(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)
Este último jueves, en
las vísperas de un nueva reafirmación oficialista de ocupación ilegal del PJ,
se oían en los reportajes televisivos interesantes voces anticipando el 2015,
Elisa Carrió dejando ver por detrás de su coqueto y falso misterio que
finalmente va a aliarse con quien sea que le asegure una mayoría frente al PJ
oficialista y cualquier otro PJ alternativo; Mauricio Macri firme en su
construcción de una fuerza autónoma abierta a los desamparados por otros
partidos; José Manuel de la Sota—sin duda el más inteligente y moderno de todos
los gobernadores peronistas—trazando una línea divisoria con el Partido
Justicialista oficialista y marcando con razón que el peronismo está en otro
lado. Pero fue Gabriela Michetti quien en “Contenido Político” reveló con
claridad la estrategia macrista: no se trata de que el PRO vaya a aliarse con UNEN
sino que más bien, avanzado el 2015, habrá que patear el tablero y crear una “Concertación”
a la chilena entre los semejantes—es decir, para Michetti, el PRO y los
radicales más liberales como Carrió, purgados de la izquierda. El bipartidismo
soñado por todos pero con dos nuevos partidos: los restos socialistas y
radicales y peronistas no liberales abandonados a un UNEN amputado y
representativo de la centroizquierda y el PRO ampliado con el radicalismo de la
Coalición Cívica y sus aliados radicales. Entre ambos, captando todos los votos
antikirchneristas, por izquierda y por derecha, y borrando del mapa—ese es el
sueño, a los dos partidos tradicionales, el peronista y el radical. Esta es una
historia posible, y los radicales se defenderán solitos, pero aquí nos parece
un poco prematuro enterrar al peronismo, como si el peronismo fuera sólo el PJ
kirchnerista y el peronismo voluntarista de Mazza.
En ese tablero imaginado con tanto entusiasmo
por la Senadora Michetti, no se contabiliza el propio derrotero interno del
peronismo y su instrumento electoral ocupado autoritariamente por el
kirchnerismo—sin renovación del padrón, sin afiliación, y sin internas libres. El
peronismo tiene su impulso y su propia lógica, y, lejos de haber encallado con
el falso peronismo del kirchnerismo, recién está comenzando su nuevo viaje. Allí
hacia donde su propia historia institucional lo empuja, allí hacia donde su
propia esencia de representación de las mayorías del trabajo—la del capital, la
de los asalariados y la de los excluidos del trabajo—lo reclaman en una versión
eficaz y actualizada.
Es en este sentido que
debe darse la mayor atención a un gobernador como de la Sota, quien junto a
otros opositores al kirchnerismo hoy fuera del PJ institucional, entre otros el
sobredimensionado Massa, puede ayudar a
incluir en el tablero electoral a la hoy perdida fuerza del Peronismo
Disidente. El por qué se dejó de usar esa tan certera denominación que ganó las
elecciones al mismo Kirchner en el 2008 sólo se explica por la lectura errónea de
los movimientos políticos profundos y la
interpretación de estos movimientos como meros movimientos personalistas. Una lectura
realista y profunda del Peronismo Disidente lo interpreta como la enérgica reacción
del peronismo real a la usurpación de su partido por fuerzas izquierdistas ya expulsadas
por el mismo Perón aún en vida, a la distorsión de su doctrina, al atraso en la
modernización de la administración del Estado y de la economía general, y por
sobre todas las cosas, al robo de la vida democrática del partido, impidiendo
sistemáticamente toda confrontación interna con el partido de gobierno.
El PJ Disidente expresa una
fuerza política con un reservorio enorme hoy sin representación ni participación.
Es verdad que Macri ha ofrecido un techo amigo en el PRO, pero también es
verdad que el mismo Macri va a precisar un aliado más fuerte, si quiere no sólo
predominar, sino gobernar con éxito. Desde ya, no va a inventar él a ese aliado—tampoco
inventó a Elisa Carrió, por caso. Es por lo tanto muy importante que se
recupere el espacio de Peronismo Disidente, con ese nombre que tan claramente
identificó al peronismo real, opuesto a la fuerza de ocupación kirchnerista y
que este espacio quede dibujado con precisión en el espacio político público,
de modo de ofrecer a la ciudadanía una referencia genuina de representatividad
del peronismo y una nítida fuerza opositora más, la que sin dudas va a pelear
con más intensidad contra el kirchnerismo para defender su propio espacio hoy
robado, una fuerza organizada y lista para entrar en alianzas que potencien una
idea de país moderno.
Hablábamos hace unos días
del polo electoral de la libertad y del lugar que el peronismo tiene ganado
dentro de este espacio, por haber sido el partido que en los 90 comenzó con éxito
el proceso de modernización de la Argentina interrumpido luego por la alianza
de las fuerzas retrógradas del radicalismo y del mismo peronismo reactivo a la
modernidad que, luego de Duhalde, se expresaría con los Kirchner, en la peor de
sus variantes, la izquierdista. Se trata hoy de meditar acerca del instrumento
organizativo del Peronismo Disidente, de la recuperación de su nombre y de su
espacio, con miras ya no a crear nuevos partidos o emigrar a otros sino a
volver a ser dueños del PJ hoy usurpado. Crear nuevos partidos puede sonar a
renovación y emigrar a otros a un consuelo, pero nuestro país ha sido agotado
por las renovaciones y los experimentos. Quizá convenga hoy meditar acerca de
la vía más tradicional de recuperar en el futuro los dos grandes partidos históricos
y devolverles su antigua vida democrática libre e intensa, en la cual la
multitud de pequeñas formaciones políticas hoy desgranadas de esos dos troncos
madres puedan competir, confrontar y representar auténticamente a los
ciudadanos, a sus nuevas necesidades, aspiraciones y tendencias.