Mientras algunos siguen obsesionados con la conformación de una única lista que contenga a los semejantes, muchos se han dado cuenta ya de la irrelevancia real de la discusión, basada solo en la necesidad de sostener el ego presidencial, del lado del gobierno, y de la ex presidenta Kirchner, del lado del sojuzgado peronismo.
En las próximas elecciones no se elige presidente.
Tampoco se elige gobernador.
Se eligen solo diputados y senadores provinciales y
nacionales. Individuos que no están obligados a actuar como alfiles de un jefe
u otro, sino que hoy, más que nunca, están obligados a salvaguardar su
identidad real y su verdadera intención política profunda.
La Argentina hoy es un territorio político fértil para la
emergencia de los mejores profesionales, de los más honestos y creíbles que
puedan expresar a la gran mayoría de los argentinos. ¿Qué piden estos? Una
economía decididamente encaminada hacia la libertad pero con destreza social.
Cuando millones de argentinos han descendido hacia una irrepresentada clase
pre-peronista, con trabajos marginales en el mejor de los casos, apenas
educados y sin beneficios de jubilación
y salud, es evidente que hace falta un gobierno muy diferente del que tenemos.
Un gobierno que puje por una economía de libre mercado
que asegure el máximo de inversiones y que, a la vez, retome con nuevos
instrumentos lo mejor del peronismo para asegurar una rápida inserción en la
comunidad productiva de los pobres sin educación ni trabajo. Ese es el gobierno
al que aspira el centro liberal: ni anarco-capitalista ni kirchnerista.
Entre esos dos extremos de gobierno, incompletos o
equivocados, los candidatos del centro liberal conforman una multifacética unidad
que no precisa, por ahora, el nombre de una alianza. Precisa, en cambio, la
lucha individual de cada uno de ellos por acceder a las bancas y poder así
estructurar en el Congreso una genuina mayoría que vote las leyes que sirven simultáneamente
al progreso armónico de la comunidad, tanto en la economía como en lo social. Los
candidatos del centro liberal están unidos en una alianza secreta y no
explícita, unidos por un temperamento y un ideario común.
Cuentan los individuos y cada partido se ocupará de
ubicarlos en el mejor lugar, el de mayor influencia y visibilidad, con clara diferenciación
de los extremos anarco-capitalistas con su grosero discurso, y del kirchnerismo
resentido e improductivo. El mensaje del centro liberal llegará y llevará
esperanza allí donde hoy falta.
Sigue siendo muy importante la figura de Mauricio Macri
con su PRO intacto en su identificación con ese centro liberal moderado y
educado, capaz de contener tanto al radicalismo como al peronismo liberal. Junto
al ex presidente, muchos otros dirigentes del peronismo, el radicalismo, la Coalición
cívica y demás partidos integrantes de la antigua coalición gestada por el PRO,
pertenecientes a una nueva generación, serán los candidatos de una renovada
clase de políticos profesionales.
Aunque en el ocaso, el kirchnerismo sigue dominando el
peronismo, por lo tanto habrá que esperar hasta que el peronismo de nueva
generación, liberalismo con justicia social, pueda recuperar sus banderas, su
partido y hasta su nombre, hoy pisoteado por sus usurpadores. Cuando esta última
renovación del espacio político nacional suceda, la Argentina quedará
definitivamente instalada en el mundo como una nación moderna, insertada en una
economía global de libre intercambio y con esa población de clase media con la
que supo hacer la gran diferencia en América Latina. No habrá más riesgo de
marcha atrás.
Mientras tanto, es el centro liberal el que tiene a su
cargo tomar el próximo mando y mostrar que 2/3 de los argentinos ya no solo no
volverán para atrás en la economía sino que avanzarán simultáneamente en el
progreso social hasta llegar al soñado 3/3 de una nación moderna y sensata.