¿Qué quería la mayoría del pueblo argentino en octubre de 2023? Una economía liberal y seguridad.
El enojo con los políticos, en particular los gobernantes
recientes, era el enojo con la ignorancia acerca de cómo terminar con la inflación
y la falta de coraje para imponer la ley y ofrecer mayor seguridad a los
ciudadanos.
Sin una mayoría propia y gracias al apoyo final de
Mauricio Macri, Javier Milei se alzó inesperadamente con la presidencia.
Más allá de la auto-percepción gloriosa como líder global
del anarco-capitalismo que dice profesar y de sus modales abruptos y agresivos contra
todo aquel o aquello que se le oponga y de su vocación por ocupar el centro de
la escena política, cuya intensidad solo es compartida por Cristina Kirchner,
queda pendiente confirmar cuán representados se sienten los argentinos por un
presidente como él. Los aún débiles pero ciertos logros en la economía y en la
seguridad parecen protegerlo por el momento de todo cuestionamiento pero, por
debajo, se siente cada vez más una desconfianza ya no solo a los modales o
capacidad de gestión, sino a la habilidad para conducir a una comunidad
destruida por la pobreza, las malas decisiones, el atraso cultural e, incluso,
la falta de salud.
El juego de opuestos entre este anarco-capitalismo, hasta
hoy desconocido para los argentinos, y el familiar y fracasado kirchnerismo,
convence a pocos.
Faltan en el escenario los dos partidos tradicionales tal
como supieron ser, un radicalismo institucionalista y un peronismo expresando
la producción y el trabajo.
Y falta también el liberalismo que quiso expresar
Mauricio Macri, primero en alianza con solo el radicalismo y finalmente—demasiado
tarde—también con el peronismo no kirchnerista.
O sea, es mucho lo que falta en el escenario político,
mucho lo que se puede articular y hacer para conseguir una nueva coalición
sensata, liberal e informada por las dos grandes tradiciones del radicalismo y
el peronismo que, lejos de querer destruir al Estado, solo se proponen modernizarlo
y mejorarlo para beneficio general.
No hay por qué resignarse a los muchos excesos
destructivos de Milei que se pasan de la raya, y no solo verbalmente, y mucho
menos creer que la única oposición es el kirchnerismo.
La oposición solo puede ser genuinamente liberal,
abrazando no solo a los liberales tradicionales, sino al radicalismo liberal y
al peronismo liberal.
¿Dónde estaríamos hoy si Mauricio Macri hubiese iniciado
antes su alianza con el peronismo
liberal, recogiendo él mismo las banderas de Menem-Cavallo?
¿Dónde estaríamos hoy si, hecha esa alianza, Mauricio
Macri se hubiese tenido más fe a pesar de las encuestas y conservado el
liderazgo del PRO con mano firme?
¿Dónde estaríamos hoy si Horacio Rodríguez Larreta no
hubiese equivocado su momento y hubiese respetado la supremacía natural del
fundador del PRO sin obligar a este a combatirlo escudado tras la candidatura
de Patricia Bullrich?
Estaríamos allí donde deberíamos estar: en un gobierno de
centro liberal, respetuoso de las formas y la Constitución, y con el apoyo de
una gran mayoría a una economía de libre mercado y una posición internacional occidental.
Y Milei sería el modesto aliado liberal, no la figura
central de un experimento ideológico narcisista que no refleja las legítimas y
profundas aspiraciones argentinas.
El triunfo de Trump en los Estados Unidos no incide en
este problema estrictamente argentino a resolver y conviene no confundirse. La
Argentina siempre será resultará simpática a los Estados Unidos si su economía es libre y sus alianzas
internacionales, las correctas. Y, justamente, el centro liberal no discute
esto.
Es la hora de abrir el espacio intelectual a la firme y
convencida idea de que existe un amplio espacio de centro liberal, que por
cierto no es la añeja y desprestigiada vía del medio entre el liberalismo y el
kirchnerismo, sino la posible expresión institucional de una mayoría liberal de
distintas procedencias identificada con las buenas formas y la Constitución.
Una mayoría unida en el deseo de contar con un gobierno
de profesionales altamente calificados y con experiencia y en el apoyo a una
economía de libre mercado y una pertenencia occidental.
También es hora de revalorizar la figura de Mauricio
Macri y de los innumerables dirigentes y gobernadores radicales, del PRO y del
peronismo que conviven en ese mismo espacio liberal sin que la ciudadanía los
perciba aún como la fuerte y confiable unidad que son en realidad.
Y, finalmente, también
es hora de considerar con extrañeza a ese insólito triángulo de alambre que
desvela a tanto periodista encandilado.
El poder real está, latente, en otra parte.