(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)
Buena parte de la oposición continúa
atacando al kirchnerismo como expresión del peronismo. Esa oposición se
equivoca dos veces. La primera, al confundir al Frente para la Victoria con el
peronismo, cuando explícitamente el FPV ha copado y paralizado durante los
últimos diez años al PJ, instrumento hoy imposible de utilizar por el verdadero
peronismo. La segunda, al negar la existencia de este peronismo como un factor
de peso a tener en cuenta en los resultados electorales. La oposición se hace
así cómplice inconsciente de ese kirchnerismo al que querrían desplazar del
poder, reviviendo los viejos fantasmas antiperonistas, los mismos, ¡oh
casualidad!, que excitó el kirchnerismo para predominar.
Existe un peronismo heroico, tan
resistente como siempre y hoy tan excluido del registro de la atención pública
como despojado de un instrumento electoral competitivo.
Ese peronismo tiene en cuenta toda su historia y no niega su historia de
gobiernos más recientes. Primero, la del gobierno de Menem durante los años 90,
cuando se modernizó la Argentina y se la volvió a poner a la cabeza de
Latinoamérica y en alianza con los más gravitantes poderes del mundo, a través
de la inserción en la OTAN y la participación en el G-20. Segundo, la fracasada
experiencia de Duhalde al deshacer toda la exitosa experiencia anterior y
entregar el país a los Kirchner. Todo dejó una enseñanza y hoy, ese peronismo
resistente, atento a la necesidad de una macroeconomía de tipo liberal para
asegurar la correcta inserción en el mercado global y renuente a reiterar las
fracasadas experiencias estatista del duhaldismo y estatista y totalitaria del
kirchnerismo, tiene muy claro su rol de liderazgo potencial de una economía
moderna. El peronismo lo hizo en los 90 y lo va a impulsar y hacer también
ahora, planteando las reformas de segunda generación como la federalización y
descentralización total del país y actualización de lo que siempre ha sido y
deberá continuar siendo la columna vertebral del peronismo, el movimiento
sindical argentino.
Al sindicalismo argentino, que se
acomodó medianamente a las reformas de los años 90 pero que no encontró el modo
propio de inserción dentro de una economía de libre mercado, le corresponde hoy
un rol muy importante en la reconstrucción de la economía argentina, arrasada
por la desinversión, el estatismo creador de alta inflación y la asfixia del
mercado. Entre las múltiples tareas que
deberán a quedar a su cargo se cuentan la educación y reeducación de las vastas
masas hoy subsidiadas, sin educación ni trabajo, y la protección del trabajo y
la salud de los trabajadores mediante asociaciones libres independientes del
Estado y organizadas como empresas modernas de máxima eficiencia al servicio de
los afiliados. Es tal la tarea que los sucesivos fracasos del duhaldismo y el
kirchnerismo dejan por delante y tal la frustración colectiva frente al
desmanejo del estado en perjuicio de los ciudadanos, que este peronismo de
vanguardia comprende que una rápida recuperación en las condiciones de vida de
ese 30% o más de población sin recursos, trabajo o educación, sólo puede ser
lograda por esa misma población debidamente organizada en su nivel natural de
primera inserción, el del trabajo, y el de su sindicato actual o potencial. Los
sindicatos vistos como parte esencial de la actividad privada y como grandes
igualadores sociales.
No es casual que este peronismo
heroico que se resiste a ser confundido con un kirchnerismo con el cual no
tiene nada que ver, sino los malos recuerdos del pasado con un Perón aún vivo
que explícitamente condenó a aquellos que pretendían hacer de la Argentina un
estado totalitario, estatista y socialista, tenga entre sus activistas más
vitales a un importante dirigente sindical, Gerónimo “Momo” Venegas con su
partido “Fe”, aliado a lo más tradicionalmente liberal y pujante de la economía
argentina, el sector agrario, y también al Gobernador de Córdoba, José Manuel
de la Sota, antikircherista de la primera hora, tan peronista de ley como liberal en la economía,
e introductor de Domingo Cavallo en el peronismo, otra personalidad afín a este
peronismo de la modernidad.
Muchos otros liderazgos dispersos
adhieren a esta posición del peronismo, republicana y cristiana, y totalmente
abierta a una economía de libre mercado, entendida como la única que puede
generar la suficiente riqueza como para dar trabajo y atender las necesidades
elementales de la gran mayoría de los argentinos, que son trabajadores o deberían
estar trabajando. Según el peronismo, bueno es recordarlo, “sólo hay una clase
de hombres, los que trabajan.” Donde, desde luego se incluye a aquellos que
trabajan como empresarios y dueños del capital, o como en el caso de los bancos,
administrando o alquilando capital.
Cualquier coalición antikirchnerista
está destinada al fracaso si no tiene en cuenta a este importante sector del
peronismo, no contenido ni por Scioli—que continua sometido al Frente para la
Victoria y que mantiene cerrado el PJ al peronismo antikirchnerista—ni por
Massa, cuyo salto oportunista fuera del kirchnerismo habla al igual que en el
caso de Scioli de ambiciones personales más que políticas, y cuya adhesión a
figuras del duhaldismo como Lavagna ponen en duda que haya entendido realmente
lo que la Argentina precisa hoy como revolucionario cambio liberal.
El peronismo heroico, como
continuador y superador de las reformas de los años 90, aquellas que
modernizaron buena parte de la infraestructura del país y de la agroindustria,
tiene clara su misión de restaurar el buen nombre y honor del peronismo y de
hacerlo, una vez más, el agente de un cambio real a favor de la Argentina y los
argentinos. La oposición tiene la obligación moral de reconocerlo y la
necesidad práctica de contar con él como un aliado más. Ese que, a la hora de
los votos, puede hacer toda la diferencia.