lunes, diciembre 07, 2020

PERONISMO VERSUS KIRCHNERISMO: LA BATALLA FINAL

 

Porque tanto al macrismo como al kirchnerismo les conviene seguir ocupando el escenario como los únicos contendientes opositores, se sigue insistiendo erróneamente en la ya caduca brecha peronismo- macrismo, tomando al kirchnerismo como una encarnación genuina y representativa del peronismo, en especial de sus peores defectos, y al macrismo, como la encarnación del republicanismo y liberalismo, liberalismo que el último gobierno del Presidente Macri se olvidó de ejecutar con las nefastas consecuencias que quedaron a la vista. En esta oposición, no se da toda la relevancia que debería tener a la única oposición que hoy vale la pena registrar y ayudar a crecer: la oposición del peronismo al kirchnerismo.

Este peronismo, expresado por muchos gobernadores, intendentes, dirigentes sin cargo, cuadros de conducción marginados, intelectuales, y, por suerte, poco a poco percibido por cada día más periodistas no anti-peronistas, es el que hoy detenta la única posibilidad de poder capaz de terminar con el kirchnerismo como encarnación del peronismo y restablecer reglas sensatas para la reorganización económica del país y para el rescate igualmente bien organizado, del 50% de pobres que ningún peronista genuino hubiera permitido llegar a existir sin soluciones de progreso tangibles. 

No se trata de terminar con los kirchneristas, muchos de los cuales tienen un origen legítimo y ganado dentro del peronismo, como la misma Vicepresidenta Fernández, sino con la desviación ideológica e interpretación errónea de los problemas argentinos que apartó y continúa apartando cada día más al kirchnerismo de los objetivos e instrumentos del peronismo. Cuando el Presidente Fernández duda y se somete, o cuando la Vicepresidenta Fernández se impacienta y atiende sus problemas judiciales, sus incompatibles para el país alianzas internacionales antes que la solución de los problemas nacionales, cometen un error de juicio profundo que atenta no solo contra la Nación sino contra sus propios intereses.

Nada los ayudaría más a ambos que despojarse de prejuicios e ideologías y encarar una profunda reforma de la economía, como base para la mejora de todos los demás aspectos de la gestión. Esto es lo que hoy pide y aún no demanda con la energía suficiente, el peronismo más genuino, que ya conoció el éxito de las reformas inteligentes y profundas de los años 90, utilizando en aquel momento sin prejuicios los instrumentos adecuados a la ocasión y haciéndolo con equipos técnicos capacitados para esa función.

Las dudas del Presidente, la impaciencia de la Vicepresidenta y los frenos a la acción de muchos peronistas que aún precisan un liderazgo claro basado en una comprensión cabal de la realidad y de lo que le conviene al país para salir del actual marasmo y parálisis, tienen una causa raíz: la cantidad de juicios que penden sobre la Vicepresidenta y su familia por causas de corrupción –ampliamente probadas, por otra parte—y fogoneadas incesantemente por la oposición, convirtiendo también así a esta cuestión en la cuestión mayor, cuando debería ser solo una cuestión política, de profundo carácter, a resolver.

El hecho es que la maraña de corrupción que el Presidente Kirchner construyó a su alrededor estuvo basada en la práctica consensuada de mucha de la clase política de hacerse de dinero público para financiarse. Cuánto más se cobrase en comisiones por otorgamiento de contratos con el Estado, más dinero se tendría para seguir haciendo política, dentro o fuera del poder. Y esto es lo que con gran éxito, Néstor Kirchner construyó y el paquete criminal que le legó a su mujer y a sus hijos. Las investigaciones posteriores dejaron en descubierto por primera vez de modo irrefutable, por su gran escala, que ya venía siendo practicada desde la Gobernación de la Provincia de Santa Cruz, y dejaron a la vista de la población en general lo destructivo de esta práctica no solo para la economía del Estado, desposeído de lo que eran sus propios y escasos recursos para beneficio de unos pocos dirigentes, transformados en hiper-millonarios de la noche a la mañana, sino por el ejemplo de corrupción y criminalidad desde arriba, ese todo vale que, en realidad, para un peronista genuino es la peor de las faltas. Perón decía, “Dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”, ya pasados los años en los que un peronismo proscripto recurría inevitablemente a formas irregulares de financiamiento, una advertencia clara de que esos tiempos habían terminado con el peronismo aceptado y en clara etapa de institucionalización. Mucho antes Evita había advertido ante la tendencia de muchos peronistas de creerse más que otros por tener acceso al poder y aprovecharlo en beneficio personal, “¡Dios nos libre en convertirnos en una nueva oligarquía!”, una frase que debería llegar a través del tiempo a los oídos kirchneristas.

 Dicho esto, la solución que la realidad propone a la viuda de Kirchner, Cristina Fernández y a su familia, es sencilla e incluso tiene un formato legal al cual su sofisticada defensa de reputados abogados se ha negado a considerar. Por otra parte, la pobre y lamentable defensa política del fiel Parrilli sigue insistiendo en llamar “lawfare” al conjunto de causas contra la ex Presidenta y su familia, cuando en realidad no existe persecución política sino innegables causas de corrupción que, salvo con un golpe de estado institucional que las anule por decreto, ningún juez o la Corte pueden eliminar de la vista pública. La única respuesta de defensa legítima de la Vicepresidenta Fernández es que admita la realidad de la trama tejida por su marido y manifieste su arrepentimiento por no haber sabido, podido o decidido desmantelarla y deshacerla a tiempo. No es ella, ni son sus hijos, los que urdieron esa trama, aunque continuaran beneficiándose con ella, también entrampados en la lucha política que, casi para todos, continuaba jugándose con estas reglas.

El peronismo no quiere ver a ningún presidente preso, porque es una vergüenza familiar, y los argentinos de bien, que consideran de la familia a todo argentino, sea de su ideología o no, tampoco, porque la vergüenza internacional siempre es compartida. El orgullo por tener dirigentes que saben desandar sus malos pasos y arrepentirse, sería compartido finalmente por todos, menos por aquellos dirigentes de la oposición que tendrán que buscar mejores argumentos para sus campañas que la cárcel de una expresidenta. La Vicepresidenta Fernández y el Presidente Fernández pueden tener así una mejor convivencia, con el mayor problema político saldado, el dinero que no corresponde a la familia Kirchner esclarecido judicialmente y devuelto por la familia, y todos los arrepentidos de la familia, perdonados y con las causas terminadas, una vez devuelto el dinero sustraído ilegítimamente al Estado y dejando, como clara lección, que nadie se podrá beneficiar en el futuro económicamente con prácticas semejantes y proponiendo con una nueva ley un modo práctico y transparente de financiación de las campañas políticas que atienda a la imposibilidad de repetir este antecedente.

El peronismo tiene mucho por hacer en materia de generar poder, debate sobre la gestión, sugerencia de nuevas ideas sobre ésta y tiene un terreno fértil sobre el cual actuar, ya que el fracaso es general. Macri no supo aprovechar, aunque lo intentó a último momento con la incorporación formal de Pichetto, ese vacío de liderazgo del peronismo. Hoy el Presidente Fernández tampoco lo hace, la Vicepresidenta Fernández se ve a sí misma como una representante de la izquierda progresista y su hijo, su heredero elegido, parece seguir los mismos pasos, aunque en su propia organización la mayoría de jóvenes, aún atentos a sus posibilidades de progreso político y puestos, ya se muestran esquivos a mantenerse dentro de fórmulas que solo los llevan al fracaso frente al pueblo que quieren representar y gobernar, y poco a poco se abren a nuevas ideas de organización económica. Estas nuevas ideas seguramente irán resquebrajando los inservibles y anticuados dogmas y exigirán dirigencias más esclarecidas y hábiles para realizar auténticas transformaciones, antes de que el más de 50% millones de pobres les caiga encima con el peso de sus enormes errores de gestión.

No todo está perdido en la Argentina, solo extraviada la inteligencia, que sin embargo, reina en otros campos nacionales. Miles de médicos diagnostican, operan y curan con éxito a miles de pacientes en todas las clínicas y hospitales de Argentina. No es posible tener quejas sobre la cantidad y calidad de argentinos bien formados en muchos campos y sobre la inteligencia y éxito en la práctica de sus profesiones, aquí mismo en la Argentina y, desde luego, en el exterior, donde algunas de las profesiones tienen un campo de desarrollo y progreso por el momento más amplio. Es solo en la dirigencia política donde se observa el déficit, a juzgar por el fracaso persistente y permanente de los últimos veinte años, en los que no solo gobernó el kirchnerismo sino el radicalismo y el macrismo, y en los que, casualmente, el único ausente del poder fue el peronismo genuino, ese que hubiera surgido de internas partidarias semejantes a las impecables internas de julio de 1988, que opusieron al social demócrata Cafiero con el más conservador y liberal Menem, y que permitieron, con su transparencia y claridad que surgiera un líder genuino e indiscutido por el conjunto.

Esto debería hacer reflexionar a peronistas y no peronistas: esta genuinidad y transparencia abrieron la puerta a los grandes éxitos de los años 90, en los que se conjugaron las dos cosas que la Argentina necesita hoy imperiosamente para salvarse y retomar su destino de gran nación: un líder con la inteligencia para comprender la realidad y elegir el mejor camino de progreso, como fue Carlos Menem, y un formador y líder de un brillante equipo técnico preparado y capaz para ejecutar las soluciones de ese camino, como fue Domingo Cavallo, hoy por fin uno de los hombres más consultados y reporteados de la Argentina.

Equipos técnicos con  profesionales bien formados hay, incluso liderados por excelentes profesionales políticamente aptos y compatibles. Lo que falta es el aspirante a líder político que dé un paso al frente con la inteligencia de la solución y listo para presentarla a los argentinos, que ya están cansados de tanto esperar y de tanto inmerecido fracaso por la ceguera de unos pocos.