A la vista está el proyecto de Duhalde y Kirchner, con leves diferencias políticas y una férrea unidad en la política exterior y en la economía. A consideración de todos, está la Argentina que ellos, sobre todo el primero, han logrado.
En la vereda opuesta, se encuentra lo que por comodidad se llama el proyecto de centro derecha y que los argentinos asocian sin reflexionar demasiado al proyecto de la década de los noventa y que en el imaginario colectivo ha quedado inscripto como un proyecto fracasado, tanto por sus fallas como por el interesado golpe institucional de Diciembre de 2001
Más allá de lo que se ve y de lo que el público -insuficientemente alimentado por los dirigentes políticos y el periodismo- opina, existe una alternativa: el proyecto que los argentinos no conocen porque no ha sido expresado en forma integral. Un proyecto formulado en partes separadas por los diversos dirigentes del centro-derecha, por algunos dirigentes del centro-izquierda y por aquellos que, por tradición peronista, se han sentido siempre en el centro mediador de tendencias. Un proyecto que adquiere una extraordinaria coherencia cuando se unen conceptualmente las partes dispersas y que, poco a poco, va tomando su forma política en diferentes alianzas, sumando hombres que se descubren parte de una vigorosa y unificada alternativa política, al servicio del pueblo argentino.
El proyecto que los argentinos no conocen, disperso como está en la cabeza de los dirigentes, podría bien llamarse el proyecto Argentina o proyecto A, con la primera letra latina del alfabeto (¿por qué usar la griega?), indicando su vocación de proyecto predominante y con la inicial de la Argentina marcando su condición de proyecto nacional. El proyecto Argentina expresa la vanguardia creativa y progresista de la Nación y se propone insertar de pleno al pueblo argentino en la modernidad a partir de un plan sencillo y comprensible para todos. Se trata del proyecto de una modernidad integral que reformule los grandes y los pequeños temas de la Nación y lance a la Argentina a su lugar justo en el siglo XXI.
El proyecto que los argentinos no conocen tiene objetivos claros: 1) crear el marco legal para la inversión, el trabajo y el respeto a la propiedad privada, base del desarrollo capitalista, promoviendo las leyes necesarias y revisando y precisando aspectos oscuros de la Constitución del 94 de modo que ésta sirva a este fin; 2) reformar y aplicar la legislación para crear el marco impositivo y económico para un auténtico federalismo como el modo más eficiente de aumentar la productividad y el crecimiento argentinos; 3) reorganizar en forma integral la administración pública argentina de modo que ayude con eficiencia y eficacia al desarrollo de la comunidad argentina en vez de dificultarla; 4) aplicar todas las políticas activas necesarias para lograr capitalizar a los marginados del sistema e incluirlos en la producción y el consumo; 5) insertar a la Argentina en el ALCA para lograr un desarrollo federalista a escala continental que multiplique las exportaciones argentinas a la vez que eleve la calidad institucional y la calidad de vida de todos los latinoamericanos postergados; y, por último, 6) desde esta unión americana, favorecer el federalismo a escala planetaria, promoviendo la misma calidad institucional, aumentando el comercio, elevando la calidad de vida de los pueblos rezagados y facilitando la cooperación para la seguridad global.
El proyecto A es una exacta mezcla de liberalismo y peronismo. Es, a la vez, liberal y peronista. Liberal, en su modernidad económica y en su modernidad cultural. Peronista, en la heredada misión de rescatar a los excluidos para incluirlos en el proyecto común, en la promoción hacia arriba de los sumergidos por la falta de educación y de trabajo y en la energía y decisión para aplicar políticas activas con este fin. El liberalismo mundial aplicado al uso de las necesidades argentinas es imposible sin la sustancial responsabilidad peronista hacia los postergados y la responsabilidad peronista exige, además y desde hace ya bastante tiempo, una gran sofisticación y creatividad en las políticas activas para tener trabajadores, no sólo con trabajo sino capitalizados, en consonancia con las necesidades de supervivencia dentro de la modernidad global.
Si los argentinos comprenden la orientación y la médula doctrinaria del proyecto A que busca las mejores condiciones posibles de vida para todos los argentinos, con toda la tecnología intelectual del liberalismo y el espíritu popular y ecuménico del peronismo, quizá puedan leer mejor las décadas pasadas y comprender el origen de los traspiés y de los fracasos, los errores de los bienintencionados y las fallas saboteadoras de los pícaros y egoístas. Los argentinos precisan una vara técnica y precisa con la cual evaluar los resultados, para no equivocarse a la hora de su análisis político y de otorgar su voto a quien no lo merece.
Con esta vara, los argentinos pueden comprender que los aspectos de este proyecto que ya fueron intentados, fracasaron no por desacertados, sino por la falta de una aplicación integral y simultánea de todas las medidas y por la falta de un apoyo explícito de los argentinos a la totalidad del proyecto. Ejecutado a medias en la primera parte del gobierno de Menem, mantenido en piloto automático y sin otra creatividad que la de gastar a cuenta de una reelección que jamás tuvo lugar, en su segundo gobierno, y retomado ya marchito en la última etapa del gobierno de de La Rua por un Cavallo que no alcanzó a revivirlo, el proyecto de los noventa es como un ensayo del proyecto que los argentinos no conocen y que recién ahora comienza a ser formulado, en partes a articularse, como un todo integral.
El Presidente Kirchner ha insistido mucho con su proyecto K, con una letra que alude tanto a su nombre como al mundo kafkiano, lleno de interminables procesos al pasado y de situaciones agobiantes de las que resulta difícil salir, ya sean el Mercosur funcional a Chávez o la legislación anticuada en materia económica y social, que persiste en mantener a los argentinos como cucarachas devaluadas. La cuota de apoyo que aún hoy tiene el Presidente Kirchner no proviene en absoluto de una confianza del pueblo en su oscuro proyecto sino que nace del miedo a lo desconocido y a quebrar una estabilidad que, aunque mediocre y sin futuro a la vista, parece más tranquilizadora que los últimos malos años que pasaron. Conocer y difundir la opción del proyecto A alternativo, avanzará la conciencia política de los argentinos y les permitirá transformarse en dueños de su destino y no en sujetos pasivos de dirigentes con una anticuada vocación totalitaria.
El proyecto A, opuesto en su claridad conceptual a los vericuetos kafkianos del proyecto K que pretende ser plebiscitado, ha estado pujando por prevalecer desde mediados de los años 80, encontró su primer oportunidad en los 90 y nunca fue formulado como hoy por una pléyade de brillantes dirigentes de extraordinaria formación intelectual y gran experiencia que aspiran a expresarlo, en toda su plenitud y coherencia, en el Congreso de la Nación. Las próximas elecciones les pertenecen y el pueblo argentino debería dar la señal de su propio renacimiento, apoyándolos y renovando así su esperanza en el gran país posible, que sólo espera pensamiento calificado, decisión política y acción, para existir.