Los trabajadores peronistas no tienen nada para festejar en el Día del Trabajo.
Y, en cambio, tienen mucho para pensar acerca de lo que apoyan.
Tuvo que aparecer Javier Milei para recordar a los argentinos que el liberalismo gobernó con éxito no sólo en el remoto pasado de colonia informal inglesa sino a fines del siglo XX, con el gobierno peronista liberal de Carlos Menem y Domingo Cavallo.
También Javier Milei, lejos de enfurecerse con los trabajadores peronistas, ha comenzado a hacerse amigo de ellos, en especial de los trabajadores desocupados y los que subsisten con planes miserables, que hoy, como ayer con Menem y Cavallo, están dispuestos a apoyar a todo aquel que entienda cómo se logra una moneda estable, termine con la inflación y libere por fin los miles de inversiones reprimidas por la falta de una moneda estable.
Y está José Luis Espert, que insiste, y con muchísima razón, que antes que pensar en nombres, hay que hacer una mesa de ideas y ponerse de acuerdo en un programa que defina las tres reformas inmediatas: la monetaria, la laboral y la fiscal.
Pero está el vacío de liderazgo del peronismo liberal. Ese peronismo que debería haber reivindicado, antes que Javier Milei, su propio gobierno exitoso de los años 90. Ese peronismo que debería enorgullecerse de haber reconciliado el peronismo y el liberalismo y mostrado, en la práctica, cuál es la infalible fórmula del éxito en la Argentina.
Ese peronismo liberal que hoy debería estar trabajando junto a la CGT y los sindicatos para hacer el plan de rescate de los millones de trabajadores no registrados, desocupados o con planes, actuando como la organización libre del pueblo que Perón separó claramente del Estado.
La coalición liberal recién está comenzando a armarse.
Va a ir muy rápido.
Se están adelantando las elecciones en muchas provincias, ¿no es esa una señal de que deberían adelantarse también las elecciones nacionales?
Esto ayudaría a sincerar ya las coaliciones y los programas.
Falta el gobernador, intendente o dirigente peronista que se anime a dar un paso más allá del que dio Miguel Angel Pichetto con su peronismo republicano al aliarse con el PRO, y se declare peronista republicano y liberal.
Falta el líder del espacio peronista liberal.
El que pueda más tarde recuperar el Partido Justicialista Nacional y el de la Provincia de Buenos Aires, secuestrados por el kirchnerismo.
El líder que no tenga miedo de proponerse como líder de todo el peronismo, hoy partido en tres: el peronismo estatista social-demócrata de un Duhalde y otros, el peronismo liberal hoy invisible como opción para la opinión pública, y el kirchnerismo de izquierda.
La incorporación de uno o más líderes del peronismo liberal aportaría a la coalición liberal para la producción y el trabajo lo que el Partido Radical aportó a Macri.
Y ese aporte estructural a nivel nacional, permitiría que entrasen sin temor a la coalición, los liberales del PRO, Macri, Bullrich y tantos otros que hoy deben refugiarse en un proyecto demasiado tibio para el shock de cambio que la Argentina necesita.
Un cambio como el de los años 90.
No se trata hoy de lo que se vendió en la última década como grieta: “peronistas” contra “neoliberales”.
Ni el kirchnerismo era peronista.
Ni Juntos para el Cambio, liberal.
En el horizonte, hay peronismo desorganizado en todas partes.
Se trata hoy de facilitar la visión sobre las tres realidades políticas en las que los argentinos creen:
Una social-democracia con fuerte intervención estatal
Una izquierda setentista y tradicional
Un liberal-peronismo o peronismo-liberal
Cada una de estas ideas debe estar expresada claramente en una coalición de semejantes y afines.
Las tres coaliciones crearán luego sus programas y formarán su coalición electoral.
Los argentinos podremos así discriminar con claridad lo que elegimos.
Y las PASO y las elecciones generales mostrarán si aprendimos o no la dura lección de este fracaso de veinte años.