Cuando en estos días la idea generalizada parece ser la de
que estamos condenados a esperar no sólo las elecciones sino el ballotage y a rezar para que Macri gane las elecciones,
ante la ausencia de otro posible candidato liberal y en la renovada esperanza
de que actual presidente algún día lo sea de verdad. Esta victoria, sin embargo, sólo está garantizada por la actual división
del peronismo en peronismo indefinido y su propio antagonista, el kirchnerismo.
Un modo más nítido de mirar el largo presente que nos separa de noviembre es
rechazar de plano la absurda idea de que el ya hoy presidente Macri precisa
volver a ganar las elecciones para “hacer lo que hay que hacer”, según su
propio declamatorio entusiasmo. Como ya dijimos otras veces, si sabe HOY los
que hay que hacer, ¿por qué esperar hasta mañana?, y si no sabe, ¿por qué no
abrir la consulta hoy para aprender y así tener una chance más certera de ganar
que especular con una división que ni siquiera es segura a la hora del
ballotage? Ahí está la solución Cavallo, al alcance de la mano, una solución de
efectos certeros e inmediatos para atacar y resolver el problema de base que
complica todo el resto de lo que este gobierno quiere y puede hacer.
Lo que ni este
presidente, ni ningún miembro de su equipo y mucho menos miembro de los demás
aliados de la Coalición Cívica o de los Radicales, sabe, es cómo terminar
sólidamente con la inflación, con lo cual, todo lo bueno que pudo hacer Macri hasta
ahora en materia de administración del Estado y de relaciones internacionales,
no le luce, ni le lucirá jamás ni le hará ganar elecciones o crear un segundo
mandato más exitoso. Aunque ganase, ¿cómo resolvería en ese segundo mandato el
tema de la inflación? Los inversores se sentirían por cierto tranquilos de que
ningún kirchnerismo o peronismo duhaldista los va o a expropiar o a destruir
los contratos privados, pero tampoco invertirían en un contexto de inflación
con su secuela de altísimas tasas de interés como único remedio para contener
el dólar, estancamiento, baja productividad y bajo consumo. Por lo tanto, es
obvio que, en el tema de la inflación, Macri sabe tan poco y mal resolverlo
como los demás candidatos y ganar las elecciones no significa absolutamente
nada.
Más bien, plantear
este tema correctamente lleva a deducir que Macri sólo puede salvarse a sí
mismo y salvar al país de paso, aún cuando su intención sea primariamente
salvarse a sí mismo políticamente, resolviendo el problema de la inflación. Y
aquí, omnipresente y sin ideas rivales en el horizonte inmediato, aparece la
solución Cavallo, regalada patrióticamente al presidente y a disposición de los
argentinos que con su voz e integridad decidan apoyarla públicamente—y aquí el
periodismo en general que tanta campaña injusta ha hecho en contra de Cavallo, tiene
un rol primordial para comprender primero y esclarecer a la opinión pública en
general.
La solución Cavallo es sencilla, limpia técnicamente y
elegante en todos sus aspectos, sin fisuras. Es alarmante que haya tan pocas
personas que la vean.
Lo que Domingo Cavallo propone no es ni una dolarización ni
una solución a medias sin futuro ni una convertibilidad reducida a la facilidad
de cambiar pesos por dólares o viceversa, libremente. Es una solución de fondo,
duradera y estable.
Propone, en primer
término, reconocer la realidad, es decir el ya instalado e irreversible formato
de nuestra economía. Nuestra economía ya es bimonetaria, funcionamos en pesos
para las actividades cotidianas y ahorramos en dólares para protegernos de la
inflación. En segundo término, y como reconocimiento de la realidad, Cavallo propone
entonces crear el marco legal para poder operar indistintamente en pesos o en
dólares. La primer ventaja de este esquema aparece de inmediato, eliminar la
alta tasa de interés que hoy aqueja tanto a la economía de producción como a la
de consumo: si es posible operar en dólares, también es posible para cualquiera
obtener créditos en dólares a bajísimas tasas de interés internacionales y, por
lo tanto, automáticamente renovar el crédito hoy paralizado en las pyme y retomar
el consumo en cuotas las tarjetas de crédito que hoy tienen un recargo en tasas
de hasta a veces más del 100% anual. Cavallo luego propone fijar también los sueldos
en dólares, con lo cual el componente salarial de precios también desaparece
como elemento de indexación inflacionario. En tercer término, Cavallo propone
complementar este esquema de simple convertibilidad de una moneda a otra con la
eliminación del diferencial entre el comprar y vender dólares del que abusan
los bancos sin motivo alguno que lo justifique y sin que nadie les haya puesto
un freno hasta ahora, sin duda por la conciencia culpable de estar haciéndoles
la vida muy difícil en otros campos que el del abuso financiero. Finalmente,
Cavallo hace notar que hoy es incluso posible un anclaje referencial de esta
convertibilidad, a ser liberado apenas se estabilicen los diferentes términos
de la economía. Un anclaje no muy diferente de la actual banda pero proyectado a
una mucho más veloz y certera flotación como última referencia genuina del
mercado. Para quienes hagan mención de la inflación residual que el mismo
gobierno podría crear con sus enormes aumentos de tarifas, Cavallo hace notar
que: “Si se estabiliza el precio del dólar, las
tarifas no tienen porqué seguir aumentando. Los subsidios que aún habrá que
pagar pueden reducirse volviendo a las reglas de juego de los 90s en materia de
energía. Cada vez que hay una devaluación, los subsidios económicos aumentan y
hacen más difícil el cumplimiento de las metas fiscales. Por eso obligan a seguir
con los aumentos tarifarios”.
¿Qué hace falta para que el
presidente Macri haga esta rápida reforma del sistema monetario, una reforma
local que no precisa, como precisaría una dolarización total de la economía, la
autorización de los Estados Unidos y la Reserva Federal, y ni siquiera la
autorización del FMI ya sólo se requiere el gentil comentario de lo que se va a
hacer para no liquidar en pocos meses el igualmente gentil e irresponsable
nuevo adelanto del mismo organismo para contener la demanda de dólares de un
público desesperado por la inflación? Hace falta que el presidente entienda bien
la solución, para poder explicarla a sus equipos y a los argentinos, y hace
falta el coraje de reconocer que no es que hace 70 años vivimos en inflación y que
la culpa de todo la tiene el peronismo, olvidando el peronismo liberal de los
años 90 y al mismo Cavallo, que nos permitieron vivir sin inflación más de 10
años. También hace falta modestia y reconocer que el actual gobierno no pudo
hasta hoy controlar la inflación porque no sabe cómo, y que no se trata sólo de
un sencillo tema de libreta de almacenero, no gastar más de lo que se recauda o
déficit cero. Eso también, pero totalmente inútil si no se puede operar en una
moneda confiable.
Un parráfo aparte merecen los
eternos demonizadores de Cavallo que se basan en sus malos recuerdos ya de los
90, ya del 2001-2002. Si en los 90 mucho sufrieron cierres de fábrica y
despidos, eso es inherente a una economía liberal de mercado y, es verdad,
siempre se puede preferir una economía estatista y más proteccionista. Pero,
liberal o más o menos estatista o proteccionista, esa economía siempre
precisará una moneda confiable, y eso es lo que Cavallo brindó a los argentinos hasta su salida del Gobierno
de Menem—por no aceptar las mafias, otro dato que se olvida—en 1996. No se le
puede achacar a Cavallo que no haya ido a una flotación, como era su intención,
en el momento adecuado ya que no estaba en el gobierno y sus sucesores
siguieron en piloto automático con el 1 a 1. En su segunda participación en el
gobierno de de la Rua, la falta de una gestión previa adecuada para ir
agregando las reformas necesarias, complicó todo, en especial la deuda
acumulada—mucho menor que la actual, bueno es hacerlo notar—y de ahí la
inestabilidad final, cuando el mismo fondo se negó a apoyar la continuidad de
un 1 a 1 que había quedado atrasado, lo que hubiera permitido un acceso gradual
y programado a la flotación. El corralito, no anticipado con una explicación de
su por qué, indignó y ofuscó a la clase alta y media que no tuvo la frialdad
necesaria para darse cuenta de que nadie les estaba sacando nada, sólo
haciéndole notar que, para que todo el sistema bancario y la economía de
mercado no pereciesen, era necesario dejar los dólares dentro del sistema y
operar bancariamente, sin los dólares físicos hasta que todo se estabilizase.
La ocasión fue aprovechada por los falsos defensores de las clase media baja y
baja, y Duhalde y Alfonsín lanzaron la gente a la calle, con las terribles
consecuencias de desorden, represión y muertos, la renuncia de Cavallo y la
caída de de la Rúa. Lo que les llegó a la clase alta y a la clase media, cómplices
inconscientes del golpe institucional, fue esta vez no el corralito bancario
que les permitía disponer de sus dólares y operar con ellos sino el corralón de
Duhalde y la pesificación compulsiva de todos los dólares en el sistema
bancario y en los contratos privados. Por fin presidente, según sus más
queridos sueños, Duhalde, que no pudo hacer ganar la elección al peronismo sino
en la Provincia de Buenos Aires dónde el mismo Cavallo aportó sus votos a
Ruckauf, perjudicó a la clase media baja y a la clase baja con una devaluación
de los salarios equivalente a la devaluación del peso, con un dólar que pasó de 1 a 4 pesos. Por qué
Duhalde y sus economistas—entre ellos el hoy candidato Lavagna—son considerados
salvadores de la patria y Cavallo, el que la hundió continúa siendo un misterio
cultural, sólo explicable por el interés de muchos medios masivos de
comunicación y grandes empresarios endeudados en dólares que vieron en la
pesificación su salvación. Que la gente hoy siga ciega es menos aceptable,
después de 12 años de los Kirchner que legó Duhalde con su prédica estatista y
su propia irresponsabilidad. Que el Presidente Macri adhiera a la confusión
popular para no desentonar y obtener más votos, no se condice con su voluntad
de líder. Si quiere liderar el cambio, más le vale entender bien la realidad y
liderar la opinión pública hacia una correcta comprensión en vez de someterse servilmente
a los prejuicios instalados. De esos gestos están hechos los verdaderos
cambios.
El viejo axioma yoga dice que
sale por la puerta donde se entró. La Argentina entró en su debacle económica
con la salida de la convertibilidad (no con la salida del cambio fijo 1 a 1,
que hubiera podido ser corregido con una oportuna flotación y no con una brutal
e innecesaria devaluación) y la Argentina va a volver a entrar en su senda de
estabilidad, no inflación y consiguiente inversión y prosperidad, sólo con un
regreso a la convertibilidad. Esa es la solución Cavallo y la respuesta a este
gobierno que no acierta y se empecina en su incomprensión.