lunes, septiembre 26, 2005

LA BATALLA DE OCTUBRE

Aunque el mayor atractivo mediático de las próximas elecciones de octubre parezca aún residir en el desenlace de la interna partidaria entre el Presidente Kirchner y su padrino Duhalde, se percibe un lento y sólido esfuerzo del público por tratar de comprender la batalla real, más allá de las peleas entre peronistas ortodoxos o izquierdistas entre los cuales, además, no han podido hacerse un lugar los peronistas liberales que dominaron el PJ en los años noventa.

Más allá de las innumerables demandas populares sobre todos los niveles de gestión del Estado y de la preocupación incesante por estos temas, se nota en la opinión pública un mayor cuestionamiento acerca del rumbo general del país en su política económica y en su inserción en el mundo y una mayor conciencia acerca de que la respuesta a tantas demandas insatisfechas podría provenir de una correcta decisión en ambas áreas. Así, octubre plantea dos nítidos campos ocultos y disimulados en infinidad de partidos y nuevas alianzas. Por un lado, se encuentran los que proponen una economía estatista, con un capitalismo tímido y muy acotado por el Estado, y una alianza con países gobernados de modo semejante –sean latinoamericanos o europeos- y por el otro, los que proponen una economía abierta, plenamente capitalista y una alianza con países gobernados bajo esas pautas y abiertos a integrarse en una federación continental o global.

La primera posición es la que hoy rige y gobierna, muy bien representada por Duhalde, Kirchner y Lavagna, y también por figuras más novedosas y creativas como Elisa Carrió y Luis Brandoni. La segunda posición, en cambio, que define en modo preciso la globalización, resulta muy difícil de asir a quienes aún no han logrado vivir siquiera en un país federal. Esta dificultad explica la falta de predominancia masiva de esta posición, que requiere un esfuerzo imaginativo grande, una sólida información sobre el resto del mundo y, sobre todo, una disposición a entender que no hay nacionalismo viable sin inserción global.

Estas dos posiciones, que definen los dos campos reales de la batalla de octubre, constituyen a la vez la base del bipartidismo hacia el cual nos encaminamos nuevamente, una vez terminado el proceso de desarticulación del bipartidismo anterior. Las dos nuevas grandes formaciones políticas albergarían así, por un lado, a los estatistas centralistas y antifederales y por el otro, a los capitalistas modernos, federalistas a escala global. Una batalla que no hace más que recrear las históricas opciones argentinas con la novedad de que esta vez la lucha por la Nación no se desarrolla exclusivamente en el seno de esta sino que se despliega por todo el territorio continental y más allá de éste, al planeta en su totalidad.

El rol de los periodistas independientes aclarando estas dos posiciones en la elección de octubre ayudará a que los argentinos exijan a sus los líderes políticos una definición contundente y elaborada acerca de hacia cuál de estos dos rumbos pretenden orientar el país. Se deberá también estar alerta al probable travestismo oportunista pre o post electoral de Kirchner, que no dudará en adoptar falsos ropajes de modernidad económica –como elegir un ministro de economía que parezca más capitalista- sin adscribir a lo esencial: el modo de creación global de riqueza y su distribución. Las fantasías de que Kirchner resulte en un nuevo Felipe González han sido canceladas no sólo por el tiempo que ya tuvo para operar dicha transformación, sino por la realidad histórica: la Argentina ya tuvo esa encarnación local en la figura de Carlos Menem. Los votos que el Presidente consiga en estos días alimentado esta ilusión, sólo hablarán mal de un periodismo que no aventó este peligro a tiempo.

Los resultados electorales se medirán así del modo que corresponde. En vez de medir si Kirchner le ganó a Duhalde o viceversa, se medirá cuántos son los votos sumados de una posición, representada por Kirchner, Duhalde, Carrió, Brandoni, Patricia Walsh, etc. Y cuántos son los votos sumados de Macri, López Murphy, Sobisch, Patricia Bullrich, Menem, etc. Aunque los dos campos aún no constituyan dos partidos o dos alianzas firmemente eslabonadas, quedará formada la base política para encarar las elecciones presidenciales del 2007 con la población lista para organizarse y empujar con entusiasmo sus convicciones. Los argentinos estaremos así, por fin y como inicio, dentro la modernidad política, que requiere un espacio de participación organizado, tanto para quienes la promueven como para quienes la niegan.

viernes, septiembre 23, 2005

CAVALLO: BORRON Y CUENTA NUEVA

Después de las insalvables dificultades con su partido, a casi nadie tomó de sorpresa la renuncia de Domingo Cavallo a competir por una banca de diputado en las próximas elecciones de octubre. Deja un lugar vacío que se va a notar en los próximos debates: nadie como él para explicar por qué la Argentina que para el gobierno luce bien, está en realidad mal, y nadie como él para advertir acerca de los peligros que se ciernen sobre el país si no se cambia el rumbo.

Si bien hay muchos y muy valiosos candidatos opositores al gobierno que comparten en líneas generales su misma visión, sólo Cavallo parece tener las reacciones viscerales de quien es, a la vez, un ciudadano de la Argentina y un ciudadano del mundo. Para los argentinos, dirigentes o ciudadanos votantes, resulta aún difícil de comprender que no se puede ni pensar ni proponer ni ejecutar políticas sin la doble percepción del interés nacional y de la inexorable marcha global.

Lo que diferencia a Cavallo de los demás no es su pensamiento, compartido por muchos dirigentes afines ideológicamente, sino su doble experiencia en Argentina y en los centros de poder del mundo, allí donde se piensa, se propone y se gestiona la política global. La mayor carencia de la política argentina actual continúa siendo precisamente esta escasa aptitud global que permitió primero, en enero de 2002, que el país se arrepintiese dramáticamente de su ingreso en la modernidad durante los años noventa y que hoy, cuatro años más tarde, se mantenga obcecadamente en una opción económica y política anticuada e inadecuada a las necesidades de la población. Falta que los argentinos completen su propio pensamiento global y razonen con mayor conocimiento y justeza acerca de su propio país. Esto no sucederá sin liderazgo y docencia y, ya fuera de cualquier candidatura, éste es el rol que corresponde a un Cavallo renacido a la función de la mejor política. Fuera ya del heroísmo de competir sin compañía ni recursos, puede reencontrar su mejor destino en el don a los demás de su inmenso caudal de conocimientos acumulados en más de treinta años de estudiar el país y el mundo.

La larga crisis de su partido parece haber terminado aunque aún persistan algunos episodios legales y rutinas a cumplir, y el fin de esta crisis es una buena noticia también para el país, sediento de partidos funcionales a una vida política real y participativa. Los internismos ahistóricos y los intereses personales molestan a la población cuando coartan el servicio que un partido político moderno debe brindarle, y que consiste en transmitir conocimiento especializado acerca del país, propuestas de gestión y de personal representativo y ejecutivo calificado y, sobre todo, en proporcionar a los ciudadanos una estructura organizativa que le permita participar para defender sus propios intereses. Por otra parte, un partido político eficiente no precisa dirigentes o aspirantes a serlo, que no comprendan que la horizontalidad de una organización moderna, abierta y competitiva exige la verticalidad a la hora de ejecutar una propuesta.

Borrón y cuenta nueva, Cavallo está disponible ahora para rehacer su partido y servir como pieza valiosa en el difícil armado de la fuerza de la nueva mayoría que requiere no sólo cuadros de excelencia preparados para gobernar sino cuadros políticos excepcionalmente capacitados para organizar. Junto a su leal grupo de jóvenes profesionales que ambicionan acceder a la gestión pública podrá intentar, una vez más, llenar ese ya insoportable vacío político de la Argentina: el de una palanca hacia la modernidad.

martes, septiembre 20, 2005

CAVALLO Y EL PARTIDO FANTASMA

Domingo Cavallo es quizá el único candidato en las elecciones porteñas con el respaldo de un partido que ha sufrido diversas fracturas hasta quedar hoy reducido al átomo esencial y fundante: él mismo, puerta de entrada y de salida hacia un nuevo reagrupamiento. Las características de disolución simultánea de los grandes partidos y la aparición de pequeñas fuerzas que intentan, como intentó la de Cavallo en 1997, crecer para sustituir a las anteriores, obligan a mirar la experiencia de Cavallo con una atención especial.

No se trata solo de su quijotesca y casi solitaria lucha por una cabal comprensión de la modernidad y de cómo la Argentina perdió su ingreso en ella, ni tampoco del esfuerzo de diez años para organizar una fuerza política y terminar compitiendo en esta próxima elección con un partido fantasma. Se trata de lo profundo detrás de esta historia: ¿por qué las fuerzas posteriores al peronismo, emergidas o vinculadas de un modo u otro a éste, abortan, nacen malparidas o mueren tempranamente? El fantasma es siempre el fantasma de lo vivo y, sin embargo, muerto antes de poder crecer.

Según las noticias de los últimos días, la batalla final por la hegemonía dentro de Acción por la República terminó con el retiro del último grupo liberal que durante los nueve años de existencia del partido se enfrentó y desplazó al inicial mayoritario grupo peronista. Este doble eslabón genético, que muchos analistas han señalado como el causante de la enfermedad que impidió el crecimiento de la fuerza, ha desaparecido del partido sin agotar con esto la eterna polémica acerca de la verdadera identidad genética de su fundador y de su capacidad para fecundar un movimiento con la suficiente vitalidad y fuerza como para desarrollarse y llegar a la adultez. La polémica no es menor, porque en el microcosmo de Acción por la República se llevó a cabo el ensayo de lo que, después de Menem, aún no se resolvió en la vida nacional: la mezcla de la experiencia política peronista con el know how de economía y gestión liberal. Desde los ocupantes no legitimados del PJ hasta la nueva coalición nacional de PRO, la pregunta continua siendo la misma y la lección del partido de Cavallo podría ser útil para más de uno.

La mejor definición del problema reside en los hechos: desde los días iniciales de dicho partido se observó una confrontación encarnizada entre los sectores de origen liberal y los de origen peronista, por motivos de identidad histórica más que de incompatibilidad ideológica. Unidos sin fisura en la idea de que las ideas económicas y geopolíticas de Cavallo eran las más acertadas para la Argentina, ambos grupos se separaban sin embargo en el prejuicio sobre sus distintas extracciones, reviviendo ahistóricamente en el seno de un partido nuevo, la clásica antinomia de la última mitad del siglo XX, donde se era peronista o se era gorila. A pesar del menemismo o quizá a causa de éste, la antinomia ha mantenido su vigencia hasta el día de hoy y se proyecta de modo estéril sobre todas las fuerzas, viejas o nuevas. Es útil notar que el grupo liberal disidente de estos días se opuso hace unas pocas semanas a la alianza Menem- Cavallo, mostrando que, a pesar de que cada día quedan menos peronistas históricos vivos, los prejuicios gorilas siguen con la buena salud de las enfermedades auto inmunes que atacan el organismo que deberían defender, ya sea éste un partido que expresa sus ideales o la patria a la que pertenecen.

La dificultad de un Cavallo que no pudo sintetizar en su partido político estas posiciones adversas representativas de la sociedad pasada, interesa por las características de su propia trayectoria personal. Vinculado al peronismo desde su primer candidatura como diputado por Córdoba y su posterior participación en el gobierno de Menem como Canciller y Ministro de Economía, Cavallo ha sido siempre un liberal peronista de excelente diálogo con aquellos peronistas que recorrieron el camino inverso hacia el liberalismo y quizá la figura política que en sí misma expresa mejor la naturaleza de la transformación histórica que está viviendo la Argentina. No se trata ya de la vigencia del peronismo, ni de la supremacía liberal sino de un fenómeno mucho más profundo: el fin del peronismo y su sublimación en un justicialismo modernizado junto a la reformulación de una nueva fuerza nacional que lejos de separarse del pasado, lo asuma y lo sintetice para poder avanzar.

Un niño que a la muerte de Perón hubiera contado con la edad mínima para comprender que un gran líder moría y sentir alguna emoción por esto, tendría hoy por lo menos cuarenta años. No hace falta ser un gran sociólogo para comprender que la gran mayoría de la población argentina no es más peronista porque peronista, “peronista”, fue aquel ya histórico soldado de Perón, hoy sin General. Desde luego, hay argentinos jóvenes que se autocalifican de peronistas por comodidad y por decir algo que los vincule con un líder sólido aunque éste haya muerto y no pueda ya liderarlos, y hay que respetarles ese cierto grado de idealismo que quizá no sea más que un extrañar el futuro, en un momento en que el equivalente de Perón como líder claro de una mayoría aún no ha surgido. Este punto es de la mayor importancia, cuando la comunidad política está dividida en tres grandes parcelas que se referencian en el peronismo y una cuarta que por tradición gorila –liberal o radical- se referencia también aunque sólo para negarlo. Importan sobre todo las tres que pretenden nutrirse de él: la del gobierno actual que desea dominar el espacio reconocido como propio del peronismo partidario, la de la oposición a ese gobierno por parte del mismo microcosmo partidario ortodoxo y reaccionario, y finalmente la de la otra oposición formada por liberales independientes, radicalizados o peronizados; por radicales liberales y por peronistas liberales, que a tientas y sin saber demasiado bien lo que está haciendo en términos de formar una nueva mayoría, trata de tener “su pata peronista” como si el peronismo fuera aún un animal vivo y real y no el cadáver de una representación social agotada con su líder muerto. El peronismo es una idea y no un sentimiento para la mayoría que no conoció a Perón. Es, sí, pura memoria emotiva para los que fueron sus seguidores y también una inspiración para el futuro, en su mejor versión. En la peor, el peronismo sólo es un árbol partidario que ya no tiene siquiera una forma institucional legítima, el árbol que impide ver el bosque de los argentinos sin representación. Si la realidad es la única verdad, la realidad es la del bosque donde hay muchas emociones disponibles y no la del árbol petrificado.

Así, las confusiones desatadas por la lucha doméstica en el pequeño partido de un hombre lo suficientemente grande sin embargo para haberse permitido abrevar en las dos fuentes antagónicas de la política argentina sin morir – ¡o no del todo!- envenenado, son ejemplares para todos aquellos políticos que sueñan con liderar el futuro. Cavallo puede contarles que no hay futuro sin síntesis, ni síntesis sin batalla contra todos los que viven en el pasado. ¿O un candidato que camina solo, dueño de un partido fantasma, abandonado por los suyos por no renunciar a alzar entrelazadas y unidas las dos banderas antaño enemigas, no señala a los argentinos la materia real del futuro?

lunes, septiembre 12, 2005

MACRI, CAVALLO Y EL DESORDEN POLITICO DE LA CAPITAL

Desde el regreso de Domingo Cavallo a la política argentina, con su candidatura paralela a la de Mauricio Macri en la ciudad de Buenos Aires, se discute la oportunidad de su aspiración y el efecto político de la misma sobre la construcción de una fuerza de centro derecha en la capital argentina. Las acusaciones acerca de una alianza secreta entre Cavallo y el Gobierno, destinada a perjudicar a Macri y el rechazo de Macri a formar alianza con Cavallo acusándolo de “piantavotos” dejó una sombra aún no iluminada sobre el ya de por sí confuso panorama político de la ciudad, donde más de cincuenta partidos aspiran a colocar sus representantes en el Congreso Nacional y en la legislatura porteña. En medio de la confusión, sin embargo, los dos hombres –Cavallo y Macri- continúan cada uno sus caminos, que lejos de colisionar, se complementan.

Cuando después de la elección de Octubre de 2005, la coalición invisible del centro derecha se enfoque hacia la elección presidencial y de Gobernadores del 2007, quedará claro lo que hoy permanece oscuro: el destino de inexorable unión de las fuerzas e ideas que ambos políticos representan. El carácter profundo de aliados está basado en el hecho más notable de la próxima elección de Octubre de 2005, aún no totalmente esclarecido frente a los votantes: no se trata de una elección menor de representantes locales sino que se plebiscita un modelo de país. Así, esta doble elección, lejos de enfrentarlos como competidores, coloca a Macri y a Cavallo como luchadores en dos campos bien distintos y complementarios: por un lado, la batalla por el cambio en la Gobernación y administración de la ciudad y por el otro, la batalla por el cambio de la política económica y la política exterior de la Argentina. Macri va a luchar por la cambiar la ciudad y por su merecido lugar de Gobernador de la misma. Cavallo va a enfrentarse a Kirchner y al proyecto remanente de Duhalde y va a pelear por llevar al país al lugar de dónde no debió haber salido en Diciembre de 2001. Macri pelea en esta elección por la Ciudad de Buenos Aires y Cavallo pelea por la Argentina.

Ambos hombres son candidatos al mismo puesto de diputados, los dos deberían ser elegidos y sería un error creer que compiten por los mismos votos. Como soldados de la modernidad, están en distintos frentes y tienen no sólo distintos enemigos, sino distintos amigos. Macri, como luchador por la Ciudad de Buenos Aires, tiene frente a sí y como enemiga principal, a la todopoderosa Elisa Carrió, que subyuga a los votantes indecisos porteños que vacilan entre la buena gestión y el contrato moral, y por lo tanto Macri va a obtener sus nuevos votos convenciendo a esos porteños dubitativos de que para aumentar la calidad de los servicios de la ciudad no es necesario un contrato moral sino eficiencia en la gestión. Su base de amigos se encuentra en la gran parte del centro derecha que ya se ha convencido de ésto y que va a votarlo en esta elección, así como a sus candidatos a legisladores, para otorgarle una base que lo lleve a Gobernador en el 2007. Cavallo, como aspirante a cambiar el destino de la Argentina, tiene en cambio frente a sí a Rafael Bielsa, representante del Gobierno de Kirchner y fiel expresión del proyecto socialdemócrata, antirreformista y antimodernidad emplazado por Duhalde y Alfonsin con el golpe institucional de Diciembre de 2001. Sus votantes porteños no van a ser aquellos del centro derecha preocupados principalmente por el destino de la ciudad sino por aquellos porteños atormentados por el destino argentino y que rechazan, en primera instancia, quedar anclados en la antimodernidad. Sus votos provendrán de ese sector de clase media progresista que apoyó su gestión en los noventa, diferenciándolo de un peronismo moderno aunque poco transparente, que lo reclamó para la Alianza en el 2001, y que hoy duda de las apariencias progresistas de Kirchner, prefiriendo la solidez de la economía decididamente capitalista que promete Cavallo. Macri y Cavallo aspiran a lugares diferentes y a votos diferentes, que van a sumar en el Congreso de la Nación, a favor de la modernidad en Buenos Aires por un lado, y a favor de la modernidad en la Argentina por el otro.

Ambos candidatos expresan el progreso versus el estancamiento, la grandeza versus la mediocridad. Macri es el más fiel representante de la nueva élite porteña, destinada a llevar la ciudad hacia su destino más precioso. Cavallo es la revancha y la vuelta del pasado en lo mejor que éste tuvo: su proyección hacia un futuro moderno. Si Macri es el nuevo Mitre, Cavallo continua siendo Sarmiento. Cavallo a la Nación, Macri a la ciudad, o el orden de lo que suma en la clara luz de lo invisible.

miércoles, septiembre 07, 2005

EL BOLSILLO QUE VOTA

En las próximas elecciones de octubre se volverá a escuchar, una vez más, para justificar el triunfo del gobierno o el de la oposición, la conocida frase del General Perón: “La víscera más sensible es el bolsillo” aunque hoy a menos de dos meses del evento no se pueda responder con certeza a la pregunta crucial: ¿se darán cuenta los argentinos de quién va a cuidar mejor de su bolsillo?

La sensación engañosa transmitida por el Presidente Kirchner y su ministro Lavagna de que todo está bien así y de que sería mejor para el bolsillo no innovar, no ha sido discutida con energía por la oposición y, peor aún, continúa siendo avalada por quien aparece hoy como el opositor de Kirchner, el ex Presidente Duhalde, inventor y duradero patrón de Lavagna. Si la actitud de tibio conformismo de la oposición continuase, en octubre el bolsillo sensible va a votar de modo conservador y por inercia, aunque no tenga mucha certeza de si es eso lo que le conviene y aunque tenga una cierta intuición de que es muy posible que comience a sufrir las consecuencias al poco tiempo. No se trata tanto entonces de la sensibilidad del bolsillo al presente como de la buena información económica que la oposición le ofrezca acerca del futuro.

El bolsillo, que como órgano sensible también tiene memoria, aún no ha terminado de organizar su recuerdo del cierre relámpago que le colocó Cavallo en diciembre del 2001 para evitar que un gobernador quebrado y sus amigos empresarios tan quebrados como él, le arrebatasen de un manotazo el contenido. Menos aún se ha recuperado de lo que estos ingeniosos ladrones en bancarrota inventaron, apoderarse del Estado para cambiar el valor de la moneda dentro del bolsillo, dejando en el dueño del mismo la confusa sensación de que el problema de la falta de plata posterior provino del cierre relámpago, también llamado corralito en las metáforas ganaderas o maternales.

La memoria emocional del bolsillo recuerda otras pérdidas de sus monedas, como las repetidas inflaciones y devaluaciones que culminaron en la famosa hiperinflación y recuerda también, aunque como en un sueño irreal, la solución duradera, estable y satisfactoria para la mayoría de los bolsillos, de la convertibilidad que vino a corregirla. Este memorial es así el más consultado por la gran mayoría de bolsillo magro y cuidadoso a la hora de decidir su voto. El bolsillo argentino, medio vacío o medio lleno, tiene también otras características a tener en cuenta, entre ellas una cierta bondad y nobleza que rechaza la mezquindad. Puede así ser también generoso y consumista, desprendido y siempre listo para vaciarse cuando se da cuenta de que no le va a resultar muy difícil llenarse. Y ahí está el punto: ¿cómo podría el bolsillo saber en este nuevo mundo global, con países que ya están en la modernidad, otros que aspiran a ingresar y otros que se niegan a ella, qué hay que hacer para llenarse en forma estable y duradera? El bolsillo es sensible pero no tiene memorias del futuro: esta vez tiene que pensar. Y, para seguir con el General Perón, nuestro Martín Fierro político, recordemos que el bolsillo que no tenga cabeza para prever, tendrá que tener espaldas para aguantar.

El bolsillo deberá saber entonces que los verdaderos opositores a Kirchner y Duhalde, por orden alfabético, Cavallo, López Murphy, Macri, Menem y Sobisch, para sólo citar a los más notables de la coalición invisible, no expresan una buena alternativa porque sean de centro derecha, porque no sean de izquierda o no pertenezcan al peronismo ortodoxo o siquiera por sus cualidades de mejores administradores, sino porque entienden la organización general de la economía mundial y del lugar argentino en ella, de un modo muy distinto a Kirchner, Duhalde y Lavagna.

La nueva mayoría, sin un líder claro, y compuesta por los pequeños empresarios, los profesionales, los trabajadores calificados independientes, los trabajadores asalariados del sector rural, industrial y de servicios que buscan ser pequeños empresarios independientes, los semiocupados en negro de los mismos sectores y los desocupados sin capacitación profesional adecuada a la nueva economía y que aspiran a algo más que un plan asistencialista, puede entender muy bien, si se le explica, el dilema de la Argentina como nación trabajadora en el mundo. Como los mismos trabajadores, la Argentina no llenará su bolsillo en forma óptima si no hace lo que tiene que hacer en materia de opciones productivas, de cumplimientos de reglas, y de ingreso y competencia en el mercado global.

La Argentina como nación frente a las demás naciones enfrenta problemas parecidos a los de cualquier trabajador de la economía moderna, y un Perón sabría cómo dar una explicación sencilla porque, previamente, habría tenido el talento de reconocer quienes componen la nueva mayoría en formación que requiere ser liderada para transformarse en el motor de la Argentina moderna. Sabría vincular los bolsillos individuales de los trabajadores con el bolsillo gigantesco de la economía argentina, que sólo será llenado por el mundo según las reglas de la economía global.

Los candidatos de la oposición presentan matices entre sí pero todos ellos están de acuerdo en cómo debe ser la organización general de la economía argentina para permitir el ingreso definitivo de la Argentina en la modernidad, es decir, en el mundo competitivo global, de modo tal que el bolsillo continúe tan lleno como hoy pero, y esta es la gran diferencia, pueda seguir llenándose en vez de llegar a ese punto en un futuro cercano en que no sólo no se llene más, sino que comience a vaciarse.

El bolsillo que vota hoy, y quizá propenso a los entusiasmos fáciles, no comprende cómo una economía que después del desastre de 2002 no ha dejado de recuperarse, podría hoy volver a caer en problemas graves. Y sin líderes que lo hagan pensar, sólo funcionará la memoria inmediata del bolsillo estable. Habrá entonces que recordar al sufrido bolsillo, aunque no le guste desandar sus prejuicios o elaborar sus confusiones, que no fue capaz de cuidarse a sí mismo a fines del 2001 resistiendo la presión de una minoría empresaria y un gobernador unidos por sus respectivas bancarrotas. De aquel caos, el bolsillo sólo aprendió a tener terror a los cambios y podría ser que esta vez, el bolsillo prefiera ser manso y no innovar de miedo a que todo resulte peor. Por este motivo, los que buscan el voto promocionando un cambio en la política económica deben transformarse en comunicadores eficaces: el bolsillo posee una estructura simple y razona en términos de vaciarse o llenarse.

Mientras el Presidente Kirchner, estacionado en las lejanas épocas del peronismo, hoy mismo pide con el corazón a las cadenas de supermercados que cuiden el bolsillo de los argentinos, a la mayoría de éstos no les queda claro por qué el bolsillo de algunos se ha ido llenando, el de otros se ha vaciado totalmente y el de unos pocos ha permanecido estable. Cada uno de los argentinos, incluyendo a los dueños de supermercados, sabe qué le ha pasado a su propio bolsillo, pero desconoce el funcionamiento del conjunto: no está muy seguro de qué le ha pasado a los demás y mucho menos sabe cómo podrían más bolsillos llenarse en menos tiempo y con menos sacrificios.

Si es el bolsillo quien vota, y si se quiere cuidar amorosamente de su exquisita sensibilidad, los candidatos deberán explicar y demostrar con ejemplos claros qué llena y qué vacía el bolsillo hoy, qué lo llenó y lo vació en el pasado y qué lo llenará o vaciará en el futuro. Como el bolsillo se encuentra en los pantalones y en las faldas de gente muy capaz para pensar cuando se la motiva en esa dirección y como los dirigentes aspirantes al voto son más que idóneos para cumplir con este propósito, es posible que las elecciones de octubre brinden un resultado sorprendente, espectacular y hoy imprevisto en la biología política: el de la víscera más sensible conectada por fin al cerebro.

jueves, septiembre 01, 2005

EL MICROCOSMO PERONISTA Y EL MACROCOSMO NACIONAL

En un pasado no tan lejano, el cosmos peronista duplicaba el cosmos nacional y expresaba, por la riqueza de sus líneas internas y la puja entre éstas, la lucha subterránea nacional en las grandes decisiones del país. Con la pretensión del Presidente Menem de lograr una tercera elección en vez de aceptar que alguien recogiese y prolongase dentro del PJ la línea modernizadora, se fusionaron las líneas internas que combatían a Menem y las que combatían la modernización. Estas se apoderaron del partido hasta el punto de promover y sostener no sólo los ilegales acontecimientos antimodernizadores de 2001 y 2002 sino de bloquear en 2003 la esta vez legítima candidatura presidencial del peronista Menem primero y luego lograr retirada de éste en el ballotage frente a Kirchner, fiel representante de la línea antimodernizadora. El gran movimiento de antaño, institucionalizado en el PJ, quedó así, en el proceso que va de la brillante reelección de 1995 a la actual elección de octubre de 2005, reducido a un microcosmo sólo representativo de la antimodernidad.

Los argentinos, ciudadanos de a pie o periodistas, prisioneros de su memoria emotiva, persisten en creer que el microcosmos peronista continua siendo la réplica del macrocosmo nacional y llenan su cabeza y las primeras páginas de los diarios con las noticias de la batalla dentro del microcosmo. Se sienten, aún contra los dictados de su más elemental intuición, obligados a plegarse a la errada idea de que el destino argentino, se decide, como antaño, allí. Pero no, allí hoy sólo se decide quien manda dentro del cada día menos significativo microcosmo, y mande Kirchner o mande Duhalde, lo que es seguro es que la modernidad tiene a sus esforzados soldados en otra parte.

Quizá por esto el pacto nacional desestabilizador denunciado por el Presidente Kirchner sonó poco creíble hasta para el menos informado de los argentinos: ¿qué proyecto común podrían tener los antagónicos Menem y Duhalde para sustituir el actual proyecto de Gobierno? Unos días antes, había repicado mejor en la opinión pública la noticia de la posible alianza Menem-Cavallo, llena de sentido en lo que hace a una similar visión del país y en su idéntica crítica al actual gobierno y al anterior gobierno duhaldista patrocinante de éste. En el macrocosmo nacional y por fuerza de la campaña electoral, el debate comienza, poco a poco a transformarse y, el meollo de la modernidad comienza a ser visible y discutido por todos, desde los mimados industriales hasta los olvidados trabajadores asalariados. Se trata de apoyar las políticas del regresivo Ministro Lavagna tan kirchnerista como duhaldista o de promover las candidaturas de los opositores a esas políticas, se llamen Menem, Cavallo, Macri, Sobisch o López Murphy para lograr una mayoría en el Congreso que rectifique ese rumbo y reubique al país en el camino de la modernidad.

Movimientos antimodernidad económica como el del alfonsinismo y el ARI se anotan en el apoyo crítico a las políticas de Lavagna y junto a los radicales en general, independientemente del partido en que se encuentren y víctimas de su inercia siempre un poco gorila, no dejan de apuntar su dedo acusador hacia lo que sucede en el mundo peronista, víctimas del espejismo del pasado. Temen, otorgando una excesiva importancia a un partido en decadencia, que la guerra Kirchner-Duhalde ponga en jaque la democracia. Si los experimentados radicales se confunden, ¿cómo no habría de ser el soñador Presidente víctima de la misma ilusión, de que lo que sucede en el micromundo peronista es lo mismo que sucede en el macrocosmos nacional? Porque, en efecto, en el micromundo peronista sí existe un pacto entre todos los que se oponen a Kirchner para conseguir desplazarlo no del sólo del gobierno en esta vuelta electoral sino del dominio del PJ cara a las elecciones presidenciales del 2007. Pero, en el macrocosmo la guerra que importa no es esa, inventada para el exclusivo uso de los usuarios del aparato PJ y de los locatarios interinos de la Casa Rosada. La guerra real permanece invisible a los quizá interesados ojos presidenciales y por lo tanto, apenas es nombrada como objeto central del debate.

En el macrocosmo nacional la realidad no es la realidad de Kirchner ni la realidad de Duhalde y ni siquiera la del marginado Menem dentro del PJ. La realidad es la de un magma en formación, cada día más espeso, compuesto por las inmensas necesidades insatisfechas de la gran mayoría de los argentinos y por los deseos cada día menos reprimidos de volver a ser una gran nación, respetable y respetada. Se trata aún de un magma sin dirección ni conducción concertada pero dentro del cual surgen cada día más dirigentes que aspiran a representar esos deseos y a satisfacer esas necesidades, en un proceso de sinceramiento semejante al que llevó a Perón a la presidencia en 1946. A ese volumen de lava incandescente que cada día asciende y se acerca más a la cumbre del volcán, lo que suceda en el microcosmos peronista le tiene sin cuidado. Dentro del volcán se sabe que los millones de afiliados del pasado peronista son hoy la materia ígnea del nuevo y voluminoso magma y que todo verdadero peronista o heredero de aquel espíritu tiene, siempre, vocación de despliegue nacional y no de corsé partidario.

El volcán está en el corazón de la Argentina y la lava, cada día más cerca de la urna, el simbólico cráter de la verdadera vida democrática. En algún momento se producirá la erupción, el magma abarcará todo y la realidad no se expresará ya en las tímidas fumarolas de hoy sólo visibles a los ojos expertos, sino en la contundencia de un reventón que cambiará el paisaje político por una larga temporada. El Presidente Kirchner y su ex socio Duhalde se preocupan por los fuegos de su microcosmos partidario sin darse cuenta de dónde están sentados. Se equivocan en creer que el pueblo argentino es un volcán extinto.