Las elecciones porteñas cambiaron abruptamente el panorama político. No se trata solo de una actuación del PRO más pobre que lo previsto o de lo que se interpretó bastante prematuramente como una superioridad irreversible del actual presidente sobre Mauricio Macri, el único peso pesado de la política argentina capaz de conducir un proyecto liberal, semejante al del gobierno pero con el agregado de las formas tradicionales de conducción y el respeto a las instituciones.
Lo que las elecciones dejaron es, una vez más, la visión
de una ausencia: la de una figura o un espacio político claramente expresivo de
la mayoría. Un 47 % de porteños no fue a votar, lo cual minimiza ese 30% del
gobierno, presentado como victoria, cuando apenas expresa un 16 % de la
voluntad general.
Muy lejos de lo que hoy se quiere vender como verdad, el
gobierno cuenta con muy poco. Ni siquiera con lo que sí es cierto, una
aprobación masiva de la población por la decisión de buscar una moneda sana,
terminando con la inflación. Esta unanimidad era previa a la asunción del gobierno:
TODOS los candidatos, Rodríguez Larreta, Bullrich y el mismo Massa (que había
anticipado que iba a sorprender con un ministro liberal) iban por un idéntico
camino de saneamiento y libertad económica (recordar que el mejor programa, muy
superior al actual en su profesionalismo, era el de la Fundación Mediterránea y
Melconian).
Hoy en el llano, todas las figuras de ese centro liberal
opuesto a los extremismos del actual gobierno y del funesto kirchnerismo, se
unen a ese 47% disconforme con todos pero, especialmente, con un gobierno al
que solo aprueba en su lucha contra la inflación. En el llano, la ausencia de
un liderazgo liberal comprometido con todos sus valores y no solo con uno de
los elementos de la economía.
Así, puede leerse como oportunista y circunstancial la
alianza del PRO con el gobierno en las próximas elecciones en la Provincia de
Buenos Aires. No se elige gobernador. Sólo diputados provinciales y, por lo
tanto, ni siquiera haría falta integrar ambos bandos en un frente o en una lista común, cuando con
sumarlos después de las elecciones bastaría para saber cuántos son los que apoyan
ideas liberales en contra del kirchnerismo. La suma ganaría siempre a este pero
la separación daría un principio de esperanza a todos aquellos que, compartiendo
las ideas liberales, no estén de acuerdo con mucho del actual gobierno.
Hay que ver cómo se planta finalmente Mauricio Macri
frente al dilema de resistir y conducir o darse absurdamente por vencido ante
un enemigo claramente inferior en su representatividad real y profunda. No sólo
él: ¿qué hará el peronismo liberal frente a la negación sistemática del
gobierno de la justicia social y con quién se expresaran los múltiples
dirigentes del centro liberal, desde los radicales hasta Monzó o la Coalición
Cívica?
La trampa en la que cayeron las clases más acomodadas de la Ciudad de Buenos Aires, apoyando al gobierno en una inexistente batalla nacional, en vez de apoyar a su probado y exitoso gobierno local del profesionalismo PRO, es también una muestra de la superficialidad, falta de educación política y, como tantas veces, auto-sabotaje, por cobardía o comodidad.
¿Hay que volver a recordar la mayoría que votó en 2019 a Alberto Fernández prefiriéndolo a un segundo mandato de Mauricio Macri? Y no, no fue el kichnerismo el que creó la mayoría.