Derrotado y con la peor imagen histórica
posible, esa donde algunos rasgos del peronismo revolucionario inicial volvieron
a tomarse como ejemplo de por qué había que rechazarlo, toda vez que el
kirchnerismo copiaba los modos fantaseando con una revolución inexistente. Ambos,
los críticos y los kirchneristas parecen haber olvidado que el antiguo
peronismo tuvo que forzar la mano histórica de modo autoritario para lograr la
inserción de grandes mayorías sin derechos ni educación en la clase media y
que, una vez logrado esto, y terminada la lucha, el mismo peronismo abjuró de
cualquier falta de institucionalidad o de democracia. El daño, hecho está, y
como la confusión no provino sólo de los sectores tradicionalmente antiperonistas,
sino de los mismo peronistas que consintieron y apañaron al kirchnerismo, es
inútil tratar de separar las aguas.
Hay que asumir al kirchnerismo como
un error muy grave del peronismo. Un error que tiene su origen en la deficiente
comprensión de los años 90, durante los cuales también el peronismo gobernaba,
con gran éxito en áreas fundamentales como la economía y las relaciones
exteriores, y con grandes deficiencias, particularmente en la creación de un
genuino federalismo y en la independencia de la justicia. Si el peronismo
hubiera continuado en la senda de su pensamiento más avanzado, profundizando
las reformas, mejorando la calidad de sus dirigentes y haciendo un pase gradual
y certero de las bases doctrinarias a las necesidades del siglo XXI, otra hubiera
sido su historia.
Un Duhalde que hubiera escuchado a
Cavallo, en vez de oponérsele cerrilmente (para, años más tarde, terminar
confesando después de viajar un poco, “¡Yo no sabía que así era el mundo!”) posiblemente
hubiera ganado las elecciones y no de la Rua. Gobernando con el criterio de
mejorar los 90, ese Duhalde que no fue hubiera tenido la sensatez de no
pesificar y de ir a una devaluación flotante una vez que se hubiera asegurado
los créditos necesarios. Ese Duhalde que no fue es lo que es el PRO hoy. El que
retoma con sensatez todo lo bueno de los 90 y propone una agenda superadora. En
esta historia contrafáctica, los Kirchner no hubieran existido y el PRO, o con
más precisión, la línea modernizadora del peronismo, no hubiera tardado doce
años en llegar al poder. La Argentina hoy estaría como va a estar dentro de 12
años, una vez que se repare el desastre y se retome el camino de un crecimiento
genuino.
De este pequeño resumen de lo que no
fue, se pueden extraer dos conclusiones obvias: 1) que el peronismo llegó
temprano a su cita con la historia, como corresponde al movimiento de avanzada
que siempre fue, y 2) que después no
pudo estar a la altura de su misión, no sólo desertando sino destruyendo lo
andado. Hay dirigentes que como Menem, supieron encontrar a Cavallo, y otros
dirigentes como Duhalde y los Kirchner, con poco cerebro, menos educación y los
ojos en la nuca. El tema de hacia dónde va a peronismo es entonces relativo a
sus dirigentes, y no a sus bases, parte de las cuales—y me incluyo—están muy
contentas y muy bien representadas en este momento por el PRO.
El tema del peronismo hoy entonces no
sería relevante si no fuera que el peronismo va de todos modos a tener
dirigentes. Ergo, estos dirigentes deben ser los mejores posibles y lejos de
enfrentar al PRO, con el cual comparten hoy su base más genuina, deben trabajar
al unísono. No sólo en el Congreso o en cargos circunstanciales de gobierno o
como gobernadores o intendentes que colaboren, sino en algún tipo de proyecto
común que los beneficie a ambos, como sería la creación de una escuela de
formación para la Administración Pública, de modo que el estado tenga una sólida
y prestigiosa administración, independientemente de los partidos políticos y ya
no más nutrida por personas de buena voluntad política o ideología afín, pero
sin la formación necesaria. Este comienzo de trabajo común podría extenderse a
otras áreas, de modo de ir creando un entorno político afín que apuntase a la
modernización del país, y que, poco a poco, fuera creando una nueva alianza
basada en estas metas de genuino progreso, libertad y modernidad.
El peronismo fue pionero, el PRO
recogió la posta ante la terrible defección duhaldo-kirchnerista, y del mañana,
sólo puede esperarse el surgimiento de
personalidades más armónicas, en consonancia con nuestra mejor tradición política,
personalidades que sólo podrán provenir del muy amplio partido de la modernidad,
más allá de cuales sean sus líneas internas circunstanciales, o de si el
peronismo incluye al PRO o el PRO al peronismo.
Un partido de nombres cambiantes, expresando
una misma línea histórica, al servicio de una nación, que a pesar de todo,
permanece única y en pie.