Dormida, con la ayuda farmacológica de los dólares del Banco
Central para mantener todo tal como está—aunque la pobre esté deshecha y a la
espera de una terapia eficaz y veloz—la Argentina espera su agosto, y su
octubre y su noviembre.
Sin príncipe que la despierte, el cuento de hadas no se
puede contar. Es cierto que le hicieron morder la manzana envenenada de la
pesificación asimétrica y la ruptura de todos los contratos privados en dólares
(Espejito, espejito, decía Duhalde, ¿hay un presidente más lindo que yo? Y el
espejo le respondía, una y otra vez que sí, y le mostraba la Argentina de los
90, sin inflación, en crecimiento, y con la sola y trágica mancha del gasto
desmesurado de las provincias, la de Buenos Aires en particular). Desde
entonces, no apareció el príncipe capaz
de despertarla y volverla a su sendero de crecimiento normal. Los ilusorios
años kirchneristas confunden a muchos por las apariencias de vitalidad, pero la
Argentina seguía en coma, consumiéndose, además.
¿Está a tiempo Macri de hacer algo más que sostener el coma?
¿Si gana las elecciones, será capaz de hacer lo que aún no se sabe por qué no
hizo en un primer mandato? ¿El que gane será capaz de desandar el camino hasta
aquella infausta puerta de fines de 2001y comienzos de 2002, y volverla a
cruzar para corregir el error de haber creído que el camino era otro?
Si hoy se logra un acuerdo con los opositores, el primer
punto debe ser la estabilidad monetaria, con el reconocimiento del carácter
bimonetario de nuestra economía , de la operatoria legal tanto en pesos como en
dólares y con las normas que permitan la clara independencia del Banco Central
y su autolimitación como prestamista del Estado.
Si no hay un acuerdo sobre este primer punto, todo el resto
no será más que un conjunto de palabras a destiempo. Estas necesarias medidas
serán entonces el objeto principal de la campaña: quien prometa con estas
razones terminar con la inflación será posiblemente quien termine por ganar la
presidencia. Si Macri quiere ser candidato, sin embargo, debería ya implementar
estas medidas, en soledad o como parte del acuerdo.
La Argentina vive innecesariamente en coma, por culpa de una
repetida mala praxis y no una mala praxis circunstancial o accidental, sino la
misma mala praxis a la que estamos acostumbrados en tantos otros aspectos de la
vida nacional: la mala praxis por absoluta incomprensión de los problemas e
ignorancia acerca de las verdaderas soluciones.