Mientras una buena parte del
periodismo se desvela intentando averiguar si el macrismo va a intervenir influyendo
de algún modo en tal o cual juez para evitar que la ex presidenta vaya presa y
si, divididos, los autodenominados peronistas serán una vez más derrotados, la
historia del país continúa con su propio calvario, sin que todavía se la
comprenda del todo bien. El fantasma de un peronismo todopoderoso atormenta sin
razón, con sus fragmentos que sólo hablan de un gran vacío.
En la Argentina actual, muerto Perón
hace ya más de cuarenta años, con su revolución concluida e ingresada en su
etapa institucional, todavía se guerrea al peronismo. No termina de entenderse
que éste sólo volverá a existir como tal, ya no cuando ocasionales dirigentes o
políticos pretendan representarlo, sino cuando, incorporando los datos y los
instrumentos del mundo actual, algún argentino encarne nuevamente la antigua
doctrina peronista, la reinterprete, y haga efectivamente peronismo y no
cualquier otra cosa bajo su nombre.
Por lo tanto, a los efectos
políticos reales y duraderos, importa muy poco el destino personal de los ex
funcionarios que se decían peronistas. Lo que importa es quién hace un
verdadero peronismo hoy y, mucho más aún, qué es hacer peronismo hoy. Es en
este sentido que el peronismo nominal y el macrismo tienen estrategias
semejantes: ambos deben redescubrir qué sería hoy ese peronismo que brindó
millones de votos como por arte de magia y, sobre todo, qué características
tendría un peronismo actualizado.
Los votos contados por millones provienen
de todas las clases sociales y la mayoría de los millones de esos votos, de la
mayoría de la población, es decir, de las clases medias-medias, bajas, y más
bajas aún, todas con aspiraciones de ascenso y mejora en sus condiciones de
vida y laborales. Una verdad de Perogrullo que sólo se reveló, sin embargo, al
peronismo. El antiguo peronismo atendió a esa mayoría, y concretó un poder que desde
hace mucho tiempo es sólo el poder de un mito, como demostró el kirchnerismo,
usando ese mito para hacer cualquier cosa menos peronismo.
La tecnología facilita el gobierno,
que puede disponer de toda la información necesaria para gobernar bien, y la
transparencia facilita el acceso a la información por parte de todos—gobierno,
oposición y población en general. Todos pueden participar y controlar planes,
gastos y estrategias. ¿Qué haría un Perón joven en estos días, un Perón nieto
del anterior? Los hijos, como suele suceder con los herederos naturales de los
grandes patriarcas, se equivocaron fiero. Un Perón nieto que comprendiese que
el autoritarismo y la violencia verbal de su abuelo sólo podían justificarse en
relación a la magnitud de la revolución que llevó a cabo. Un Perón nieto al
cual, por temperamento propio y por inspiración del abuelo convertido al final
de sus días en un león herbívoro, no se le ocurriría jamás imitar aquella etapa
inicial.
El Perón nieto sería muy formal, muy atado a
las instituciones, con un republicanismo más natural que el de los radicales,
ya que está acostumbrado a representar y respetar naturalmente a mayorías, sin
importar su aspecto o proveniencia, y tendiendo también naturalmente a una
práctica y democratizada convivencia. Esta actitud brindaría inmediata
seguridad jurídica, ya que las posibles desviaciones autoritarias de los
supuestos peronistas son las que retrasan la inversión de argentinos y
extranjeros en el país. Argentinos y extranjeros a quienes todavía les falta
encontrarse cara a cara con el nieto mejorado de Perón, su mejor obra en el
tiempo.
El Perón nieto estaría a favor de un
mercado tan libre como el mismo desarrollo armónico del mundo lo indique y sería
tan espiritual como su temperamento le permitiese y, al mismo tiempo,
extremadamente abierto y tolerante con las elecciones personales en materia de
estilo de vida, creencias, expresión, preferencias sexuales, religión, etc. Un
verdadero liberal con la diferencia peronista de interesarse muy especialmente
por la promoción social de los trabajadores asalariados y por la educación e
ingreso al trabajo de aquellos que están sin un lugar en la comunidad.
El Perón nieto haría rápidamente una
organización fiscal federalizada y un reordenamiento impositivo adecuado a
ésta. De ese modo, las responsabilidades administrativas quedarían en manos de
quienes están de hecho más cerca de los beneficiarios de los servicios
públicos, ya sean estos de infraestructura como de seguridad, salud o
educación.
El Perón nieto sabría, sin que nadie tenga que
explicárselo, que un trabajador nunca va a estar en negro si las leyes
laborales dejan de castigar al empleador, pero también sabría, por su propia
tradición e historia, que los trabajadores deben, absolutamente, estar
protegidos porque su único capital es el trabajo, y se preocuparía así por
hacer una rápida transición hacia el sistema de seguros, incluyendo la
capitalización jubilatoria.