(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)
Más allá de la muy previsible
derrota del Gobierno en las últimas elecciones primarias, es necesario destacar
el gran rol de los fiscales de la elección, con un ojo puesto también en el
siempre posible fraude informático. El éxito de esta vigilancia durante lo que
sólo ha sido, sin embargo, un ensayo, refuerza la esperanza de que a la hora de
la verdadera y definitoria elección de representantes en octubre próximo, se
pueda conservar la transparencia y evitar todo posible fraude. Una victoria
anunciada no es aún una victoria real en un terreno aún dominado por los mentirosos
y cada día más amenazados y atemorizados gobernantes.
Tras la victoria popular en agosto de
una gran mayoría que exige un pronto cambio de políticas y el castigo a todo
abusador del poder público, queda asegurar una idéntica victoria en octubre que
devuelva al pueblo una mayoría en ambas cámaras y permita la promoción y
ejecución de las nuevas y tan necesarias políticas que rescaten a la Nación de
la parálisis en que se encuentra.
Si toda oposición es hoy una justa y
legítima oposición al gobierno actual y a sus desmanes, principalmente en el
área económica, convendrá también tener presente que antes y después de octubre
el pueblo argentino precisa una urgente actualización de sus opciones reales en
materia de organización económica. Seguramente antes y, desde ya, inmediatamente
después de octubre, lo que se va a discutir es el nuevo liderazgo de la
Argentina. Los difusos planes de la mayoría de los candidatos de la oposición
varían ideológicamente entre una socialdemocracia pura y dura y un liberalismo
soft que prefieren llamarse a sí mismos “país normal” sin especificar cuales
son las condiciones económicas de un país normal y su por qué.
Una total sinceridad sería destacable
en este punto, de modo tal que por lo menos uno de los candidatos de la
oposición ofrezca una visión realista de la economía, de lo que se puede hacer
y lo que no, y, en el caso del peronismo, actualizar también el imprescindible
rol del sindicalismo que tanto tiene por hacer en la nueva economía, una vez
entendidos sus principios. Del mismo modo, el hoy universalmente cacareado
federalismo, debe ser descrito en sus detalles por cada candidato, marcando también
las diferencias entre unos y otros, y ofreciendo alternativas al pueblo
argentino, de modo que el mismo pueblo crezca en su cultura política sólo con
verse enfrentado adultamente con las opciones de organización económica reales.
Es verdad que el pueblo argentino ha
votado con una percepción superficial del bolsillo o con impulsos del corazón o
con una cabeza más llena de viejos dogmas que de una actualización de nobles
ideas a la realidad del mundo global, tan absolutamente diferente de los mundos
nacionales vividos hasta un pasado muy reciente. Pero también es verdad que son los mismos
dirigentes políticos los que han atrasado en formarse y en informarse
competentemente y en forma competitiva también con los líderes del mundo, más
estudiosos y eficientes que los locales. No es tanto el pueblo en su ignorancia
el responsable de los desastres actuales sino los dirigentes igualmente
ignorantes o haraganes que poco han hecho para adelantar la conciencia de sus
gobernados o liderados. El pueblo es el dueño de la voluntad y de la decisión,
pero los dueños de la inteligencia de la situación de un Estado, son los
aspirantes a dirigirlo. Mal puede el pueblo votar por la mejor opción si esta
ni siquiera está expresada, por falla y deficiencia de los mismos dirigentes.
La Argentina como sortija del premio
de los múltiples candidatos en pugna debería caer en manos no de quien sea más
rápido en dar el manotón—como ha
sucedido en la última década desde Duhalde hasta el último exitoso Massa—sino
de quien sea el más idóneo y capaz entre los candidatos. Quizá los argentinos
estemos listos ya para hacer una exigente selección del personal al cual vamos
a encomendar la dirección y administración del Estado, y reclamemos que los
candidatos provengan desde auténticas y exigentes elecciones internas en cada
partido, y no sólo en algunos, como en las últimas PASO de agosto, y el tirón
de orejas va tanto para el hoy desarticulado y cuasi-inexistente PJ como para
el PRO y su dedo.
Como nunca es tarde para soñar con
un pueblo por fin maduro para tomar su propio destino entre manos, imaginemos
que tras este inevitable período de transición habremos aprendido que no es que
tengamos los dirigentes que nos merecemos o los que reflejan nuestra propia
ineptitud, sino que tenemos una inusual resistencia a exigir lo mejor en
materia de candidatos y gobiernos, algo extraño en un pueblo bastante
pretensioso y seguro de sí mismo que sabe muy bien cuales son las mejores
marcas de vino o de ropa, de autos o de perfumes, y no acepta nada menos que
ellas.