(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)
Es sorprendente que aún nadie haya pensado hacer una pre-interna abierta en televisión, presentando a todos aquellos futuros candidatos presidenciales que se avengan a hacer lo que los argentinos esperan: decirles para qué quieren ser presidentes, qué clase de país tienen en mente y con qué gente van a gobernar. En un país donde el último jueves 13 quedó demostrado que si la gente ya está lista, y en posición de mando, liderando una aspiración de cambio, los dirigentes no lo están. Resulta hoy más necesario un exigente casting de presidenciables que un casting de bailarinas y chicas simpáticas. Hay muchas bailarinas y chicas lindas en la Argentina, ¡sobran!, pero pocos candidatos a presidente que realmente califiquen y en los cuales la gente pueda confiar. Y los pocos que hay, la gente no termina de conocerlos bien y menos de considerarlos como candidatos aceptables, ya que siempre presentan su opinión fragmentada, en respuesta a tal o cual evento, sin tener la ocasión y el espacio de mostrar la totalidad de su visión y el suficiente aire como para transmitir su persona más verdadera.
El mayor problema que los argentinos tenemos, enfrentados como estamos hoy a un único discurso y una única candidata que pretende ocupar todo el espacio político aún a fuerza de artimañas como la manipulación de las internas pasadas de agosto, es recuperar por vías no institucionales la institucionalidad. Ya sabemos que de este gobierno no podemos esperar un PJ democrático donde los candidatos peronistas puedan competir, ni elecciones internas abiertas limpias, ni listas que no sean a dedo y en sábana, ni jueces electorales no corruptos, ni un Ministerio del Interior que no sea juez y parte en cada elección, y mucho menos un paso al costado que permita abrir el juego democrático, cuando de lo único que hablan es de reformar la constitución para seguir en el poder.
Por lo tanto hay que recuperar la base de la democracia. En primer lugar, con lo que acabamos de ver: argentinos despiertos y activos, participando de motu propio como el pasado jueves, sin que ningún dirigente los haya convocado, llamados a dar presencia y testimonio por la misma espantosa realidad institucional en que vive el país. En segundo lugar, recuperando la idea de representatividad, recreando un espacio virtual para los partidos y llamando a un casting presidencial. Un casting que a su vez motivará castings en todos los demás niveles de representatividad, para que cada senador y diputado, nacional o provincial, y cada intendente y cada concejal se acostumbren a someterse al mismo sistema de presentación ante el electorado específico y a ser elegidos individualmente en la competencia con otros candidatos.
El ejercicio virtual de la democracia, a través de un espacio televisivo en red con la Internet, supone el uso de la tecnología para conectar población y candidatos en una pre-instancia primaria, de modo que nadie intervenga en este diálogo, reservado a los aspirantes y sus futuros mandantes. Después quedará el problema formal de reproducir esta selección y este diálogo en las instituciones reales, pero, como esta tarea desde el año 2002 resultó imposible, siempre distorsionada por el Gobierno, es necesario primero reestablecer el diálogo público real entre aspirantes y mandantes, de modo de fortalecer a aquellos en su tarea de recuperación de las instituciones reales.
La mayor desazón es no tener hoy una clara voz opositora. Es posible que se realicen agrupaciones de partidos bajo un mismo lema, para oponerse por ejemplo a la reforma de la constitución, y eso está muy bien, y es muy positivo, pero ante el arrollador poder del gobierno que ha ocupado la totalidad del Estado y de las instituciones de la democracia, es importante identificar primero y contar después con hombres y mujeres con un poder delegado virtualmente por amplios sectores población para ejercer la representación temporaria de ésta. Es necesario renovar el contrato de confianza entre los aspirantes a representar y los futuros representados.
Existen partidos que bien o mal, están funcionando, y un partido con muchos potenciales candidatos, el PJ, pero paralizado, y también partidos muy pequeños pero con personalidades sobresalientes: todos los aspirantes presidenciales de todos estos partidos deberían tener un espacio público para conectar con la población disconforme por la falta de líderes convincentes y demostrar que, aunque sean pocos los buenos, todavía tenemos hombres y mujeres infinitamente más capaces y mejor formados que la resaca que nos gobierna. Hombres y mujeres capaces también de armar equipos profesionales de gestión, como la mayoría de los argentinos creemos que merecemos, hartos ya de tanta ignorancia e improvisación en la mayoría de los temas fundamentales.
Hay que inventar ese espacio virtual de conexión entre los presidenciables y la población, representada en la ocasión por el mejor equipo de periodistas posible, que no deje inquietud sin cubrir acerca de lo que cada presidenciable haría con el país y cómo: qué tipo de economía, qué lugar en el mundo, qué sistema de seguridad interior, qué política educativa, de salud y de vivienda, qué política de promoción social, qué política para fomentar la creación científica y artística, etc.
Una propuesta de este tipo, en cualquier lugar del mundo, sólo tendría cabida en los meses inmediatamente anteriores a una elección presidencial. En la Argentina de una posible única candidata presidencial eterna, y ante el previsible desborde anárquico del descontento de las mayorías y de las nuevas minorías azuzadas hacia la violencia por desesperación, es legítimo adelantarse y crear un espacio de pre-internas virtuales, de modo de contar con voces conocidas, evaluadas y aprobadas virtualmente por la población, que puedan liderar el cambio en forma pacífica y, también, mostrar al mundo la otra cara de la Argentina y no la que hoy nos avergüenza, desde el tandem de la presidente y el vicepresidente, pasando por el resto de quienes, sin en el menor profesionalismo técnico o político, destruyen el país.
Evaluar a fondo a los presidenciables dejaría también a los argentinos más tranquilos, en el sentido de mostrarles que hay uno o más hombre y mujeres de recambio con un potencial que pueden pre-aprobar y que todos aquellos pre-aprobados lo habrán sido por su capacidad de definir con precisión sus proyectos para el país y por su honestidad política al ofrecerse para la evaluación. Esto último es bastante más de lo que puede decirse de la última candidata elegida, que nunca hizo campaña, nunca contestó las preguntas de los periodistas, y sólo tomó la palabra para engañar, cuando no mentir.
Cambiar para mejor es posible: sólo hace falta que la población sin candidato, lo encuentre. Y el que busca, encuentra.