Mientras que los actuales
consejeros del Presidente Macri consideran aún que la oposición a la ex
presidenta Kirchner será lo más redituable en las elecciones presidenciales de
2019, grandes fragmentos del peronismo hacen el mismo caso a esta estrategia de
ganar a toda costa y, siguiendo la invitación gratuita que se les hace desde
Cambiemos, han comenzado a reagruparse alrededor
de lo que no deja de ser una pobrísima candidata en términos de proyecto. Esta
estrategia que, desde ambos lados privilegia el ganar antes que el prevalecer
por la calidad y significado de la propuesta, podría terminar mal, si la
economía repunta, como se espera, pero no al nivel y volumen necesario para
convencer a una mayoría considerable. Una victoria en ballotage tampoco
auspiciaría un debut suficientemente fuerte del segundo mandato
El actual gobierno, sin embargo,
y a pesar de que muchos soñadores o interesados agoreros lo den ya por
terminado, tiene aún muchas y excelentes cartas para jugar y prevalecer de un
mejor modo, redefiniendo además a la oposición en términos más precisos.
Que Macri considere al
peronismo como un todo embanderado con el kirchnerismo, además de volvérsele un
búmeran cuando el mismo equivocadísimo y perdido peronismo vuelve hoy sobre sus
pasos, abrazándose otra vez a la ex presidenta, es un error conceptual. En
efecto, hay un fragmento del peronismo muy importante y con grandes posibilidades
de crecimiento si es bien conducido, que el actual presidente podría incorporar
a la actual alianza Cambiemos: el peronismo liberal. Nótese que este es un
peronismo sin otro liderazgo en este momento que el del Presidente Macri y sin
posibilidades de generar un espacio propio de gran tamaño antes de 2019. Se
trata, al mismo tiempo, de un peronismo capaz de aportar todo aquello que le
hace falta a Cambiemos y, más aún, con el poder necesario, vía una nueva
relación con los sindicatos y la CGT, para asegurar el éxito final de la actual
propuesta económica. Ese peronismo
liberal considera que la actual política económica de Cambiemos fracasó hasta hoy por dos motivos: la falta de
audacia para sostener una reforma de la economía genuinamente liberal y la
falta de cintura política con los sindicatos, trabajadores y empresarios para lograr un
apoyo irrestricto a las reformas pendientes.
El peronismo liberal es
el peronismo que ya hizo en los años 90 lo que hoy Macri quiere hacer, y tiene
amplia experiencia en cómo acompañar este proceso, en particular, desde el
movimiento trabajador, incluso enmendando carencias del pasado, como la falta
de seguros laborales y el reentrenamiento laboral. Es inexplicable entonces que
no se recurra a sumarlo a Cambiemos, perdiendo así la oportunidad de crear una
invencible e indiscutible mayoría electoral. Una mayoría apoyada no en un
ballotage y en la estrategia mezquina de buscar a la peor candidata
presidencial posible como oposición, sino en la estrategia que un verdadero
hombre de estado utilizaría, la de prevalecer con la mejor propuesta,
construyendo la mayoría más amplia posible basada en intereses comunes y
genuinos.
De optar por esta última
estrategia, sin duda el Presidente Macri tendría igualmente a la ex presidente
enfrente y, a su lado, todos aquellos peronistas, e incluso radicales, que
hicieron la desgracia de la Argentina a partir de Diciembre de 2001. Ese grupo
tendría su mismo programa a medias socialdemócrata, a medias izquierdista (y
sí, ¡una parte de la clase media va a volver a creer otra vez que tienen
razón!) y también con la apariencia de un peronismo ortodoxo e histórico al
cual los sindicatos van a adherir si no se les propone algo más conveniente y
verdadero. Pero, al mismo tiempo el Presidente Macri tendría en Cambiemos una
alianza amplia, con una mayoría capaz de ganar en primera vuelta, ofreciendo
así el respaldo necesario para las reformas pendientes en un segundo mandato
presidencial.
De ahí la importancia de
extraer con delicadas pinzas políticas al peronismo liberal de los años 90,
separarlo claramente del conjunto amorfo de peronistas a quienes les da lo mismo
cualquier cosa con tal de ganar, y sumarlo al lado de la propuesta correcta
para la Nación y su pueblo, y muy específicamente, su pueblo trabajador, en
todas las capas de las clases medias. Leído en términos históricos, de lo que
se trata es de unir a las dos partes fuertes de la Argentina, el liberalismo y
el peronismo, el capital y el trabajo, en una reconciliación final que asegure
el progreso continuo. En los años 90 el peronismo de Carlos Menem, dio el
abrazo al liberalismo. Hoy, el liberalismo de Macri debería dar el abrazo al
peronismo y marcar el fin de la verdadera brecha que ha destruido al país desde
1945, con todos los tristes capítulos de enfrentamientos, incluidos golpes
militares que todos conocemos.
Con el peronismo, siempre
hay algo nuevo para comprender y aprender: no tiene mucho sentido usar hoy definiciones
como peronismo disidente, o peronismo federal, o peronismo razonable o, como señala
con humor Jorge Asís, peronismo perdonable.
Conviene mucho más
actualizarse y llamar a las cosas por su nombre: hay un peronismo liberal,
dispuesto a apoyar a Macri, y hay un peronismo amorfo, sin nuevas ideas y
dispuesto a fundirse otra vez con el kirchnerismo. Cambiemos debe transformarse
en la gran alianza liberal, conservando a los radicales e incorporando a los
peronistas afines, y enfrentar en 2019 al peronismo amorfo, ese que el General
Perón hubiese vomitado por no haber aprendido a cabalgar la historia.