viernes, mayo 09, 2014

EL PJ OFICIALISTA Y EL PJ DISIDENTE

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)


Este último jueves, en las vísperas de un nueva reafirmación oficialista de ocupación ilegal del PJ, se oían en los reportajes televisivos interesantes voces anticipando el 2015, Elisa Carrió dejando ver por detrás de su coqueto y falso misterio que finalmente va a aliarse con quien sea que le asegure una mayoría frente al PJ oficialista y cualquier otro PJ alternativo; Mauricio Macri firme en su construcción de una fuerza autónoma abierta a los desamparados por otros partidos; José Manuel de la Sota—sin duda el más inteligente y moderno de todos los gobernadores peronistas—trazando una línea divisoria con el Partido Justicialista oficialista y marcando con razón que el peronismo está en otro lado. Pero fue Gabriela Michetti quien en “Contenido Político” reveló con claridad la estrategia macrista: no se trata de que el PRO vaya a aliarse con UNEN sino que más bien, avanzado el 2015, habrá que patear el tablero y crear una “Concertación” a la chilena entre los semejantes—es decir, para Michetti, el PRO y los radicales más liberales como Carrió, purgados de la izquierda. El bipartidismo soñado por todos pero con dos nuevos partidos: los restos socialistas y radicales y peronistas no liberales abandonados a un UNEN amputado y representativo de la centroizquierda y el PRO ampliado con el radicalismo de la Coalición Cívica y sus aliados radicales. Entre ambos, captando todos los votos antikirchneristas, por izquierda y por derecha, y borrando del mapa—ese es el sueño, a los dos partidos tradicionales, el peronista y el radical. Esta es una historia posible, y los radicales se defenderán solitos, pero aquí nos parece un poco prematuro enterrar al peronismo, como si el peronismo fuera sólo el PJ kirchnerista y el peronismo voluntarista de Mazza.

 En ese tablero imaginado con tanto entusiasmo por la Senadora Michetti, no se contabiliza el propio derrotero interno del peronismo y su instrumento electoral ocupado autoritariamente por el kirchnerismo—sin renovación del padrón, sin afiliación, y sin internas libres. El peronismo tiene su impulso y su propia lógica, y, lejos de haber encallado con el falso peronismo del kirchnerismo, recién está comenzando su nuevo viaje. Allí hacia donde su propia historia institucional lo empuja, allí hacia donde su propia esencia de representación de las mayorías del trabajo—la del capital, la de los asalariados y la de los excluidos del trabajo—lo reclaman en una versión eficaz y actualizada.

Es en este sentido que debe darse la mayor atención a un gobernador como de la Sota, quien junto a otros opositores al kirchnerismo hoy fuera del PJ institucional, entre otros el sobredimensionado Massa,  puede ayudar a incluir en el tablero electoral a la hoy perdida fuerza del Peronismo Disidente. El por qué se dejó de usar esa tan certera denominación que ganó las elecciones al mismo Kirchner en el 2008 sólo se explica por la lectura errónea de los movimientos  políticos profundos y la interpretación de estos movimientos como meros movimientos personalistas. Una lectura realista y profunda del Peronismo Disidente lo interpreta como la enérgica reacción del peronismo real a la usurpación de su partido por fuerzas izquierdistas ya expulsadas por el mismo Perón aún en vida, a la distorsión de su doctrina, al atraso en la modernización de la administración del Estado y de la economía general, y por sobre todas las cosas, al robo de la vida democrática del partido, impidiendo sistemáticamente toda confrontación interna con el partido de gobierno.

El PJ Disidente expresa una fuerza política con un reservorio enorme hoy sin representación ni participación. Es verdad que Macri ha ofrecido un techo amigo en el PRO, pero también es verdad que el mismo Macri va a precisar un aliado más fuerte, si quiere no sólo predominar, sino gobernar con éxito. Desde ya, no va a inventar él a ese aliado—tampoco inventó a Elisa Carrió, por caso. Es por lo tanto muy importante que se recupere el espacio de Peronismo Disidente, con ese nombre que tan claramente identificó al peronismo real, opuesto a la fuerza de ocupación kirchnerista y que este espacio quede dibujado con precisión en el espacio político público, de modo de ofrecer a la ciudadanía una referencia genuina de representatividad del peronismo y una nítida fuerza opositora más, la que sin dudas va a pelear con más intensidad contra el kirchnerismo para defender su propio espacio hoy robado, una fuerza organizada y lista para entrar en alianzas que potencien una idea de país moderno.


Hablábamos hace unos días del polo electoral de la libertad y del lugar que el peronismo tiene ganado dentro de este espacio, por haber sido el partido que en los 90 comenzó con éxito el proceso de modernización de la Argentina interrumpido luego por la alianza de las fuerzas retrógradas del radicalismo y del mismo peronismo reactivo a la modernidad que, luego de Duhalde, se expresaría con los Kirchner, en la peor de sus variantes, la izquierdista. Se trata hoy de meditar acerca del instrumento organizativo del Peronismo Disidente, de la recuperación de su nombre y de su espacio, con miras ya no a crear nuevos partidos o emigrar a otros sino a volver a ser dueños del PJ hoy usurpado. Crear nuevos partidos puede sonar a renovación y emigrar a otros a un consuelo, pero nuestro país ha sido agotado por las renovaciones y los experimentos. Quizá convenga hoy meditar acerca de la vía más tradicional de recuperar en el futuro los dos grandes partidos históricos y devolverles su antigua vida democrática libre e intensa, en la cual la multitud de pequeñas formaciones políticas hoy desgranadas de esos dos troncos madres puedan competir, confrontar y representar auténticamente a los ciudadanos, a sus nuevas necesidades, aspiraciones y tendencias.  

viernes, mayo 02, 2014

EL POLO ELECTORAL DE LA LIBERTAD

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)

Hay un hueco electoral del cual no se habla, al cual no se explora ni en los medios ni en la opinión pública: el de un polo de la libertad, opuesto tanto al kirchnerismo por su centralismo, autoritarismo y falta de republicanismo e institucionalidad como al Frente Amplio que comparte muchas de la mismas ideas socialdemócratas del kirchnerismo. Hace falta recordar que el radicalismo, Pino Solanas y otros fueron socios electorales del kirchnerismo en sus comienzos para advertir que una polarización Frente Amplio-kirchnerismo va a traer pocas novedades al escenario político. Más república tal vez,  pero la Argentina precisa una revolución en su sistema de crear y repartir riqueza, que ninguna socialdemocracia, aún la más moderna, está en condiciones de producir. La polarización entre kirchnerismo y todo el arco opositor pretende resolver un problema en realidad ya resuelto de antemano, ya que todos los opositores son republicanos e institucionalistas. La polarización a buscar, entonces, es aquella que permita al electorado optar por un modelo de país socialdemócrata o un modelo capitalista de avanzada, que prolongue, corrija y supere al modelo capitalista de los años 90.

La clase política y la clase dirigente empresarial, sindical, e intelectual argentinas corren, como es habitual, por detrás de los acontecimientos y no prevén ni proponen nada más allá del listado de problemas pendientes y soluciones voluntaristas a menudo ampliamente imprecisas. Lejos de hacerse cargo de la realidad de que un país debe ser gobernado por una élite capacitada para hacerlo, no terminan de asumir ese rol de élite. Así, evitan la capacitación sistemática, no juntan fondos para institutos de investigación de políticas públicas y prefieren dejar la conducción de los temas a debatir a la opinión pública o a quien ocupa transitoriamente la administración de Estado cómo si éste fuera el único responsable. Rara vez avanzan al paso en que como élite deberían avanzar, formulando una visión coherente y avanzada del país, estudiando problemas y soluciones,  y sometiendo un análisis detallado y planes consistentes a la opinión pública. La falta de profesionalismo de los dirigentes en el estudio de la gestión pública es lo que los ciudadanos definen, y con razón, como una deplorable clase política, muy por debajo del nivel de otros colectivos profesionales locales. Esta falta de profesionalismo no se limita a la gestión sino que además se extiende a la concepción de la política en general y a la percepción de cuales son los canales adecuados para la representatividad de ideas e intereses de los ciudadanos, de forma de liberar todas las energías de la comunidad en un conjunto armonioso y convenientemente competitivo.

En estos días, cuando por la gravedad de la situación argentina algún progreso ha debido hacerse, y los radicales y diversas corrientes socialistas y socialdemócratas se han unido en el Frente Amplio para competir en el aún lejanísimo 2015 contra el kirchnerismo, las alternativas sometidas a la opinión pública por las poco ambiciosas y aún menos esclarecidas dirigencias se limitan a dos: lograr que el PRO de Mauricio Macri adhiera al Frente Amplio con la antigua fantasía gorila de derrotar “para siempre” ya no al kirchnerismo sino al peronismo en su totalidad, o, toda vez que el PRO se muestra reacio a dicha alianza,  debilitar a ese dubitativo PRO dibujándolo como el antagonista elegido y negociado del kirchnerismo y asimilándolo a éste en lo peor de sus políticas personalistas. El mismo PRO hace poco, por el momento, para definir sus límites, y juega a veces ideológicamente en el mismo frente socialdemócrata, tal vez convencido de que los votantes odian el capitalismo, el libre mercado y el rol económico reducido al mínimo posible en el Estado.

Los argentinos de a pie no tienen por qué estudiar por ellos mismo las soluciones a tantos problemas acumulados y, en sus frecuentes y justificadas quejas acerca de las dirigencias políticas, empresariales, sindicales, e intelectuales—es decir, las designadas para formular y atender los problemas comunitarios y diseñar políticas—olvidan dar precisión a la queja y no exigen a sus dirigentes un proyecto de país coherente. Después del nunca bien explicado final (y mucho menos colectivamente asumido) de los años 90, una gran parte de la opinión pública ha permanecido, en efecto, refractaria al capitalismo globalista y por esto, la mayor parte de la dirigencia política—salvo  honrosas excepciones—ha preferido seguir la cómoda corriente de la opinión pública en vez de someter a ésta a un proceso de discriminación y aprendizaje.

Con estos  antecedentes, es comprensible que no se advierta la pobreza de enfrentar al kirchnerismo con una masiva coalición de todos lo que no son ni kirchnerismo ni peronismo, transformando la próxima elección en un apuesta entre una socialdemocracia derrotada por su falta de institucionalidad y suficiente república,  y una socialdemocracia republicana.  La pobreza conceptual de esta propuesta está basada en el temor de no ser lo suficientemente fuertes y en la carencia de una suficiente confianza en que, frente a una alternativa de opciones claras y coherentes, los argentinos sabrán votar en libertad lo que les conviene. El movimiento correcto para aniquilar para siempre tentativas totalitarias, corruptas, retardatarias e ineficientes como el kirchnerismo, es así el de una certera pinza con un brazo socialdemócrata—el actual Frente Amplio—y un brazo peronista-liberal o liberal peronista, formado por el PRO y todos los peronismos no kirchneristas ni socialdemócratas. La fantasía de que el kirchnerismo podría a esta altura predominar en un escenario de primera vuelta con tres formaciones es sólo eso, una fantasía. En todo caso, la elección tendría una riqueza aún mayor que la que se percibe con las estrategias planteadas hasta la fecha, introduciendo en la opinión pública el tema de fondo.¿Seguirán los argentinos afirmados en su anticuada idea de un Estado hiperactivo o decidirán dar el salto a una sociedad libre en la cual las iniciativas privadas (en las cuales hay que incluir los nuevos, importantes significativos roles de sindicatos y cooperativas entendidos como organizaciones libres del pueblo) tengan el liderazgo del crecimiento? Este es el tema que, en definitiva, permitió el asentamiento del duhaldismo primero y el kirchnerismo después y el tema que se sigue soslayando en la discusión pública, quizá porque tanto el duhaldismo como el kirchnerismo tuvieron demasiados cómplices en todas las dirigencias y demasiados ciegos y golpeados en la opinión pública como para ver la realidad con claridad.

Un polo electoral por la libertad, opuesto a ambos polos socialdemócratas—el kirchnerista y el del Frente Amplio—podría avanzar el pensamiento político de los argentinos a gran velocidad y quizá evitar que en las próximas elecciones se elija otra vez perder diez años en vez de acelerar el paso hacia la Argentina moderna que nunca debimos perder.

Y en cuanto a la vieja fantasía de derrotar al peronismo, ¿por qué derrotar a quien tiene el empuje y la trayectoria política cumplida vía menemismo y cavallismo para avanzar hacia una sociedad libre? Habría que darse cuenta, entre tantas otras actualizaciones, que muchos de los antiguos gorilas liberales se han transformado en gorilas socialdemócratas—mirar un poquito el diario La Nación—y que los verdaderos liberales están allí donde nadie se atreve a descubrirlos. Donde el trabajo y el capital buscan desesperadamente quien los represente, aunque no sepan pedirlo con todas las letras ni con el coraje necesario.