viernes, agosto 19, 2011

LA MANSEDUMBRE ARGENTINA

En las falsas internas del domingo 14 de agosto los partidos no sometieron sus candidatos a una puja primaria por la representación ciudadana sino a una convalidación de candidatos elegidos por ellos mismos o por reducidas cúpulas partidarias y sin participación ciudadana.

Con la esencia de la democracia representativa alterada desde el vamos, los sorprendentes resultados encajaron además muy mal con la percepción general de la ciudadanía, bastante más disconforme con las sucesivas sucesiones de los Kirchner que lo que los resultados quisieran.

Sin embargo, lejos de protestar primero por la distorsión de la primera regla de la democracia representativa, la ciudadanía, respetuosa en sí misma de los jirones de esta democracia y necesitada de participar de algún modo, se presentó a indicar sus preferencias entre las opciones exhibidas, a falta de una oportunidad de seleccionar ella misma los candidatos participantes. Manso y generoso, el pueblo argentino votó, y luego, aunque los resultados distaron de coincidir con la percepción generalizada del rechazo a la gestión kirchnerista, una vez más, manso y generoso se rindió a los resultados sin reparar esta vez en algunos detalles que deberían haber sido resaltados por uno o todos de los candidatos oficialistas. Entre estos “detalles” el hecho de que por tratarse de elecciones primarias, no se contara esta vez con veedores y controladores internacionales, como se estila en elecciones generales para garantizar la no ingerencia del gobierno.

La creciente sospecha de que los apabullantes resultados del oficialismo puedan deberse a una manipulación informática por parte de la empresa contratada por el gobierno comienza a circular con mayor insistencia entre la mansa y generosa ciudadanía y a coincidir con la percepción anterior a estas elecciones acerca de un gobierno capaz de sobornar a la mayoría de las encuestadoras de opinión para crear una opinión favorable y capaz de alterar a través de un instituto gubernamental, el INDEC, las estadísticas de la inflación para lucir como un gobierno confiable en la economía. Un INDEC electoral suena como algo posible por parte de un gobierno acostumbrado a salirse con la suya, sin que le importen los medios para alcanzar sus propósitos.

La idea de que la percepción generalizada de la población acerca de un gobierno corrupto, mentiroso, y, fundamentalmente ineficiente (ya que los logros no se deben a la gestión sino a factores exógenos) transmutó súbitamente en una adhesión valorativa de las virtudes del “modelo” es una idea basada sólo en la contundencia de un resultado electoral. Si dicha contundencia fuese fruto del fraude informático sumado al habitual fraude hormiga de robo de boletas y otras trapisondas del cuarto oscuro, posiblemente la ciudadanía perdiese su habitual mansedumbre frente al poder y guardase su generosidad para quienes realmente la merecen.

¿Por qué suponer que los argentinos aceptan la mentira, la corrupción y el statu quo sólo pensando en el “bolsillo” y aún así de modo bastante poco informado, como si inflación y el uso desenfrenado de las reservas del Banco Central para pagar el gasto gubernamental galopante fuesen un indicador de un rumbo económico certero?

Corresponde a la realidad reconocer que entre un 30 y 40% de la población depende de un modo u otro de los subsidios del gobierno, ya se trate de empresas con sus trabajadores, organizaciones políticas o desempleados sin otro recurso de supervivencia. Pero también corresponde reconocer que los argentinos constituyen a esta altura una mayoría culta políticamente y, que aún sin un liderazgo que la represente en modo genuino, difícilmente entreguen otra vez el poder a quienes los engañan y continúan engañando usando ese poder en contra de los más duraderos y genuinos intereses de los argentinos.

¿Los argentinos seríamos entonces empanadas que se comen con sólo abrir la boca? La firmeza de la ciudadanía en auditar qué es lo que ha hecho el gobierno en la organización de estas elecciones y en reconsiderar su propia mansedumbre y mal entendida generosidad en aceptar elecciones internas falsas primero y resultados muy posiblemente manipulados después responderá esta pregunta.

La debilidad de los líderes de oposición, que expresan de un modo u otro esa misma mansedumbre y falta de iniciativa, no es el problema mayor. El problema reside más bien en cuánto los argentinos se valoran a sí mismos, cuánto a su propio destino y cuánto están dispuestos a participar en la búsqueda de liderazgos genuinos y competentes, en vez de ceder el poder, una y otra vez, por puntos o por abandono.

La situación de fondo de la Argentina, tanto institucional como económica en el corto plazo, es tan terrible que requiere esta vez un knock-out popular. El certero golpe del final que restablezca la realidad en toda su verdad.