Camino a las elecciones de octubre, las tres principales fuerzas
en competencia intentan redefinir sus posiciones relativas. Dos de ellas, La
libertad avanza y Unión por la Patria, se eligieron mutuamente en rivales
preferidos. La otra, Juntos por el cambio, optó por incorporar un sólido equipo
económico para compensar la manifiesta debilidad de su candidata a presidente y
se recostó más que nunca en la fortaleza territorial radical. Esta lectura es
la obvia pero, detrás de la obviedad se oculta un fenómeno mucho más
interesante: la actual redefinición de los dos espacios políticos
tradicionales, el del radicalismo y el peronismo.
Una redefinición creada no por las cúpulas, sino desde
abajo hacia arriba por las sucesivas preferencias de los votantes cuando no por
la abstención o el voto en blanco. Se percibe una poderosa corriente oscura y
subterránea pero, poco a poco, reordenadora.
Así, mirando todo más en profundidad, vemos una realidad
diferente a la aparente, una realidad familiar y renovada a la vez. La de un
Partido Radical arropando a Juntos por el Cambio con sus valores tradicionales y
que se dispone, como siempre, a enfrentar al Peronismo, y la un Partido
Justicialista informal (porque el formal sigue en muchos lugares ocupado por el
kirchnerismo), en el que se va a llevar a cabo una segunda interna dentro de la
elección general.
Con el kirchnerismo ya retirado de la escena, competirán por
el voto peronista, Javier Milei y Sergio Massa.
Por delante de una multitud de dirigentes ciegos o miedosos, el primero que vio cómo se desperdiciaba la herencia del peronismo liberal fue—ya lo sabemos—Javier Milei. Salió al ruedo calificando al gobierno de Menem-Cavallo como el mejor de la democracia. Hablando no solo a la juventud liberal, sino —sin despreciarla y comprendiéndola en sus inmensas necesidades y aspiraciones—a la juventud peronista. Resultado: fue el candidato más votado en las PASO.
Hoy se buscan nexos secretos entre Milei y Sergio Massa,
pensando en corrupción, en listas pagas, en negocios futuros, en la
conveniencia de ambos de eliminar a Juntos por el Cambio, etc. En lo que no se
piensa es que Juntos por el Cambio ocupa hoy una vez más el espacio radical. Y tampoco se considera qué significa Milei dentro
del espacio del Partido Justicialista informal y por qué está allí. Milei se
ganó su propio lugar dentro del peronismo por reclamar la herencia de Menem que
ningún otro peronista se atrevió a reclamar y por ser un liberal que, al igual
que Cavallo, no desprecia al peronismo. Si gana en la interna peronista frente
a Massa, será por su habilidad para sumar con naturalidad votos peronistas y votos
liberales.
Massa es también un liberal—y si se duda de esto,
preguntarle al kirchnerismo. Es, además, un pícaro dispuesto a todo para ganar
la presidencia. Dentro de ese todo, se incluye su catastrófica experiencia como
ministro de economía sometido a los dictados del kirchnerismo, una catástrofe
que, sin embargo, le ganó la candidatura. Falta ver cómo se las arreglará ahora
ante la opinión pública para vender su propio proyecto liberal de producción y
trabajo con los matices necesarios que lo diferencien de Milei y dibujen un
futuro próspero. Más allá de tener un mejor physique
du rôle para el cargo que Milei, deberá también mostrarse confiable. Quizá reclamando
su parte de la herencia Menem-Cavallo y definiendo mejor sus ideas en una
interna a la que el kirchnerismo ya renunció.
El espacio radical ya está definido y, por suerte, con un
grado de liberalismo que no hace temer por la Argentina: el proto-presidente
Melconian irá lentamente por el camino correcto. Es muy posible que la simultánea
interna peronista deje un solo ganador y que el espacio radical entre así en la
segunda vuelta. Y es posible también que el espacio radical gane, si el ganador
peronista no satisface a la gran mayoría de los argentinos.
Todo sigue abierto.
La interna peronista, a jugarse dentro de la interna
general, tiene aún muchas sorpresas para dar. Milei y Massa irán refinando y
mejorando sus propuestas, estableciendo un puente virtual y virtuoso con los
años 90, con sus logros y las necesarias correcciones. La participación en debates
ayudará a ambos si entienden cuál es su interlocutor real: el peronista que ha
sido empobrecido y abandonado por quienes creían saber cómo gobernar y no
sabían nada. El peronismo, masivamente, votará a uno u otro. Pero a ambos
interesará luego un peronismo liberal unido en un mismo espacio, el de la producción
y el trabajo.
El peronismo ya mostró su vocación de ayudar a Milei, una
vocación que se reafirmaría si Massa perdiese: Massa es el primero en no desear
que vuelva el kirchnerismo al que ya ni en teoría podría representar y a Milei
le convendría sumar con Massa al resto del peronismo.
Y si Milei perdiese, él y su espíritu liberal renovador
no se perderían. Un Macri finalmente ganador porque todos los suyos perdieron,
lo espera. Pero, tiene otras alternativas además de Macri. Hace poco le
preguntaron a Massa quién sería su ministro de economía si llegase a la
presidencia. Su críptica respuesta fue: “Se van a sorprender”.
Quizá no nos sorprendamos tanto.
Tampoco debería sorprendernos en los años venideros, el sano
regreso al bipartidismo. Un bipartidismo actualizado y revitalizado con nuevas líneas
internas. Un bipartidismo sin una casta oligárquica y corrupta,
pero sí con una élite seriamente formada y democráticamente elegida.