(Publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)
A pesar de la incredulidad pública, la prudencia del periodismo y de muchos dirigentes ha evitado la exploración de las circunstancias y detalles de los eventos de los últimos días, con lo cual se ha permitido la instalación provisoria de un piadoso manto de hipocresía acerca de la realidad, muy en la tradición argentina del ocultamiento consentido para obtener algún beneficio o, simplemente, por miedo. Más allá de la desaparición del ex presidente Kirchner y de las especulaciones o preguntas que esta desaparición pueda suscitar, el kirchnerismo continúa, con los mismos fines y con los mismos medios, con un libreto táctico diferente y con la misma estrategia de conquistar el poder en forma duradera.
De lo que se trata, entonces, es de no perder de vista el problema que los argentinos deberán enfrentar con toda la voluntad y seriedad del caso: si desean que la Argentina quede sometida a un régimen de Estado filo-totalitario e inserta en el dispositivo de naciones sudamericanas rebeldes a todo régimen democrático, capitalista y de alianza continental estratégica con los Estados Unidos o si desean que su país retome los grandes lineamientos de la década de los 90, corrigiéndolos y perfeccionándolos, no en sus objetivos, pero si en sus instrumentos. Dentro del peronismo las opciones son claras: predominará --por las mañas, las mentiras o la fuerza-- el kirchnerismo, o podrán con él las otras dos variantes peronistas que lo enfrentan, el peronismo socialdemócrata moderado de Duhalde o el peronismo liberal de la mayoría de los dirigentes de Peronismo Federal y aliados.
Más allá de los acontecimientos de estos días y de la manipulación de la información, lo que permanece es la realidad de una lucha interna dentro del espacio amplio del peronismo y la realidad de una sociedad angustiada que aún no encuentra la claridad de un liderazgo alternativo al kirchnerismo que le permita visualizar otro país, otro modo de gestión, otra imagen de la Argentina ante el mundo, que no estén basados en mentiras o en proyectos insostenibles, una variante de la mentira política.
No hay modo de combatir las grandes mentiras políticas, más que a través de las grandes verdades, esas verdades que los pueblos construyen sólo en base a su experiencia íntima de la realidad y a su posición de integridad frente a ella. En los argentinos está, entonces, el antídoto para vencer su ya larga enfermedad de mentiras públicas y la esperanza de recuperación.
sábado, octubre 30, 2010
martes, octubre 12, 2010
LA UNIFICACIÓN DEL PERONISMO
(Publicado en Peronismo Libre;
http://peronismolibre.blogspot.com)
En medio de las últimas batallas para lograr terminar el ciclo del kirchnerismo, no se aprecia bien la mayor tarea política de unificación del peronismo que, de acuerdo a la tradición movimientística de éste, se está efectuando entre las sombras, de modo intuitivo y usando el método de prueba y error antes que el de una planificación racional. El pasado viernes ocho, el aniversario del General Perón pasó sin pena ni gloria, ocupados como están sus seguidores en rescatar lo que resta del que fuera el partido político más importante de América Latina. Mientras el kirchnerismo trata de aferrarse a la estructura legal del Partido Justicialista, controlando padrones y representación electoral y el Gobierno reserva su derecho de alterar las fechas electorales según su conveniencia, el grueso del peronismo hoy representado en Peronismo Federal, Pro y algunos otros partidos menores ensaya métodos de unificación, incluyendo a los saldos remanentes y rescatables del kirchnerismo y hasta al kirchnerismo mismo.
Se visualiza la estrategia de unificación como el más pragmático modo de ahorrar tiempo y energía, frente a un tiempo que exigirá una revolución total, el enderezamiento de un país que ha sido torcido en su esencia y en su destino por los últimos diez años de desgobierno. Traición y redención son dos de las palabras más escuchadas entre la dirigencia, y mucha de la discusión actual pasa por saber si se llegará a las elecciones de 2011 con el aparato el PJ unificado y democratizado bajo consenso, o si el PJ será el reducto final de un kirchnerismo derrotado por el radicalismo en una elección nacional, después de haber dejado librado al resto del peronismo a la obligación de replicar el PJ bajo otro nombre y sin tiempo para prevalecer. Obviamente, en el últimamente renovado odio por el peronismo que muchos argentinos han vuelto a cultivar tras los desmanes del supuesto peronismo de los Kirchner, éste último escenario se ha convertido también en el preferido de los radicales y de los muchos medios de comunicación que jamás han sido peronistas.
El gran desafío para la ciudadanía que no se siente identificada con ninguna de las variables socialdemócratas que ofrece el radicalismo, es ayudar al proceso de democratización, reclamando por el gran partido que pueda enfrentar al radicalismo desde la posición bien diferenciada de un peronismo liberal. Si bien el gobierno kirchnerista conserva su garra sobre la Justicia Electoral, ésta quizá quiera reconsiderar, como lo han hecho ya muchos jueces y la misma Corte Suprema nombrada por el kirchnerismo, la posición de sumisión automática y cumplir con lo que, desde hace ya un buen rato, es su deber: restituir las formas legales y democráticas en un partido avasallado.
Un partido unificado permitiría la alianza fecunda con el PRO y otras fuerzas menores y ofrecería un marco potable para instalar un nuevo liderazgo y nuevos equipos que vendrían a deshacer con eficiencia muchos de los desatinos del kirchnerismo en materia económica, a rectificar las malas decisiones financieras iniciales de Duhalde y a retomar la senda del proyecto peronista-liberal que, en vez de ser corregida y perfeccionada, fue brutalmente abandonada a partir de fines de 2001.
El trabajo mayor e los nuevos dirigentes frente a una ciudadanía desacostumbrada a las explicaciones racionales y coherentes y al riguroso ejercicio de la verdad, será conciliar el peronismo más ortodoxo y tradicional con aquello que hace algunas décadas nos gustaba definir como el liberalismo de izquierda y el liberalismo de derecha, dos ideologías que por vía de la renovación generacional y del progreso del conocimiento en el mundo se han injertado en el peronismo produciendo una saludable actualización de la inalterable doctrina basal.
Más allá de los aludes que el Gobierno y la actual conducción ilegal del peronismo continúan provocando sobre el camino de los argentinos para impedirles una clara y justa contienda electoral, en la cual tengan dos importantes opciones y no un muestrario de pequeños partidos inútiles para gobernar, existe una fuerza del bien que emana del conjunto de los argentinos. De modo oscuro pero eficaz, en silencio y, las más de las veces entre las sombras, aparta las piedras, señalando una y otra vez a los culpables, y empuja hacia delante, lista para sostener a aquel que mejor la encarne.
http://peronismolibre.blogspot.com)
En medio de las últimas batallas para lograr terminar el ciclo del kirchnerismo, no se aprecia bien la mayor tarea política de unificación del peronismo que, de acuerdo a la tradición movimientística de éste, se está efectuando entre las sombras, de modo intuitivo y usando el método de prueba y error antes que el de una planificación racional. El pasado viernes ocho, el aniversario del General Perón pasó sin pena ni gloria, ocupados como están sus seguidores en rescatar lo que resta del que fuera el partido político más importante de América Latina. Mientras el kirchnerismo trata de aferrarse a la estructura legal del Partido Justicialista, controlando padrones y representación electoral y el Gobierno reserva su derecho de alterar las fechas electorales según su conveniencia, el grueso del peronismo hoy representado en Peronismo Federal, Pro y algunos otros partidos menores ensaya métodos de unificación, incluyendo a los saldos remanentes y rescatables del kirchnerismo y hasta al kirchnerismo mismo.
Se visualiza la estrategia de unificación como el más pragmático modo de ahorrar tiempo y energía, frente a un tiempo que exigirá una revolución total, el enderezamiento de un país que ha sido torcido en su esencia y en su destino por los últimos diez años de desgobierno. Traición y redención son dos de las palabras más escuchadas entre la dirigencia, y mucha de la discusión actual pasa por saber si se llegará a las elecciones de 2011 con el aparato el PJ unificado y democratizado bajo consenso, o si el PJ será el reducto final de un kirchnerismo derrotado por el radicalismo en una elección nacional, después de haber dejado librado al resto del peronismo a la obligación de replicar el PJ bajo otro nombre y sin tiempo para prevalecer. Obviamente, en el últimamente renovado odio por el peronismo que muchos argentinos han vuelto a cultivar tras los desmanes del supuesto peronismo de los Kirchner, éste último escenario se ha convertido también en el preferido de los radicales y de los muchos medios de comunicación que jamás han sido peronistas.
El gran desafío para la ciudadanía que no se siente identificada con ninguna de las variables socialdemócratas que ofrece el radicalismo, es ayudar al proceso de democratización, reclamando por el gran partido que pueda enfrentar al radicalismo desde la posición bien diferenciada de un peronismo liberal. Si bien el gobierno kirchnerista conserva su garra sobre la Justicia Electoral, ésta quizá quiera reconsiderar, como lo han hecho ya muchos jueces y la misma Corte Suprema nombrada por el kirchnerismo, la posición de sumisión automática y cumplir con lo que, desde hace ya un buen rato, es su deber: restituir las formas legales y democráticas en un partido avasallado.
Un partido unificado permitiría la alianza fecunda con el PRO y otras fuerzas menores y ofrecería un marco potable para instalar un nuevo liderazgo y nuevos equipos que vendrían a deshacer con eficiencia muchos de los desatinos del kirchnerismo en materia económica, a rectificar las malas decisiones financieras iniciales de Duhalde y a retomar la senda del proyecto peronista-liberal que, en vez de ser corregida y perfeccionada, fue brutalmente abandonada a partir de fines de 2001.
El trabajo mayor e los nuevos dirigentes frente a una ciudadanía desacostumbrada a las explicaciones racionales y coherentes y al riguroso ejercicio de la verdad, será conciliar el peronismo más ortodoxo y tradicional con aquello que hace algunas décadas nos gustaba definir como el liberalismo de izquierda y el liberalismo de derecha, dos ideologías que por vía de la renovación generacional y del progreso del conocimiento en el mundo se han injertado en el peronismo produciendo una saludable actualización de la inalterable doctrina basal.
Más allá de los aludes que el Gobierno y la actual conducción ilegal del peronismo continúan provocando sobre el camino de los argentinos para impedirles una clara y justa contienda electoral, en la cual tengan dos importantes opciones y no un muestrario de pequeños partidos inútiles para gobernar, existe una fuerza del bien que emana del conjunto de los argentinos. De modo oscuro pero eficaz, en silencio y, las más de las veces entre las sombras, aparta las piedras, señalando una y otra vez a los culpables, y empuja hacia delante, lista para sostener a aquel que mejor la encarne.
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