Para muchos, el país parece ya perdido. Una Argentina quebrada, sin miras de nueva inversión y con la tibia esperanza de una recuperación post-pandemia a los ya bajísimos niveles de 2019, no alienta ni la proyección a futuro de inversores ni la confianza de los consumidores o aspirantes al empleo locales. La base de esta profunda desesperanza, promovida además por la mayoría de la prensa opositora al actual Gobierno Nacional, radica en la confusión entre peronismo y kirchnerismo y en un antiperonismo persistente que no se detiene, ya no en matices, sino en la comprensión de la experiencia histórica del peronismo.
El
kirchnerismo no es el peronismo. El kirchnerismo es apenas la usurpación
impostora de algunos de los reclamos de justicia social del peronismo. El
kirchnerismo es el árbol que no deja ver lo que importa: un peronismo profundo
expresado en muchísimos dirigentes hoy fuera del poder y en un número
sustancial de gobernadores, intendentes, senadores y diputados. Este peronismo,
que lleva en su historia una tradición muy clara de servicio a la Nación , a la
producción y a los trabajadores, poco tiene que ver con el kirchnerismo que ha
asfixiado y derrumbado al país en los últimos dos años y sin miras de
rectificación.
Muy por el
contrario, la carrera del kirchnerismo hacia adelante, ruinas de lo privado
mediante, parece ser la estatización paulatina y el recurso colonial de
sumisión a China o a Rusia para los obtener lo que sea necesario, ya como
bienes o asistencia financiera o militar. El fracasado camino de Cuba y
Venezuela, dos países que, en efecto, precisan una Argentina solidaria, pero
para devolverlos al mundo y a la libertad. El éxito del kirchnerismo sería no
solo el fracaso de la Argentina, sino, muy específicamente, el fracaso del peronismo para sacarse de
encima la impostura.
Si el odio
histórico hacia el peronismo hoy encuentra un campo fértil en el cultivo de la “brecha
Macri-Kirchner”, no es menos cierto que la resistencia de los argentinos y su
necesidad de esperanza en poder conservar la Argentina histórica, la liberal y
la peronista, y de volver a crecer en total libertad, pasa por el reconocimiento
de ese peronismo que hoy asoma bajo la consigna “Hacemos”. El peronismo de “Hacemos”, además de ofrecer
alternativas para la próxima elección de representantes, eleva la conciencia
nacional a otro plano: el de un peronismo resistente frente a todos los
intentos de destrucción del kirchnerismo, el de un peronismo capaz de sumar las
fuerzas conjuntas de las organizaciones agrarias, industriales y sindicales
para lograr el consenso necesario para la inversión productiva (incluyendo las
imprescindibles reformas monetaria, fiscal y laboral).
Nada está
perdido si las fuerzas nacionales conducidas por un peronismo resistente, se
organizan como corresponde en un movimiento amplio que sume a todo el peronismo
hoy disperso, y enfrente, con su historia de éxitos—agrandamiento de la clase media, ascenso inmediato de los
trabajadores a derechos y mejores condiciones de vida en los dos primeros
gobiernos y terminación de la inflación, crecimiento y modernización, y regreso
a ser uno de los 20 países más importantes del mundo en los años 90—a la hoy trágica impostura kirchnerista.