Hace poco decíamos, Macri es todos.
El camino a la presidencia le quedaba allanado en tanto el antiperonismo
explícito de su espacio se había llamado a silencio, y una alianza con sectores
del peronismo, vía Reutemann o Massa, quedaba abierta. Su selección para la
fórmula presidencial de una persona con notables inclinaciones hacia el
radicalismo y la socialdemocracia, terminó de sellar el destino del espacio
amplio gestado más que por Macri, por Elisa Carrió. En verdad, el PRO por si
mismo nunca hubiera tenido otro destino que el de los terceros partidos entre
el peronismo y el radicalismo, en general liberales, que nunca llegaron a la
presidencia sin hacer alianzas con alguno de los dos grandes partidos
(incluyendo a Frondizi). También el PRO podría haber hecho real esa cacareada
alianza del “cambio”, entendiendo por cambio borrar del mapa todo vestigio de
kirchnerismo, e incluir, junto a sus aliados radicales a aliados peronistas—el “Macri
es todos” que celebrábamos hace no tanto tiempo. Y también Macri y el PRO podrían
haber formado parte de la gran interna peronista, como el candidato de
peronismo liberal. Sin embargo, el antiperonismo pudo más y la tentación de
fundir al kirchnerismo con el peronismo, para transformarlo en un solo y único
enemigo, prevaleció. El “cambio” es ahora el intento de borrar al peronismo
para siempre. Pero, esto no será posible porque frente a lo que ahora se
percibe como una gran alianza radical donde competirán Macri, Carrió y Sanz
para intentar ganar al peronismo, el rival electoral histórico, no se encuentra
sólo el kirchnerismo encarnando el total de peronismo, sino que a su vez, el
mismo kirchnerismo se verá sometido en las PASO al juego de la interna peronista
tan postergada y temida.
El kirchnerismo secuestró el PJ, los
símbolos y figuras del peronismo, la vida interna democrática del partido, las
afiliaciones, y la libertad del peronismo para elegir, pero las PASO vuelven a
equilibrar el juego. Tranformado Scioli en el candidato totalmente kirchnerista
y pasando del naranja al rojo de la vergüenza, deberá enfrentar en las PASO a
dos candidatos que también compiten entre sí, el arrepentido kirchnerista
Sergio Massa y la estrella ascendente de la temporada, José Manuel de la Sota,
que con una astuta tibieza vuelve a encarnar el peronismo de la modernidad,
confirmando que el peronismo es y será, mientras haya dirigentes que piensen de
verdad en la grandeza de la Nación y la felicidad del pueblo, el agente más
activo para liderar procesos de reversión y cambio.
Tres candidatos radicales y tres
candidatos peronistas: esta es la única realidad que hoy se avista en las PASO,
además de la interna tradicional de las distintas fracciones de izquierda
(incluyendo a Margarita Stolbitzer que se escapó de la interna radical). De algún modo, debemos alegrarnos. Debajo de
la hojarasca de desmembramientos, nuevos partidos y nuevos dirigentes,
persisten dos corrientes tradicionales con gran ímpetu y fuerza. Esos dos ríos, más tarde o más temprano se
reencontrarán con su cauce institucional y volveremos a percibir el panorama político
con una claridad que nunca debió perder, pero tan potente que, aún en la
confusión de hoy, muestra su paño a la hora menos pensada.
No conocemos el resultado de las
PASO, sólo sabemos que la interna peronista, en la cual se pelee por el favor y
la claridad conceptual del votante peronista, es esencial para derrotar a ese
gran enemigo de la patria que es el kirchnerismo en todas sus variantes, la
explícita de la presidenta y la hipócrita y sumisa de Scioli. De la Sota, que
nunca estuvo con el kirchnerismo y que ha sido un gran gobernador,
infinitamente superior a Scioli en los resultados, infinitamente más capaz en
la gestión, e infinitamente más valiente en su postura personal de resistir al
kirchnerismo y sus prácticas antidemocráticas y corruptas.
Finalmente, dependerá de los
resultados, pero radicales y peronistas opositores al kirchnerismo deberán
terminar votando juntos. ¿Puede un representante del espacio radical—Macri,
Carrió o Sanz-- ser presidente? Sí, Alfonsín y de la Rua lo fueron en
circunstancias semejantes de desorden peronista. ¿Puede haber sorpresas? Sí; si
un peronista decide usar como corresponde su bastón de mariscal, es posible
todavía que la épica peronista renueve el tablero político y produzca un cambio
genuino y verdadero. ¿Es posible una tragedia colectiva? Sí, el kirchnerismo
puede todavía ganar, si el resto de los líderes peronistas no lleva hasta el
final la patriada, alertando a propios y extraños acerca de dónde se juega la
verdadera gran batalla de la recuperación de un peronismo—y un país—republicano
y democrático capaz de organizar una economía moderna eficiente y muy efectiva
a la hora de proteger a los trabajadores y desocupados.
Allí donde se cerraron puertas, se
abrieron otras.