domingo, diciembre 09, 2018

UN LIBERALISMO ABIERTO AL PERONISMO

Al peronismo actual, en casi todas sus variantes, le hace falta un urgente regreso a su propio pasado de los 90, recuperando los éxitos y revisando los más notables fracasos. Entre estos, la carencia de una reforma fiscal federal que hubiese permitido a las provincias la chance de una economía genuina y sana, (evitando a la vez la quiebra de la Nación creada en 2001 por administraciones ineficientes, p, ej. en la Provincia de Buenos Aires) y la igualmente grave carencia de un soporte eficaz para la reconversión de empresas y trabajadores afectados por la apertura del mercado. En cambio, al liberalismo le hace falta un esfuerzo psicológico que nunca hizo del todo. De cara a las elecciones de 2019, sería conveniente que intentara reconocer y aceptar como aliado formal a  ese peronismo liberal que le es profundamente afín.

Si el peronismo de los años 90, supo abrir los brazos al liberalismo, el mismo liberalismo de aquellos años que aceptó el abrazo, se niega hoy a reproducir el gesto y, superando los viejos odios, resentimientos e incluso las justas motivaciones de rechazo a un primer peronismo inevitablemente totalitario y anti-británico, permitirse  abrazar a ese peronismo evolucionado que es, en muchísimos aspectos, su semejante.

Esto no es una materia política menor. Las próximas elecciones CASI seguramente podrán ser ganadas por Mauricio Macri para un segundo mandato, pero ese CASI va a costar un nuevo año de postergación en las decisiones relevantes de inversión y una nueva demora en el desarrollo general del país. Es CASI seguro que Macri y la actual línea que tímidamente apunta a un mayor liberalismo ganen, pero no es TOTALMENTE seguro.

Más aún, analistas locales y extranjeros perciben y señalan siempre el desencanto y sufrimiento colectivos de todos aquellos que supieron apoyar a este gobierno en las dos últimas elecciones, pero no tienen hoy ni el enamoramiento por ni la convicción en los planes futuros del gobierno. Es decir, en el mejor de los casos, se va a votar a lo menos malo por oposición al enemigo señalado por el gobierno como alternativa: la ex presidente Kirchner.
Ahora bien, esa misma ex presidente que a veces posa de peronista y otras de izquierdista con su Unión Ciudadana, tiene también una importante oposición peronista que a veces posa de pragmática aceptando una eventual alianza con la incompatible ex presidente y otras, se exhibe como un peronismo social demócrata u ortodoxo tan diferente de Macri como de la ex presidente. Por otra parte, una oposición peronista menor, identificada con el peronismo liberal de los años 90, busca una alianza con Macri o. por descarte, con el peronismo social demócrata toda vez que los consejeros habituales de Macri recomiendan a éste rechazar una alianza con cualquier tipo de peronismo. Este peronismo dividido en tres opciones tiene bastante más tela para cortar que la que habitualmente se observa, y no remite necesariamente por su fragmentación a asegurar una automática victoria de Cambiemos.

No se trata sólo de que importantes dirigentes de Cambiemos como Rogelio Frigerio y Emilio Monzó perciban la importancia de sumar al peronismo afín a Cambiemos. Existe más bien una situación de fondo que nadie aclara y que explica la increíble demora del Presidente Macri en hacer las reformas esenciales: el peronismo no es sólo el duhaldismo o el kirchnerismo de las últimas dos décadas, el peronismo es también aquel que en los 90 hizo lo que hoy quiere hacer Macri, y de un modo mucho más expeditivo y exitoso. La razón de sumar explícitamente al peronismo liberal a Cambiemos es la necesidad de asegurar el rumbo argentino desde ahora con una representatividad ampliada. Si hay un peronismo fuertemente instalado como tal dentro de Cambiemos y recuperando su pasado afín, muy posiblemente arrastrase consigo dentro de Cambiemos al buena parte del peronismo socialdemócrata no dispuesto a avalar a la ex presidenta.

Es cierto que Cambiemos, tal como está constituido hoy, puede aparentemente ser una minoría mayor a la del kichnerismo o a la del peronismo socialdemócrata si van separados y casi seguramente competir airosamente en un ballotage con cualquiera de los dos. Menos probable es que Cambiemos predomine si el kirchnerismo y el peronismo socialdemócrata van juntos, ya que los peronismos sumados podrían transformarse tal vez una opción mayoritaria, aunque parte del peronismo no kirchnerista y no socialdemócrata, es decir, el peronismo liberal sin representación propia, votase quizá una vez más a Cambiemos.

Más dudoso aún sería un triunfo de Cambiemos en el caso de que este peronismo liberal convenciera de esta estrategia a sus pares socialdemócratas, reforzando el historial liberal común de los años 90, y compitiera con Cambiemos con un discurso semejante. Ofrecerían en ese caso a los votantes, una nueva oportunidad de cambiar y refrescar el aire político con la certeza de continuar en el mejor rumbo de Cambiemos y mejorar lo actuado, con el imbatible background de lo mismo, mejor hecho, de los 90.

La única elección a prueba de fracaso sería aquella que enlazara a Cambiemos con ese peronismo afín, no kirchnerista y no socialdemócrata, sino liberal. A este peronismo hoy minoritario podría también convenirle la alianza, y entre ambos plantear un modelo de economía liberal con sindicatos igualmente liberalizados que puedan ampliar su acción social,  y con una reforma federal fiscal consensuada con las provincias de los candidatos peronistas que adhirieran.

El peronismo liberal que Cambiemos desdeña tiene una doble chance: aliarse con Cambiemos o intentar predominar con su razón histórica dentro de la gran masa de dirigentes peronistas socialdemócratas u ortodoxos sin nada nuevo para ofrecer. Hasta ahora, la alianza con Cambiemos parecería ser la potencialmente más eficaz para asegurar el rumbo ya elegido en las dos últimas elecciones, ampliarlo, revitalizarlo y afirmarlo.
Esta nueva coalición tendría la ventaja de presentar a la comunidad un modelo de país ya unificado en sus grandes bases y futuras políticas de gobierno y que se opondría a los modelos estatistas. ya del kirchnerismo, ya del antiguo peronismo.

Sin embargo, los prejuicios en contra del peronismo, no sólo de algunos de los dirigentes de Cambiemos sino de parte de la ciudadanía. Por una dificultad en comprender los hechos en su secuencia y tal como fueron, se adjudica un fracaso a la política económica liberal, sepultando los logros de los años 90. Pocos se han animado a ver y asumir la historia completa. Esta carencia de liderazgo puede hoy aún más que la necesidad de una certeza para 2019. Tampoco el periodismo le pone el cascabel al gato, cómodo en general con todo lo que sea criticar a cualquier liberalismo, ya sea macrista o peronista.

En una coalición que se llama Cambiemos, hay más resistencia al cambio que en el propio peronismo: el peronismo ya cambió en los años 90, aunque muchos peronistas no se hayan acostumbrado aún a utilizar aquellos logros en su propio beneficio. El peronismo hizo el cambio a una velocidad infinitamente superior a la del actual gobierno (recordar la velocidad en las privatizaciones y en la apertura de la economía al mundo, el casi inmediato ingreso al G20, el ser aliados extra-OTAN, etc.) y con una infinita mayor eficacia.  Consiguió una Inflación cero durante diez años(arruinada al final por la falta de un federalismo fiscal) y ganó un merecido respeto por la economía e inserción argentinas en el mundo( respeto transformado en horror después de la pesificación y ruptura de los contratos privados, llevada a cabo por el socialdemócrata y estatista Duhalde).

El liberalismo argentino actual debería recuperar la historia común en forma certera y dar un abrazo a aquel peronismo que supo evolucionar, resistir y ayudar. Peronistas fueron y son, no sólo aquellos que adhirieron al PRO en su momento por falta de una inserción propia sino aquellos que estaban fuera, como el peronismo cordobés que apuntaló a Macri en su elección como presidente. Juntos, pudieron cambiar la historia y expulsar del poder al kirchnerismo y sus malas políticas.

 La Argentina puede llegar a las elecciones de 2019 en la confusión histórica o en la común certeza de su destino, encarnado en una coalición que una a todos los semejantes en contra de aquellos que sólo supieron arrodillar el país y embarcarlo en un proyecto sin destino.

A muchos en Cambiemos les gusta confundir en el kirchnerismo a todos los peronismos, soñando con una victoria que eliminase a todos. Sin embargo, la realidad, esa única verdad, podría llegar a ser muy diferente y representar un nuevo atraso y fracaso, en el caso de que ni el peronismo liberal pudiese predominar en un peronismo todavía muy estatista y socialdemócrata, o en el caso de que éste último se aliara al kirchnerismo y juntos se llevasen al fin la victoria.

Así, a los que en Cambiemos creen que una alianza con cualquier peronismo sería suicida les respondemos: no se puede medir la aceptación de los votantes de una propuesta que aún no se ha hecho. Tampoco se puede medir la capacidad de los propios votantes antiperonistas de superar los prejuicios en beneficio del propio interés.


Como siempre, la diferencia la hará un liderazgo claro y eficaz que explique cuál es el proyecto político que, para bien de la Argentina y los argentinos, debe predominar y convoque a todos aquellos capaces de comprenderlo, acompañarlo y, a la hora de las dudas, apuntalarlo.