sábado, septiembre 05, 2020

LA DESORGANIZADA REBELIÓN DEL PERONISMO CONTRA EL KIRCHNERISMO


¿Qué tienen en común Mauricio Macri y Cristina Kirchner, además de haberse elegido mutuamente como el enemigo para ocupar entre ellos el total del escenario político? Haber fracasado por no elegir una economía liberal—por falta de decisión en Macri y de convicción, en Kirchner—y haber intentado eliminar, sin éxito, al peronismo, ya que ambos debieron, a último momento y como única tabla de salvación política, recurrir a él. Macri, el fracasado más reciente, no pudo lograrlo con la incorporación de Miguel A. Pichetto, dejando a su rival kirchnerista con una victoria lograda gracias a la incorporación de un conjunto amorfo de oportunistas grupos peronistas. A pesar de que macristas y kirchneristas insisten en llamar peronismo al kirchnerismo, estos últimos continúan siendo dos cosas muy diferentes y en un combate del cual aún no se percibe ni la dimensión ni la importancia ni, mucho menos, el resultado final.

Aquellos que nunca quisieron al peronismo por su tenacidad y voluntad de supervivencia, bien harían en rescatarlo ahora, ya que el peronismo que se opone al kirchnerismo es republicano y liberal y, sí, progresista también, en su habitual y amplia aptitud inclusiva.

Nadie cree demasiado en que Macri pueda volver a conducir el total de la oposición y la que menos cree en esto, a pesar de lo mucho que esto le convendría, es Cristina Kirchner. Esta dirigente sabe cuál es su talón de Aquiles mucho mejor que cualquier liberal o radical: ese peronismo que jamás de los jamases ella podrá conducir y que hoy, desorganizadamente y sin liderazgo, le resiste en diferentes ámbitos—gobernaciones, sindicatos, Congreso, Poder Judicial. A los que se preguntan por qué sale el leal kirchnerista Sergio Berni con un supuesto discurso de peronismo tradicional y con supuestas aspiraciones presidenciales, esa es la respuesta: ocupar el espacio que, de otro modo e inexorablemente, va a ocupar el peronismo rebelde y resistente a la desviación kirchnerista, esa que ha hundido a la Argentina en la ruina y la pobreza, sin que Macri, por supuesto, remediara esto, para decepción de ese mismo peronismo esperanzado en él en un comienzo.

Para que el gran movimiento de rescate de la Argentina comience en modo visible y esperanzador, sólo hace falta recordar las bases de ese peronismo histórico evolucionado y siempre servidor de los trabajadores y de los aspirantes al trabajo y de las mejores condiciones para crear ese trabajo:

1. Sumisión republicana a la Constitución y a la ley

2. Rescate de la economía de los años 90—peronista liberal—que modernizó y dio estabilidad monetaria y prestigio mundial a la Argentina

3. Reconocimiento del Partido Radical como el partido de las instituciones y el moderador del poder y como su genuino contrapeso—en coalición con otros, como sucedió en los últimos años, o solo.

Estas bases son las que hacen profundamente diferente al peronismo del kirchnerismo y que hoy deben ser diferenciadas correctamente por el periodismo y los sectores políticos, incluyendo los propios.

¿Se puede prescindir de este peronismo? No. Las elecciones de 2019 lo demuestran y muestran además, algo que no es tan visible: ese peronismo se repartió entre Macri y C. Kirchner. Si se lo junta, quedará siempre del lado correcto. Y si se lo junta en una coalición mayor—ya mismo, en el Senado y en el Diputados—el kirchnerismo no tendrá otra chance que limitarse en principio y que ir haciendo lo correcto después, antes o pasadas las próximas elecciones.

Hay que abrir en el espacio público el lugar para ir anotando líderes genuinos aspirantes a liderar ese espacio—no Sergio Berni, un buen hombre leal que jamás traicionará a su jefa—que reivindiquen y vuelvan a presentar este espacio a los argentinos, con toda la carga de esperanza que esto llevará en un momento tan oscuro como éste. Líderes que compitan entre sí en la opinión pública y que refresquen las opciones posibles, para que la población los vaya conociendo y evaluando y, más importante aún, dando poder a esta vía de recuperación de la política, perdida tras el golpe duhaldo-alfonsinista de 2001.

Para los que no crean mucho en o aún odien el peronismo, piensen que en 2001 se perdieron al mismo tiempo la economía moderna creada por Menem-Cavallo en los años 90 (peronista-liberal, luego continuada por el radicalismo liberal), las instituciones y la legalidad que, aún recuperadas luego, no volvieron jamás a su lugar de origen, continuando el variado camino de ilegalidades y falta de libertad.

No hay que desesperar cuando la puerta de salida de la catástrofe en la que hoy estamos es la misma por la cual entramos en 2001 y por donde NUNCA hubiéramos debido entrar.

¿Puede ser que a los argentinos nos haya llevado 20 años entender esto? Sí, a una gran parte de ellos le llevó 18 años entender que el General Perón era una buena persona y un patriota, y a otra gran parte, los peronistas, que el resto de los argentinos no eran enemigos sino adversarios y hasta posibles socios en la epopeya de rescatar al país de sus miserias.