sábado, noviembre 30, 2024

MACRI, SCHIARETTI Y EL CENTRO LIBERAL

 

A pesar del revuelo, lo importante no es si Cristina Kirchner es proscrita o no sino comenzar a percibir al inmenso potencial del centro liberal para salir de la trampa entre el anarco-capitalismo y el kirchnerismo.

 

Cuando al kirchnerismo se le oponía el liberalismo, era fácil decir que los líderes y partidos de centro no tendrían la menor suerte electoral ni podrían construir la, en aquel entonces, llamada avenida del medio. La ciudadanía quería una economía liberal que terminase con la inflación. Se trataba de liberalismo o kirchnerismo.

 

Ganó Milei, pero no ganó el liberalismo, sólo una parte de este, la parte que expresa la fortaleza presente del gobierno en su lucha contra la inflación. Lejos de expresar a un liberalismo viable a largo plazo, Milei deja de lado el imprescindible rol del Estado en muchas áreas, el cuidado de las formas institucionales y lo más visible, el descuido de los intereses reales de la Argentina en pos de un proyecto de crecimiento personal como referente global.

 

El lugar de un liberalismo clásico está vacío. No basta rascar la agenda y poblar el gobierno con personas de apellido Menem para repetir el acierto del gobierno Menem-Cavallo, no solo de un liberalismo clásico y respetuoso de las instituciones y de la prensa, sino además tan peronista como era necesario para aumentar la producción y el trabajo.

 

Hoy hay que prestar atención a ese nuevo centro liberal, más amplio que el del pasado, ya que contiene no solo a los liberales clásicos como Macri o López Murphy y los peronistas partidarios de una economía liberal como Schiaretti y Pichetto, sino a los radicales como Cornejo y  una multitud de gobernadores e intendentes, diputados y senadores que solo precisan un marco de acción común. Ese que, por otra parte, hoy ya se expresa inorgánicamente en el Congreso.

 

Mientras Milei sigue adelante con su proyecto personal y su hermana con la ilusión de un partido que reemplace al peronismo y Cristina Kirchner sigue tratando de flotar contra la corriente, hay que prestar muchísima atención a ese centro liberal que mal se confunde con la antigua avenida del medio.

 

Un personaje no menor en esta probable coalición es Mauricio Macri, que tiene en ese centro lo que parece un espacio especialmente diseñado para él para un merecido regreso estelar, con la ventaja de la lección aprendida del pasado: el peronismo es amigo, no enemigo.

 

Tan amigo que, en ese centro potencialmente convertido en la aspiración aún irresuelta de la gran mayoría de los argentinos—un gobierno profesional y competente, sin corrupción, con una economía liberal atenta a la producción y el trabajo y altamente institucionalizado— puede encontrar su marco de referencia para desalojar al kirchnerismo del usurpado PJ y regresar, por fin, al hogar natural.

sábado, noviembre 09, 2024

EL CENTRO LIBERAL ES LA VERDADERA OPOSICIÓN

 


 

¿Qué quería la mayoría del pueblo argentino en octubre de 2023? Una economía liberal y seguridad.

 

El enojo con los políticos, en particular los gobernantes recientes, era el enojo con la ignorancia acerca de cómo terminar con la inflación y la falta de coraje para imponer la ley y ofrecer mayor seguridad a los ciudadanos.

 

Sin una mayoría propia y gracias al apoyo final de Mauricio Macri, Javier Milei se alzó inesperadamente con la presidencia.

 

Más allá de la auto-percepción gloriosa como líder global del anarco-capitalismo que dice profesar y de sus modales abruptos y agresivos contra todo aquel o aquello que se le oponga y de su vocación por ocupar el centro de la escena política, cuya intensidad solo es compartida por Cristina Kirchner, queda pendiente confirmar cuán representados se sienten los argentinos por un presidente como él. Los aún débiles pero ciertos logros en la economía y en la seguridad parecen protegerlo por el momento de todo cuestionamiento pero, por debajo, se siente cada vez más una desconfianza ya no solo a los modales o capacidad de gestión, sino a la habilidad para conducir a una comunidad destruida por la pobreza, las malas decisiones, el atraso cultural e, incluso, la falta de salud.

 

El juego de opuestos entre este anarco-capitalismo, hasta hoy desconocido para los argentinos, y el familiar y fracasado kirchnerismo, convence a pocos.

 

Faltan en el escenario los dos partidos tradicionales tal como supieron ser, un radicalismo institucionalista y un peronismo expresando la producción y el trabajo.

 

Y falta también el liberalismo que quiso expresar Mauricio Macri, primero en alianza con solo el radicalismo y finalmente—demasiado tarde—también con el peronismo no kirchnerista.

 

O sea, es mucho lo que falta en el escenario político, mucho lo que se puede articular y hacer para conseguir una nueva coalición sensata, liberal e informada por las dos grandes tradiciones del radicalismo y el peronismo que, lejos de querer destruir al Estado, solo se proponen modernizarlo y mejorarlo para beneficio general.

 

No hay por qué resignarse a los muchos excesos destructivos de Milei que se pasan de la raya, y no solo verbalmente, y mucho menos creer que la única oposición es el kirchnerismo.

 

La oposición solo puede ser genuinamente liberal, abrazando no solo a los liberales tradicionales, sino al radicalismo liberal y al peronismo liberal.

 

¿Dónde estaríamos hoy si Mauricio Macri hubiese iniciado antes su alianza con el  peronismo liberal, recogiendo él mismo las banderas de Menem-Cavallo?

 

¿Dónde estaríamos hoy si, hecha esa alianza, Mauricio Macri se hubiese tenido más fe a pesar de las encuestas y conservado el liderazgo del PRO con mano firme?

 

¿Dónde estaríamos hoy si Horacio Rodríguez Larreta no hubiese equivocado su momento y hubiese respetado la supremacía natural del fundador del PRO sin obligar a este a combatirlo escudado tras la candidatura de Patricia Bullrich?

 

Estaríamos allí donde deberíamos estar: en un gobierno de centro liberal, respetuoso de las formas y la Constitución, y con el apoyo de una gran mayoría a una economía de libre mercado y una posición internacional occidental.

 

Y Milei sería el modesto aliado liberal, no la figura central de un experimento ideológico narcisista que no refleja las legítimas y profundas aspiraciones argentinas.

 

El triunfo de Trump en los Estados Unidos no incide en este problema estrictamente argentino a resolver y conviene no confundirse. La Argentina siempre será resultará simpática a los Estados Unidos si su economía es libre y sus alianzas internacionales, las correctas. Y, justamente, el centro liberal no discute esto.

 

Es la hora de abrir el espacio intelectual a la firme y convencida idea de que existe un amplio espacio de centro liberal, que por cierto no es la añeja y desprestigiada vía del medio entre el liberalismo y el kirchnerismo, sino la posible expresión institucional de una mayoría liberal de distintas procedencias identificada con las buenas formas y la Constitución.

 

Una mayoría unida en el deseo de contar con un gobierno de profesionales altamente calificados y con experiencia y en el apoyo a una economía de libre mercado y una pertenencia occidental.

 

También es hora de revalorizar la figura de Mauricio Macri y de los innumerables dirigentes y gobernadores radicales, del PRO y del peronismo que conviven en ese mismo espacio liberal sin que la ciudadanía los perciba aún como la fuerte y confiable unidad que son en realidad.

 

Y,  finalmente, también es hora de considerar con extrañeza a ese insólito triángulo de alambre que desvela a tanto periodista encandilado.

 

El poder real está, latente, en otra parte.