El año electoral ya comenzó y, en apenas un par de meses,
veremos los resultados de las primeras elecciones provinciales. Sí, lo que
importa es mantener el rumbo liberal de la Argentina, no solo bajando la aún
muy alta inflación, sino asegurando las bases de una economía productiva y
obligatoriamente exportadora. En medio
de los escándalos atribuibles a la escasa formación política profesional de los
actuales improvisados gobernantes, el centro liberal aparece como la única
posible garantía de continuidad y profundización adecuada del rumbo hacia una
economía abierta y exitosa.
El actual gobierno no es el dueño de este tan deseado
destino para la Argentina. Antes que él, el peronismo liberal de los seguidores
de Menem y Cavallo, el radicalismo liberal de los seguidores de de la Rúa y el
liberalismo independiente de Macri, hicieron historia marcando con la misma
claridad este rumbo. Hoy, son estos espacios lo que convergen en el centro
liberal bajo las figuras de, por ejemplo, Schiaretti, Pichetto, los dos Macri y
Monzó, por mencionar solo a los más destacados,
tan dispuestos a apoyar las medidas correctas de este gobierno hacia el
rumbo común como para oponerse a las que no contribuyen a este.
Es en este sentido que el centro liberal se manifiesta
como la mejor garantía del aún no ejecutado programa liberal que traerá la
prosperidad a los argentinos. Sin mezclarse con el actual gobierno, como
erradamente eligieron otros dirigentes más oportunistas que patriotas, los
dirigentes del centro liberal son tanto el seguro para mantenerse en el rumbo
correcto como la garantía de continuidad ante cualquier desastre institucional.
Ni destituyente ni sumiso, optimista acerca del destino
argentino, el centro liberal tiene todo el potencial que los argentinos lúcidos
quieran darle en las próximas elecciones que no son presidenciales sino que,
justamente, renuevan y consolidan el poder legislativo. El centro liberal representará a los argentinos y a las
provincias y reafirmará así un rumbo que no debe quedar solo en las hoy peligrosas
manos de un ejecutivo poco profesional, preocupado por objetivos personales y
no por el bien de la Argentina.
Al comenzar las campañas, se oirán las voces de todos los
dirigentes de este espacio y todas, cada una a su manera, expresarán lo mismo:
la certeza de que los argentinos no están solos, que el gobierno no es el único
dueño del rumbo liberal y que, por el contrario, los muchos y consistentes
representantes históricos y profesionales de este rumbo son los que pueden
asegurar su adecuada continuidad.
Las próximas elecciones expresarán más bien una nueva
instancia: la competencia entre el mileismo y el centro liberal, una
competencia política y profesional para ver quién, en realidad, puede gobernar
con más acierto y transformar de verdad a una Argentina hoy todavía demasiado
parecida al pasado.