(publicado en Peronismo Libre; http//peronismolibre.blogspot.com)
En un reportaje publicado hace pocos días en La Nación, Domingo Cavallo no sólo dio su opinión acerca del momento político que vive el Gobierno y de sus escasas opciones de sobrevivir de persistir en los errores de conducción económica del país y de conducción política con la oposición, sino que volvió a describir con su proverbial claridad, los lineamientos de una política económica sana. Más que sus declaraciones, resultaron destacables los comentarios de los foristas. Los finos análisis de Cavallo sobre la marcha de la economía pueden leerse en su blog www.cavallo.com.ar , donde suele además aclarar con paciencia todas las dudas que aún puedan existir sobre su propia gestión, sobre el por qué de algunas de sus medidas condenadas como errores, y sobre las verdaderas razones del fracaso argentino, en las cuales su mayor pecado no fue crearlo –como los enemigos de los años 90 sostienen- sino el no poder evitarlo.
Los comentarios, en cambio, hablan de cómo se piensan los argentinos a sí mismos y de las dificultades que aún tienen para entender cuál es la verdad en la economía y cual es la estrategia para organizarla en beneficio de todos. Estos comentarios, que llegaron a una cantidad descomunal apenas pocas horas después de publicado el reportaje, reportan, por un lado, la máquina organizada de foristas militantes del kirchnerismo y, por el otro, el apasionamiento aún vigente, expresado ya en la denigración, ya en la defensa racional de lo que Cavallo representó como modelo posible de una economía para la argentina. La intensidad de los comentarios, el furor de los insultos y la impotencia de quienes lo aman, sólo dejó en claro una cosa: en tiempos en que nadie sobresale en el panorama de la oposición y en que todos los que se oponen al gobierno parecen compartir su grisura cuando no su confusión, Cavallo emerge como el hombre con inquebrantable claridad y solidez en sus ideas, proponiendo un modelo de país sin fisuras en su razonamiento, con una entrega personal y una probada valentía que la adversidad que lo viene acompañando desde hace más de una década no ha sabido mellar.
Cuando el gobierno sostiene que a la oposición no se le cae una idea, parece ignorar explícitamente a Cavallo, para concentrarse ladinamente en una débil oposición mucho más afín a las prácticas filo-socialistas del Gobierno que lo que la misma oposición está dispuesta a admitir. Al ignorar el Gobierno a quien es su verdadera oposición ideológica y llevar la atención sólo sobre la oposición unida por su republicanismo pero no por su estrategia económica para el país, el discutido gobierno vuelve a ganar tiempo. Mientras más se discutan las formas y menos el fondo del programa económico que se está aplicando, más chances tendrán de quedarse quienes hoy gobiernan. Así, cuando una oposición diferente se expresa en una figura como Cavallo, que desde su aparición ha concentrado la crítica de todas las variantes del peronismo antiguo, del radicalismo, del socialismo y de la socialdemocracia en general, desde el Gobierno se la vuelve a denigrar y a minimizar, usando la misma táctica ya ejercida por Duhalde de sembrar la discordia entre esa figura y los argentinos. La estrategia no es sólo demonizar la alternativa capitalista, sino impedir que se discuta.
El problema, entonces, vuelven a ser los argentinos que se dejan confundir, no piensan, no razonan y admiten la manipulación de los que los someten, maniatan, y llevan al fracaso. Preocupan, entre tantos foristas militantes –pagos o no-, los argentinos de buena fe que no tienen ya la paciencia de separar la paja del trigo, y, una vez más, se entregan mansos a la voz dominante. Por otra parte, se percibe también la inquina persistente de muchos peronistas suficientemente modernizados y de muchos liberales que apoyaron en su momento a Duhalde y a Kirchner en sus dos variantes, mostrando en aquel momento muy pobres reflejos políticos ante lo que sucedía. La respuesta popular de los últimos dos años mejoró, pero aún se registra una inmensa falta de reflexión y análisis. Los argentinos que aún hoy ligeramente descartan los noventa y su frustrada secuela bajo de la Rua, deberían proceder con más aprecio por sí mismos y por el futuro de sus hijos y de la Nación, y considerar las ideas, razones, e incluso la agitada historia de esas ideas en nuestro país, que propone la verdadera oposición a este gobierno. Una oposición que, como la mayoría de los argentinos, hoy no tiene ni un partido único ni representantes asociados, sólo las ideas, que bien comprendidas y hechas valer por una gran mayoría de argentinos capaces de reflexionar sobre su destino, pueden volver a cambiar la historia.
Cavallo, y unas cuantas otras personalidades del espectro político, desparramadas en todos los partidos y desprendimientos de los dos partidos mayores, tienen muy claro un modelo de país capitalista, con reglas operativas simples y sencillas para empresas e inversores, con la reforma federal llevada no sólo al nivel provincial sino municipal y con técnicas de descentralización de última generación que devuelven el poder a los ciudadanos limitando el rol intrusivo del Estado. Por supuesto, este programa de peronismo de superavanzada, recogiendo la propuesta del General Perón en La Comunidad Organizada que daba vía libre a las organizaciones libres del pueblo de modo que ningún Estado lo esclavizara, y del liberalismo de última generación, ese que ni siquiera en los Estados Unidos puede aún abrirse paso, sólo puede horrorizar a aquellos que hacen de los cargos en el Estado centralizado un recurso para aumentar su poder personal y su fortuna, y desconcertar a aquellos republicanos que quisieran librarse de los tiranos pero no de la gestión obsoleta de la administración estatal.
La Argentina no encontrará remedio, ni la eterna guerra civil entre los argentinos tendrá un punto final, si no se abre paso al libre albedrío de cada argentino, fomentando el diálogo y la discusión abierta sobre la organización económica del país. Que estos días el Gobierno se haya salido con la suya en uso ilegal de las reservas, no expresa sólo la falta de conducción y estrategia de la oposición destinada a frenarlo en el Congreso, sino la apatía y el cansancio de los argentinos que no saben ya a quién recurrir para terminar con este dislate. Tal vez ha llegado la hora revolucionaria de que los argentinos se hagan cargo de sí mismos y que vuelvan las reuniones en la Jabonería de Vieytes para independizarse del mal que los viene sojuzgando desde hace ya dos siglos: la propia falta de reflexión y la preferencia por el comportamiento autoritario y violento para tapar la verdad.
No hay demasiadas Argentinas viables posibles: apenas una, y con suerte. ¿Será mucho pedir esta vez a los argentinos, coraje para buscar la verdad y hacerse cargo de ella?
domingo, marzo 28, 2010
jueves, marzo 11, 2010
CONDUCCIÓN,CONDUCCIÓN
(publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)
Resulta imposible seguir los acontecimientos de los últimos días, y guiarse en el laberinto de las reacciones inesperadas, las torpezas y hasta las aparentes traiciones sin advertir la lógica profunda de dos proyectos enfrentados: el depuesto en Diciembre de 2001 por la falta de conducción política y el fogoneado a partir de ese momento por Alfonsín y Duhalde y asumido por Duhalde en Enero de 2002 y luego por los Kirchner a partir de 2003. Lo que hoy parece una actitud indecisa de la oposición sólo esconde dos cosas: una enceguecida interna peronista-radical para ver quien conduce mañana el proyecto hoy conducido por Kirchner, y una falla sustancial, la falta de conducción y liderazgo del proyecto liberal, por liberales, por el Pro o por el Peronismo Federal, este último, en rigor, el potencialmente más fuerte para dar batalla.
No tiene mucho sentido volver a repetir los argumentos ni a desgajar la historia que llevó la situación argentina a este punto. Ya está todo dicho y escrito, para quien quiera tomarse el trabajo de revisar el pasado. Hoy lo que cuenta es el tiempo. También el coraje de aquellos en el Senado o en la Cámara de Diputados que decidan clarificar este proyecto ante la opinión pública, de modo de hacer docencia para que esta comprenda no sólo por qué está mal no respetar las formas republicanas, sino también por qué es inadmisible usar las reservas que respaldan ahorros y moneda sin la contrapartida correspondiente, por qué está mal colocar al frente del Banco Central a una persona que tiene las ideas opuestas a las que estabilizarían y harían crecer el país. Sin conducción, seguiremos rodando cuesta abajo, entre los jirones de un proyecto inservible, sea quien sea quien lo encabece, y sin comprender qué es lo que debemos hacer para progresar.
Es urgente también una conducción que también verifique el grado de obediencia a las instituciones de la Policía y Fuerzas Armadas en general, porque son la última garantía de que las decisiones del Poder Judicial y Legislativo finalmente se cumplan si es que el Poder Ejecutivo vuelve a plantarse en rebelión. Son una parte muy importante de la Nación, lamentablemente muy poco respetadas y tenidas en cuenta en la última década y que hoy merecen una atención especial por parte de una conducción atenta al conjunto de la comunidad.
Una conducción, por último, que piense que no sólo se está jugando con la economía y las finanzas de los argentinos, con su potencial productivo y su futuro, sino también con sus valores, toda vez que no ponga los puntos sobre las íes acerca de la cantidad y magnitud de causas judiciales que afectan a miembros del Poder Ejecutivo, relativas no sólo a fallas institucionales sino a casos de corrupción. Si peronista, una conducción que también se ocupe de la legalidad del hoy usurpado Partido Justicialista.
La Argentina no atraviesa una situación idéntica en todos los aspectos a la que sufrió Honduras, aunque la situación de desobediencia presidencial de la última semana haya creado cierta similitud. En la Argentina, cuando alguien no hace bien su trabajo en algún poder del Estado y cuando alguien defrauda la confianza pública, la Constitución tiene un manual de procedimiento muy clarito, de modo de evitar lo que hoy parece imposible: que el país continúe sufriendo, bajo las garras de quienes sólo piensan en su propia supervivencia personal y en la persistencia obcecada en un proyecto que desde hace ocho años viene fracasando, creando más pobres, más desequilibrios, y más injusticia.
Los argentinos tenemos el modo de despedir a aquel empleado público que ha abusado de nuestra paciencia y poder seguir así con nuestra vida, muy perturbada en los últimos dos años por quienes no nos respetan, ni obedecen nuestras reglas, ni escuchan nuestras necesidades para producir y trabajar. Esa actitud de tomar como pueblo las riendas de nuestra vida pública, así como estas reflexiones, no tienen ánimo destituyente. Tienen, por el contrario, un ánimo constituyente destinado a mantener y elevar nuestro standard en la administración pública, de modo que los futuros empleados también sepan a qué deben atenerse.
Resulta imposible seguir los acontecimientos de los últimos días, y guiarse en el laberinto de las reacciones inesperadas, las torpezas y hasta las aparentes traiciones sin advertir la lógica profunda de dos proyectos enfrentados: el depuesto en Diciembre de 2001 por la falta de conducción política y el fogoneado a partir de ese momento por Alfonsín y Duhalde y asumido por Duhalde en Enero de 2002 y luego por los Kirchner a partir de 2003. Lo que hoy parece una actitud indecisa de la oposición sólo esconde dos cosas: una enceguecida interna peronista-radical para ver quien conduce mañana el proyecto hoy conducido por Kirchner, y una falla sustancial, la falta de conducción y liderazgo del proyecto liberal, por liberales, por el Pro o por el Peronismo Federal, este último, en rigor, el potencialmente más fuerte para dar batalla.
No tiene mucho sentido volver a repetir los argumentos ni a desgajar la historia que llevó la situación argentina a este punto. Ya está todo dicho y escrito, para quien quiera tomarse el trabajo de revisar el pasado. Hoy lo que cuenta es el tiempo. También el coraje de aquellos en el Senado o en la Cámara de Diputados que decidan clarificar este proyecto ante la opinión pública, de modo de hacer docencia para que esta comprenda no sólo por qué está mal no respetar las formas republicanas, sino también por qué es inadmisible usar las reservas que respaldan ahorros y moneda sin la contrapartida correspondiente, por qué está mal colocar al frente del Banco Central a una persona que tiene las ideas opuestas a las que estabilizarían y harían crecer el país. Sin conducción, seguiremos rodando cuesta abajo, entre los jirones de un proyecto inservible, sea quien sea quien lo encabece, y sin comprender qué es lo que debemos hacer para progresar.
Es urgente también una conducción que también verifique el grado de obediencia a las instituciones de la Policía y Fuerzas Armadas en general, porque son la última garantía de que las decisiones del Poder Judicial y Legislativo finalmente se cumplan si es que el Poder Ejecutivo vuelve a plantarse en rebelión. Son una parte muy importante de la Nación, lamentablemente muy poco respetadas y tenidas en cuenta en la última década y que hoy merecen una atención especial por parte de una conducción atenta al conjunto de la comunidad.
Una conducción, por último, que piense que no sólo se está jugando con la economía y las finanzas de los argentinos, con su potencial productivo y su futuro, sino también con sus valores, toda vez que no ponga los puntos sobre las íes acerca de la cantidad y magnitud de causas judiciales que afectan a miembros del Poder Ejecutivo, relativas no sólo a fallas institucionales sino a casos de corrupción. Si peronista, una conducción que también se ocupe de la legalidad del hoy usurpado Partido Justicialista.
La Argentina no atraviesa una situación idéntica en todos los aspectos a la que sufrió Honduras, aunque la situación de desobediencia presidencial de la última semana haya creado cierta similitud. En la Argentina, cuando alguien no hace bien su trabajo en algún poder del Estado y cuando alguien defrauda la confianza pública, la Constitución tiene un manual de procedimiento muy clarito, de modo de evitar lo que hoy parece imposible: que el país continúe sufriendo, bajo las garras de quienes sólo piensan en su propia supervivencia personal y en la persistencia obcecada en un proyecto que desde hace ocho años viene fracasando, creando más pobres, más desequilibrios, y más injusticia.
Los argentinos tenemos el modo de despedir a aquel empleado público que ha abusado de nuestra paciencia y poder seguir así con nuestra vida, muy perturbada en los últimos dos años por quienes no nos respetan, ni obedecen nuestras reglas, ni escuchan nuestras necesidades para producir y trabajar. Esa actitud de tomar como pueblo las riendas de nuestra vida pública, así como estas reflexiones, no tienen ánimo destituyente. Tienen, por el contrario, un ánimo constituyente destinado a mantener y elevar nuestro standard en la administración pública, de modo que los futuros empleados también sepan a qué deben atenerse.
martes, marzo 02, 2010
LOS BOQUETEROS Y EL PERONISMO FEDERAL
(publicado en Peronismo Libre; http://peronismolibre.blogspot.com)
A estos boqueteros, según la certera definición del humorista NIK, que se están yendo dentro del mayor de los escándalos, poco hay ya que decirles. Son pseudo peronistas que trataron de tener su propia fiesta a costillas de los demás y el resto, fracaso político y parálisis del país, ya se sabe. Siguen, si embargo, ocupando el lugar del peronismo, ante propios y ajenos, y de quien importa ahora hablar es de aquellos que vienen a ocupar el lugar de los que se van, o sea del Peronismo Federal, hasta hace unos meses, peronismo disidente a los modos y proyectos de quienes van a reemplazar. No importa si como gobierno u oposición -- ese lugar lo decidirá el pueblo con su voto--, lo cierto es que Peronismo Federal merece un poco de análisis y reflexión para la corrección de sus fallas. La reaparición de un quejoso ex presidente Menem vino, además de atraer la atención sobre su propia frustración y demanda, a hacer un llamado a una superior definición de esta importante formación política, que por heterogeneidad, debilidad y oportunismo, aún no ha osado definirse como lo que debería ser, la continuidad superadora de los 90.
Si el ex Presidente Menem no hubiera aspirado a su tercera reelección en 1999 y hubiera, más modesta y constitucionalmente, designado un delfín, es muy difícil que el socialdemócrata Duhalde hubiera conseguido la nominación y el consiguiente poder partidario que ostentó hasta llegar por fin a la presidencia en la peor de las circunstancias a comienzos de 2002. Si lo que vale son los proyectos de país, hoy existe una nítida deficiencia en la reformulación pública del proyecto de los 90. Durante aquel memorable año bisagra, 1999, el proyecto de una Argentina moderna, con instituciones estables y una economía capitalista, tuvo que ser asumido, por deserción del peronismo, por un radicalismo asociado con una progresía peronista-radical, más cerca de la modernidad de lo que jamás estuvo después. En los años posteriores a 2001, el peronismo, salvo los núcleos duros del menemismo y del cavallismo, viró hacia una posición entre indefinida y vergonzante cuando no hacia posiciones socialdemócratas que lo uniformizaban con el resto de la oferta política, hasta que llegaron los Kirchner a diferenciarlo con banderas de un aparente socialismo.
La negación frontal cuando no el vacío que muchos dirigentes peronistas han hecho no sólo a Menem sino a Cavallo, y la debilidad para defender el país que se intentó construir en los 90, cuando no la más oportunista de las condenas, no tienen que ver sólo con necesidades de supervivencia política, corriendo hacia el mismo lado que una opinión pública frustrada y sin liderazgo, sino con la pobre comprensión de las reales opciones argentinas y con la dificultad en defender políticas claras y efectivas, aún cuando de partida no tengan buena prensa. El ninguneo a Menem, lamentablemente, se extiende al ninguneo de un proyecto de país. Cuando este proyecto es el único que serviría no sólo para sacar el país adelante ---eso lo puede hacer también la socialdemocracia honesta de Carrió y el radicalismo-- sino para hacerlo crecer al máximo de su potencialidad mediante un incentivo al capitalismo más libre, resulta extraordinariamente grave la debilidad ideológica del Peronismo Federal y de sus aliados. El PRO, por caso, es singularmente laxo en su expresión de modelo, con una oscilación entre elementos socialdemócratas y poco terminantes apelaciones a la libertad económica, además de una tendencia hacia políticas administrativas centralizadas, quizá el más notable paradigma de la vieja política.
Peronismo Federal tiene hoy muchos hombres aspirantes a la presidencia, incluso algunos muy queridos y populares, pero no se ve que dibujen ante la ciudadanía un modelo claro de aquello que van a ejecutar si son elegidos. La ciudadanía, sin embargo, comprende con mucha claridad cuando se le dice “Queremos retomar los 90, hacerlos tal cual y mejor, eliminando los defectos de aquel modelo primerizo.” También entienden esta propuesta aquellos que se le oponen, porque prefieren o un país social demócrata o un país directamente socialista. Para completar la oferta política, es necesario entonces que Peronismo Federal asuma plenamente las posiciones de un peronismo liberal y su propia historia, que es también la de muchos de sus hombres. De no hacerlo, además de perder las próximas elecciones por falta de personalidad, limitarán a la Argentina a sólo dos opciones, la socialdemócrata o el socialismo.
Como la Argentina merece algo más, esperemos dentro de Peronismo Federal el milagro del renacimiento formal de un proyecto que no se avergüence de los años 90, sino que los rescate con valentía, proponiendo su continuidad y discutiendo públicamente su perfeccionamiento. Todo lo que faltó hacer; un país federal, por ejemplo. A la izquierda no le va a gustar, la socialdemocracia va a afilar sus uñas frente a un rival digno de combatir, y el resto de los argentinos, quizá esa elusiva mayoría, suspirará aliviado, porque al fin alguien representa esas ideas que tal vez eran las buenas, a juzgar por lo que siguió cuando a los que vinieron, incluyendo la progresía de la Alianza, se les ocurrió que lo bueno era lo opuesto.
A estos boqueteros, según la certera definición del humorista NIK, que se están yendo dentro del mayor de los escándalos, poco hay ya que decirles. Son pseudo peronistas que trataron de tener su propia fiesta a costillas de los demás y el resto, fracaso político y parálisis del país, ya se sabe. Siguen, si embargo, ocupando el lugar del peronismo, ante propios y ajenos, y de quien importa ahora hablar es de aquellos que vienen a ocupar el lugar de los que se van, o sea del Peronismo Federal, hasta hace unos meses, peronismo disidente a los modos y proyectos de quienes van a reemplazar. No importa si como gobierno u oposición -- ese lugar lo decidirá el pueblo con su voto--, lo cierto es que Peronismo Federal merece un poco de análisis y reflexión para la corrección de sus fallas. La reaparición de un quejoso ex presidente Menem vino, además de atraer la atención sobre su propia frustración y demanda, a hacer un llamado a una superior definición de esta importante formación política, que por heterogeneidad, debilidad y oportunismo, aún no ha osado definirse como lo que debería ser, la continuidad superadora de los 90.
Si el ex Presidente Menem no hubiera aspirado a su tercera reelección en 1999 y hubiera, más modesta y constitucionalmente, designado un delfín, es muy difícil que el socialdemócrata Duhalde hubiera conseguido la nominación y el consiguiente poder partidario que ostentó hasta llegar por fin a la presidencia en la peor de las circunstancias a comienzos de 2002. Si lo que vale son los proyectos de país, hoy existe una nítida deficiencia en la reformulación pública del proyecto de los 90. Durante aquel memorable año bisagra, 1999, el proyecto de una Argentina moderna, con instituciones estables y una economía capitalista, tuvo que ser asumido, por deserción del peronismo, por un radicalismo asociado con una progresía peronista-radical, más cerca de la modernidad de lo que jamás estuvo después. En los años posteriores a 2001, el peronismo, salvo los núcleos duros del menemismo y del cavallismo, viró hacia una posición entre indefinida y vergonzante cuando no hacia posiciones socialdemócratas que lo uniformizaban con el resto de la oferta política, hasta que llegaron los Kirchner a diferenciarlo con banderas de un aparente socialismo.
La negación frontal cuando no el vacío que muchos dirigentes peronistas han hecho no sólo a Menem sino a Cavallo, y la debilidad para defender el país que se intentó construir en los 90, cuando no la más oportunista de las condenas, no tienen que ver sólo con necesidades de supervivencia política, corriendo hacia el mismo lado que una opinión pública frustrada y sin liderazgo, sino con la pobre comprensión de las reales opciones argentinas y con la dificultad en defender políticas claras y efectivas, aún cuando de partida no tengan buena prensa. El ninguneo a Menem, lamentablemente, se extiende al ninguneo de un proyecto de país. Cuando este proyecto es el único que serviría no sólo para sacar el país adelante ---eso lo puede hacer también la socialdemocracia honesta de Carrió y el radicalismo-- sino para hacerlo crecer al máximo de su potencialidad mediante un incentivo al capitalismo más libre, resulta extraordinariamente grave la debilidad ideológica del Peronismo Federal y de sus aliados. El PRO, por caso, es singularmente laxo en su expresión de modelo, con una oscilación entre elementos socialdemócratas y poco terminantes apelaciones a la libertad económica, además de una tendencia hacia políticas administrativas centralizadas, quizá el más notable paradigma de la vieja política.
Peronismo Federal tiene hoy muchos hombres aspirantes a la presidencia, incluso algunos muy queridos y populares, pero no se ve que dibujen ante la ciudadanía un modelo claro de aquello que van a ejecutar si son elegidos. La ciudadanía, sin embargo, comprende con mucha claridad cuando se le dice “Queremos retomar los 90, hacerlos tal cual y mejor, eliminando los defectos de aquel modelo primerizo.” También entienden esta propuesta aquellos que se le oponen, porque prefieren o un país social demócrata o un país directamente socialista. Para completar la oferta política, es necesario entonces que Peronismo Federal asuma plenamente las posiciones de un peronismo liberal y su propia historia, que es también la de muchos de sus hombres. De no hacerlo, además de perder las próximas elecciones por falta de personalidad, limitarán a la Argentina a sólo dos opciones, la socialdemócrata o el socialismo.
Como la Argentina merece algo más, esperemos dentro de Peronismo Federal el milagro del renacimiento formal de un proyecto que no se avergüence de los años 90, sino que los rescate con valentía, proponiendo su continuidad y discutiendo públicamente su perfeccionamiento. Todo lo que faltó hacer; un país federal, por ejemplo. A la izquierda no le va a gustar, la socialdemocracia va a afilar sus uñas frente a un rival digno de combatir, y el resto de los argentinos, quizá esa elusiva mayoría, suspirará aliviado, porque al fin alguien representa esas ideas que tal vez eran las buenas, a juzgar por lo que siguió cuando a los que vinieron, incluyendo la progresía de la Alianza, se les ocurrió que lo bueno era lo opuesto.
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