jueves, septiembre 26, 2019

SERÁS LO QUE DEBAS SER Y SI NO, NO SERÁS NADA



¿Quién dijo que no es posible un hoy poco esperado triunfo de Mauricio Macri?

Antes de que termine octubre, tendremos las elecciones presidenciales, las legislativas nacionales y otras, igualmente significativas, como las de la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad de Buenos Aires. Cuando todo parece perdido, revisar lo que se hizo mal para tener que terminar retrocediendo al pésimo y derrotado gobierno anterior, puede parecer un ejercicio inútil, pero también, quizá, pueda avivar la llama de la esperanza con un par de sugerencias legítimas y conseguir que el actual presidente entre por la puerta del ballotage.

El gobierno del Presidente Macri fue más que bueno en múltiples y deliberadas áreas e increíblemente carente en dos: su política macroeconómica y su muy torpe actitud política hacia el peronismo. En este último mes de campaña puede enmendar las dos situaciones y pasar al frente olímpicamente, si termina de comprender cuál es su papel en la historia argentina.

En el área de la macroeconomía, debe presentar un plan sencillo y creíble con un ministro y un programa de estabilidad de la moneda, que permita en corto tiempo eliminar la inflación, calmar el dólar y bajar las tasas de interés a niveles internacionales. El ministro quizá pueda ser el postergado Melconian y el programa monetario, debe estar actualizado pero basado en nuestra convertibilidad de los años 90, que la gente recuerda por su final, sólo porque nadie quiere recordar el peronista y liberal éxito de su principio y su larguísima duración. Ya explicamos todo esto demasiadas veces: el que hoy todavía no entiende, tampoco entiende la Argentina y su irreversible bi-monetarismo. El Presidente Macri, en un “last minute rescue” debería entender y actuar en este sentido, cambiando el final de la película.

Al peronismo liberal, el Presidente Macri no tiene que explicarle nada, porque ese peronismo hizo con éxito lo que él no supo hacer. Sí puede convocarlo, y reconocerle  el éxito de un peronismo que, por cierto, no se reduce al kirchnerismo. Hay centenas de miles de peronistas que han acompañado en silencio a Macri, y que estarán dispuestos a hacerlo una vez más si son convocados en nombre de la misma propuesta con que supieron modernizar la Argentina en los años 90. Querer fundir a todo el peronismo con el kirchnerismo fue una mala idea, Incluir a Pichetto en la fórmula  fue el excelente comienzo para retomar la gran idea de unión del peronismo y el liberalismo que aseguró el éxito en los años 90. La CGT pide que se fijen los sueldos en dólares y sabe bien lo que está diciendo. Juntos por el Cambio precisa esa inyección de fuerza y voluntad que sólo el peronismo puede dar—ese peronismo que hoy no está en el kirchnerista Frente de Todos, aunque quizá si, a regañadientes, con Lavagna o, directamente, sin liderazgo y en ninguna parte. Está muy bien que en Juntos por el Cambio estén los radicales que también intentaron con de la Rua y no pudieron, y la Coalición Cívica con su preocupación más institucional que económica, y los liberales del PRO, lo que no está bien es haber renunciado a tener lo que queda de aquel peronismo liberal o del liberal peronismo brillante que supo hacer, de verdad, un cambio.

No todo está perdido. El Presidente Macri tiene asignado por la historia el rol de conducción de regreso al camino perdido, el rol de corrección del equivocadísmo y retrógrado camino elegido por los Duhalde, Lavagna y dos Kirchner y no puede seguir escondiéndose detrás del cómodo rol de un desarrollista tibio y tardío, ese rol que lo depositó en el actual fracaso. Moneda convertible y llamado a los peronistas, hablando en su propio realista lenguaje y asumiendo el rol que le corresponde. Serás lo que debas ser y si no, no serás nada.

martes, septiembre 03, 2019

LA FUERZA OCULTA DEL PERONISMO INCORRUPTO


Para algunos, Alberto Fernández es un misterio atractivo y, en la medida en que no ha hecho demasiadas declaraciones sobre sus proyectos, permite a muchos enojados construir las fantasías más agradables a sus sueños. Para otros, es apenas el tapón que separa a Cristina Kirchner de su tercera presidencia, seguramente la más temible de las tres ya que regresaría no sólo como una sobreviviente a su propia mala gestión sino como una imbatible heroína con una impactante masa leal detrás y todos sus enemigos derrotados.

Es en esta última visión se anotan el  PRO y sus originales aliados de Cambiemos, el Radicalismo y la Coalición Cívica, pero también los recién llegados a la mesa del nuevo Juntos por el Cambio, los peronistas republicanos y liberales alineados tras Pichetto, un colectivo que de ningún modo renunciará a su antikirchnerismo esencial y doctrinario y hará todo lo posible porque éste no vuelva al poder. Este peronismo no pudo tener un candidato propio de peso que lo expresase en estas elecciones y mira hoy a Macri como su legítima opción.

Por supuesto, hubiera sido mucho mejor que el Presidente Macri hubiese descartado mucho antes los impulsos antiperonistas propios y de quienes lo rodean, así como la estrategia suicida de querer presentar al kirchnerismo como peronismo (sólo logró que muchos más peronistas dubitativos se aglomeraran frente a él). Otras hubiesen sido las PASO si hubiese convocado a tiempo al peronismo afín, como se lo pedían Monzó, Frigerio y muchos otros dentro de su propia fuerza. Más vale tarde que nunca, y finalmente la incorporación de Pichetto dio la señal de un auténtico y bienvenido cambio en este sentido.

Como la hora de hacer reformas económicas de fondo (¡esa estabilidad de la moneda que Menem y Cavallo consiguieron en un cortísimo tiempo!) ha quedado postergada hasta el inicio de un segundo mandato o hasta que la historia lo disponga, si el presidente es otro que el actual, sólo queda usar lo que resta, que es toda la artillería política del peronismo más genuino que hace rato está oculta en la trastienda de la política.

En las próximas elecciones, ese peronismo es esencial porque es el verdadero protagonista de la contienda. Una contienda que es histórica y que, como Macri no la pudo resolver, permanece irresuelta. El argumento es sencillo: son dos formas de país las que están en juego, y las dos tienen un referente en el pasado, porque las dos emergieron del peronismo.

Los argentinos vamos a votar en la elección presidencial de octubre por un país parecido al de la década del 90 o por un país parecido al de la larga década kirchnerista, porque este es el proyecto que va a volver y no las fantasías moderadas de los enojados. Aunque nunca haya tenido la valentía de reconocerlo, Macri se identifica con el país de la década de los 90—y esto, dicho por una peronista liberal, es un elogio. Macri llevó adelante  la misma exitosa política exterior y  le faltó hacer lo esencial: la reforma económica profunda. Pero Macri tiene un posible ministro, Melconián, capaz de hacerla, y puede mostrar al ministro con el proyecto de reforma monetaria en primer lugar, y enarbolar el éxito de la modernización de los 90, reivindicarlo y mejorarlo creativamente, apelando además a los sindicatos.

Como en líneas generales  se sepultó el éxito de Menem y Cavallo  tras los problemas de la gestión de de la Rua y se aceptó la interesadísima versión duhaldista de la historia, habrá que hacer un curso de acelerada revisión histórica para restablecer la verdad. Pero, donde está la verdad está la victoria, y entonces quizá valga la pena renovar el discurso y retomar el camino perdido por... ah, sí, el golpe institucional de Duhalde y Alfonsín en diciembre de 2001.

En estas horas de nuevo cepo, cuando se entiende un poco más qué significa no tener las suficientes divisas, o la necesidad de no emitir para no crear más inflación, o lo terrible de no tener una moneda estable—como se tenía en 2001, recordar eso, el país antes del golpe—y todas las cosas que hay que hacer para salvar esa moneda estable  si se la tiene, o, como ahora,  para ganarla una vez más si hace dieciocho años que se la perdió.

 El peronismo conoce el número. Dieciocho años representan el tiempo que un peronista sabe esperar y al cabo de los cuales llega una hora que no deja escapar.  No perder una vez más lo que nunca (¡ah, si todos lo hubiesen entendido a tiempo!), se hubiera debido perder.

Que el candidato Macri le hable a los propios y dé también un espacio a ese peronismo que despreció y que es el único que hoy lo puede salvar si le permite usar toda su fuerza y toda su capacidad de persuasión. El peronismo quiere salvar a la Argentina de la nueva mentira de un kirchnerismo apenas reciclado en un conjunto pseudo-peronista con todos los defectos del antiguo peronismo congelado en el tiempo, sumados a los de una izquierda socialista disfrazada de un peronismo que nunca quiso a Perón. El peronismo genuino está especialmente interesado en que caigan las máscaras y en que triunfe lo que el peronismo genuino defiende: la grandeza de la Nación y la felicidad—sólida, digna, y duradera—del pueblo.

Durán Barba imaginó mucho mejor la polarización de lo que hoy sus enemigos quieren concederle. Sólo se equivocó en una cosa: confundir al kirchnerismo con la totalidad del peronismo. Por ese error, el presidente perdió en el camino a su más valioso aliado posible. El que ahora hará toda la diferencia, si Macri y Juntos por el Cambio le dan su lugar.