprendido y resuelto en modelos experimentales, para volver luego de terminado su período gubernamental, a la institución que continuará albergándolos y permitiéndoles continuar con su capacitación hasta el próximo turno de gobierno. Estas instituciones, si bien tienen siempre una clara orientación ideológica, no son específicamente partidarias y están muy lejos de los equipos político-técnicos partidarios que conocemos los argentinos, y que tan mal suplen a este tipo de instituciones a la hora de hacer planes de gobierno en un contexto electoral.

En los Estados Unidos se destacan, entre las infinitas fundaciones, organizaciones, departamentos universitarios e instituciones dedicadas a los estudios de gobierno, dos grandes instituciones ejemplares: el American Enterprise Institute (http://www.aei.org ), para la investigación de políticas públicas, y el Center for Strategic & International Studies (http://csis.org ), consagrado a los estudios estratégicos sobre los Estados Unidos en el mundo. Vale la pena recorrerlas en Internet, visitando cada una de sus secciones y reconociendo el nivel de sus integrantes, para darse cuenta de dónde está la falla argentina a la hora de instalar una dirigencia política en el poder con capacidad para resolver impecablemente los problemas. Entre el político con título universitario, con maestría y doctorado incluidos, y su lugar en el gobierno, falta el eslabón perdido, allí donde el político profesional precisa hacer una escala obligatoria: el de la institución para la investigación de políticas públicas y la creación de soluciones.

Las dos instituciones mencionadas tienen un presupuesto anual, cada una, de aproximadamente 30 millones de dólares, e ingresos equivalentes, como instituciones sin fines de lucro, provenientes de donaciones de empresas, de gestión del propio capital acumulado, de donaciones de fundaciones y de individuos, y de ingresos por conferencias, publicaciones y otras actividades de servicio. Sirven a los intereses de un país de 300 millones de habitantes. En la Argentina, con un 13% de la población de Estados Unidos, un 13% del presupuesto alcanzaría para mantener una fundación del mismo nivel acorde a un gobierno de mucho menor tamaño y menores prestaciones. En un país donde se malgastan miles de millones de dólares provenientes de impuestos públicos, no parecería una mala inversión destinar 4 millones de dólares anuales a una fundación no gubernamental que investigase, entre otras cuestiones, ese mismo sistema impositivo y comprobase, por ejemplo, si es posible federalizar por fin esos impuestos, para promover el demorado crecimiento de un país retrasado, sobre todo, en el conocimiento de sí mismo y de las opciones de qué dispone para progresar

El problema de la institucionalización de los partidos políticos, con la eliminación de las listas sábanas y las elecciones internas directas, no es el único problema a enfrentar para asegurar un buen gobierno. Aún cuando se superase por fin esa instancia, logrando que al poder lleguen sólo aquellos que elegimos, corremos el riesgo, por nuestra misma descapitalización política, de tener una oferta pobre de políticos con severas carencias en su entrenamiento y profesionalización. Como parte del capital intelectual y cultural nacional, los políticos precisan conservación y cuidado. Los centros de pensamiento o “think tanks”, creados para permitir la investigación, esa prueba de ensayo y error previa a la toma de decisión política irreversible una vez en el poder, asegurarán la constante mejora y aumentarán el rendimiento de nuestro capital político. Un capital que es mayor de lo que solemos creer en nuestros momentos de decepción, pero aún muy por debajo de lo que podrá y deberá ser en los años venideros, con la debida gestión.

Se trata, al fin y al cabo, de un capital político que no depende ni de los políticos ni del gobierno, sino de la misma comunidad que es su dueña y beneficiaria, la principal interesada y la encargada de promover, apoyar y sostener la creación de los centros necesarios para conservarlo e incrementarlo.

sábado, enero 30, 2010

LA AGONÍA ARGENTINA

(publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)

Cuando las rectificaciones a un rumbo nacional que nos lleva a la bancarrota y a la disolución no están en el objetivo del Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder Judicial pueden ser juzgados por el pueblo cuyos intereses representan como cómplices, si es que no actuasen con la severidad y energía que la situación nacional requiere. Tan responsables como el Poder Ejecutivo por el mal estado de la Nación y tan culpables como éste por lo que pudiera sobrevenir.

No basta con la actuación valiente y decidida de una jueza cuando otras dos quedan a mitad camino entre la solución total y la solución a medias. Tampoco es suficiente el juramento de las oposiciones unidas de actuar en conjunto para limitar al Poder Ejecutivo cuando de lo que se trata es de que el Poder Ejecutivo esté ejercido por personas honestas e idóneas, respetuosas además de las formas institucionales. Con el pretexto de que la oposición no puede tener, en su lucha contra el destructivo Poder Ejecutivo, los mismos malos modales institucionales, se somete a la Argentina y a los argentinos a la lenta agonía cuya hora final hacia finales de 2011 debería premiar el cristiano padecimiento con una resurrección institucional ya que no económica, porque para entonces es poco lo que quedará en pie.

¿Quién conduce esta sacrificada estrategia de la oposición? ¿Se trata de la generosa entrega republicana de líderes republicanos a ultranza o, una vez más, de pura especulación política? ¿Quién es hoy el enemigo de quién y quién el conveniente amigo del enemigo? Hay que volver a recordar la inteligente maniobra de los actuales ocupantes del Poder Ejecutivo, en enero de 2008, apenas ganado el segundo período presidencial, cuando decidieron ocupar también el partido político que habían despreciado por conservador y no izquierdista, un partido político del cual habían sido, además, echados por su fundador que les aclaró, en persona, aún vivo, que el peronismo no era socialista. En esa ocasión, ejecutaron un movimiento político que no sólo los beneficiaba sino que también extendía el beneficio a la oposición no peronista.

En efecto, con un Partido Justicialista ocupado por la izquierda, el peronismo real, no socialista y conservador, quedaría sin hogar, libre para engrosar las filas de otros partidos, mientras que el sello PJ, y el peronismo en general representados por una izquierda que volvía a decirse peronista, actuando y recordando lo peor del pasado, no dejarían de caer en la opinión pública, la cual, quizá y por fin, después de más de medio siglo de mayorías, abandonaría para siempre la ilusión peronista. Así, mientras la actual izquierda a cargo del PJ cumplía con su más modesto objetivo de bloquear a su enemigo letal de siempre, el peronismo real no socialista, era a la vez consentida en su propósito por todos aquellos opositores al peronismo real, siempre temerosos de su potencial electoral.

Esa pinza para la eliminación del peronismo real, cara a los antiguos oídos “gorilas”, ya de origen radical o liberal, y fundamentalmente útil para todas las social-democracias que aún se creen una solución fundante y duradera, podría ser, después de todo, nada más que la historia argentina siguiendo su curso y dejando atrás un movimiento significativo en su momento pero hoy acabado. Sin embrago, también podría ser lo que la realidad política argentina muestra que es: un mal cálculo político, pensado que la Argentina está sólo destruida por su escaso republicanismo, y no por el abandono de las políticas económicas liberales que la reintrodujeron en su camino de grandeza en los 90. El mal cálculo político que tolera que, por ejemplo, nadie reclame al Poder Judicial por su extraordinaria permisividad con la ocupación ilegal del PJ por los Kirchner. Ocupación a reafirmarse en las próximas semanas, por otra parte.

Así, la realidad política que está por debajo de la actual agonía argentina no es sólo la deshonestidad e incompetencia del actual Poder Ejecutivo, sino el intento de bloqueo al peronismo real, compartido por el Poder Ejecutivo, parte del peronismo retrógrado y diferentes fragmentos de la oposición.

Hoy, sin un liderazgo contundente, fraccionado entre las personalidades de Peronismo Federal y sus adherentes, este peronismo real no tiene hogar, no está listo para competir en una interna en el PJ, tampoco listo para armar un partido nacional que sustituya a éste, y no puede expresarse como lo que es hoy en su médula: la mayor avanzada creativa para reorganizar la Argentina como una auténtica democracia federal, republicana, capitalista, progresista, continentalista y globalista.

Este peronismo en total sintonía con el liberalismo más libertario y globalista no ha nacido de un repollo, sino de un proceso de reafirmación de valores iniciado por Menem y Cavallo en los 90 y reasegurado luego por la contraria, el total fracaso de quienes, desde fines de 2001, volvieron atrás el reloj de la historia argentina. Es este peronismo el que obviamente encarna la oposición más intransigente al Poder Ejecutivo, el que más presión hace para que el Poder Judicial intervenga y el que no puede tomar las riendas en el Poder Legislativo, siendo permanentemente frenado por aquellos que con el pretexto de la prudencia sólo contribuyen a una agonía funcional a sus intereses políticos. Aquellos para quienes el falso peronismo que gobierna, en su caída, arrastraría a todo el peronismo, de una y para siempre. En la agonía, es difícil advertir que la solución está, hoy como ayer, en el centro exacto de lo que muchos consideran “el mal”. Un peronismo en versión aggiornada, iluminado por aquellos mismos que supo en sus inicios combatir, en esa larga deglución histórica que los movimientos revolucionarios están obligados a hacer para resumir el total de la experiencia nacional.

Este peronismo real expresa las esperanzas profundas de una nación desorientada en sus preferencias políticas pero firme en sus deseos de vida organizada, de libertad y prosperidad. Su demora en llegar al poder será la demora de la Argentina en volver a ser lo que fue, no hace cien años, sino hace apenas diez. La agonía de la Argentina, es la suya, y mientras algunos lo matan, deseándolo bien muerto, otros lo reviven, boca a boca, entendiendo que su suerte es, también, la de la Argentina.

lunes, enero 25, 2010

EL CAPITAL DEL PUEBLO

(Publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com )

En 1991, a partir de la ley de convertibilidad, los argentinos comenzamos a recibir en forma masiva nuestra primera lección de economía práctica referida al eterno problema de la inflación local. Aprendimos que con un banco central independiente que manejara una moneda permanentemente respaldada por reservas en una moneda firme, era suficiente para mantener la estabilidad en los precios, eliminando no sólo los riesgos de hiperinflación sino la inflación misma. Por diez años vivimos dentro de esa regla y dentro de esa realidad (y no ilusión, como a muchos ignorantes aún les sigue gustando definir ese período por demás riguroso y realista en lo que a moneda estable se refiere). El problema argentino vino por el exceso de gasto en las provincias –en particular la Provincia de Buenos Aires—y el consiguiente endeudamiento de las provincias que, por una falta de auténtico federalismo, cayó sobre las espaldas de la Nación, propiciando así la debacle de fines de 2001. Aún estamos pagando los costos de esta debacle por las malas soluciones que aplicaron el duhaldismo primero y el kirchnerismo después, recurriendo no sólo a la devaluación de la moneda sino al desconocimiento de los derechos de propiedad al pesificar títulos y contratos en dólares.

Las discusiones de estos días en relación al Banco Central, al rol del presidente de esta institución, a las facultades del Poder Ejecutivo, del Congreso y de la Corte Suprema de Justicia, vuelven a poner sobre el tapete el tema del respeto al valor real de la moneda nacional y a cómo el Presupuesto Nacional puede y debe manejarse en relación a este valor.

Las provincias, con el vanguardista Gobernador de San Luis a la cabeza, han comenzado a tomar posición en el tema y a ir a fondo en el análisis de los motivos reales de la debacle del 2001: si las provincias estuvieran bajo un auténtico régimen federal, recaudando sus propios impuestos, sólo podrían endeudarse en relación a su propia capacidad de pago y, si quebrasen por algún motivo, no arrastrarían con ellas a la nación ni a la moneda.

Todo esto viene a cuento de qué significa en realidad el capital del pueblo y cómo debe acompañárselo desde el Estado, un tema que se soslaya en la eterna discusión ideológica que quiere oponer estatismo y capitalismo, y en la cual el capitalismo juega el rol del angurriento villano que succiona el dinero para beneficiar a unos pocos dueños, y el estatismo como el benefactor dispuesto a repartir el dinero público y privado entre todos, en especial los más pobres.

Lo primero que hay que comprender es que el Estado no tiene un capital propio, per se. No se trata de una compañía pública con bienes propios, ni muebles ni inmuebles, sino que es ante todo una unidad de gestión de bienes públicos y de capital público. Es decir, el Estado no es dueño de los bienes públicos y mucho menos son sus dueños los representantes del pueblo elegidos para gestionarlos. Por otra parte, por un retraso en la redacción definitiva de lo que se sigue mal llamando coparticipación federal en la Constitución, el Estado Nacional aparece como administrador de bienes públicos que, por razones de forma constitucional federal y de pragmatismo en la gestión, deberían ser administrados por las provincias.

Esta reconceptualización del dinero público, donde a los bienes muebles de propiedad pública se suman las reservas y el total de la moneda circulante, es importante para que el público, el pueblo, único dueño del total de bienes públicos muebles e inmuebles, se adueñe simbólicamente de lo que es suyo y no permita más su desorganización y/o mal uso. Que esta desorganización sea ejecutada por un Poder Ejecutivo ignorante o, más frecuentemente, usurpador de ese dinero público en su propio beneficio o en el de sus amigos, o por un Congreso ignorante, comprado o poco eficiente, o por una Corte Suprema acomodaticia (como en el vergonzoso caso de la pesificación , que debería haber recibido una ejemplificadora condena de sus ejecutores), poco importa. Lo importante es completar el recorrido intelectual que este pueblo viene haciendo a la hora de reconocer que los impuestos sobre sus bienes individuales, los impuestos sobre cada producto comprado (a través del IVA universal, por el cual paga 21% sobre cada cosa que compra, desde una planta de lechuga hasta un electrodoméstico) y los impuestos sobre su trabajo o ganancias, no son propiedad de Estado, una vez recaudados, sino que continúan siendo su propiedad y que constituyen su aporte individual a las necesidades compartidas con toda la comunidad.

La pregunta del pueblo debe ser entonces: ¿qué es entonces lo que la comunidad precisa de verdad y cómo va a usarse ese, su, capital remitido al Estado en forma directa o indirecta bajo la forma de impuestos?

Lo primero que la comunidad precisa es estabilidad en su moneda, es decir, respeto absoluto por ésta y por las reservas que la respaldan. Dentro de este respeto se incluye el respeto a las leyes, que es lo que da la seguridad jurídica necesaria para la inversión y el crecimiento, y también la creación de nuevas leyes que perfeccionen el sistema de gestión del dinero público, por ejemplo, todas las leyes que avancen un federalismo impositivo real.
Lo segundo que la comunidad precisa es inversión comunitaria útil, y, en este sentido, hay un gran vacío en la decisión de estas inversiones por la falencia en la representatividad en el Congreso, debido a listas sábanas que no expresan distritos en sus matices más auténticos sino sectores políticos, ideología en general, y no necesidades concretas de la población. Una buena muestra de cómo también esto se ha abierto un espacio en la conciencia colectiva es la incorporación en las recientes elecciones de los diputados “del campo”, a raíz de la situación crítica en que el Ejecutivo colocó al sector durante los años 2008 y 2009.

La discusión acerca de qué es útil y qué no es útil no es otra que la discusión acerca de la asignación de recursos en el presupuesto nacional que debería llevarse en el Congreso acompañada por un gran debate público. En el caso de las mayorías automáticas que hemos vivido bajo el kirchnerismo, sin una real oposición, el público ha ignorado el contenido de este presupuesto, porque la prensa lo ha ignorado, y porque muchos dirigentes de la oposición prefieren todavía discutir generalidades ideológicas en vez de los temas concretos de en qué se gasta cada peso. Si ellos no piensan, el último responsable es el propio pueblo, que aún no se ha fijado en el presupuesto para ver en qué gastan su dinero. El capital del pueblo tiene su expresión en el presupuesto y el pueblo puede controlar y decidir el gasto a través de sus representantes pero también a través del debate público y abierto.

Hay cosas que el pueblo ignora, porque la prensa, que debería ser su guía en estos temas a veces un poco técnicos, es también bastante haragana a la hora de hacer docencia y también porque hay muy, pero muy pocos dirigentes que comprendan este tema del capital del pueblo. El radicalismo es estatista por vocación y por inercia. El peronismo, en cambio, ha sido estatista por dogma y quizá ya es hora de que todos aquellos dirigentes que no supieron dar el salto con Menem y con Cavallo, lo den ahora, no sólo por el bien y continuidad del peronismo, sino por el bien del pueblo, en especial de aquel más humilde, aquel con poco capital o ninguno, sólo dueño del potencial capital de su trabajo, cuando lo tiene.

Para que el pueblo pueda defender su pequeño o gran capital, o acceder a algún capital por medio de su trabajo, precisa no sólo la estabilidad de la moneda, leyes federales y control público del presupuesto, sino estar seguro de que cada partida atribuida a cada sector o institución comunitaria se administre bien y en beneficio del total de la comunidad. Y aquí viene el otro gran secreto de la eficiente administración del capital del pueblo: la descentralización. Así como se sacará mayor provecho y se minimizarán los riesgos con una recolección y distribución federal de los impuestos, se aumentará la eficiencia con una descentralización en la gestión.

Cada unidad de servicio comunitario debe manejar sus propios recursos: se trate de una comisaría, una escuela, un hospital o un teatro. Si el capital de esa institución es público, su gestión, en cambio, debe ser tan eficiente como la gestión de las instituciones de capital privado y estar capacitada para recibir no sólo capital público sino donaciones individuales que pudieran reforzar su mejor funcionamiento, allí donde la comunidad decidiera hacer una inversión personalizada. Esta gestión debe tener también, al igual que el presupuesto nacional, un control del público para aventar no sólo la mala gestión sino la corrupción. Es difícil controlar a un Estado centralizado que actúa sin control público sobre la totalidad de las instituciones de capital público; es sencillo, sin embargo, controlar cada institución en particular si la gestión está descentralizada en un 100% y supervisada por sus propios usuarios. La dirigencia peronista debería, desde ahora y mucho antes de embarcarse en las propuestas electorales, considerar esta nueva estructura de servicio al capital del pueblo, ese que está en el origen mismo de la preocupación peronista.

¿Qué diría el General Perón de todo esto? Que los instrumentos para servir al pueblo cambian y que el objetivo no son los instrumentos, sino el pueblo. Nadie como él defendió y respetó los derechos de los trabajadores. Hoy, en una economía globalizada por fuerza de la historia y no de la ideología, los trabajadores desean en primer lugar, seguir siendo trabajadores, es decir, tener un trabajo real y no obtener una magra derivación vía subsidio del capital de los que trabajan. Ya saben, ya han aprendido duramente, que sin inversión no hay trabajo y que no hay inversión donde no hay moneda ni leyes. Todavía no se animan a pensar del todo lo que sí sienten, que ese dinero que ceden al Estado bajo la forma de impuestos, es de ellos y que, de algún modo, la decisión sobre su uso le pertenece. No saben cómo hacerse oír: a los dirigentes les toca escucharlos y dar una respuesta clara acerca de qué piensan hacer con el dinero público si son elegidos para administrarlo.

A esos restos rezagados de la izquierda que aún anidan en el peronismo y en el alma de muchos nobles y románticos artistas, para que no desesperen y continúen llorando el socialismo de antaño, es bueno recordarles que un sistema capitalista abarca también la posibilidad de la organización privada en cooperativas, en organizaciones sin fines de lucro que pueden funcionar, también, con capital público si el pueblo así lo decide, atendiendo a su propio interés a veces no material sino espiritual. Para éstos, el concepto de capital del pueblo puede resultar una muy adecuada alternativa a la hora de pensar en las necesidades artísticas y culturales de la comunidad (pensamos en escuelas de arte con fondos insuficientes; en instituciones como teatros en franco descuido, etc) resaltando siempre el concepto de descentralización e introduciendo, allí donde fuera pertinente, la organización cooperativa y el aporte simultáneo de contribuyentes privados.