A pesar del revuelo, lo importante no es si Cristina Kirchner es proscrita o no sino comenzar a percibir al inmenso potencial del centro liberal para salir de la trampa entre el anarco-capitalismo y el kirchnerismo.
Cuando al kirchnerismo se le oponía el liberalismo, era
fácil decir que los líderes y partidos de centro no tendrían la menor suerte
electoral ni podrían construir la, en aquel entonces, llamada avenida del medio.
La ciudadanía quería una economía liberal que terminase con la inflación. Se
trataba de liberalismo o kirchnerismo.
Ganó Milei, pero no ganó el liberalismo, sólo una parte
de este, la parte que expresa la fortaleza presente del gobierno en su lucha
contra la inflación. Lejos de expresar a un liberalismo viable a largo plazo, Milei deja de lado el imprescindible rol del Estado en muchas áreas, el cuidado de
las formas institucionales y lo más visible, el descuido de los intereses
reales de la Argentina en pos de un proyecto de crecimiento personal como
referente global.
El lugar de un liberalismo clásico está vacío. No basta
rascar la agenda y poblar el gobierno con personas de apellido Menem para
repetir el acierto del gobierno Menem-Cavallo, no solo de un liberalismo
clásico y respetuoso de las instituciones y de la prensa, sino además tan
peronista como era necesario para aumentar la producción y el trabajo.
Hoy hay que prestar atención a ese nuevo centro liberal,
más amplio que el del pasado, ya que contiene no solo a los liberales clásicos
como Macri o López Murphy y los peronistas partidarios de una economía
liberal como Schiaretti y Pichetto, sino a los radicales como Cornejo y una
multitud de gobernadores e intendentes, diputados y senadores que solo precisan
un marco de acción común. Ese que, por otra parte, hoy ya se expresa inorgánicamente
en el Congreso.
Mientras Milei sigue adelante con su proyecto personal y
su hermana con la ilusión de un partido que reemplace al peronismo y Cristina
Kirchner sigue tratando de flotar contra la corriente, hay que prestar muchísima
atención a ese centro liberal que mal se confunde con la antigua avenida del
medio.
Un personaje no menor en esta probable coalición es
Mauricio Macri, que tiene en ese centro lo que parece un espacio especialmente
diseñado para él para un merecido regreso estelar, con la ventaja de la lección
aprendida del pasado: el peronismo es amigo, no enemigo.
Tan amigo que, en ese centro potencialmente convertido en
la aspiración aún irresuelta de la gran mayoría de los argentinos—un gobierno
profesional y competente, sin corrupción, con una economía liberal atenta a la
producción y el trabajo y altamente institucionalizado— puede encontrar su
marco de referencia para desalojar al kirchnerismo del usurpado PJ y regresar,
por fin, al hogar natural.